Sólo banderas y pueblo huérfano que acudió a la Plaza de Colón magnetizado por el motivo del llamamiento, que sonó como una corneta llamando a filas, pero no por la personalidad de los convocantes. Españoles que esperaban una arenga sobre la Patria, contra sus traidores y contra los que la quieren asesinar, se encontraron Andrés Trapiello, Rosa Díez y un adolescente catalán facturado ad hoc en el AVE, leyendo unas cuartillas de leguleyos perezosos en las que sólo hubo algo parecido a la rabieta en el ruego de que no les llamen fachas por estar allí.
En Colón solo calentaba el sol
Eduardo García Serrano
En la Plaza de Colón solo calentaba el sol. Fui con sed y volví sediento. Esperaba una epifanía y me encontré la vieja naftalina de la circunspecta corrección política de la derecha. Esperaba el belén del renacimiento nacional y solo hallé el asilo de dos progres ancianos leyendo unas cuartillas llenas de tópicos y colmadas de cansinos lugares comunes sobre la ley, la democracia y la Constitución. Palabras leídas como se le lee una circular de la comunidad de propietarios a una vecina que va sin gafas en el rellano de la escalera. Palabras sin pulso y sin temperatura gravitando en el bostezo y levitando en la absoluta indiferencia de la muchedumbre que no escuchaba porque nada había que escuchar, ni siquiera oír. Nada.
Sólo banderas y pueblo huérfano que acudió a la Plaza de Colón magnetizado por el motivo del llamamiento, que sonó como una corneta llamando a filas, pero no por la personalidad de los convocantes. Españoles que esperaban una arenga sobre la Patria, contra sus traidores y contra los que la quieren asesinar, se encontraron Andrés Trapiello, Rosa Díez y un adolescente catalán facturado ad hoc en el AVE, leyendo unas cuartillas de leguleyos perezosos en las que sólo hubo algo parecido a la rabieta en el ruego de que no les llamen fachas por estar allí. Trapiello, hurón a sueldo de Manuela Carmena para purgar fascistas en las chekas de la Ley de Memoria Histórica en Madrid, citaba muy ufano al exilio republicano y al hermano de Manuel Machado, tal cual hubieran hecho Pablo Iglesias y Pedro Sánchez. Me volví a casa como el Teniente Coronel Yagüe se volvió a África después de que Casares Quiroga le mandase llamar exigiéndole que le jurase lealtad a la República. El jefe legionario le contestó: “Mi lealtad es para España, señor Casares Quiroga”. Nada más, porque todo lo demás es mudable, señor Trapiello, señora Rosa Díez.
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