No es cierto que los toreros sean sólo sensibles a los estímulos del arte de torear. Al menos no todos los toreros, Pepe Luis Vázquez, por ejemplo.
En una escala que hizo en Filadelfia el barco que lo llevaba a México, fue invitado por un emigrante español a un concierto de la Filarmónica. Tales emociones le estaba despertando la música de Mozart, que en un momento dado a Pepe Luís se le escapó un ¡olé! como los que él arrancaba en la Maestranza.
Pepe Luís quería morirse de la vergüenza por haber roto de forma tan intempestiva el silencio sacro del auditorio.
Se tranquilizó cuando el director de orquesta, al saludar, le envió una sonrisa agradecida.
Pepe Luís Vázquez confesó más tarde —lo cual, quizá, contribuyó a su emoción — que aquel director de orquesta se parecía extraordinariamente al genial tocaor Diego de El Gastor y que incluso le confundió con él.
En realidad se trataba del joven Leopoldo Stokowski.
No hay comentarios:
Publicar un comentario