MANOLETE, ÚNICO, GRANDE. ¡QUE MARAVILLA DE TORERO! TEMPORADA DE 1947 Y FINAL.
Llórale, vieja madre Andalucía llórale en tus piedras y tus ríos, lloren por las cañadas tus adelfas olivares y viñas de tus lomas. Que lloren hombre y mujer, abran los ojos atónitos los niños mientras pasa tu cuerpo derribado como un mástil medio henchidas las velas aún de gloria.
(Elegía a Manolete de A. Muñoz Rojas. 1947)
Doña
Angustias, madre de Manolete, con cierto enfado la última vez que habló con él:
-
Hijo, no vayas a Linares
- Madre, no tengo más remedio pero no te preocupes que vamos a estar mucho tiempo juntos
Comienza
la temporada de 1947, que es lo mismo que decir la recta final en la vida del
torero de Córdoba, que encontrará la muerte este año en la feria de Linares.
Manifestó
Manolete, finalizando 1946, que al año siguiente actuaría en España, ya que no
lo hizo en 1946, a excepción de la corrida de la Beneficencia; pero que tenía
prevista una temporada corta – veinte o treinta corridas – y que luego volvería
a América.
El Ruedo del día 17 de abril de 1947 publicaba una entrevista, hecha por José Luís de Córdoba, al banderillero de Manolete, Cantimplas en la que el primo del diestro decía:
Por
ahora mis proyectos son los de mi matador. Creo que no torearemos hasta el 24
de junio en Barcelona. Después de esta, cuarenta, cincuenta corridas. Y al
final de la temporada a México de nuevo, es decir, si el pleito se arregla. Y
para 1948, al regresar de allá Cantimplas se irá de los ruedos. No quiero
torear después de que mi maestro se retire.
¿Pero
es que Manolete va a irse de los toros para esa fecha?
Ese es su proyecto, que puedo yo decir rotundamente porque me lo tiene comunicado...
Sigue
la entrevista, pero lo sustancial de ella estaba dicho: la retirada de Manolete
al finalizar la temporada de 1947.
Viendo
las estadísticas de las corridas toreadas en España en 1947 hasta la de
Linares, suman veintiuna.
Pero,
el primer día del año 1947 Manolete todavía está en México donde le quedaban
siete compromisos por cumplir.
El
día 1, torea en Puebla, toros de La Punta al lado de Armillita Chico y Felipe
González.
Ocho
toros se lidiaron el día 12 en la plaza México para Domingo Ortega, Silverio
Pérez, Manolete y Fermín Rivera. No acompañó el ganado que le correspondió a
Manolete en el sorteo y, pese a la expectación que había para esta corrida, no
hubo triunfo para el Monstruo aunque sí para Domingo Ortega.
México,
distrito federal, día 19 toros de San Mateo, desiguales y mansos para Lorenzo
Garza, Manolete y Arturo Álvarez, El Vizcaíno. Garza fue detenido por el gran
escándalo que provocó su actuación.
Como
el primer toro de Manolete fuera devuelto a los corrales por chico, y en el
sustituto el diestro de Córdoba, que fue el único que se hizo ovacionar, no
pudo hacer nada, regala otro toro para calmar la irritación de la muchedumbre.
Es
en el quinto toro donde se produce la apoteosis manoletista, comenzó por
naturales verticales y majestuosos tirando del toro con la muleta
planchada quieta la planta, y al iniciar
el sexto natural, el toro “Boticario” le lanza por los aires.
Todos
al quite incluso su mozo de espadas Guillermo quien al llegar al toro cae a la
arena. Afortunadamente, Manolete solo sufrió algunos varetazos y no consintió
ir a la enfermería dando muerte al toro del que obtuvo las dos orejas y el
rabo.
Marca ofrecía un relato, con detalles muy completos, de esta corrida:
El de Córdoba lo recibe con una serie de verónicas que arman un alboroto y arrancan la primera ovación unánime de la plaza. Al hacer un quite que remata con dos medias maravillosas, una por cada lado, se reproduce la ovación. Inicia la faena de muleta con cinco naturales de ejecución perfecta, coreados con otras tantas ovaciones. Deja reposar al animal y vuelve a intentar el toreo con la izquierda. Da otros dos naturales magníficos y, al intentar el tercero, el toro le prende por el muslo y le derriba. El torero queda inmóvil en el suelo ante la cara del animal. Como había mandado retirar a la gente y estaba solo en el centro del redondel, tardan en llegar al quite, con lo que transcurren unos minutos de angustia, pues el animal sigue corneando a Manolete. Lo prende nuevamente, lo levanta y lo vuelve a tirar al suelo al mismo tiempo que los peones se llevan al animal. Las asistencias recogen al torero, pero éste, a brazo partido, lucha con ellas y consigue desasirse. Encorajinado, arma de nuevo la muleta y se va al toro otra vez. La ovación que estalla es inenarrable. Nuevos naturales, pases de pecho, por alto, por bajo, molinetes rabiosos, manoletinas y, en la primera igualada, tumba al toro de una estocada hasta la empuñadura. Millares de pañuelos e agitan; millares de gargantas gritan, y la presidencia concede las dos orejas y el rabo. No puede dar la vuelta al ruedo, porque, en medio de una delirante ovación, pasa a la enfermería.”
Manolete, a pesar de la paliza sufrida declara al corresponsal de la United Press y dice:
Diga usted, que deseo reafirmar ante la afición española mis propósitos de vestirme de torero a mediados del presente año. Tengo algunas fechas que cumplir en Sudamérica y después me trasladaré a España, donde mi apoderado ha recibido ya numerosas ofertas.
El
26 de enero en Puebla lidia toros de Xajay en un mano a mano con Lorenzo Garza.
Rejoneó don Álvaro Domecq. El ganado bien presentado y con kilos.
La
corrida había despertado gran interés entre los aficionados que no se vieron
defraudados. Obtiene Manolete en esta corrida uno de los mayores triunfos de
los logrados en América.
En su primer toro, que era mansurrón, logra pases de calidad, pero no contenta al público. En su segundo le conceden una oreja. La apoteosis llega en el tercero de su lote. La prensa escribió:
Sin embargo, en donde culminó el arte del español
fue en el sexto toro de la corrida. Comenzó con cuatro verónicas lentas,
templadas, suaves, llevando al toro prendido en los vuelos del capote, para
terminar con media inenarrable. Estrepitosa ovación premió estos lances. Volvió
a torear de forma prodigiosa en un quite.
Y cuando tocaron a matar, en la plaza se hizo ese silencio que da la impresión de estar vacía, y que suele preceder a los grandes acontecimientos taurinos, como si el público adivinase lo que va a suceder. Frente al toro, con la muleta en la izquierda, sin previo pase alguno, citó al natural y bordó una serie perfecta y justa. Después se cambió de mano y dio quince derechazos en tres series, de las que la segunda fue magistral, por el temple, suavidad y mando que imprimió a la muleta. El público estaba asombrado de lo que veía. Hubo pases en que no existió solución de continuidad entre uno y otro, sino que dos pases se empalmaron para transformarse en un redondo total. Después, las manoletinas, ajustadas, inverosímiles, que ponían entusiasmo y angustia en el corazón de los espectadores. Otros muchos pases de marcas distintas. Todo ello lentamente, dejándose ver a la perfección, y cuando el de Xajay juntó las patas, Manolete entró a matar derecho, ejecutando la suerte completa. Enterró la espada en todo lo alto, doblando el toro casi inmediatamente. Se le concedieron las dos orejas y el rabo de su enemigo, ante el flamear constante de millares de pañuelos y gritos de entusiasmo, diciéndole: “¡Torero, torero!
Como sabemos el pleito entre los toreros españoles y los mejicanos estaba en su apogeo y Manolete –que era decidido partidario del intercambio taurino entre España y México- efectúa unas declaraciones al respecto a la United Press en las que manifiesta:
Intervendré –dice- tan pronto me lo pidan aquí o en
España.
