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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 1 de agosto de 2025

Va de vetos falsos / por José Carlos Arévalo

Foto: Lances de Futuro
'..Ejemplo: el chismorreado veto de Roca Rey a Morante en Santander. Nadie sabe la verdad porque los afectados no la cuentan. Dicen que Roca Rey vetó a Morante en la sustitución de Cayetano, que fue baja en la Feria de Santiago. Dicen que Morante ofreció donar sus honorarios a una institución benéfica..'

EN CORTO Y POR DERECHO
Va de vetos falsos

Por José Carlos Arévalo 
Ejemplo: el chismorreado veto de Roca Rey a Morante en Santander. Nadie sabe la verdad porque los afectados no la cuentan. Dicen que Roca Rey vetó a Morante en la sustitución de Cayetano, que fue baja en la Feria de Santiago. Dicen que Morante ofreció donar sus honorarios a una institución benéfica. Dicen que alguien dijo -¿la empresa, el mismo Roca?- que el puesto debería ser para un torero que hubiera triunfado en la Feria. Y todos, evidente, pensaron en El Cid, que era la solución más lógica: un veterano marginado como otros veteranos de gran valía injustamente proscritos, que acababa de triunfar de manera incontestable con los “victorinos”. Sin embargo, artísticamente la propuesta de Morante, uno de los mejores toreros de la historia, era impecable, y socialmente inatacable por su generosidad al ceder sus honorarios a la Beneficencia. Pero económicamente las cuentas salían mucho peor. La suma de los honorarios de Morante -aunque los percibiera la Santa Madre Iglesia-, sumados a los de Roca Rey, convertirían en posible ruina una corrida rentable. Si a todo el enredo le añadimos que Morante sería el bueno de la película y Roca Rey, un líder tonto de baba, el pleito parece una serpiente de verano. Y sin embargo, la cuestión puede ser estructural, y plantea varias preguntas: ¿Son los toreros quienes se vetan o son los dineros los que impiden, en casi todas las plazas, acartelar juntos a dos máximas figuras? ¿Veta Roca Rey a los colegas de su rango o lo hacen las empresas, opuestas a perder dinero en las corridas estelares? ¿Por qué Morante no veta a nadie si parte de sus carteles -aunque no tantos- son idénticos a los del peruano? ¿Va la partida entre listos y tontos? ¿Digo ahora lo que yo pienso? Todo esto es una putita serpiente de verano (esas noticias de “no me lo puedo creer” que se inventaban los periodistas en agosto). O sea, una fake new en toda regla…¡porque Morante y Roca torean el próximo día 9 en El Puerto! Por tanto, aclaro: la he comentado como si me la creyera para decir algunas verdades sobre cómo está el toreo. De modo que por seguir el juego, permítanme la mía: “Sorpresa: Roberto Domínguez vuelve con Roca Rey”.

No caerá esa breva.

Va de empresario

En este contradictorio país, donde el empresario es el maligno pero todos quisieran ser empresarios, hay que hacer una pregunta al “culpable”. ¿Es conciliable la afición con la eficacia empresarial? Hace años se lo pregunté a Manolo Chopera y me respondió así (advierto que ha pasado el tiempo y no reproduzco literalmente sus palabras): 

“Depende, si sabes juntar afición y rentabilidad es bueno. Si la afición te ciega es peligroso. En mi caso, pienso que la afición es un plus de conocimiento, te da un sexto sentido al que las cuentas frías no llegan. Te permite sintonizar con las demandas del aficionado, saber interpretar a la crítica, intuir la entrega y las posibilidades del torero en un momento preciso de su carrera. Si no tienes afición no puedes saber quiénes son, cómo están todos los matadores, los decisivos y los indefinidos, ni, por supuesto, conocer los novilleros, del primero al último. Si no conoces la situación del campo bravo, lo que exige un esfuerzo solo posible con mucha afición, estás perdido. Y, finalmente, si no oyes las reacciones del público en tu plaza, si no le escuchas, hasta lo que haces bien puede salir mal. Sin afición, eso sí bien entendida, no puedes funcionar como empresario”.

