La obra de Franco fue liquidada a espaldas del pueblo español como consecuencia de un proceso de negociación entre elementos de dentro del régimen y de la oposición que culminó con la Ley para la Reforma Política, técnicamente, Ley 1/1977, de 4 de enero, que permitió la eliminación de las estructuras jurídicas del Régimen implantado en España tras la Victoria contra la canalla roja, el 1 de abril de 1939, y que había venido desarrollándose a lo largo de cuarenta años, elevando a España al octavo puesto internacional en desarrollo social, económico y cultural. Siendo que si todo aquel proceso fue posible, lo fue sobre el engaño de lo que no fue una Reforma sino una Ruptura, que con absoluta precisión evidenció el aspecto central de lo que se pretendía y que el pueblo asumió como consecuencia de una serie de factores: porque la sociedad española estaba muy alejada de trifulcas fratricidas debido a la hondísima labor de reconciliación nacional que desde el primer momento llevó a cabo el Régimen de la Victoria, sostenida en el sentimiento cristiano con el que impregnó toda su estructura.
Por el notable crecimiento socioeconómico de la nación, con una clase media pujante que nunca antes en proporción y desarrollo había existido en España. Por la complejidad política de aquél momento, que podríamos calificar de barrunto, al mismo nivel del nulo conocimiento que la sociedad española tenía de lo que se pretendía. Por las bendiciones que aquella conculcación recibió por parte de la Iglesia, al más alto nivel, traicionando a Dios y a España. Y por la falta de respuesta en el Ejército, ensordecedora y terrible a lo que habían jurado defender y se proclamaba con énfasis en los cuartos de banderas.
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