La historia que le tocó vivir y la que ni él ni nosotros pudimos escribir, le han negado la muerte de Eugenio en la proclamación y la apoteosis de la primavera falangista, le han robado la lozana muerte de los jóvenes falangistas que estrenaban botas de alférez provisional en el frente, le han hurtado la muerte de los divisionarios en el frío ruso, ese frío que convierte cada inspiración en una puñalada en los pulmones.
Yo tenía un camarada, Felipe Pérez
Eduardo García Serrano
El Correo de España - 12 Sptbre. 2020
He subido la cuesta de la Sacramental de San Isidro para hacerle guardia en el silencio de una plegaria a Felipe Pérez, tal y como hace tantos años mi padre y los jóvenes falangistas germinales de aquella España en la que las balas eran más peligrosas y abundantes que los virus, la subieron llevando a hombros el cadáver de Matías Montero.
Se nos ha muerto el camarada Felipe Pérez de una muerte injusta. No era esa la manera que él hubiera elegido para dejarnos solos. La historia que le tocó vivir y la que ni él ni nosotros pudimos escribir, le han negado la muerte de Eugenio en la proclamación y la apoteosis de la primavera falangista, le han robado la lozana muerte de los jóvenes falangistas que estrenaban botas de alférez provisional en el frente, le han hurtado la muerte de los divisionarios en el frío ruso, ese frío que convierte cada inspiración en una puñalada en los pulmones.
Esta España chata y esclerótica, canija y sucia te ha arrebatado, camarada Felipe, la muerte de los soldados de Sven Hassel quiénes solos, abandonados y engañados por todos, murieron sin claudicar porque sabían que lo hacían por la Patria.
Felipe, uno no elige cuándo y de qué muere, pero sí cómo hacerlo. Y tú, camarada, apuñalado por el cáncer, lo has hecho con la misma dignidad que los cadetes de El Álcazar y los falangistas del Alto de los Leones. Con ellos estás ya arrimándole candela al fuego de campamento de los hombres buenos, de los falangistas decentes y de los españoles que merecieron serlo. Reza por nosotros, Felipe. ¡Arriba España
".. le han negado la muerte de Eugenio en la proclamación
y la apoteosis de la primavera falangista.."
Sin duda alguna, una de las joyas de la literatura falangista de primera hora, retrato paradigmático del joven revolucionario e idealista en la primavera del 36. Ópera prima de García Serrano que comenzó a escribir en abril de 1936 y concluyó en plena guerra, convaleciente desde la cama de un hospital militar.
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