'Mucha gente habla del cambio. ¡Que caiga el gobierno! ¡Que caiga el Régimen! Pero nadie hace nada… Lo hará la crisis, dicen unos; será la abstención, dicen otros; serán los jóvenes… A día de hoy, lo más verosímil sigue siendo la Virgen.'
El hombre que cogió el megáfono
HUGHES
La Gaceta/21 de agosto de 2024
Hace unas semanas hubo una polémica que durante varios días atrajo la atención. Era por RoRo (nombre artístico), una creadora de contenido cuyo contenido consistía en hacerle la comida al maridito. Era una supuesta tradwife, una chica de hoy en día, pero tradicional que lo exhibía orgullosa.
Esto puso de uñas al feminismo y despertó la comprensión solidaria del otro bando. Durante unas horas fue El Tema pero yo, como plumilla, no conseguía interesarme. Mi instinto no se despertaba. Yo era como un perro antidroga olisqueando un alijo sin sentir nada.
Tengo que coger vacaciones, pensé. Pero a mí de todo eso solo me interesaba una cosa: un tuit, solo uno, de Andrés, el joven que organiza la lectura del rosario en Ferraz. Escribió que Roro no podía abanderar nada por vivir con el novio y «vestir sin decoro» (RoRo mostró más de una vez su torneada silueta). Este tuit recibió una crítica feroz. De los que atacaban a RoRo y de los que defendían a Roro. Era un tuit suicida, de una pureza de diamante. Yo no sabía si estaba de acuerdo, pero el tuit me parecía genial, me hacía reír, me hacía feliz incluso. Lo guardé y a veces entraba a releerlo.
Justo entonces, la periodista Analía Plaza vino a desvelar en un artículo que RoRo de «tradwife» tenía poco, era una profesional del contenido, legítima ocupación. El tuit de Andrés, a su modo, había acertado. Su tuit no solo tenía una admirable firmeza contra todo, antitodo… Miré en su perfil y vi que seguía celebrando la lectura del rosario seguido ya por muy poca gente. Era julio en Madrid. Calor sofocante. Pero Andrés seguía firme y vestido con chaqueta, guardando, él sí, el debido decoro. Ahí estaba con su megáfono en mano, pasando calores como antes había pasado fríos.
A Andrés se le ha criticado mucho. Muchos católicos critican en voz baja el uso de la religión; los que no lo son consideran que se pasa de carca, y unos y otros recelan de su protagonismo. Pero de Ferraz lo único que queda es el rosario.
Andrés fue el único coherente y el único que abrió una vía de acción. Esto tiene que caer, y tengo la manera: rezarle a la Virgen. Y Andrés hizo algo que no hizo nadie: cogió un megáfono. Alguien lo tenía que coger y lo hizo él. Por ahí rezó y por ahí contestó al Delegado del Gobierno y por ahí dijo eso de «Querido Federico, rezaremos por ti que falta te hace…».
Meses después, Andrés sigue pidiendo por España a la Virgen con sus viejecitas y con McNamara, y ahora sí tiene eso ya una belleza total, porque son cuatro y el del tambor, que es él, pero siguen, permanecen… parecen primeros cristianos ante los leones de la indiferencia. Son un monumento vivo y el recuerdo de una herida abierta.
Mucha gente habla del cambio. ¡Que caiga el gobierno! ¡Que caiga el Régimen! Pero nadie hace nada… Lo hará la crisis, dicen unos; será la abstención, dicen otros; serán los jóvenes… A día de hoy, lo más verosímil sigue siendo la Virgen.
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