Al llegar a la plaza no tiene que haber dudas de que pasarán el reconocimiento
"...Se ha hecho obligado el que un sin cesar de camiones transporten toros a la plaza para completar un encierro, seis ejemplares, si en los carteles están anunciadas las llamadas figuras del toreo..."
¿HASTA CUÁNDO?
Antolín Castro.-
Sí, hasta cuándo vamos a consentir que el baile de corrales sea norma cuando actúan las figuras, ¿hasta cuándo?
Se ha hecho obligado el que un sin cesar de camiones transporten toros a la plaza para completar un encierro, seis ejemplares, si en los carteles están anunciadas las llamadas figuras del toreo.
Cómo es posible que esta afrenta, que esta ofensa al sentido del orden, del respeto al reglamento, hasta al sentido común, se permita un día sí y otro también. Claro que la respuesta debe ser muy sencilla… para ellos: les tienen manía las autoridades y los veterinarios.
Hay que impedir que esa sea la norma, la tónica cada vez que hay anunciados toreros a los que llaman figuras ¡menudos figuras están hechos!, ellos y los que se encargan de su administración.
A la conclusión que nos lleva esa cotidiana persistencia en embarcar lo que después no es admitido por la autoridad debe ser producto de dos cosas: incompetencia o maldad. No cabe otra explicación. Se supone que son gentes preparadas, con conocimientos, quienes hacen la selección de los toros, luego entonces cuál es el propósito a la hora de elegir.
No es muy difícil adivinar el propósito: poner delante de sus jefes, figuras del toreo, lo más cómodo, lo menos ofensivo, que han visto en la dehesa. Y en ese menester participa el ganadero, por activa o por pasiva, por lo que se convierte en favorecedor o consentidor del intento de fraude al aficionado. Una y otra vez lo intentan, siempre, en las plazas de importancia. A sabiendas de que existe un filtro en ellas, no lo dudan, siempre lo intentan.
Y es que rebajando la exigencia, a través del intento de reducir el trapío de los toros, saben perfectamente que después con aumentar un poquito lo rechazado pasarán otros toros también insuficientemente presentados. Son sabedores que de ese modo la exigencia va cubriendo espacios de aceptación cada vez más estrechos.
Esos problemas no los tienen plazas de menor categoría, entre otras muchas cosas por la falta de rigor de sus autoridades y veterinarios, pero también porque siendo ya el toro a presentar más adecuado a sus gustos y comodidad no precisan de colar nada.
¿Hasta cuándo? Habremos de soportar, sufrir y aguantar este coladero, es cosa que precisa de medidas firmes por parte de las autoridades (aunque no creemos que exista un ente que las represente plenamente). Sanciones ejemplares podrían poner coto a este desmadre:
-No autorizando el festejo si más de dos toros son rechazados.
-Sanciones al ganadero, impidiendo lidiar en la plaza, si se repite el que sus toros sean rechazados en los reconocimientos.
-Obligación de la empresa de explicar al cliente los toros que se intentaron pasar.
-Señalando qué toreros de los actuantes intervinieron en la elección con sus veedores.
-Obligación de referenciar en los medios lo sucedido en el reconocimiento en la propia ficha del festejo.
-Otras formas encaminadas a la transparencia y la evitación de este despropósito.
Todo, menos consentir que se sigan riendo, se sigan burlando de la buena fe del que paga. Tras de suceder el baile de corrales se corre un tupido velo y a todos se les ‘olvida’ que en el origen del festejo existía la intención del fraude, del engaño.
¿Hasta cuándo? Es la pregunta a resolver, antes de que definitivamente las figuras conviertan la Fiesta en un chiringuito propio, con una constante evolución hacia el declive, el esperpento, el sucedáneo, la nada. Donde el toro sea, también definitivamente, el ‘tonto útil’ para su fiesta.
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Entre otras cosas, ¿se podría denunciar a la Oficina de Protección al Consumidor?
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