'todos los indicios indican que muestra una especial predilección por los más jóvenes y con sobresalientes cualidades taurinas, los vigila con atención felina, y, al menor descuido, los hace desaparecer, los esconde con habilidad durante tiempo indefinido y los somete a la mayor pena posible: el olvido.'
A tenor de la rumorología existente y de acuerdo con el sentido común, cada vez cobra más fuerza la tercera hipótesis: un secuestrador de toreros anda suelto; todos los indicios indican que muestra una especial predilección por los más jóvenes y con sobresalientes cualidades taurinas, los vigila con atención felina, y, al menor descuido, los hace desaparecer, los esconde con habilidad durante tiempo indefinido y los somete a la mayor pena posible: el olvido.
A veces, de manera inesperada, sale uno a la luz, pero no denuncia, ni protesta, ni da señales del calvario vivido; parece que el liberado actúa así por un miedo irresistible, para no volver de inmediato al zulo oscuro.
¿Quién podrá ser este ladrón de sueños y por qué procede de tal modo?
Dicen que podría ser el sistema —un ente sin nombre pero con cabeza—, o la mafia —una pandilla de energúmenos que defiende sus intereses sin escrúpulos—, o las circunstancias… Se dicen tantas cosas, pero, a falta de una identificación concreta, está claro que el secuestrador —solo o en compañía de otros— ejerce un poder omnímodo, maneja a su antojo los hilos de la fiesta de los toros, hace y deshace carteles, elige toros y hora del festejo, y secuestra a quienes les viene en gana.
Pero, ¿por qué?
Para que no molesten, para que no se rompa el statu quo de la fiesta de los toros, para que nada cambie, para mantener el beneficio con el mínimo esfuerzo, para que ningún torero nuevo con justificadas ínfulas de figura le rompa los esquemas, para que todos sepan quién manda, para que nadie ose levantar la cabeza y todos la mantengan la espalda inclinada ante el jefe.
¿Y los clientes? Parece que al secuestrador le da igual lo que piensen los clientes. No le importa si las plazas se llenan o no —que no se llenan— más allá de Sevilla, Madrid y Pamplona; solo le preocupa seguir siendo el dueño absoluto del negocio, aunque su ambición amenace el futuro. Solo le preocupa el ahora.
Y en ese “ahora” solo tienen hueco los suyos, las figuras consagradas, los toreros con decenas de años de alternativa, con los sueños ya marchitos, los más previsibles, los de siempre…
Por eso, para que todo siga igual, el secuestrador hace desaparecer a los toreros con posibilidades, a quienes llegan con vivencias diferentes y despiertan nuevas ilusiones.
¿Y quiénes son los secuestrados?
Con la esperanza de que aún no hayan sido presos de la maldita indiferencia, he aquí algunos nombres de toreros desaparecidos, pero con derecho a estar libres y burbujeantes en los carteles de las ferias.
- Calerito, torero sevillano que cortó dos orejas en la pasada Feria de Abril; confirmó días más tarde la alternativa y no ha vuelto a pisar un ruedo.
- Ángel Téllez. Salió a hombros en San Isidro de 2022; no pudo superar las tremendas dificultades de la corrida de El Torero en la pasada feria madrileña y nadie sabe nada de él.
- Francisco de Manuel tuvo la pésima suerte de que le tocara en Madrid un toro de nombre Bastonito (de la familia del que encumbró a César Rincón) y lo ha hundido en la absoluta penumbra. (Y no estuvo mal el torero, ni mucho menos).
- Jorge Martínez. ¿Dónde está el fino y elegante torero murciano que encandiló a todos en su brillante etapa como novillero?
- Ángel Jiménez, ahora apodado El Astigitano, natural de Écija, torero de pellizco. Desaparecido.
- Manuel Diosleguarde. Ilusionante y triunfador como novillero. Una muy grave cogida, ya como matador, lo ha precipitado al ostracismo.
- Juan de Castilla, Adrián de Torres (ambos están anunciados en Madrid, pero una espada de Damocles pende sobre sus cabezas), Christian Parejo, Ismael Martín, Francisco José Espada, Álvaro Alarcón, Ángel Sánchez, Oliva Soto, Lama de Góngora, Manuel Perera… Desaparecidos.
Y otros más veteranos, como, Sergio Serrano, Rubén Pinar, Javier Cortés, Octavio Chacón, Fernando Robleño… ¿Dónde están?
Seguro que no están todos los que son, pero forman parte de una amplia nómina de toreros que merece mejor suerte. Merecen, sobre todo, que el secuestrador los libere y les ofrezca las oportunidades que se han ganado en la plaza.
Este es el gran problema: mientras el toreo permita que el sistema, la mafia o alguien, con nombre y cabeza, maneje todos y cada uno de los hilos del toreo y secuestre y libere a su antojo, el futuro de la fiesta será tan oscuro como el presente de los toreros secuestrados.
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