El partido comenzó con lo que el espectador identifica como languidez idiopática, o sea, que se desconoce su causa. La laxitud celtiña podría acaso atribuirse al temor al campeón de Europa, mientras que la aparente inoperancia blanca (hoy negra) podría achacarse al efecto psicológico del adiós de Casemiro. Es, quiérase o no, un disgusto para el grupo de amigos y profesionales integrales que ese vestuario constituye, y por el momento es una incógnita cuánto costará sacudirse el aturdimiento. Hay confusiones teñidas en pena, o viceversa, que agarrotan las piernas del espíritu más artero. Todo se desenmarañó con un penalti diáfano en área celtiña, por mano tras remate de Alaba en un córner. Benzema lo convirtió y los celtiñas todavía lo están protestando, seguramente porque la mano no involucró el dedo meñique del defensa celtiña.
Benzema celebra gol VigoEn el minuto 21 Militao cometió otro penalti por una mano completamente absurda. Es llamativo que el mejor defensa del Madrid, héroe indiscutido e indiscutible de la extraordinaria temporada anterior en la zaga, sufra pájaras tan notables como la que le llevó a estirar el brazo en ese centro. Padece Eder de alarmantes accesos de empanamiento que por fortuna son infrecuentes, pero que pueden minar su confianza a poco que encadene un par de ellos. Menos mal que Modric puso en orden la casa con una finta sublime en la frontal del área y un impecable chut con un efecto mágico. La sensacional maniobra del croata puso remedio a los errores que se sucedieron por parte de sus compañeros, en particular por una banda derecha que tuvo una primera parte toledana. Tampoco se entendió muy bien el conservadurismo del equipo en ese primer tiempo. El Madrid tiene ahora futbolistas para restringir el bloque bajo a los partidos donde sea imprescindible.
Prosiguiendo con la lección impartida, Modric filtró a los diez minutos de la reanudación un pase magistral para el contragolpe de Vinicius, que no se puso precisamente nervioso para regatear a Marchesín. El baile celebratorio del brasileño no gustó al público de Balaídos, que sin duda prefiere el break dance de su alcalde. Todo molestaba al público, en cualquier caso. Protestaron el origen de la jugada, esta vez porque Militao no se amputó el codo estando de espaldas a la portería y con la extremidad superior encogida. En reconocimiento a la audiencia viguesa, hay que reseñar sin embargo que se puso en pie para aplaudir a Modric al ser sustituido.
Luego vino el referido gol de Valverde y el Madrid gustándose, con un contragolpe hacia el final protagonizado espectacularmente por Rüdiger, que desembocó en un nuevo penalti. Benzema, en un reflejo del absoluto anti-prima-donna que es y será pese a ser el mejor del mundo, cedió a Hazard la posibilidad de lanzarlo para ganar en confianza. Lo falló, con lo que no pudo cerrar con una manita una muy placentera noche de fútbol en Balaídos.
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