- Hasta ahora –añade- me limité a asistir a las reuniones celebradas aquí y en las que participaron mexicanos y españoles.
El día 4 se efectúa la prórroga del convenio firmado en 1944. Era una cosa provisional hasta que se llegara a una solución definitiva. Los toreros españoles que están en México envían un “cable” a Madrid con el siguiente texto:
En la Asamblea efectuada en el día de la fecha, los toreros españoles en ésta de acuerdo con la Unión de Matadores, aceptamos la proposición de que subsista el convenio vigente a condición de no denunciarse ni rescindirse unilateralmente, sino sustituirle de común acuerdo por ambas partes. Conformes respecto a la modificación de las cuadrillas. Ratifiquen conformidad.
Hay
reuniones y consultas y antes de que febrero termine el pleito entra en una
fase crítica. Se rompen las negociaciones, se vuelven a reanudar y cuando ya
parece que la solución está próxima, se suspenden las conversaciones.
El diario “Marca” publicaba una fotografía en la que se veía a Manolete y Arruza juntos en amigable pose, pudiendo leerse:
¡Vamos a ver si se deja de hablar de una vez para siempre del problema “mejicano! ¡Vamos a ver si, para siempre también, se entiende que el único problema legítimo que admiten los toros es el de arrimarse, como se arriman los dos toreros de la fotografía fraterna!
La
monumental de México registra un lleno total el día 2 de febrero para ver a
Álvaro Domecq, Silverio Pérez, Manolete y David Liceaga que se despedía del
toreo cumpliendo así al promesa que le hizo a su madre a raíz de la muerte de
su hermano Eduardo en la plaza española de San Roque. El rejoneador Álvaro Domecq rejoneó con
acierto y echando pié a tierra, muleteó muy valiente rematando con un vistoso
molinete. Mató bien y se le concedió una oreja.
Silverio
Pérez fue muy aplaudido al veroniquear y al rematar una serie fue empitonado
por el bajo vientre pasando a la enfermería. Esta cogida, que resultó muy
grave, sería determinante en la trayectoria del faraón de Texcoco.
Manolete
estuvo lleno de voluntad en su primero, que no se prestó al lucimiento.
Triunfó
en el último, del que le otorgaron la oreja. Destacaron sus estatuarios
espeluznantes. Naturales, llevando al toro muy toreado que remató con una
trincherilla para un cartel de toros. El ganado fue de Coaxamalucan.
El
día 5 actuó en Aguascalientes con ganado de Peñuelas a lado de Luís Procuna y
Chicuelín.
La
última corrida de Manolete en América y en su historial taurino se celebra en
Mérida de Yucatán con toros de Zinkehuel, el día 9 de febrero. Alterna con
Fermín Rivera y Gregorio García. Lleno.
Manolete
veroniqueó colosalmente al primero. Con la muleta, a fuerza de porfiar, logró
una magnífica serie de naturales; siguieron varios derechazos muy suaves y
terminó con adornos perfectamente ejecutados. Mató de un estoconazo y cortó una
oreja.
En
el segundo, muy manso, estuvo dominador y mató bien. Fue ovacionado, según
informaba El Ruedo en su número 138 de fecha 13 de febrero.
Todo
está ya preparado para acortar el tiempo que le conducirá a Linares, a quedar
inmortalizado para siempre.
Había
perdido tres o cuatro corridas a causa del pleito y en otros casos anuló
compromisos en otras repúblicas americanas.
El periodista Julio Fuertes, en “Arriba” escribió, como resumen de lo realizado en México por Manolete, lo que sigue:
No fueron unas brillantes y fructíferas campañas artísticas y económicas en beneficio exclusivo del diestro, no; fueron un triunfo español, un triunfo rotundo, apoteósico, del genio de España. Recordamos con mortificación que en aquel país el nombre de España no se pronuncia sino para execrarlo; que las alusiones a la Madre Patria pensando o nombrando a la República española, y recordamos, lo vimos a través de ojos emocionados, turbios de lágrimas, en unos impresionantes titulares a toda página, que, cuando Manolete llevó al ruedo de la capital mejicana su arte único de lidiador español, las gentes gritaron hasta enronquecer: ¡Viva España! Y ¡Viva México!
Para
su regreso a España, Manolete tenía previsto embarcar en Nueva York en el buque
Marqués de Comillas; pero al final se decidió por el avión que le trasladó a
Lisboa.
El
23 de marzo aterrizó en el aeropuerto de Barajas acompañado de su cuadrilla,
apoderado y de su novia Lupe Sino. Es recibido por un gran número de matadores
y subalternos españoles que con pancartas le piden que intervenga en el ya
famoso pleito con los toreros mejicanos.
Se
podía leer en una pancarta:
Mayoría
toreros pedimos intervengas para que se haga justicia.
Otra:
La afición sana saluda a Manolete.
Fue,
incluso, izado a hombros durante parte del trayecto a la terminal. Se exhibían
dibujos de Manolete y Arruza hechos por Pepe Sala.
Allí
estuvieron entre otros, “La Caramba” partidaria de Manolete, don Pedro Balañá,
Cañitas, Antonio Rangel (mexicano), etc. etc. El diestro cordobés dada su gran
prudencia, no hizo declaraciones en torno al pleito en esa ocasión.
La
prensa, “Dígame”, le entrevista el día 24 en un reportaje que titulan:
“Manolete habla para “Dígame”.” Se lee: “Acepto desafíos, pero solo para
comer almejas, que guisadas, me entusiasman”; “¿Qué me ha desafiado Pepe
Luís? ¡Con lo que yo lo quiero y admiro y con la gracia que me hace!”
Todo
debe arreglarse, y se arreglará con buena voluntad. El entrevistador es Antonio
Bellón, amigo de Manolete y quien le acompañará en su coche en el trayecto
hasta Linares en su última corrida.
Manolete
está muy agradecido a México y a la afición mejicana. Dice que allí ha recibido
atenciones inolvidables. Que la pelea en el ruedo con los toreros mejicanos es
dura, pero que cuando uno se centra y hace las cosas lo mejor posible le tocan
las palmas en grande.
El
Ruedo, en su número 144 de fecha 27 de marzo de 1947 se hace eco, en su
contraportada, de la llegada de Manolete a España.
Dice
que espera que en esta temporada de 1947 el público se pregunte:
¿Cómo
está este año de puesto y de valiente Fulano?
Y
no ¿Cuánto cobra o cuanto va a cobrar Mengano?”
El
puritanismo de la época llega al extremo de que en la foto inferior puede verse
a Manolete, sonriente, con su novia Lupe Sino y el texto dice:
El
famoso torero cordobés sale del aeropuerto acompañado de la artista de cine
Lupe Sino.”
El
día 27 de marzo, El Ruedo publica otra entrevista, esta vez hecha por su amigo,
el periodista José Luís de Córdoba, en la que en un titular dice: “Cuando yo
pueda, seguro de mí mismo, decir: “aquí está Manolete”, empezaré a torear en
España. El pleito debe solucionarse para bien de todos.”
Continúa Manolete y manifiesta que le ha
causado muy buena impresión el recibimiento en Barajas por parte de sus
compañeros y aficionados. Le pregunta el periodista sobre la actitud que tomará
Manolete. Le dice que
-
De momento ninguna. Descansar en mi casa de Córdoba hasta después de Semana
Santa. Si soy llamado a Madrid, iré un par o tres días. Después...”, a
torear le dice José Luís de Córdoba, “eso”, contesta Manolete.
Al
diestro de Córdoba le preocupa mucho entrenarse a fondo y estar preparado para
reaparecer en España y si no lo está no toreará hasta que él considere que
sí está a punto. Como sabemos Manolete
es un diestro de una responsabilidad suma, casi exagerada.
