Recopilar o glosar toda la poesía taurina es tarea imposible, pero hay que dejar constancia de que a ella dedicaron parte de su obra Dámaso Alonso, José María Pemán, Pedro Salinas, Jorge Luis Borges, Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda, Rafael Landívar, Rafael Duyos, Manuel Altolaguirre, José Antonio Muñoz Rojas, Gustavo Adolfo Bécquer, Juan Ramón Jiménez, Alfonso Canales, Fernando Villalón, Felipe Sassone, Jean Cocteau, Nicolai Aseiev, José Carlos de Luna, Jorge Guillén y un interminable etcétera que hace más grande si cabe el mundo del toro.
“Conservo un gran respeto y una especie de adhesión carnal, que como español no puedo evitar, a ese misterio que en último término es una corrida de toros», dijo Vicente Aleixandre, uno de los más destacados poetas de la Generación del 27, que de todos los grupos generacionales de artistas, literatos e intelectuales que han surgido a lo largo de la historia de nuestro país, es la promoción cultural que más se ha aproximado a la tauromaquia y la que nos ha aportado un mayor número de obras inspiradas en el mundo del toro.
A ella pertenece Gerardo Diego, precursor de sus compañeros de generación en lo que se refiere a componer poesía taurina, pues en 1926 ya había escrito los poemas “Torerillo en Triana” y “Elegía a Joselito”, citando a Francisco Javier Díez de Revenga, máximo especialista en la poesía de Gerardo Diego, dice de él:
"fue uno de los pocos poetas españoles capaz de articular un libro monográfico sobre la fiesta, “La suerte o la muerte”, obra maestra concebida como un gran poema del toreo”. Además, en un artículo publicado en ABC en 1962, desmontó las tesis que situaban como antitaurino a Antonio Machado, uno de los representantes más insignes de la Generación del 98 e impulsor de las corrientes modernistas en nuestro país: “Los toros constituyen un espectáculo demasiado serio para la diversión. Las corridas de toros, que, a mi juicio, no divierten a nadie, interesan y apasionan a muchos. La afición taurina es, en el fondo, pasión taurina".
Federico García Lorca era un amante de la fiesta brava y dejó constancia de ello en numerosos trabajos, inmortalizando el toreo en su “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” y adjetivando ya para siempre a la tauromaquia:
“El toreo es, probablemente, la riqueza poética y vital mayor de España, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido principalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que la fiesta de los toros es la más culta que hay hoy en el mundo”.
El toro fue una constante en la obra de Miguel Hernández, cuyo primer empleo fue, además, trabajar en la enciclopedia Los Toros que dirigía José María de Cossío.
De sobra es conocida la afición de Rafael Alberti, que hasta llegó a desfilar vestido de luces en una corrida celebrada en Pontevedra, figurando en la cuadrilla de Sánchez Mejías. Algo que no pudo hacer Manuel Machado:
“Y, antes que un tal poeta, mi deseo primero / hubiera sido ser un buen banderillero”.
No menos taurino es el valenciano Francisco Brines, que hace poco fue distinguido con el Premio Cervantes 2020, uno de los galardones literarios más importantes que se conceden en el mundo, dicen que el equivalente al Nobel de Literatura en lengua castellana, lo que prestigia aun más a la tauromaquia, de la que es un ferviente partidario y defensor, aunque en su obra sólo toca de refilón el tema taurino, siendo uno de sus proyectos no llevados a cabo un tríptico sobre el torero, el toro y el público.
Seguidor de Antonio Ordóñez, admirador de Rafael de Paula y muy amigo de Luis Francisco Esplá, es un gran aficionado a los toros; ha pertenecido durante muchos años al jurado taurino de la Diputación de Valencia, también colaboró con la revista Quites que edita la corporación provincial valenciana, participó en los actos programados en el llamado Año Ponce para celebrar el vigésimo aniversario de la alternativa del diestro de Chiva y se sumó incondicionalmente a la exposición Los Toros son Cultura ¡Claro! que sí!, para cuyo catálogo escribió que
“La fiesta de los toros es el espectáculo más razonado y emocionante que se ha originado y logrado en España.
Es la lucha a muerte entre un animal racional (el diestro: que debería aunar valentía, conocimiento y, en los mejores de ellos, arte plástico singularizado) y un animal irracional (el toro: belleza, pujanza constante acometividad) con un resultado siempre de muerte, en un breve y contado transcurso temporal. En el desafío también puede actuar el azar, como ocurre en la vida a menudo. Un espectáculo solo comparable a sí mismo”.
Recopilar o glosar toda la poesía taurina es tarea imposible, pero hay que dejar constancia de que a ella dedicaron parte de su obra Dámaso Alonso, José María Pemán, Pedro Salinas, Jorge Luis Borges, Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda, Rafael Landívar, Rafael Duyos, Manuel Altolaguirre, José Antonio Muñoz Rojas, Gustavo Adolfo Bécquer, Juan Ramón Jiménez, Alfonso Canales, Fernando Villalón, Felipe Sassone, Jean Cocteau, Nicolai Aseiev, José Carlos de Luna, Jorge Guillén y un interminable etcétera que hace más grande si cabe el mundo del toro.
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