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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 20 de junio de 2020

Derribo y destrucción total de nuestro pasado e indignidad como españoles / por Ernesto Ladrón de Guevara

El tan mentado genocidio español es una vulgar patraña carente de toda veracidad historiográfica. Una sarta de mentiras entretejidas para poner en cuestión a España y sus raíces culturales y antropológicas, porque así se impide ver la verdadera naturaleza de las importantes gestas de los españoles en América que no admiten la más mínima comparación con la nula aportación de los invasores anglos bajo la batuta de las logias y el sionismo para derrumbar la obra cristianizadora en América. 

Derribo y destrucción total de nuestro pasado
 e indignidad como españoles

ERNESTO LADRÓN DE GUEVARA LÓPEZ DE ARBINA 
El Correo de España - 19 Junio 2020
Vivimos nuevamente una oleada de agresiones contra el espíritu fundacional de la acción civilizatoria hispana en América, tras el descubrimiento del continente por Colón. Las estatuas del genovés encomendado por los Reyes Católicos a navegar en la búsqueda de las Indias orientales cruzando el Atlántico están siendo derribadas y decapitadas en los EE.UU de América por las hordas satánicas que preconizan el Nuevo Orden Mundial contra Trump. Con la pasividad estúpida de los españoles que deberían tener un orgullo sano y justo de la gran empresa desarrollada por el legado de Isabel la Católica y sus sucesores por línea dinástica hasta la llegada de los Borbones.

Habrá que recordar que el Imperio Español fue, como decía Gustavo Bueno, generador, no depredador, como lo fueron los desarrollados por el mundo protestante; aplicando el derecho romano que establecía que todo territorio conquistado debía ser dominado con derecho pleno de apropiación. En contra, el Imperio Español establecía, por mandato real tanto de los Reyes Católicos como de sus sucesores inmediatos Carlos I y Felipe II, que cada territorio descubierto y civilizado bajo el auspicio de la religión Católica, tenía que respetar a sus gentes indígenas y tratarlos con respeto, considerándoles súbditos de la corona; asimilándolos a los conquistadores. Y no abusar de ellos, y protegiendo su vida y hacienda.

Son multitud los relatos de personajes insignes que dan fe de la obra civilizadora y humanizadora del Imperio español en la América hispana. El jurista criollo peruano, Vicente Morales y Duárez, diputado y presidente de las Cortes de Cádiz decía:

“La América desde la conquista y sus indígenas han gozado los fueros de Castilla. Óiganse las palabras con que termina un capítulo de las leyes tituladas del año 1542, donde el Emperador Carlos así habla: -queremos y mandamos que sean tratados los indios como vasallos nuestros de Castilla, pues lo son con respecto a esta justicia, había hecho antes en Barcelona una declaración en Septiembre de 1529 que dio mérito a la Ley l.Título 1, del libro 3.° de la Recopilación de las Indias, donde se dice que las Américas son incorporadas y unidas a la Corona de Castilla, conforme a las intenciones del Papa Alejandro VI. Debe hacerse alto en esas palabras incorporadas y unidas, para entender que las provincias de América no han sido ni sonesclavas o vasallas de las provincias de España; han sido y son como unas provincias de Castilla, con sus mismos fueros y honores”

Tenemos un grave problema con el arrasamiento de la educación y de la cultura histórica, con la manipulación del conocimiento objetivo de nuestro pasado, con los moldes cognitivos masónicos implantados en las mentes de nuestras jóvenes generaciones, con la ignorancia general supina que lleva a graves distorsiones de la realidad. Pero eso no nos lo va a solucionar la ministra Celáa. Más bien al contrario, va a generar una profunda brecha en la formación cultural de nuestros escolares. ¡Qué triste realidad!

Podríamos mencionar a Rafael Altamira, a Julián Juderías, al ministro en la II República Salvador Madariaga, etc. Todos ellos nada sospechosos de ser ultramontanos. O, si se prefiere, lo contenido en el excelente e imprescindible libro del sacerdote José María Iraburu “Hechos de los apóstoles en América”, pero ya sabemos que el campo es yermo a las semillas cuando ha sido arrasado por un sol abrasador. El de la ignorancia y el adoctrinamiento. Por eso, desespero, pues razones objetivas y pruebas irrefutables son inasequibles para quien ha sido lobotomizado desde el sistema educativo español. Es esfuerzo baldío, pero yo sigo intentándolo. 

