En 1910 Bienvenida despertaba muchas expectativas como figura grande. Y así el empresario de Madrid, Mosquera, le contrata el 24 de abril y los días 2, 26 y 29 de mayo con éxito de cante grande. En la corrida del 29, tras su éxito, es cuando Don Modesto, crítico de El Liberal de Madrid, que presenció la corrida, le proclama Papa Negro, en contraposición a Ricardo Torres, Bombita, al que denominó el Papa del toreo.
MANUEL MEJÍAS RAPELA. BIENVENIDA III
José María Sánchez Martínez-Rivero
Octubre de 2020 y en Collado-Villalba
Mucho se ha escrito sobre la
dinastía Bienvenida. En concreto sobre Manolo, Pepe, Antonio,
Ángel Luís y Juan; pero poco sobre el creador de esa famosa
dinastía, Manuel Mejías Rapela, Bienvenida III. Trataremos
de sacar, en este modesto escrito, a la luz los grandes méritos de
Bienvenida III.
Nace en Bienvenida (Badajoz), el 12 de febrero de 1884. Es decir, hace 136 años. Hijo de otro matador de toros Manuel Mejías Luján y de Teresa Rapela Camacho. El matrimonio vivía en la calle del Cuerno -¿premonición?-, que desde 1963 lleva su nombre.
Cuenta el maestro quien era su padre y dice:
Mi padre primero fue banderillero suelto. Luego se hizo matador de novillos, mereciendo, por la finura de su estilo, generales alabanzas. Dos graves cornadas le quitaron el sitio, y de nuevo volvió a las banderillas y al capote de brega. Hizo muchas campañas a las órdenes de figuras tan destacadas como el Gordito, Manuel Domínguez, Desperdicios, Cuatrodedos y el mexicano Ponciano Díaz. Cuando tenía cincuenta años se retiró al pueblo origen de nuestro apodo, y allí nací.
Contando siete años su familia se traslada a Sevilla, a la calle La Mar, del barrio de la Carretería. En Sevilla se respira arte y torería que impregnarán al futuro matador.
En España estaba prohibido torear a los menores de edad y así su familia se traslada a Portugal –Manuel Mejías tenía 9 años-, para tratar de formar al futuro torero. Allí torea 17 becerradas en Lisboa, formando parte de una cuadrilla juvenil.
Ya en España su padre consigue que el 18 de diciembre de 1898 pueda matar dos becerros, en Madrid, en una corrida mixta. Bienvenida III tuvo una gran aceptación entre los aficionados, mató muy bien a su segundo becerro.
En 1900 es contratado en Francia para seis tardes; pero en la tercera es empitonado de gravedad por lo que no puede cumplir el contrato. Estas eran novilladas sin picadores, lógicamente.
Debuta con picadores el 30 de marzo de 1902 con relativo éxito, pues corta una oreja.
Sabiendo –como se sabe hoy-, que lo importante es torear en Madrid, su padre trata de que así sea; pero don Pedro Niembro, gobernador civil se lo niega y es entonces cuando recurre a altas personalidades de la época para conseguirlo; y así el 8 de marzo de 1903 es incluido en un cartel con Regaterín y Mazzantinito. El ganado de Arribas Hermanos.
Novillos duros, difíciles y con casta. Bienvenida obtiene el plácet de la crítica.
Barcelona, le ve en dos tardes: el 9 de julio en Las Arenas y el 8 de octubre en esta misma plaza alternando con Relampaguito y Negret.
El futuro Papa Negro, cuenta la faena al novillo Polvorillo, de Felipe Salas:
El toro tomó cuatro puyazos hiriendo a dos picadores. El tercio de banderillas fue colosal arrojando el público sombreros al ruedo. Con la muleta le di cinco pases monumentales y agarré una estocada por el hoyo de las agujas.
El público le premió con una oreja.
Preparado para dar el salto a matador de toros toma la alternativa en Zaragoza, el 14 de octubre de 1905. Es padrino de la ceremonia José García, Algabeño y testigo Rafael Molina Martínez, Lagartijo Chico. Los toros son de la vacada de don Pablo Benjumea. El toro de la ceremonia se llamaba Huidor, nº 48. Contrario a la tradición, Bienvenida vistió de café y oro. Cortó una oreja.