Dice
que no llegará a tiempo, en forma, para la feria de Córdoba. Que está dispuesto
a torear en su tierra, pero en una corrida benéfica.
Como
sabemos nunca llegaría a torear esa corrida. El destino así lo quiso.
José Luís de Córdoba, publicaba una crónica, el 27 de marzo de 1947, en la que estudia el panorama que Manolete se va a encontrar en su reaparición en los ruedos con los otros matadores y alguno encarnizado rival. Transcribimos párrafos de la misma:
Esto está que arde. Primero fue el desafío famoso de
Pepe Luís Vázquez a Manolete. Hemos después tolerado una serie de
declaraciones: Belmonte, “El Choni”, Antonio Bienvenida...
A los toreros, por lo visto, les ha dado por hacerse
los interesantes, “en el papel”, con estas declaraciones sensacionales. Todos
han hablado menos Manolete a quien todos los disparos, más o menos certeros,
van dirigidos.
-Este año tengo que estar preparado para los “baños”
que voy a recibir- nos ha dicho a nosotros- ...
La fiesta de los toros- lo comprendemos- es hija de
la pasión. Pero dice un refrán que la “pasión no quita el conocimiento.” Aunque
parece que conocimiento- el sentido común- se ha perdido en algunos sectores
del mundillo del toro.
... Vamos ahora a fijarnos tan solo en las
declaraciones que Luis Miguel Dominguín ha hecho al crítico taurino de Radio
Madrid, “Curro Meloja”, tratando de enfrentarse no sólo con la personalidad
taurina de Manolete, sino con la condición indiscutible de buen español de
Manuel Rodríguez Sánchez.
Luís Miguel- acaso nosotros fuésemos de los primeros
en proclamarlo- es un buen torero. Asistimos a su iniciación en el arte, a su
gestación taurina y últimamente –Madrid, corrida de la Beneficencia- a su
consagración como figura de la fiesta. En definitiva, es y nos parece Luís
Miguel un torero excelente de cuya juventud y afición puede esperarse mucho.
Pero tiene un pecado: la altanería. La condición de querer alzarse
prematuramente sobre el pedestal de la fama. Le falta modestia. Le sobra
engreimiento. Y ello ha de perjudicarle, sin duda, a los ojos de la afición sensata.
El toreo es nobleza, es corazón, es sencillez, es gallardía. Eso. Nunca es
envidia, ni pasión, ni política baja. Y Luís Miguel, peca.
Ya la afición que lee, que comenta y que juzga con
serenidad de juicio, no vio con buenos ojos una frase lanzada por el pequeño
Dominguín en pleno ruedo, parodiando al maestro de Gelves:
!Yo, el mejor!
Eso, que acaso fue un reto, fue, al propio tiempo, un sacrilegio. Hoy Luís Miguel ha lanzado otra frase que en el papel no tiene valor alguno. Ha dicho que aspira a ocupar el puesto de Manolete. Bien. Ignoramos lo que con el lanzamiento de esa frase se pretende. Tiempo va a tener Luís Miguel, antes de que Manolete se incorpore a la liza de demostrarla verdad de su aserto. Y más adelante, cuando el diestro de Córdoba se disponga a hacer el paseo, también, ante el toro, Dominguín y Pepe Luís y tantos otros tendrán que competir con el Monstruo e incluso de aventajarle y de vencerle. Aunque creemos recordar que el puesto de Manolete estuvo vacante durante toda la temporada de 1946. ¿Hubo algún torero capaz de ocupar el sitial reservado a quien ahora con tanto ardor y celo quieren desbancar?...
Selipe, en Semana, y con respecto al ambiente cargado de pasión para esta temporada de 1947, escribió:
Para estas dos figuras sobresalientes de la tauromaquia –Manolete y Arruza- la temporada que se avecina se presenta dura y difícil: no es la primera vez que registramos el hecho de esta extrema dificultad, que tanto para Manolete como para Arruza ofrece la insólita atracción que ejercen sobre los aficionados: el encarecimiento extraordinario de la a ellos, y más singularmente al cordobés, se imputa, y el espectador que abonó crecida suma por obtener el boleto de su localidad, cree estar en su derecho subiendo también, hasta un límite casi sobrehumano, el nivel de su exigencia. No nos sorprendería mucho que la vida profesional del cordobés y el mejicano finalizase antes que las carreras de otros diestros alojados en zonas de mejor comodidad.
En
relación con la actuación de Manolete en Córdoba vemos que tenía pensado
hacerlo en la corrida benéfica que ya anunció y no en la feria.
A
este respecto, el día 30 de marzo, Domingo de Ramos, acude a las cuatro y media
de la tarde al Palacio Episcopal, acompañado de don José Peláez y don Pedro Sánchez
a entrevistarse con Fray Albino Reigada, a la sazón Obispo de Córdoba, para
preparar la corrida en beneficio del Patronato de la Asociación benéfica La
Sagrada Familia.
La
corrida se fijó para el 27 de septiembre. No llegaría Manolete vivo a esa fecha.
Contaba
el cordobés, después de la entrevista con el Sr. Obispo, una anécdota que le
ocurrió en México, cuando la inauguración de la plaza mejicana de la Ciudad de
los Deportes.
Dicho
coso fue bendecido por el arzobispo de México. Tras cumplir con su sagrado
ministerio el arzobispo se acercó a Manolete y le dijo:
-
Por esta vez le he ganado la partida. Habrá observado que he dado yo la vuelta
al ruedo en esta plaza antes que usted.
Y
tenía razón; pero la dio en coche.
En el tiempo de descanso que Manolete se
impuso, reflexionó y trató de programar su vida.
Se
iría de los toros al final de esta temporada de 1947 – como ya sabemos- y en la
de 1948 organizaría por su cuenta doce o catorce corridas en diferentes
capitales españolas. Las torearía gratis, a beneficio de instituciones
benéficas. En Barcelona actuaría en una gran corrida que tenía el propósito de
organizar a beneficio de su cuadrilla.
El
diestro de Córdoba era pieza importante para el arreglo del pleito con los
toreros mejicanos y así se le rogó, por parte de sus compañeros, que hiciera
todo lo posible por solucionarlo.
Estuvo
presente en reuniones en la sede de los Matadores de Toros en Madrid, para
documentarse y exponer sus puntos de vista. Asistieron, además de Manolete, los
matadores de toros, Luís Mata, Pablo González “Parrao”, Morenito de Talavera,
Félix Rodríguez II, Manolo Escudero, Joaquín Rodríguez “Cagancho” entre otros.
Manolete
preparaba su reaparición en España con todo detalle y encargó varios vestidos
de torear al sastre Juanito “El Torta” cuyo taller estaba en la calle del
Prado. A la salida de las pruebas, le esperaban en la calle gran numero de
admiradores a los que tuvo que firmar
autógrafos.
Era
un torero de una gran responsabilidad, se podría decir, que extrema como ya se
ha dicho; pero era así y como tal se preparó para la temporada del 47 en varias
ganaderías bravas.
Estuvo
en la finca La Laguna, de Pepe Moreno De la Cova, tentando y toreando. Le
acompañaba su amigo don Álvaro Domecq y Díez.
Después
en los primeros días de junio el cordobés se traslada a Salamanca a la finca de
don Atanasio Fernández Iglesias, denominada Campocerrado. El fotógrafo
Cano inmortalizó las faenas de Manolete en el campo.
Al atardecer. Muleta en mano y como estoque una
vara de fresno. Zajones, sombrero cordobés, camisa a cuadros, botos camperos
nada al azar.
Sobresale
una media verónica con las manos muy bajas. Naturales de los suyos etc.
Desplantes.
Simulación
de la suerte de matar llegando con la mano vacía al pelo.
Le
acompañaban su sobrino Lagartijo, Manolo García y Julio Aparicio.
