Es inaudito que todo el mundo abogue por el relevo pero casi nadie busca la raíz del mal. Que no dan paso a nadie lo sabemos todos, lo dramático es que no rompamos todos la misma lanza a favor de la fiesta y en el caso concreto de los jóvenes con aptitudes más que sobradas para acometer el relevo ansiado que, para desdicha de tantos chavales válidos no llegará jamás.
Estamos a años luz
Pla Ventura
Toros de Lidia / 28 enero, 2022
Estamos a años luz de cómo era el toreo entre bastidores antaño y en lo que ha quedado en la actualidad, un mal que venimos arrastrando durante décadas y, lo que es peor, no tiene visos de solucionarse porque ya tiene el rango de pandémico. Los que ya tenemos una edad y hemos conocido distintas épocas del toreo sabemos a ciencia cierta donde están todos los males de la fiesta pero, los que deberían de reconocerlos y enmendarlos, dan la callada por respuesta.
Los desarreglos que estamos sufriendo los provocan los toreros punteros del escalafón que, no quieren irse de ninguna manera, lo que nos hace sospechar dos cosas: o que no han ganado lo suficiente para tener un buen pasar en el resto de sus vidas o, por el contrario son unos ambiciosos insaciables, lo que les provoca no dar paso a nadie, sabedores del medio toro que lidian que les permite estar en activo hasta que cumplan los noventa años. Todos abogamos por el relevo pero, ¿cómo tiene que llegar ese relevo si los que están en el toreo llevan “mil años” y nadie piensa retirarse y, para colmo, sabedores de que el mal de la fiesta tiene nombre y apellidos? Y para que la desdicha sea peor todavía quedan imbéciles que siguen pidiéndole a Enrique Ponce que reaparezca.
Convengamos que, a los que se fueron debemos darles las gracias para que no vuelvan jamás, caso de Juan José Padilla, Sebastián Castella, Alejandro Talavante, -por cierto, anuncia volver este año- Enrique Ponce, José Tomás….y todos aquellos que puedan ser una traba para el escalafón actual en el que, como es sabido, no cabe nadie más, por todo ello, lo único que faltaba era que volvieran los antes nombrados para que le hecatombe fuera de época.
Es inaudito que todo el mundo abogue por el relevo pero casi nadie busca la raíz del mal. Que no dan paso a nadie lo sabemos todos, lo dramático es que no rompamos todos la misma lanza a favor de la fiesta y en el caso concreto de los jóvenes con aptitudes más que sobradas para acometer el relevo ansiado que, para desdicha de tantos chavales válidos no llegará jamás.
Pensar, por ejemplo, que hace cuarenta años los toreros se retiraban con apenas un decenio en activo, es algo que nos quita el sentido. Y eso eran los más longevos del escalafón porque los había que, con apenas un lustro tenían la vida ordenada y se retiraban para siempre. Siendo así, cada decenio había relevo, es decir, siempre había cambio de nombres en los carteles para que todo el mundo tuviera su oportunidad. Ahora, en los tiempos que vivimos, toreros como El Juli, rico y poderoso, sigue en activo cosechando triunfos porque el toro que lidia se lo permite; así la larga lista de toreros de ferias que, ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Pero que nadie se vuelva loco, nunca habrá relevo si no echamos a los pesados de siempre puesto que, salvo las excepciones de Emilio de Justo y Diego Urdiales que les ha costado casi veinte años en reconocerlos, los demás sobran todos.
Como quiera que tengo muy buena memoria me acuerdo de la vida y obra de Diego Puerta, entre tantísimos toreros de aquellos años en que, por ejemplo el diestro de Sevilla estuvo apenas diez años en activo y se llevó cuarenta y cinco cornadas. ¡Y era una figura del toreo! Desde hace muchos años, las figuras del toreo, ¿cuántas cornadas reciben? Esa es la respuesta por la que no se va nadie. Está clarísimo que si no hay cornadas la profesión es muy placentera y los diestros la llevan a cabo como si fueran meros funcionarios que, en realidad, así lo son.
Difícil lo van a tener todos los chavales nuevos que, ilusionados, tras su etapa novilleril, cuajados de éxitos, acuden a la alternativa con una esperanza inenarrable para, al día siguiente, quedase sentados en casa a la espera de un milagro que nunca llegará. El toreo, como tantas veces dije, no deja de ser un autobús que, cuando está lleno cabe nadie más. El escalafón está copado por unos pocos privilegiados y mientras estos no se aburran o se cansen, el noventa por ciento de los matadores en activo pueden hacer lo que hace Alberto Lamelas, trabajar como taxistas puesto que, vestidos de luces lo tienen muy crudo.
En la imagen vemos al torero más esperado del mundo, Morante de la Puebla que, sabedor de la ignorancia de las gentes, a diario se enfrenta a este tipo de animalitos como podemos ver en la foto de Juan Ángel Saínos, en esta ocasión, días pasados, en la plaza de toros de Tlaxcala en México, algo que tendrá continuidad en todas las ferias de España con los toritos de Juan Pedro Domecq. Por muy artista que un diestro sea, si no se enfrenta aun toro con trapío y esencia de toro, como hiciera Morante el pasado año en Madrid, todo lo demás huele a fraude.
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