El tan mentado genocidio español es una vulgar patraña carente de toda veracidad historiográfica. Una sarta de mentiras entretejidas para poner en cuestión a España y sus raíces culturales y antropológicas, porque así se impide ver la verdadera naturaleza de las importantes gestas de los españoles en América que no admiten la más mínima comparación con la nula aportación de los invasores anglos bajo la batuta de las logias y el sionismo para derrumbar la obra cristianizadora en América. Cada una de las piedras de los edificios de las Misiones, de las iglesias, hospitales, universidades (23 en contraste con la ausencia de ellas en el espacio dominado por los ingleses hasta momentos tardíos) etc dan testimonio de ello. Lo mismo que el contraste entre la hibridación de los hispanos con los indígenas que ha producido el mestizaje más rico y abundante del mundo, dando reflejo de la convivencia entre los que allí llegaron y los allí preexistentes. Cuestión que no sostiene la leyenda negra que se la deberían aplicar los acusadores, por la ausencia de mestizaje alguno en las américas de dominio francés, holandés o inglesa.

“Mientras que la Monarquía Hispánica reconoció derechos, nobleza, dignidad, jerarquías, usos, costumbres, instituciones, entre otros latierra comunal indígena y concedió fueros, honores, privilegios, títulos de nobleza a los indios, prohibiendo su esclavitud so pena de muerte, tal como se mencionó en el apartado anterior. Las repúblicas americanas después de su proclamada independencia desconocieron y borraron de un plumazo todo esto, miles de años de historia y tradición omitidos por las «luces» y la «ilustración» dizque criolla bajo el inmortal lema de «libertad, igualdad y fraternidad». ¿Qué ha sido de la suerte del indio desde la creación de las repúblicas americanas?” se pregunta Francisco Núñez del Arco Proaño en su excepcional libro “Quito fue España. Historia del realismo criollo”

O si prefieren, respecto a derechos y libertades, al margen (que no es poco) de lo dispuesto por el dominico Antonio de Montesinos en la Junta de Burgos en 1511, o por Francisco de Vitoria, verdadero introductor las primeras normas internacionales sobre derechos humanos y Derecho Internacional Público, podemos reseñar esta norma de protección de derechos fundamentales de la población india:

“Por la Ley VI, Libro III, Título VI, Felipe II, en 1593, ordena, según consta en la Recopilación de Leyes de Indias: 'Todos los obreros trabajarán Ocho horas cada día, cuatro en la mañana y cuatro en la tarde en las fortificaciones y fábricas que se hicieren, repartidas a los tiempos más convenientes para librarse del rigor del Sol, más o menos lo que a los Ingenieros pareciere, de forma que no faltando un punto de lo posible, también se atienda a procurar su salud y conservación.» Esta ley es tan sorprendente cuando se ve que con 370 años de anticipación, la Corona de España reglamentó el trabajo de ocho horas, y que hoy se la tiene como una conquista de los pueblos civilizados y de los movimientos obreros a nivel mundial, en las Constituciones modernas y en los Códigos del Trabajo. Resalta además el aspecto de la previsión social, cuando ordena que «también se atienda a procurar su salud y conservación.” Ya me gustaría a mí que la población obrera española se sujetara a este criterio laboral y se asegurara su cumplimiento.

Ricardo Levene en su obra “No eran colonias” afirma:

“Toda la organización institucional de Castilla y León se transvasaba en Indias, adaptándose al medio y transformándose a su influencia.

Se crearon órganos centrales y dirigentes en la metrópoli, como la Casa de Contratación y el Consejo de Indias, que señalaron la orientación general en el Gobierno, pero la acción vigorosa surgió de los órganos locales, formados en los ámbitos físicos y morales de Hispanoamérica.

Esta compleja estructura institucional hacía imposible el Gobierno absoluto. Ninguna autoridad detentaba todo el Poder. La fuente nominal era el rey, pero sus poderes se desplegaban en una complicada organización. Además, cada una de las autoridades defendía celosamente sus propias prerrogativas.

[…] no fueron nunca colonias, sino parte integrante de la monarquía y sus reyes habían jurado mantenerlas unidas para su mayor perpetuidad, prohibiendo su enajenación, prometiendo y dando fe y palabra real de que para siempre jamás no serían enajenadas.

“Ninguna autoridad detentaba, pues, el poder omnímodo, ni siquiera el virrey, constantemente vigilado por la Audiencia, cuya función política ahora conocemos mejor, y aun por el cabildo metropolitano, como acaeció en Buenos Aires. No se había adoptado el principio de la división y equilibrio de Los Poderes, que es una conquista del siglo xvm, pero había lucha contra la preeminencia de cualquiera de ellos.”