En
el mes de abril, Manolete asiste a una de las corridas de la feria de Sevilla,
concretamente la celebrada el día 21.
El
diestro Gitanillo de Triana le brinda un toro, de Miura, Manolete de pie,
recibe el brindis y los aplausos del público al reconocerle en una barrera.
Después el toro cogería a Gitanillo.
Presenciaban la corrida juntos, en un tendido, el crítico taurino Corrochano y Rafael “El Gallo”. El crítico escribió:
Gitanillo de Triana brindó a Manolete, que estaba en un tendido. Desde lejos no se veía bien si brindaba a un torero o a un banquero.”
La
sentencia estaba escrita por un antimanoletista. Y se nota. Pero, ¿qué le iba a quitar ya a la carrera
taurina del Monstruo? Además, ¿juzgaba a Manolete vestido de luces? O como
espectador de una corrida. No estaba en el ruedo, no había lugar a crítica ni
calificativos.
Manuel
Rodríguez, Manolete, reaparece ante la afición de España en Barcelona, su plaza
favorita, el día 22 de junio, alternando con Juan Belmonte y Rafael Perea, Boni.
Dada
la importancia del hecho de la reaparición de Manolete, en el hotel Oriente en
que se hospedaba, recibió a gran cantidad de amigos y de partidarios acérrimos.
Departió con don Manuel Camacho, Álvaro Domecq, don Antonio Algara, empresario
de “El Toreo”, entre otros, matando así el tiempo que le quedaba hasta el
comienzo del festejo.
Preside
la corrida Doña Carmen Polo de Franco. Están presentes las autoridades locales
y la crema de la crítica taurina con Don Ventura al frente. Los hay de Madrid,
de provincias, en fin, lógica expectación. Lleno absoluto.
Puerta
de cuadrillas: fotos, más fotos. Posan Manolete – de azul y oro - a la
izquierda del Presidente, El Boni en el centro y Juan Belmonte a la derecha.
Caras de preocupación y responsabilidad. En los tendidos el murmullo, el famoso
¡Ah! De México. El tendido 3 de sombra a 500 pesetas. La andanada de sol a 15.
En los apuntes de esta corrida del periodista de Radio Cádiz Javier Sánchez Casal – archivo del autor-, puede leerse:
Gran
faena de capote al quinto toro de nombre Basilico, lances por el pitón derecho,
cargando la suerte, con el capote planchado en el aire. Media por el pitón
izquierdo, frente al burladero de picadores, vertical, con los pies juntos, en
resumen: magistral, de cartel de toros. Con la muleta excepcional.
Derechazos, naturales, de pecho corto pero precioso, trincherazo, molinetes, desplantes marchándose de la cara del toro con su majestuosidad acostumbrada. Otro desplante pasando por la testuz del toro el estoque. Volapié perfecto enterrando casi todo el estoque en las mismas agujas. El delirio. Los máximos trofeos. Manolete sonriente muestra las dos orejas y el rabo concedidos. Vuelta al ruedo recogiendo prendas de vestir, flores etc. El primer toro se lo brindó a la esposa del Jefe del Estado y el segundo al público.
Veamos otro punto de vista de la crítica en la reaparición del Monstruo:
Vestía Manolete de azul y oro y la primera ovación
de la tarde –con toro en el ruedo- arrancóla en el bicho que partió plaza, al
engendrar tres lances soberbios. Saludó a su primer enemigo con cuatro
verónicas y media magníficas, empalmándose la ovación unánime que las premiara,
con otra, al final de un quite, compuesto de tres verónicas y media
verdaderamente deslumbrantes. Nada más que de modo regular cumplieron los
rehileteros su misión, y el cordobés, al compás de la música y entre
aclamaciones entusiásticas trenzó la siguiente faena: tres pases por alto, tres
naturales engarzando el último con el forzado de pecho, cinco derechazos, dos
orteguinas y cinco de jugueteo, para cobrar, entrando muy bien, una estocada
casi entera. Pero tardó en descabellar, a causa de no haberle sacado la espada
al bicho lo que impedíale descubrirse en forma, y lo que debió ser una oreja, quedó
en una ovación que agradeció desde los medios. Y salió el quinto de la tarde.
Tenía el número 74 y su nombre era Basílico (no Basilisco, señores linotipistas
y corrector). Recibióle el diestro con seis verónicas y media imponentes que
arrancaron en el repleto graderío muy justo estrépito, ovacionándose un
precioso quite de Belmonte, por faroles, y el postrero del ídolo, consistente
en dos verónicas y media de verdadero mérito. Un refilonazo y tres varas
pusiéronle los de a caballo y “Cantimplas” y “Pinturas” banderillearon pronto y
bien a “Basílico.” Avanzó el cordobés hasta el centro del anillo, y brindó a la
multitud, detalle que hizo que el triunfo materialmente se mascase. Inició su
labor con un natural, si que siguiese el viaje el astado, y vinieron luego dos
derechazos, obligando a la res a tomar la franela, comenzando a sonar la música
y los gritos de entusiasmo. La faena prosiguió de esta forma: tres pases por
alto, cuatro derechazos, un molinete, uno por alto, tres derechazos con la
vista fija en el tendido, uno cambiándose la muleta de mano, tres orteguinas
–ya el ruedo estaba lleno de sombreros-, cuatro derechazos, varios adornos
agarrándose a los pitones de “Basílico” y un pinchazo superior. Aquella lección
de tauromaquia terminó de esta guisa: tres derechazos mágicos y un volapié,
entero, en la yema. El delirio que ello promovió no es para descrito: dos
orejas, el rabo, dos vueltas al ruedo, varias salidas a los medios y, en
verdad, la locura. Ramos de flores, abanicos, bolsos de señora, pañuelos,
chaquetas y hasta un cuadro al óleo. Un fervoroso entusiasmo, en suma. Así fue
el retorno del ídolo, que el domingo toreó al natural, citando desde largo, con
guapeza sin límites. Fue una faena, la mentada, para la que parecen escritos
los conocidos versos dedicados a “Lagartijo”:
Aquello fue explicar con la roja percalina, un curso entero, de estética taurina.
Hasta
aquí la crónica de E. P. En la prensa catalana.
Otra muestra del éxito de Manolete la podemos leer en esta otra de Juan Castillo Casas:
La Plaza
Monumental de Barcelona había sido setenta veces testigo de sus triunfos... y
ahí, en aquélla plaza, empezó su campaña Manolete el día 22 de junio.
Los empresarios de España le habían contratado
pagándole un cuarto de millón de pesetas por cada actuación.
Acudieron a verle los enemigos de la verdad, los que
no querían el intercambio, los envenenados..., pero la afición sana estaba
dispuesta a dar su veredicto total y lo dio en forma indiscutible, en forma
avasalladora cuando el último toro de Bohórquez era arrastrado por las mulillas
sin las orejas y el rabo que quedaban en las manos del Califa cordobés, como
premio a su prodigiosa faena – prodigiosa porque el toro no embestía con
franqueza y porque el torero pisó terrenos inverosímiles y porfió en la
inminencia de las astas; prodigio porque fue cincelando en la arena sus pases
de imperio mientras su muñeca guiaba a la bestia con dominios extraordinarios-
y a la estocada formidable con que había fulminado a su enemigo entrando
clásicamente al volapié. Y una vez más recorrió el enorme torero el albero de
la monumental en plena apoteosis de gritos, de ovaciones y de prendas.
Ya en su primero había ejecutado cinco verónicas
estupendas y había hecho otra de sus grandes faenas. Pero el triunfo total se había
malogrado cuando tuvo que intentar varias veces el descabello.
En el tendido, al final, quedaban asombrados sus detractores.
