
'..Orejas perdidas al matar mal: Damián Castaño, una del segundo y dos del quinto (salida a hombros frustrada); y Gómez del Pilar, probablemente una del tercero y con toda seguridad las dos del sexto (Puerta Grande que se cerró cuando parecía tenerla abierta de par en par)..'
ILLESCAS.- CEBADA: EL ESPECTÁCULO DEL TORO ÍNTEGRO; Y ENFRENTE "LA LEGION", LAMENTABLEMENTE SIN ESPADA
De modo que, por un lado, el toro íntegro en toda su pujanza, de impresionante trapío por sus hechuras, y grandes y astifinas cornamentas. Asimismo por su variado comportamiento.
Por otro, los toreros, capaces y dispuestos a todo, resolviendo con firmeza y torería en todas las situaciones.

Lástima las espadas. Porque en el balance final se anota una solitaria oreja para Javier Cortés, cuando fueron seis más, sí, seis los trofeos que se quedaron por el camino en la suerte suprema.
Orejas perdidas al matar mal: Damián Castaño, una del segundo y dos del quinto (salida a hombros frustrada); y Gómez del Pilar, probablemente una del tercero y con toda seguridad las dos del sexto (Puerta Grande que se cerró cuando parecía tenerla abierta de par en par).
La corrida fue admirable desde que se hizo presente el primer "cebada", con mucho cuajo y astifino. Abanto y muy mal lidiado a falta de un capote poderoso que lo parara. En la muleta se quedó corto, aunque tenía su lidia, esperándole en la distancia adecuada y con el engaño retrasado; y así "llevándole" hasta conseguir que se entregara. No era la tonta del bote, pero acabó obedeciendo. Buena estocada, y la oreja.
Otro toro muy astifino el cuarto, que pedía que se le hiciera todo por abajo. Mejor Cortés al natural, aunque sin terminar de confiarse. Detalles sueltos. Y brusquedad por la derecha, hasta terminar tirándolo dos veces dejándolo visto para sentencia.
A la salida del segundo ocurrió algo muy significativo. Otro toro con mucho cuajo, que se arrancó de largo, veloz, para estrellarse con un tremendo golpe que rompería las tablas. Y los pitones, ni una astilla. Pitones íntegros, no hace falta decir por qué.

El toro humilló en un hermoso ramillete de lances que instrumentó Castaño con mucho asiento y empaque. Empujó el astado en un puyazo con fijeza, humillando y metiendo los riñones. Bravura y clase como soporte de un trasteo que abrió de rodillas y que a pesar de in bello pasaje al natural, no tuvo la esperada continuidad esta vez por algún inoportuno tironazo cuando cambió a derechas. Calentó con un proyecto de parón y oportuno desplante. Pero la espada se llevó el posible trofeo.
Mucho mejor en el quinto, porque el animal brindó aún más posibilidades por su excelente condición -toro con mucha transmisión y duración- , y porque el mismo Castaño le hizo un toreo muy firme, templado, ligado y de especial regusto. No obstante, la espada otra vez lo desgració todo.

Gómez del Pilar, paradigma de valor. Si empujaban los toros tanto empujaba él. Empero hizo un planteamiento equivocado en el manso tercero, empeñado en sacarlo de la querencia cuando estaba claro que el toro lo quería todo de las rayas hacia dentro.
Pero lo verdaderamente relevante en su actuación fue la brava y arriesgada pelea en el sexto, pisando unos terrenos inverosímiles, aguantando lo que no hay en los escritos. Qué valiente Gómez del Pilar, no obstante, queda dicho que sin espada.
Fue lo que dio de sí la tarde. Quizás más, mucho más de lo previsto cuando las exigencias del ganado eran tan palpables. Pero al final mucho menos de lo que correspondía a los méritos de toros y toreros. A ver si se repiten carteles así.
Javier Cortés: estocada (oreja); y media tendida (ovación).
Damián Castaño: pinchazo, otro hondo y dos descabellos (ovación); y cinco pinchazos y dos descabellos (ovación tras aviso).
Gómez del Pilar: dos pinchazos, estocada y dos descabellos (aviso y ovación); y dos pinchazos y tres descabellos (gran ovación tras un aviso).
La plaza registró un tercio de entrada en tarde apacible

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