Zaragoza. Martes, 23 de abril de 2019 |
Verdad.– En el toreo todo es verdad, nada es fingido. ¿Hay mayor verdad que jugarse la vida delante de un toro bravo, con un poderío inmenso, teniendo como defensa una tela para esquivar las violentísimas embestidas y además convertirlas en algo bello? Eso solo son capaces de hacerlo los toreros, impulsados por un sentimiento muy profundo, muy intenso, que les sale de lo más íntimo del alma, como fuerza que les arrastra hacia el toro, y de la cual no pueden librarse. El instinto de conservación le dice al torero, le grita en su mente, que no se ponga delante del toro, que huya, que le puede matar en un segundo, pero su alma de artista, su sentimiento torero, le dice que se quede allí y le pegue pases. Finalmente triunfa el sentimiento torero y surge la faena grande, bella, la obra de arte genial que emociona, arrebata y entusiasma como ningún otro espectáculo.
En el toreo todo es de verdad, cuando hay una cornada la sangre es de verdad y cuando se muere es de verdad. Sin ser nuestro propósito devaluar a otras artes, hemos de destacar que en el cine intervienen los extras, haciendo escenas peligrosas, se dobla la voz y se fingen muchas acciones. El cantante o cantaor, el músico, utiliza micrófonos y equipos de sonido que mejoran todo muchísimo. Pero en el toreo nada es fingido, todo es real, realizado por el artista, el torero, y sin posibilidad de rectificar -en el toreo lo hecho, hecho queda- como pueden hacer el pintor, el escultor o el poeta, por ejemplo, que pueden corregir cuantas veces deseen antes de dar por terminada su obra.
Cuenta la leyenda que cierto día estaba toreando en Madrid don Luis Mazzantini (1856-1926), gran torero, que después sería gobernador civil de Guadalajara y de Ávila, y un conocido actor de teatro de aquellos tiempos, que estaba en una barrera, se pasó todo el primer toro censurando la actuación del maestro, por lo que don Luis le brindó al actor su segundo toro y le dijo:
“Tengo el gusto de brindarle la muerte de este toro y decirle que lo que yo voy a hacer delante de él, todo es verdad, mientras que lo que usted hace todos los días en el teatro es fingido”.
El toro no entiende de recomendaciones, cuando se quedan toro y torero solos en el centro del ruedo, allí cada uno hace solo lo que es capaz, nadie le puede echar una mano. Si alguien lo duda que se ponga delante del toro.
No es agradable recordarlo, pero sí conveniente, que cada año ocurren bastantes cornadas graves y gracias a los grandes avances de la medicina y a los médicos, quedan en solo cornadas, pero aun así en los últimos años varios toreros han perdido la vida. La han entregado ante el toro. Por tanto, el toreo puede ser ejemplo, paradigma de la verdad, de lo que es en realidad la vida, en la que existe la muerte, por mucho que hoy quiera ocultarse.
El toreo exige enorme esfuerzo y capacidad de sacrificio, justo lo contrario de lo que hoy se predica y se inculca a los jóvenes desde las altas instancias del Estado, y desde la sociedad en general. Limitándonos a la más reciente actualidad, la ministra de Educación y Formación Profesional, Isabel Celaá, quiere que tener todas las asignaturas suspendidas no impida pasar al curso siguiente. Es decir, se fomenta la cultura del mínimo esfuerzo, por eso luego España, en el informe Pisa, siempre está en último lugar. De hecho, los profesores dicen que la ministra está legalizando la ignorancia. Es lógico, ¡cuantos más ignorantes sean los ciudadanos de un país, más fácilmente se les maneja y se les engaña! No debemos olvidar que “las condiciones de vida difíciles son indispensables para forjar la personalidad humana” (Alexis Carrell, Premio Nobel de Medicina de 1912). Don Álvaro Pombo, académico de la lengua, poeta y novelista, decía en 2003:
“Me parecería interesante que se utilizase, pedagógicamente, el toreo en las escuelas”. ¡Le rogaría que se lo propusiera al presidente del Gobierno y al vicepresidente segundo, a don Pedro y a don Pablo!
El mundialmente conocido director de la Joven Orquesta Sinfónica de Barcelona y director musical de la Orquesta Sinfónica de la discográfica Universal Music, don Carlos Checa, declaraba en 2007 a la revista Aplausos:
“La Fiesta me conmueve por su verdad y su pureza. El público de los toros es más sincero que el de otras artes”.
Lo que pasa es que actualmente la verdad tiene poco valor, pues se piensa que la mentira es más rentable y para comprobarlo solo hace falta mirar hacia la presidencia del Gobierno.
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