"..–Muchas personas en España, la mayoría, no son racistas. Pero hay un grupo pequeño que acaba afectando a la imagen de un país en el que se vive muy bien. Amo estar aquí, amo jugar en el Real Madrid y amo tener las mejores condiciones para vivir con mi familia. Espero que España pueda evolucionar y entender lo grave que es insultar a una persona por el color de su piel. Si antes de 2030 no evoluciona en el tema del racismo, habrá que cambiar de lugar el Mundial.."
El país de don Perlinplín
Ignacio Ruiz Quintano / Abc
Tiene guasa que un país que lleva medio siglo encantado de vivir en un régimen político basado en el desguace de la Nación arremeta mediáticamente contra Vinicius porque el hombre, siendo negro, es víctima de ataques racistas sin que Nadie haya hecho nada, y en su condición de víctima propone que, de no arreglarse la cosa, dejen al país sin Mundial, que sería como dejarlo sin cenar.
–Y si tan racistas somos, ¿por qué sólo se meten con él? –es la refutación que plantean los cenutrios.
Que sólo se meten con Vinicius es mentira; la verdad es que Vinicius es con el que más se meten. ¿Por qué? Porque cuando lo hacen, se rebota, en vez de bajar la cabeza, como Donato, y seguir corriendo, pues ante el racismo futbolero están los Donatos, que lo aceptan porque qué vas a hacer, y están los Vinicius, que se revuelven y dicen que hasta aquí hemos llegado, y Vinicius ha llegado a la situación de afearle el Mundial a España si en la TV dicen que “mono” es sinónimo de “tonto” y los fiscales escriben que “en un contexto de máxima rivalidad” no te puedes quejar si te cantan “mono, eres un mono”. Santa Compaña a la que se une el alcalde de Madrid, un don Perlinplín que ni mandado hacer de encargo, y que ha visto una cámara de TV y se ha puesto a hacer patriotismo hojalatero troleando las declaraciones de Vinicius, como si Vinicius fuera Belisa (“Amor de don Perlinplín con Belisa en su jardín”).
–Y le exijo una rectificación –ha dicho el alcalde que llegó a alcalde con la promesa de eliminar Madrid Central, que con él abarca ya a todo el municipio.
En Madrid todos tienen derecho a decir la primera majadería que se les ocurre (“¡ha pasado un ángel!”), menos Vinicius, que tiene que dedicarse a jugar al fútbol, pero callado, que mira Donato qué pocos dolores de cabeza nos daba.
–¿España racista? ¡Pero señores, que hace muchos siglos que nuestro Lope sacaba a la escena, en un “auto sacramental”, a Cristo, a Jacob y a la Virgen María en figura de indios de los valles de Chile!… –dice el “madridismo de derechas” (el “españolo” que confunde al Real Madrid con el Siglo de Oro).
–¿España racista? Sí, pero no, porque bueno, algún diputado negro tenemos hoy en los parlamentos de la democracia que con tanto trabajo nos dimos todos…–dice el “madridismo de izquierdas” (el “españolo” que junta lo útil de ser del Madrid con lo útil de ser del Régimen), que vende la especie de una España racista de la que nos salvó Felipe González, alias “el Moro”.
Cabrera Infante hubo de combatir la especie de una Cuba racista de la que nos libró el doctor Castro (como lo llamaba “The Times”): Batista era mulato y mulato era el jefe de su ejército y varios generales y políticos prominentes. En el gobierno del doctor Castro hubo un solo negro nominal, un viejo comandante ascendido a general sin ganar una batalla.
–Una medida de monstruoso racismo implantada desde el principio del régimen fue negarle la salida de Cuba a los negros. Un negro pidiendo pasaporte era un hereje, un negro solicitando una visa de salida era un traidor. Varias mulatas de fuego salieron de Cuba, pero casándose con europeos, y sólo cuando el éxodo del Mariel en 1980 pudieron salir negros de Cuba en grupo.
El racismo que denuncia Vinicius en España no es un racismo finolis, como el que exhibían Voltaire y Darwin en sus taburetes intelectuales, dando pie a la teoría racista del progreso. Para Darwin, el hecho de que los italianos se encojan de hombros y los ingleses no (o que los franceses lloren y los ingleses no), era consecuencia de la diferente base biológica de sus respectivas razas. Nuestro racismo pelotero es cutre como la cultura política que padecemos: cae en nuestro país el mejor futbolista del momento y nos dedicamos a tirarlo al pilón en todos los pueblos, sin que don Perlinplín tenga a bien, a sabiendas del escaso valor de su palabra, salir a torear al toro del racismo castizo. Don Perlimplín presume de abogado del Estado. Los abogados del Estado, decía Trevijano, no son abogados; son defensores del Estado (“¿Qué saben ellos del Derecho? ¿Qué les importa?”). Mas cuando un club de la Liga española adornó su tribuna en un Clásico con la leyenda “Spain is a fascist state” (más la explicación separatista: “Only dictatorships jail peaceful political leaders”), los abogados del Estado, y todos los medios, callaron como tusos. Los pechos sólo se inflaman de patriotismo cuando habla Vinicius. ¿Y qué ha dicho Vinicius? Bien mirado, nada que no pudieran suscribir hoy Isabel la Católica o Donoso Cortés:
–Muchas personas en España, la mayoría, no son racistas. Pero hay un grupo pequeño que acaba afectando a la imagen de un país en el que se vive muy bien. Amo estar aquí, amo jugar en el Real Madrid y amo tener las mejores condiciones para vivir con mi familia. Espero que España pueda evolucionar y entender lo grave que es insultar a una persona por el color de su piel. Si antes de 2030 no evoluciona en el tema del racismo, habrá que cambiar de lugar el Mundial.
No es España. Es el país de don Perlinplín. A Cañete, que se peina de amarillo para pasar desapercibido, no le gusta Vinicius porque no le parece humilde. Pero es que en la vida modesto sólo es el que no puede ser otra cosa.
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