El Ruedo en su número de fecha 26 de junio de 1947 decía: Manolete ha vuelto para bien de la fiesta nacional” y en crónica firmada por Don Ventura titulaba: “Efluvios de optimismo.” Y terminaba, después de resaltar el triunfo de Manolete: “Ya estaba logrado el objetivo. Todo lo demás careció de interés.” Seguía así:
Desmayada transcurría la fiesta al aparecer el quinto astado, un mansurrón que salió huyendo de las varas, hasta que Vallejo agarró una formidable y le hizo entrar en razón. Manolete, consciente de su responsabilidad. Elevó entonces el tono de la corrida hasta donde los espectadores deseaban. Se dirigió al toro con la muleta en la zurda, pero una colada y un fuerte achuchón en el primer pase le hicieron cambiar de bisiesto, y con la derecha cuajó una labor de vena robusta, una faena que se compuso de varías series de toreo en redondo –unos pases lentos y prolongados, en algunos de ellos mirando al tendido-, giraldillas y molinetes, todo ello en el terreno que él suele invadir cuando está en Manolete, y todo ello entre aclamaciones ininterrumpidas y ovaciones que apagan los sones de la música. Y cuando, tras un pinchazo superior, recetó una gran estocada que mató sin puntilla, se desbordó el entusiasmo como un torrente fuera de cauce, y le dieron las dos orejas y el rabo y le hicieron dar dos vueltas al ruedo, entre una lluvia de flores, y salir a los medios. Ya estaba logrado el objetivo. Todo lo demás careció de importancia.
Otra
vez Manolete en Manolete, ni un ápice a la improvisación, todo medido, todo
entrega, todo pundonor y así tarde tras tarde como se verá.
Los
toros de Bohórquez, grandes, gordos y de pitones no muy aparatosos, no fueron
buenos.
Belmonte
cortó una oreja a su primero y escuchó algunos pitos en su segundo.
EL
Boni no estuvo acertado y se le notó desentrenado.
El
diestro de Córdoba cobró trescientas cincuenta mil pesetas, según declaró, años
más tarde, don Pedro Balañá.
Torea
Manolete el día 24 en Badajoz toros de Galache al lado de Curro Caro y Parrita.
No corta trofeos.
En
el reportaje fotográfico realizado por Cano en el patio de cuadrillas puede
verse a un Manuel Rodríguez con cara seria, más seria de lo normal, y abstraído
del ambiente del patio de cuadrillas: ¿algo podía rondarle en su pensamiento?
Incluso esta actitud podía apreciarse, ya fuera del callejón, esperando a su
primer toro.
De
todas formas Manolete estuvo en Manolete y dejó para el recuerdo una media
sensacional a pies juntos y con las manos bajas. Una faena de muleta comenzada
por estatuarios, naturales con la muleta planchada y llevando al toro prendido
en el engaño. Derechazos y dos manoletinas muy ceñidas. Mató con verdad a ambos
toros. En su segundo dio la vuelta al ruedo.
El
día 26 actúa en Segovia con Gitanillo de Triana y Curro Caro en el cartel. Los
toros de Vicente Charro. El Ruedo en su número de fecha 3 de julio de 1947
titulaba:
La presentación de Manolete en Segovia, o una corrida pasada por agua. Demasiada política taurina y un debut afortunado.
En
crónica firmada por EMECE podía leerse:
Lo de Segovia, el pasado jueves día 26, no estuvo
bien. Por muchas causas, y acaso no la mayor la corrida en sí. Corridas malas
se dan muchas. Es verdad. Pero también los que otras con menos lluvia se han
suspendido al tercer toro, y otras, casi sin llover, ni siquiera llegaron a
comenzar. Si acabamos por no fijar los hechos en sus verdaderos términos, la
influencia sobre la opinión imparcial será nula.
Lo de Segovia salió mal. En primer término, porque
Segovia, como inmediaciones de Madrid, no es Aranjuez ni Toledo; porque no son
cincuenta kilómetros ni setenta, sino unos pocos más de cien...
Luego, la corrida no fue buena. Y, luego, el viento
y la lluvia...
Manolete no estuvo mal. Con la capa y la muleta hizo cosas buenas, muy buenas. No estuvo certero con el estoque. Si lo está, para él hubieran sido las orejas y los rabos que por mucho menos las han concedido en otras ocasiones los presidentes. Lo que ocurrió es Manolete tenia que pechar con toda, con la absoluta responsabilidad de la corrida. Y para tanto peso –viaje, lluvia y cartel- Manolete no estuvo, como otras veces, excepcional. Por ahí van, en uno u otro sentido los despropósitos. Ni el aspaviento, ni el delenda. Ni lo culminante, ni la decadencia...
Giraldillo, escribió de esta corrida lo que sigue:
De una vez para siempre quisiéramos prevenir a los aficionados contra esas corridas que organizan en los aledaños taurinos de Madrid por toreros vergonzantes que rehuyen torear ante nosotros... Si lo de Segovia ha de repetirse, lo que está anunciado para fin de temporada debía realizarse mañana mismo.
Incluye
a Manolete en la frase “toreros vergonzantes”; y lo “que está
anunciado para fin de temporada” era la retirada del torero de Córdoba.
¿Qué
opinaría después de este torero, una vez entregada su vida en Linares?
El
cronista sería testigo, con anterioridad a Linares, de la entrega de Manolete
en Madrid, en la corrida de la Beneficencia donde resultaría cogido y, en acto
de pundonor, matar al toro antes de que le llevaran a la enfermería.
Alicante,
29 de junio. Toros del Conde de la Corte para Gitanillo de Triana, Manolete y
Parrita.
En
esta ocasión el cordobés iba vestido con el traje que, más tarde, llevaría en
Linares, heliotropo y oro.
Los
toros no de gran peso, pero con trapío y pitones. Manolete dio una tanda de
derechazos, frente al burladero del tendido 7, casi sin moverse, girando el
toro a su alrededor, con pases ligados y erguida la figura.
Después,
con un derechazo, casi de pecho, con los pies juntos, compuso otra tanda, pero
esta con la izquierda. Comenzó ayudándose con el estoque, para luego ligar los
naturales en un palmo de terreno frente al burladero del tendido uno.
Colocó
una estocada casi entera y le concedieron una oreja de este toro.
Gitanillo
de Triana estuvo bien en sus dos toros, destacando una tanda de naturales al
burraco que le correspondió en suerte.
Parrita,
con su toreo vertical, también consiguió los aplausos del público.
El
3 de julio hace el paseíllo en la plaza portuguesa de “Campo Pequeno”. Sus
compañeros son: Nuncio en rejones, Luis Miguel Dominguín y Parrita.
El
diestro de Córdoba obtiene una oreja simbólica de unos de sus enemigos.
La
temporada de Manolete a nivel de dirección del apoderado don José Flores,
estaba perfectamente preparada y estudiada y así, en El Ruedo, podía verse una
foto de Manolete, vestido con traje de calle, que decía:
“Ayer, hoy y siempre ¡¡Manolete!!”
“El Toreo solo tiene un genio: Manolete.”
“Lo mejor, lo más puro y lo más noble de la Fiesta de los toros lo ha escrito en los ruedos con su arte Manolete.”
Carlos
Arruza, el día 4 de julio, da un Vino de Honor en la Asociación Benéfica de
Toreros del Montepío Taurino. Ese mismo día se celebró una Cena Homenaje a
Carlos Arruza como Presidente de la Asociación Benéfica de Auxilios Mutuos de
Toreros y para celebrar la concesión de la Medalla de Oro de Mérito Social al
diestro azteca. La cena costaba 70
pesetas. Manolete, amigo de Arruza asistió a este homenaje.
El domingo 6 de julio de 1947 cartel en Barcelona toros de don Antonio Urquijo (cuatro) y dos de Doña Juliana Calvo, para Gitanillo de Triana, Manolete –estoqueó uno de Urquijo y otro de Escudero Calvo- y Andaluz. La corrida estaba patrocinada por el Excmo. Sr. Capitán General, a beneficio de las viudas y huérfanos de los ejércitos de Tierra, Mar y Aire de la IV Región Militar.
