Así que el milagro económico del Barcelona saltó por los aires este viernes y Bartomeu ya no merece el Nobel de Economía. La pregunta correcta no era ¿de dónde saca el dinero? sino ¿de dónde no lo saca? Porque no lo saca, se lo sacan los demás, va trampeando, pagando a plazos e hipotecando al que venga por detrás, que tendrá que ser el que arree.
Atlético, Barcelona y Griezmann: ¿un día de furia y trescientos sesenta y cuatro de nostalgia?
Del mismo modo que el secreto del éxito de la cantera culé residía en que no existía tal secreto, el milagro económico del Barcelona consistía en la inexistencia del milagro. O sea que mientras nos estábamos preguntando cómo era posible que el club catalán sorteara la valla electrificada del fair play financiero con tanta elegancia, con tanto savoir faire, mientras que para el resto (salvo, por supuesto, a los clubes-Estado) suponía un problema someterse al rigor económico previamente exigido por las autoridades deportivas, resulta que la solución la teníamos delante de nuestras mismísimas narices: simplemente no era posible. Y el truco lo explicó el jueves por la tarde el mago Bartomeu, en la rueda de prensa convocada al efecto de comunicar que él se hacía cargo de nuevo de la parcela deportiva y que si Jordi Mestre se había dado a la fuga no era por discrepancias con la junta directiva por él presidida, no, qué va, sino porque le apetecía descansar: veremos si Mestre no encabeza una candidatura en las próximas elecciones presidenciales.
El truco, como decía, lo desveló el propio Bartomeu y, al hacerlo, se desencadenó por parte del Atlético de Madrid la Operación Tormenta del Desierto, un día de furia irrefrenable. Porque lo que, desvelando la reunión entre Miguel Ángel Gil y Óscar Grau, hizo el máximo responsable culé no fue otra cosa que explicar que, además de meretriz del caso Griezmann, el Barcelona le había pedido al Atlético de Madrid que también pusiera colchón, edredón, almohada cervical de pluma de oca y sábanas de seda limpias. O lo que es lo mismo, que además de negociar con el futbolista justo antes de la eliminatoria colchonera de Champions contra la Juventus de Turín y mientras el equipo propietario de los derechos del delantero francés se jugaba la Liga precisamente con quien pretendía llevárselo, el club catalán le pedía ahora al Atleti que negociara los 120 millones de euros de bellón en cómodos plazos para que, así, Bartomeu pudiera seguir haciendo trucos de magia potagia.
Y por ahí sí que no pasó Miguel Ángel Gil, a quien ya se le notó un pelín harto de Griezmann y de las tácticas culés en la última feria de San Isidro. La reacción colchonera no se hizo esperar y, después de acusar al Barcelona y al futbolista de faltarles al respeto tanto al Atlético como a sus aficionados, no sólo exigió de golpe el abono de la cláusula de rescisión sino que pidió que el jugador, al que odian en el Metropolitano, se incorporara a los entrenamientos para ponerse a las órdenes del Cholo Simeone. Estas tácticas deleznables empleadas por el Barcelona, tratando al resto de clubes como si fueran satélites que giran alrededor del sol azulgrana, ya fueron denunciadas antes por otros, y ahí incluyo al propio Atlético de Madrid. Porque esta explosión del caso Griezmann es posterior a la detonación que provocaron un año antes las palabras de Guillermo Amor reconociendo delante de toda España que efectivamente estaban negociando con el jugador franquicia del equipo colchonero y que, como ha sucedido en esta continuación de la saga, lo estaba haciendo, de nuevo, en plena temporada y con el Atleti jugándose los títulos.
Por supuesto que para fichar a un jugador hay que hablar previamente con él, eso no lo duda nadie; no puedes negociar con un futbolista a través de señales de humo, no es realista. Todos los clubes del mundo hablan con los jugadores que pretenden y, si estos están interesados, después lo hacen con su propietario. Pero no se conoce el caso de un club que, repito que en la mitad de la temporada, reconozca que está hablando con la estrella de otro equipo que, casualmente, está compitiendo con su posible comprador y, menos aún, se conoce el caso de un club que, tras llevarse de un modo absolutamente hostil a un futbolista, tenga el cuajo de reunirse con sus ex para pedirles que le dejen pagar el fichaje en cómodos plazos. De esto es, por ejemplo, de lo que huye Florentino Pérez, que antes de verse sometido a un juicio acerca de los métodos éticos empleados por el Real Madrid, prefiere pagar incluso un poco más para evitar cualquier tipo de discusión.
Así que el milagro económico del Barcelona saltó por los aires este viernes y Bartomeu ya no merece el Nobel de Economía. La pregunta correcta no era ¿de dónde saca el dinero? sino ¿de dónde no lo saca? Porque no lo saca, se lo sacan los demás, va trampeando, pagando a plazos e hipotecando al que venga por detrás, que tendrá que ser el que arree. Porque si a Mestre se le ocurre presentarse y va y gana, que a nadie le quepa la menor duda de que, cuando deje el cargo, aún seguirá pagando el fichaje de Mirotic, del mismo modo que, hasta hace dos días, estuvieron pagando a Raiola por el de Ibrahimovic, que se fue cuando Noé acabó de construir el arca. Dicen que lo de Gil es puro postureo y que, en el fondo, le va eso de ser lo que en política se conoce como un socio preferente del Barcelona, lo desconozco. Lo que sí sé es que el Barcelona y Griezmann no lo pueden haber hecho peor y que cualquier persona sensata concluye que el estallido colchonero está totalmente justificado. Para nada le habrá servido esto al Atlético si, al final, no aprende la lección, no saca conclusiones y todo queda reducido a un día de furia y trescientos sesenta y cuatro de nostalgia. A la vista está que Gil y Cerezo se equivocaron de rival alrededor del cual establecer el cordón sanitario.
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