Sinceramente, añoro aquel tiempo de Choperas y Choperitas, de Balañás y Dominguínes, de los independientes empresarios de Levante, de aquellos pequeños empresarios de una sola plaza, que eran su plaza. Y de don Livinio, quien entre otras cosas inventó San Isidro, la feria más importante del mundo. Los conocí a todos y todos eran aficionados. Si dieran un repaso al actual escalafón y vieran cómo lo desperdicia el empresariado, se llevarían las manos a la cabeza. Comprobarían que hoy sus colegas no distinguen entre el torero que suena y el que lleva gente, entre lo que cuestan los toreros programados por inercia y lo que no cuestan los proscritos con cosas que decir, les asombraría que se haya dejado morir a la clase media ganadera, les sorprendería que los veedores se hayan convertido en lacayos de toreros o en sirvientes de empresarios sin puta idea. Y, en otro orden de cosas, les daría pánico saber que el sector entero ha cortado la conexión con los grandes medios de comunicación.

Pero no se mosquee quien haya aguantado el sermón. Hay tres o cuatro empresarios emergentes que abren puertas a la esperanza. Hablaré de ellos cuando se jueguen las grandes partidas, que están a la vuelta de la esquina.

Y va de Morante

Llevo viendo toros en Madrid desde el año 1951 (era un crio, lo confieso, pero me daba cuenta). Y confieso que nunca había visto una Puerta Grande tan apoteósica como la de Morante en la Corrida de Beneficencia. Y lo importante del fervor por el torero fue que lo estimulaban valores taurinos. Habíamos presenciado la consumación de una vida torera excepcional. No es que fuera su mejor tarde, aunque fue extraordinaria. Sin ir más lejos, en su anterior comparecencia isidril, había dado las mejores verónicas vistas en Madrid desde hace muchos años. Pero la gente de los toros, aficionados y público, con esa sensibilidad inaudita y espontánea que tiene para detectar el arte en su expresión más sublime, supo que aquella tarde había sido el día irrepetible de la consagración de un mito. Sabía, además, que no se trataba de una celebración terminal, sino de una apoteosis abierta el futuro. No sé si largo o corto. Porque Morante es un milagro taurino, un artista maduro y un torero joven casi cincuentón. Y aquella plaza entera, y aquella riada de jóvenes enarbolando a su héroe en el ruedo, celebraban la llegada de un presente paradigmático del toreo cargado de futuro. No es el momento de describir la tauromaquia y el arte del genio poblano. Necesitaría un libro y no para divagar, sino diciendo cosas muy concretas, en corto y por derecho. Porque la cuestión es que Morante atesora todo el toreo, desde la verónica y el volapié de Costillares, la templanza de Pedro Romero y la gracia valerosa de Pepe-Hillo. Su capote, de toreo y brega, suma el acervo de los grandes capoteros de todos los tiempos. En el campo, en la ganadería de Gerardo Ortega le vi picar con eficacia y estilo. En Jerez, banderillear con frescura y temple y con pureza al clavar. En muchas plazas he disfrutado de su arte muletero, de la hondura de su toreo ligado en redondo, abelmontado en el trazo y gallista en sus faenas brotadas, no previstas. Y con la espada le he visto matar, a los toros que cuaja, fiel a la línea recta manoletina. Sí, Morante es uno de los toreros más importantes de todos los tiempos.

Pero Morante tiene un defecto, sale caro. ¿Quién encuentra hoy habitación para el día 9 de agosto en El Puerto, en Jerez, en Sanlúcar, en Chiclana? ¿Y habrá ave para ir y volver y estar al día siguiente en Madrid? O sea que coche, carretera y manta.

Ah, no se me olvida. Además torea, como ya saben, con Roca Rey, líder indiscutible del toreo actual, por mucho que le irrite a mi amigo Álvaro Acevedo, y también un joven portuense, Daniel Crespo, el matador que más me ha gustado en la Copa Chenel. Lo mismo se lleva la tarde. El toreo tiene esas cosas.

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