El Ruedo de fecha 10 de julio de 1947 publicaba:
¿Qué tenía que hacer Manolete en el quinto, sino salir por sus fueros y mantener, celoso, sus altas prerrogativas? Y salió por los unos y mantuvo las otras. Manolete estuvo en Manolete: Manolete arrebató a la concurrencia: Manolete lució cumplidamente su técnica y su estética: Manolete, en fin, suscitó la exaltación y fogosidad del ánimo en los espectadores, y con una estocada y un descabello acabó “su” faena, una de las suyas, que tuvo como premio la concesión de las dos orejas y el consiguiente paseo triunfal.
El
toro se llamaba “Trigueño”, número 24, negro. Pesó en canal 322 Kgs.
Manolete, al terminar la corrida y ya en el hotel, es entrevistado por José María Hernández del periódico El Redondel. Habla, entre otras cosas, del pleito con los mejicanos y a la pregunta del corresponsal:
-
Se afirma aquí que se
retira usted de los toros. ¿Es verdad?
-
No se afirma; lo afirmo
yo. Este año me retiro definitivamente de la vida profesional del toreo.
Después torearé, gratis, en algunas corridas de carácter benéfico. Necesito
descanso, calma, esparcimiento y libertad. Esta vida de torero es muy dura,
azarosa y terrible en el aspecto íntimo. Rinde, sí; da gloría, fama, dinero,
emociones, alegrías; pero también muchos dolores y muchas amarguras.
-
Y vemos como si una nube
de tristeza pasara por los ojos del Califa.
-
Entonces, ¿no pensará en
volver a México?
- ¿Quién ha dicho eso? Yo iré a México este invierno como torero, como particular o como lo que sea. A México lo llevo metido muy dentro. Aquí y aquí ( y se señala a la frente y al corazón). México ha sido para mí generoso, bueno y bonito. Allí me han tratado tan bien o mejor que en España; me han reconocido una categoría artística que no había aspirado a tener; y todo ha sido para mí halagos, afectos, admiraciones, amistades, respeto y cariño. Cuando oigo hablar de México, cuando pienso en México, siento la misma emoción que cuando estaba en México y me hablaban de España o de mi madre. Aquel país es el más hermoso del mundo y todo él grande apasionado como un corazón...
Feria
de San Fermín de 1947. Atención a esta corrida para los que creían que Manolete
estaba acabado.
Cuatro
grandes corridas de toros. Manolete torea la tarde del día 10 de julio. En el
cartel: Gitanillo de Triana, verde y oro; Manolete, de blanco y oro y Julián
Marín de cobalto y oro, con toros de don Antonio Urquijo de presencia y con
trapío suficiente. El triunfo del cordobés es aplastante: cuatro orejas y dos
rabos.
Como
es tradicional por la mañana se corrió el encierro de los toros que se iban a
lidiar por la tarde. El toro número 21 de nombre “Semillero” mata a tres mozos.
Este toro le corresponde a Manolete en el sorteo y corrió el rumor de que
Julián Marín pidió estoquearlo para vengar la muerte de sus paisanos, con lo
cual el diestro de Córdoba mató a “Sanluqueño”, número 30 y a Jaminito,
número 63.
Destacó
de su labor con el capote una media a su primer toro con verticalidad absoluta,
el mentón hundido, la mano derecha muy baja y la izquierda más alta trayéndose
el capote a la cintura como remate. Media de cartel de toros, parando los
tiempos de su ejecución, como a “cámara lenta”.
Con
la muleta derechazos con el compás ligeramente abierto y llevando muy toreado
al toro. Naturales bajando mucho las manos, obligando al toro. El compás
abierto y ligeramente adelantada la pierna izquierda.
El embroque se produce al costado izquierdo del torero porque se lo traía toreado desde el comienzo del pase, la muleta planchada. Toreo de cante grande. Veamos cómo vio la crítica, Antonio Bellón, en el periódico Pueblo, la actuación de Manolete:
La verticalidad de Manolete se quiebra al girar la cintura en naturales y de pecho. Cada pase es una explosión de entusiasmo. Centrado, majestuoso, facilísimo, el cordobés manda, dueño y señor de la res, en series de naturales y redondos, trabados con pases al costado para dejar al toro a centímetros del muslo y pasarlo sin esfuerzo, sin una enmienda...
EL Pensamiento Navarro:
Un
lleno hasta la bandera y los trece mil espectadores saludaron con una ovación
al incomparable Manolete. ¿Cómo respondería el “Monstruo” a esta atención? Con
una largueza que nadie creía aunque todos la esperaban. No he de cansar a mis
lectores detallándoles punto por punto lo que este excepcional torero ha
realizado, entre otras razones, porque no existe pluma capaz de realzar tanta
belleza...
Hay cosas de la naturalidad que resultan imposibles
plasmarlas en toda su valía y con el arte de Manolete sucede eso, no se llega a
la perfección más que viéndole realizando por el propio maestro y en su salsa.
Con el capote verónicas de monumento y con la muleta faenas inenarrables. No
cabe mejor justeza, suavidad ni mando. Es el rey del toreo y todos los demás,
el que tiene mejor suerte su vasallo...
Las dos faenas fueron algo de maravilla que el
público que las presenció no las olvidara jamás.
A Manolete le sobra medio capote, media muleta,
medio estoque y no le hace falta más que un metro cuadrado de terreno en el
ruedo para llevar a efecto toda su labor.
Todo lo demás le sobra para que puedan recogerlo esos otros que tienen la desfachatez de retarlo en el terreno profesional...
Don Severo (Decano de los revisteros franceses), escribió al haber visto por primera vez a Manolete:
¡¡¡Manolete!!!
... los pamplonicas y el innumerable gentío acudido
de toda España y hasta de Portugal y Francia (especialmente para la 4ª corrida)
“esperaron” a Manolete, para el cual los precios habían sido considerablemente
aumentados (Barreras a 300 pesetas; tendidos de sol a 33... todo inmediatamente
arrebatado de las taquillas al abrirse éstas y “revendido” a precios inauditos:
tendidos de sol a 180 y barreras hasta 1600.
La plaza rebosaba de público y la corrida se
desarrolló con una temperatura de maravilla, sin una nube en el cielo y en el
ambiente cuya evocación va a intentar nuestro íntimo amigo “don Sincero”
testigo de esta corrida, tan íntimo amigo nuestro que pedimos a nuestros
lectores se sirvan considerarle aquí como a NOSOTROS MISMOS y aceptar su
opinión como aceptaría la NUESTRA PROPIA. (Don Sincero no existe, no es sino él
mismo, que no firma como de costumbre por haber una decena o más de revisteros
franceses sin permiso de las autoridades
francesas para pasar la frontera).
El abajo firmante, sano de cuerpo y de espíritu, por
lo menos asó lo cree en lo que a esto último se refiere, a pesar del “shock
moral sufrido el 10 de julio desde las seis y diez de la tarde, certifica, bajo
juramente, haber tenido en las fechas y hora antes citadas, la revelación de lo
que jura poder certificar de GENIO DEL TOREO, tras más de medio siglo de
afición, muy “militante”, y más de dos mil seiscientas corridas o novilladas
presenciadas por él, a uno u otro lado del Pirineo, con todos los gigantes de
la lidia, aplaudidos durante once lustros en maravillosas e inolvidables
actuaciones. El responsable de este shock moral y de esta revelación así como
del completo estado, de asombro primero y luego, de locura general que en este
10 de julio, embargó a la muchedumbre que llenaba la plaza de Pamplona desde el
principio mismo de la lidia del segundo soberbio ejemplar de don Antonio
Urquijo (Murube) fue el diestro Manuel Rodríguez Sánchez, Manolete; el autor de
estas líneas está ya casi a punto hora de poner en duda la realidad del
prodigio o de sus gestas y hazañas llevadas a cabo, sin embargo, en plena luz,
con la lentitud más inconcebible, la soltura más asombrosa y la más milagrosa
sencillez.
