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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 18 de noviembre de 2022

Sin amargura / por PLa Ventura


"...me quito el sombrero ante tantos personajes del mundo del toro que, sin haber llegado a la cúspide, ¡qué digo, ni siquiera al primer montículo de la profesión!, tan solo por haber estado formando parte del mundillo ya son felices porque guardan en sus corazones su triunfo particular que no es otro que haberlo intentado..."

 Sin amargura
Pla Ventura
Toros de Lidia/18 noviembre, 2022
Por circunstancias lógicas de la vida, en la profesión de torero en la que tantísimos hombres anhelan un sueño inalcanzable, en las entrañas de muchos de esos toreros frustrados anida un resentimiento cruel que, para colmo, les acompaña durante toda la vida. No han sabido resignarse, de ahí la amargura con la que discurren sus vidas. Lo realmente dramático es que todos los que han intentado la profesión de torero, salvo contadas ocasiones, todos creían estar en posesión de la verdad que, según ellos, era tener condiciones suficientes para ser figuras en su profesión y, al no darse esa circunstancia es por ello que vive en sus cuerpos el tormento a que me refiero. Fijémonos si es complicada la profesión de torero que, algunos, durante toda la historia de la tauromaquia, con aptitudes más que sobradas para degustar el éxito, tampoco lo consiguieron

Dicho lo cual, me quito el sombrero ante tantos personajes del mundo del toro que, sin haber llegado a la cúspide, ¡qué digo, ni siquiera al primer montículo de la profesión!, tan solo por haber estado formando parte del mundillo ya son felices porque guardan en sus corazones su triunfo particular que no es otro que haberlo intentado. Sin lugar a dudas, todo aquel que se adentre en el mundo del toro y vista el traje de luces, en su fuero interno debe de sentirse muy orgulloso porque no todos los mortales somos capaces de intentar dicha hazaña.

Con el axioma de Juan Belmonte ya deberíamos tener suficientes argumentos para entender la profesión puesto que, el trianero, como sabemos sentenciaba que ser torero era más difícil que ser Papa. Y le asistía toda la razón. Siendo así y partiendo de dicha premisa, como antes dije, el solo hecho de intentarlo ya es un triunfo de época, por ello, ¿Cómo pueden sentirse pobres y desdichados aquellos que no han logrado el estrellato? Incluso aquellos que apenas hicieron sus primeros escarceos en la profesión, por dicha razón ya deberían sentirse felices y orgullosos por haber nacido y, a su vez, por haber intentado lo que millones de seres en el mundo no somos capaces.

Muchos, como pudiera ser el caso del que ahora es nuestro compañero en esta casa, Julián Maestro, fue novillero en la élite cuando lo hacía sin caballos, matador de novillos de cierta nombradía y, como gusto personal, hasta tomó la alternativa para ser matador de toros. Pero su gran virtud no fe otra que darse cuenta de sus limitaciones pero, como quiera que amaba la profesión y se sentía preparado para ello, se enroló en las filas de los hombres de plata y así ha discurrido su vida durante treinta años, una existencia que, según este hombre ha estado llena de satisfacciones de toda índole porque supo entender, a tiempo, el mensaje que la vida le enviaba, tomó nota, cambió de rumbo, todo para llegar a la felicidad con la que ha vivido.

Y como Julián he conocido a muchos que, a diario, me siguen subyugando. Aquello de que hables con un torero que podía haber sido y no lo logró y, para colmo, se declara culpable de sus yerros y fracasos, los que le impidieron llevar a cabo su sueño, eso es de una grandeza memorable. Como digo, muchos se hicieron banderilleros, empresarios, apoderados, algunos médicos y otras muchas soluciones que, llevadas a la práctica tantas satisfacciones les han dado. No solo de pan vive el hombre; quiero decir que, después de los toros sigue habiendo vida.

A fin de cuentas, recordar el pasado con alegría no deja de ser una fuente de bienestar con el que se gana mucha salud porque, como es natural y lógico, el rencor nos lleva al precipicio de la desesperación sin que nada ni nadie pueda hacer lo más mínimo por evitarlo. Insisto que, al ver estos hombres que se han sabido adaptar a lo que la vida les ha entregado y comprobar la dicha con la que viven en la actualidad, eso llega a emocionarme. Por ejemplo, otro hombre que me conmovió hasta la locura podría ser Agustín Castellanos El Puri que, tras salir cinco veces por la puerta grande de Madrid y estar cosido a cornadas, no encontró el eco que merecía y, como el mundo no se acaba con los toros montó, una empresa de repuestos del automóvil con el que da trabajo a casi ochenta personas. ¿Habrá mayor felicidad que la de este hombre?

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