El 14 de marzo de 1906 confirma en Madrid, siendo su padrino otra vez Algabeño y testigos Lagartijo Chico y Machaquito. Se lidiaron cuatro toros de Miura y cuatro de don Joaquín Murube. Al maestro le correspondió uno de Miura y otro de Murube.
En 1908 estuvo a la altura de su fama y realizó una gran temporada destacando la corrida de Madrid, el 23 de abril, ante toros de Pablo Romero. Igualmente, triunfó en Sevilla matando la corrida de Miura.
La temporada de 1909 fue triunfal para Manuel Mejías.
En 1910 Bienvenida despertaba muchas expectativas como figura grande. Y así el empresario de Madrid, Mosquera, le contrata el 24 de abril y los días 2, 26 y 29 de mayo con éxito de cante grande. En la corrida del 29, tras su éxito, es cuando Don Modesto, crítico de El Liberal de Madrid, que presenció la corrida, le proclama Papa Negro, en contraposición a Ricardo Torres, Bombita, al que denominó el Papa del toreo, y le escribe el famoso ditirambo:
En el cenit de su arte y valor, Bienvenida, de grana y oro, decide actuar en Madrid, el 10 de julio de 1910, matando seis toros de Trespalacios. La expectación es máxima. El lleno impresionante. El sobresaliente fue Alfonso Cela, Celita, que era novillero, inexplicable hoy cuando se trataba de toros y que pudiera tener que actuar, como así fue.
El tercer toro de la tarde, Viajero de nombre, al citarlo el maestro al principio de su faena para darle un natural, no obedece, y le infiere una cornada gravísima en el muslo izquierdo con consecuencias impredecibles como se verá más adelante.
Don José Díaz de Quijano, crítico taurino, en la reaparición en Barcelona, después del percance, vio a Bienvenida y escribió:
Hubo expectación en Barcelona para la corrida de la prensa, en la que volvía a los ruedos Bienvenida, después de la grave cornada del año anterior, tomada en Madrid en tarde decisiva para él, pues se encerró con seis toros de Trespalacios, tras aquella brillante serie de triunfos que determinó el remoquete adjudicado por Don Modesto de Papa Negro –que aún colea-; cornada que, en realidad, lo quitó de torero. La corrida se celebró el 10 de abril –1911- en Las Arenas. Toreaban conchasierras, Machaquito, Bienvenida y Relampaguito. Al terminar el paseo Bienvenida tuvo que dar la vuelta al ruedo, recogiendo aplausos. Pero... estuvo mal; desconfiado, medroso. Una mala tarde; principio de su ya inevitable decadencia. Había sido un torero vistosísimo, adornado, de largo repertorio, muy alegre y muy enterado del oficio. A veces improvisaba lances y adornos personalísimos. En su buen momento, mató bien bastantes veces, y sobre todo dio mucho que hablar y que escribir resucitando la suerte de recibir, cuando nadie –menos todavía que ahora- la intentaba. Él la intentó con perseverancia el año 10 y todavía, después de esta corrida de Barcelona, repitió el intento muchas veces. Yo le vi pocos meses después, en Madrid, meter el pie. Tuvo un aprendizaje parecidísimo al de sus hijos, pues fue niño torero también. En Madrid se presentó como becerrista a los trece años. Se ha sobrevivido en sus hijos, que al nacer grandes toreros, han reivindicado el nombre paterno, y lo han hecho definitivamente glorioso.
Lo escrito por Díaz de Quijano en 1911, y revisado en 1933, le otorgan una visión del toreo excepcional, pues con la Dinastía Bienvenida no se equivocó en nada.
El maestro después de esa terrible cornada toreó entre 1911 y 1916 un total de 106 corridas de toros. El año que menos actuó fue en 1915.
Toreó en Bogotá (Colombia), el 4 de agosto de 1918 y por plante de la cuadrilla –exigían más dinero- lidió cuatro toros haciéndolo todo él.
La despedida definitiva fue en México, Plaza de El Toreo, el 28 de marzo de 1927, lidiando dos toros de don Rafael Barbosa. En el ruedo sus hijos Manolo y Pepe le quitaron el añadido.