Digámoslo enseguida: Como hemos visto, ahí, torear a
Manolete, y en el curso de toda su labor y en sus dos toros, JAMÁS HABÍAMOS
VISTO TOREAR A NADIE ni pensábamos que FUERA POSIBLE HACERLO DURANTE MÁS DE
BREVÍSIMOS INSTANTES ESPORÁDICOS.
Y, más aún, cuando vimos al cordobés realizar su
primer archicolosalísimo faenón de muleta, iniciado con cinco altos
impresionantes de inmovilidad y basado, seguidamente, en fabulosos e ideales series
de sobrehumanos pases naturales con la izquierda, maravillosamente ligados,
prodigio de temple, de ritmo, sin un movimiento forzado, sin la menor impresión
de riesgo y sin embargo –al igual que sus derechazos- de una quietud sin
precedentes, y en LAS PUNTAS DE LAS ASTAS PESPUNTEANDO CON LÍNEAS OSCURAS EL
RASO DEL MAGNÍFICO TERNO BLANCO Y ORO del diestro, cuando aún todavía tiraba
cinco incomprensibles manoletinas, de ejecución inverosímil y de garbo único
vimos a Manolete entrar; derecho, despacísimo, a fondo, magistralmente para
clavar un formidable volapié, hasta la mano y en lo más alto del morrillo,
entonces pensamos haber tenido la suerte impar de asistir a la plasmación de
una proeza extraordinaria y excepcional del famoso diestro y nos dimos por totalmente
satisfechos y dispuestos a aceptar; sin murmurar; una labor facilona y sin gran
esfuerzo por parte del artista en su segundo adversario ya que lo propio del
MILAGRO, es, evidentemente el no poder repetir cada cuarto de hora...
¡Y bien! Con el 5º toro, otro hermosísimo e
imponente ejemplar para la lidia del cual, Manolete, como ya hizo en su
primero, solicitó de la Presidencia, acortase la suerte de varas, el fenomenal
torero estuvo... ¡aún más ASOMBROSO quizás! Y, con todas las mismas perfecciones
milagrosas de ese su toreo de suprema sencillez y del mas incomparable
clasicismo con la misma inconcebible inmovilidad, tan incomprensiblemente
ceñido, sin cesar; a los tremendos pitones del Murube, citando a cincuenta
centímetros de la cabeza, provocando la arrancada más aún con el cuerpo que con
el engaño y sin embargo, ¡SIN MEJORAR NI EN UN MILÍMETRO SU TERRENO!
Fabulosamente, archiinteligentemente, de manera sobrenatural, Manolete esculpió
otra superfaena de más de 45 pases, entre los cuales, por lo menos DIECIOCHO
“SOBRENATURALES” VERDADERAMENTE DE LEYENDA por series de 7 y de 8, ligadas de
manera increíble y TODOEN EL ESPACIO MÁXIMO DE TRES METROS CUADRADOS
–superfaenaza rematada por una espléndida e irreprochable estocada, modelo de
suerte suprema, clavando el acero en la cruz y hasta los gavilanes, y
ejecutando la suerte de modo admirable. De nuevo, y como en el primer toro del
cordobés, el delirio se apoderó de la plaza toda, blanca por doquier por el
flamear de todos los pañuelos y cuando, sin posible vacilación, la Presidencia
hubo otorgado las dos orejas, el rabo y pata (que no quiso Manolo se cortara)
explotó aún más fuerte en loca e inacabable ovacionaza con la obligación para
el torero, imperturbable y sin una sonrisa, contestando con un leve movimiento
de la cabeza...
Manolete ES SUPERIOR A TODOS LOS TOREROS QUE HASTA HOY, PUDIMOS ADMIRAR; ORTEGA impuso, quizás una maestría, más ruda, a los toros mansos, Chicuelo fue más “saleroso”, Joselito más enciclopédico, Belmonte más trágico. Pero Manolete torea clásicamente, IDEALMENTE, sin la menor búsqueda de efecticismos, sin ninguna “concesión” y con la máxima sinceridad, COMO NINGÚN OTRO TORERO HA CONSEGUIDO AÚN TOREAR.
Don
Severo había visto perfectamente el toreo de Manolete y ante toros de presencia
y trapío, había captado que se hablaría de él como timón de una época del
toreo. Feria de la Línea de la Concepción, día 13 de julio, toros de Carlos
Núñez para Cagancho, Gitanillo de Triana y Manolete. Cortó tres orejas rabo y
pata.
En el periódico ABC de fecha 15 de julio podía leerse:
Manolete inicia la faena de muleta con cuatro estatuarios sin enmendarse. (Ovación). Torea al natural y es volteado. Lleva al toro al centro y da otros naturales superiores. Se adorna maravillosamente. Entra a matar y cobra una estocada superior que basta. Gran Ovación, dos orejas, rabo y vuelta al ruedo.
El
miércoles 16 de julio de 1947, festividad de nuestra Señora del Carmen, en
Madrid y en su plaza de las Ventas se va a producir un acontecimiento taurino
de gran importancia.
Se
celebra la tradicional corrida de Beneficencia, pero esta tendrá para siempre
una referencia especial en la historia del toreo. Sería la última corrida de
Beneficencia en que participaría Manolete antes de que el toro “Islero” lo empitonara.
Naturalmente, quien iba a imaginarse lo que después sucedería en Linares. Por lo tanto, la expectación era enorme para ver a Manolete.
En
el cartel se anunciaban 6 toros, con divisa verde y encarnada, de la acreditada
ganadería de don Fermín Bohórquez, de Jerez de la Frontera, para los diestros:
Rafael Vega de los Reyes (Gitanillo de Triana), de blanco y plata; Manuel
Rodríguez, Manolete de blanco y oro y José Martín Vázquez de celeste y oro.
El resultado del sorteo fue el siguiente:
1º.-“Andapoco”,
número 102, Negro bragado, de 486 Kgs.
2º.-“Calvo”,
número 47 Negro Bragado, devuelto.
2º.-
Bis. “Cargador”, de Vicente Charro, de 473 Kgs.
3º.-“Calmoso”,
número 69, negro zaino, de 494 Kgs.
4º.-“Partidor”,
número 91, negro bragado, de 500 Kgs.
5º.-“Babilonio”,
número 55, negro bragado, de 492 Kgs.
6º.-“Blanducho”, número 96. negro bragado, de 474 Kgs.
Los
cinco toros de Bohórquez estuvieron bien presentados y fueron buenos. El
sustituto, de Vicente Charro, soso.
Vamos a hacer un análisis – ficha técnica, archivo del autor- de la que salió la crónica de la corrida vista por el periodista Javier Sánchez Casal.
El
primer espada, Gitanillo, lidió un toro de los llamados
“quedados”. Con el capote estuvo bien. Al toro le dieron cuatro puyazos. Los quites segundo
y tercero fueron muy buenos. Dos pares y medio. Faena de muleta normal, tirando
a buena, para pinchazo y estocada. Silencio.
El
primer toro de Manolete y segundo de la corrida es devuelto. Sale en su lugar
uno de Vicente Charro. Soso en su embestida. Con el capote Manolete estuvo
regular.
Nada
destacado en los quites. Cuatro puyazos y tres pares de banderillas.
Brindis al Jefe del Estado y faena de muleta,
buena, matando de tres pinchazos y una estocada. Vuelta al ruedo.
El
tercer toro de Bohórquez fue muy bueno. Muy bien con el capote Martín Vázquez.
Tres puyazos. Bueno el segundo quite. Faena de muleta extraordinaria para
estocada y descabello. Dos orejas.
El
cuarto toro bueno también. No lo entendió Gitanillo que con el capote estuvo
regular lo mismo que con la muleta para tres pinchazos, una media y dos
descabellos. Silencio.
