Real Madrid y Atlético de Madrid no son equipos hermanos sino terribles adversarios deportivos y quien no lo entienda así tiene un problema. Además, en esta presunta (y reciente) relación fraternal entre los dos equipos de la capital, sucede que el cariño y el respeto institucionales sólo van en una dirección. Por ejemplo, el famosísimo y desgraciadísimo pacto entre caballeros al que siempre se apelaba desde el Bernabéu con tal de justificar que el Real no atacase a jugadores del equipo contrario: "¡Es que tenemos un pacto de caballeros!". Cuando, y con mucho tacto, Florentino se ha decidido al fin a ir a por un futbolista del Atleti, como fue en su día el caso de Theo Hernández, se pagó más de lo que aparecía en la cláusula de rescisión de contrato del jugador para que Cerezo o Gil, o ambos, no interpretasen que se trataba de una OPA hostil. Al revés, desde el bando del Atleti, uno siempre ha tenido la impresión de que colchoneros y culés formaban una pinza contra el Real Madrid, que como es el número uno mundial siempre está solo.
El último (o penúltimo) y vergonzante capítulo de esta hermandad de una sola dirección ha sido la bochornosa participación del Atleti en la frustrada constitución del proyecto de Superliga. Gil y Cerezo salieron literalmente huyendo en cuanto la UEFA enseñó la patita. Qué digo patita, Gil y Cerezo salieron corriendo despavoridos en cuanto Ceferin enseñó la uña del dedo meñique del pie derecho. En aras de esa malinterpretada hermandad, Florentino coló con calzador al Atleti en el proyecto, lo metió en contra de la opinión de los clubes ingleses, que no entendían qué carajo hacía allí el equipo rojiblanco. Y, supongo que al objeto de devolverle el favor a su hermano Florentino, el hermano Gil le golpeó con una quijada al más puro estilo de Caín. Pese a todo, Florentino se reunió con Cerezo, cuando en realidad debería haber roto relaciones institucionales, y en justa correspondencia Gil aceptó ayer un puesto en el organigrama de la Asociación de Clubes Europeos que preside Al Khelaifi, que pasa ahora mismo por ser el enemigo público número uno del madridismo. Es como si, después de haber golpeado hasta la muerte a su hermano, Caín se hubiera hecho un selfie con la quijada. Ayer, Gil presumió de haberle pegado una patada en la boca a su hermano Florentino, que, conociéndolo, seguro que reeditará próximamente el pacto de caballeros.
Y no creáis que esto tiene que ver en absoluto con la actual situación del Atleti, que es vigente campeón de Liga y, gracias al Cholo, un equipo pujante. No, qué va. Ha sido siempre así. Ha sido así porque, y además de compartir ciudad, Real Madrid y Atlético de Madrid pelean por los mismo objetivos.
El Barcelona, que es el archienemigo clásico de los blancos, se ha comportado más lealmente con el Real Madrid y ha demostrado tener bastante más personalidad en un momento de dificultad como el actual que su hermano atlético.
La actitud de los dirigentes colchoneros ha sido vergonzosa y cobarde y, aunque no sirva para nada el carguito de marras, la simple aceptación del puestecillo por parte de Gil, demuestra una debilidad de carácter asombrosa que, efectivamente, no podemos entender. Con su pan se lo coman. Con tu pan te lo comas, Gil. Al menos, que sea de masa madre.
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