“El principio de la incorporación de estas Provincias implicaba el de la igualdad legal entre Castilla e Indias, amplio concepto que abarca la jerarquía y dignidad de sus instituciones, por ejemplo, la igualdad de los Consejos de Castilla y de Indias, como el reconocimiento de iguales derechos a sus naturales y la potestad legislativa de las autoridades de Indias, que crearon el nuevo Derecho Indiano, imagen fiel de las necesidades territoriales.”

“Pues que las Indias no eran colonias o factorías, sino Provincias, los Reyes se obligaron a mantenerlas unidas para su mayor perpetuidad y firmeza prohibiendo su enajenación y en virtud de los trabajos de descubridores y pobladores y sus descendientes, llamados ‘Tos beneméritos de Indias”, prometían y daban fe y palabra real de que para siempre jamás no serían enajenadas.”

“Conforme a estos principios, una Ley de Indias mandaba que por justas causas convenía que en todas las capitulaciones que se hicieren para nuevos descubrimientos ‘se excuse esta palabra conquista y en su lugar se use de las de pacificación y población’, para que aquella palabra no se interprete contra la intención superior (Recopilación de las Leyes de Indias, Libro IV, Titulo I, Ley VI).”

Pero es más. Tras la celebrada a todas luces independencia de las “colonias” españolas por los luceferinos que se implantaron a raudales en España en el siglo XIX, tras la Revolución Francesa, la cosa no fue como la pintan. Así lo manifiesta el citado Francisco Núñez del Arco en el libro anteriormente citado:

“Al destruirse esas leyes, los indígenas quedaron desamparados y los terratenientes se lanzaron sobre sus tierras, antes protegidas por la corona.

Ahora, en América latina, encontramos una gran paradoja: los pueblos indígenas andan buscando las cédulas reales que les reconocían sus territorios. Esta es la demostración más palpable de que las Leyes de Indias fueron un sistema mejor para los indígenas que lo que vino después de la independencia. Por otra parte, las oligarquías, profundamente reaccionarias, establecieron un sistema de estado en el que la riqueza era todo para ellos y nada para los pobres. Ese es el origen de la desigualdad que hoy tenemos en Latinoamérica.”

Que aún prevalezcan en nuestro solar patrio doctrinas foráneas que inspiran a los bolivarianos españoles, subversores de nuestro orden tradicional para despedazar lo que queda de la hispanidad en España (que ya es decir) constituye un delito que no se contempla en nuestros códigos penales, asimilable a ultraje a la patria. 

Hacer apología de derrumbe de la estatua de Colón en Barcelona, en palabras de Iglesias, infectado del odio a nuestra historia y a nuestra unidad, y aún más a nuestra idiosincrasia secular, es realmente lamentable. Iglesias representa aquello que decía el cronista romano Trogo: 

los hispanos siempre están en actitud bélica, si no encuentran enemigos fuera los encuentran dentro. No tenemos peor enemigo que los que desde nuestras filas derrotan todo vestigio del pasado en nuestras ya modeladas mentes, enclaustradas en doctrinas que producen moldes mentales que falsifican la realidad.

Pero todo esto no es casual. Los mismos que incendiaron y dividieron los virreinatos hispanos desvinculándolos de la madre patria son los que ahora están intentando dar el hachazo final a lo que queda de matriz del Catolicismo, es decir España, tratando de arruinar nuestro futuro.

Lo hacen desde logias o desde el satanismo mundialista, desde un nuevo Orden Mundial que destroza las bases de la dignidad antropocéntrica del ser humano, rompiendo su naturaleza y cosificando la existencia de nuestra especie; y los derechos inherentes a su esencia. Ya lo manifestó el Papa emérito Benedicto XVI al exministro Jorge Díez en una entrevista que menciona, citando palabras de este extraordinario intelectual que es este Papa dimisionario. En esencia, Satán ha fijado su mirada en España, y estamos en vías de una tremenda arremetida que, sin duda, los españoles seremos capaces de frenar y resolver. Pues siempre, en las peores circunstancias surge la fuerza del espíritu en nuestra naturaleza. Y las raíces de nuestra civilización son demasiado profundas como para derribar un árbol tan robusto con un simple golpe de hacha, por muchos y fuertes contubernios que se produzcan.

El bien siempre prevalece y se sobrepone al mal. 
Hay que tener confianza y rezar.

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