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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 27 de febrero de 2016

Trujillo, el ancestro taurino.




En Trujillo, los toros formaron siempre parte de su cultura. No había fiesta que se celebrara en la que los toros no constituyeran una parte importante del programa. Supone además, en el siglo XVI, un excelente ejercicio y entrenamiento para la guerra de caballos y caballeros, que demuestran su valía como jinetes. Por eso la prohibición de los toros y la amenaza de excomunión dictada por el papa pesan sobremanera en el ánimo de la ciudad, que decide en abril de 1573 solicitar del Consejo Real licencia para volver a tener en Trujillo las ansiadas celebraciones taurinas. Para ello se deja en manos del regidor Rodrigo de Sanabria, junto al licenciadoBecerra, la redacción de un informe que presente ante el Consejo cómo a causa “de no se correr los toros en esta çibdad las quatro fiestas prinçipales que en cada un año se solían correr por devoçión a çesado el exerçiçio de los cavalleros y ay mucha falta de cavallos y se espera que cada día se yrán desminuyendo por no aver juego de cañas y otros regozijos”. 

Desde la propia monarquía, el rey Felipe II, se intentó sin éxito que el papa Pío revocara su prohibición, lo que sí se conseguirá parcialmente con su sucesor, Gregorio XIII, quien a través de su bula “Exponi nobis super”, de agosto de 1575, acoge la petición del monarca español “movido por el provecho que había solido derivarse de esta clase de corridas para sus Reinos de las Españas”.









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