Concedió la alternativa a José Carmona, Gordito; Antonio Pazos, Serafín Vigiola, Torquito; Alfonso Cela, Celita; Francisco Ferrer, Pastoret y la última a José Puertas, Pepete.
Se recuerda su actuación, con cerca de 70 años, en el festival de Arganda (Madrid) en 1944, lidiando un utrero de la ganadería de Coquilla dando con el capote revoleras, faroles y banderilleando de poder a poder. Mató como solía hacerlo y cortó orejas.
Por cierto que con él actuaron todos sus hijos y es famosa la bronca que el Papa Negro le dio a su hijo Juan cuando se atrevió a darle a Manolete un par de banderillas para que las pusiera, por cierto en todo lo alto. Le dijo:
¡Niño!, ¿Sabes a quién le has dado ese par de banderillas?
Manolete no banderilleaba nunca. Pero ese día..., las puso y bien.
Era de obligado cumplimiento traer a este modesto escrito la opinión que dejó escrita en 75 Años de toros, coleccionable de los domingos de ABC, en 1977, el gran periodista taurino Vicente Zabala Portolés, amigo de la familia, y que dice así:
Nos encontramos ante uno de los toreros más grandes que ha dado la historia. No me refiero concretamente a su trayectoria artística, malograda por las cornadas, aunque en los momentos más estelares de su carrera fuera capaz de brillar con el esplendor de una auténtica figura del toreo.
Manuel Mejías, “Bienvenida” fue la vocación personificada. Vivió por y para la fiesta. Me satisface poder hablar de un torero nacido en 1884. A través de la amistad que me ha unido con sus hijos pude tratarle durante los quince últimos años de su vida.
A nadie le he oído hablar de toros y de toreros como al genial “Papa Negro”. Hizo posible que su vida torera se prolongara en sus hijos Manolo, Pepe, Rafael, Antonio, Ángel Luís y Juanito han sido la continuidad de su personalidad y alguno de ellos, a veces, llegó muy cerca de lo que a él le hubiera gustado ser.
Toda su vida fue un sueño, una hermosa fantasía, un apurar los minutos de cada día imaginando galleos, recortes, serpentinas, revoleras, pares de banderillas, faenas brillantes y estocadas recibiendo.
Con emoción, poniendo el corazón en el punto de la pluma, lejos de los fríos datos, escribo estas líneas en honor del que me parece el más importante de todos los Bienvenida, aunque profesionalmente, a la hora de los éxitos, no llegara tan lejos como sus hijos, especialmente Manolo y Antonio.
Pero el Papa Negro es el autor material de la dinastía, el pilar sobre el que descansa esa gran realidad con más de un siglo de historia que son los Bienvenida. Les enseñó los recursos del arte de torear con el máximo amor. Mil veces he presenciado los entrenamientos de los hermanos Bienvenida en el desparecido jardín de la calle del General Mola. El viejo patriarca corregía defectos, limaba aristas, pulía deficiencias con autoridad de supremo maestro...
El “Papa Negro” quizá haya sido el mejor ejemplo de torería de todos los tiempos. Simbólicamente se puede decir que vivía el día entero con el vestido de torear puesto. Infundió a sus hijos el respeto que merece siempre el público aún cuando no lleve razón. La sonrisa, característica de los Bienvenida, era una norma que impuso el viejo Bienvenida: “Al público hay que transmitirle siempre alegría; pero esa alegría solo puede ser consecuencia de la seguridad que tengáis ante el toro”.
El 6 de julio de 1958 se le concedió la Medalla al Mérito Taurino otorgada por la Unión Nacional de Asociaciones Taurinas.
Manuel Mejías Rapela, matador de toros, murió en Madrid a las 23,50 horas del día 4 de octubre de 1964 a los 80 años de edad. En octubre, pero de 1975 moriría su hijo el inolvidable Antonio Bienvenida, señor del toreo. ¡Otra vez octubre! Se cumplen 45 años de la muerte de Antonio. Recordémosle en la figura de su padre al que superó.
¡Enhorabuena! Mis más sinceras enhorabuena a D.José Maria Sánchez Martinez-Rivero, por darnos a conocer la historia del Papa Negro.
ResponderEliminarL.M.Jerezano