El
quinto, de nombre “Babilonio”, era un “marrajo”. Manolete estuvo regular con el
capote. El toro recibió cuatro puyazos. No hubo quites y se le colocaron los
tres pares de banderillas reglamentarios.
En
este estado llega el toro a la muleta de Manolete, pero claro, se trataba de
Manolete, nadie esperaba la gran faena pero esta se produjo; estuvo colosal
–empla este término- y en un apartado de la faena de muleta tiene anotado
“cogido y a pesar de eso sigue”; para luego reseñar una estocada fulminante y
el premio de las dos orejas.
El
“Monstruo”, una vez más había cumplido.
El sexto toro bueno también. Bien con el capote Pepín Martín y con la muleta, para media y un descabello. Una oreja.
Juan Ferragut escribió:
Contar y cantar como fueron la dos grandiosas faenas
de muleta realizadas por Manolete en la corrida de la Beneficencia, es empresa
superior a nuestra modestia.
Para contarlas y cantarlas en toda su magnitud necesitaríamos espacio y tiempo bastante para copiar lo mucho de grande y de bueno que han escrito sobre Manolete, durante siete años, las mismas plumas que hoy no sabemos porqué lo combaten y censuran. E ignoramos la razón, porque Manolete sigue siendo quien era; la figura máxima de la torería; el mismo gran torero artista, valerosísimo y con un concepto hondo, heroico, dramático de la responsabilidad que entraña su categoría en el arte y la lidia...
Federico Alcázar en el “Diario Madrid” escribió:
Todo es admirable en este torero. Admirable y
ejemplar. No tiene necesidad de torear y torea. Por mucho que viva no puede
gastar el dinero que tiene. ¿Para que ganar más? Es que no torea solo por el
dinero, sino por vocación, por afición, por temperamento, por satisfacer una
necesidad de su espíritu de su naturaleza. Por eso justamente por eso, es
admirable. El hombre que entre la comodidad y el riesgo escoge el riesgo es
admirable, porque revela un solo carácter y una casta de hombre excepcional,
sino porque esta decisión revela una capacidad de sacrificio singular. Por eso,
precisamente por eso, es ejemplar...
No tenía necesidad de venir ahora a Madrid, y ha venido. ¿Por qué?, sencillamente por un concepto de la responsabilidad que no tienen otros toreros...
Y a Madrid ha venido y ha triunfado. Y, sin necesidad, se ha dejado coger. Se ha dejado coger por un gesto porque en realidad fue Manolete el que cogió al toro; no el toro a Manolete. La pierna quedó tan quieta en el remate, tan quieta y tan cerca, que el toro no tuvo más que alargar un poco el cuello y empuntarlo, sin derribarlo. Y la cogida fue porque, entre el turbión de aplausos y olés sonaron unas voces descontentas. Y para contentar a los descontentados se dejó coger. Y así, cogido, herido y con la pierna sangrando, continuó toreando hiperbólicamente con la mano izquierda, como solo Manolete sabe torear. Y con un solo pie remató la faena. Y con un pie solo, porque el otro no podía apoyarlo en el suelo, entró a matar y tiró al toro sin puntilla. Y entonces se dejó llevar a la enfermería. ¿No es esto admirable y ejemplar en un torero? ¿Son tan frecuentes en el toreo este gesto de hombría, de pundonor y de amor propio? Vamos a hablar en serio y a no engañarnos los unos a los otros contándonos el cuento de la “buena pipa”. ¿Qué torero le hace a esos dos toros lo que les hizo Manolete? Yo creo honradamente que ninguno.”
Tardó en caer Babilonio, una vez estoqueado, 12 segundos, coincidiendo con el traslado a la enfermería de Manolete. El diestrote debió ver rodar a su enemigo desde los brazos de las asistencias. El parte facultativo extendido por el Dr. Jiménez Guinea decía asÍ:
Durante la lidia del quinto toro ha ingresado en esta enfermería Manuel Rodríguez Manolete de 30 años de edad, natural de Córdoba con una herida por asta de toro situada en el tercio medio de la cara externa de la pierna izquierda que interesa piel, tejido celular y aponeurosis formando una trayectoria descendente de 8 cm con grandes destrozos en los músculos perónicos. Pronóstico grave. Firmado: Doctor Jiménez Guinea.
El Ruedo, de fecha 17 de julio de 1947, publicaba la crónica de la corrida de Beneficencia escrita por EMECE. Podía leerse:
La corrida que tenía su ilusión, ha tenido su
emoción también. Aún por encima del gran torero, en Manolete hay el pundonor,
la conciencia estrecha de su responsabilidad.
Y a ella se ha entregado sin reparar si el
sacrificio era grande o pequeño. La corrida de Bohórquez, de buena
presentación, ha salido noblota, pero con casta. Buena la embestida; pero peligrosa,
no por bronca, sino por la codicia, por el celo. Corrida para toreros que sepan
torear y que sean capaces de aguantar. Y Manolete ha aguantado. Hubiera
aguantado de todas maneras. Eran para él todas las miradas y todos los
comentarios. Pero Manolete ha respondido a la expectación desde un quite en el
primer toro hasta que, ya herido en el quinto, ha seguido toreando, cojeando
visiblemente, y aún más apretadamente que cuando comenzó su faena.
El segundo toro ha sido retirado por cojo. Lástima.
El toro era bravo. Y ha dejado paso a uno de Vicente Charro, con el que
Manolete se ha empleado a fondo. Ha toreado al natural con gusto, con calor, y
en los naturales, de puro ceñidos, se ha manchado el traje. Faena justa,
sobrada si acaso. No ha tenido suerte al matar – pinchó tres veces -, y aunque
ha perdido la oreja, ha dado la vuelta al ruedo entre una ovación continuada.
El quinto salió abanto. Correteó. Hasta salió suelto
alguna vez de los caballos; pero Manolete cuando cogió la muleta iba dispuesto
a encelarlo. La faena fue a más. Del tanteo a más cerca, más cerca todavía, y
en un momento insospechado el toro le ha herido en la pierna, sin derribarle.
Pero de la pierna salía sangre, y Manolete ha seguido toreando con más afán,
con el ansia de que no se le escapara, por el percance el triunfo. Todavía ha
dado unos naturales magníficos, ha cobrado la estocada grande, y entonces ya
consintió en que las asistencias le llevasen a la enfermería, hasta donde
Pinturas fue portador de las orejas que le habían sido concedidas.
La expectación se había concentrado en Manolete, y Manolete sabía corresponder, aún a costa de su sangre, a la expectación. Pundonor, aún por encima de su arte de gran torero.
Don
Gregorio Corrochano, escribió de este acontecimiento taurino:
A los toros inciertos no solo hay que esperarles mucho, para fijarlos como Manolete le esperó, sino que hay que tenerles un poco adelantada la muleta para que no duden. A estos toros no se le pueden torear con el engaño retrasado y ahora se ha puesto de moda, torear con la muleta a la manera de frente por detrás, porque va detrás de la línea del torero. Al toro, en cuanto tiene el menor resabio instintivo, incierto, desparrama la vista etcétera hay que fijarles con la muleta y no dejarle mirar a otro lado; esto solo puede hacerse adelantándole la muleta lo que haga falta, para que el toro al embestir no dude, para que no tenga opción entre la pierna y la muleta. Este toro de Bohórquez que no embestía bien y era incierto, vaciló en la arrancada por estar la muleta retrasada, y en un pase con la mano derecha, le hirió de pasada la pierna izquierda. Manolete hizo un gesto de dolor casi imperceptible, encogiendo un poco la pierna izquierda. La primera sensación en el tendido era que le había pisado. Siguió toreando con la derecha y con la izquierda en una faena de mucho aguante, única manera de torear al toro, mansurrón, incierto y corto de cuello. Se notaba que el torero perdía facultades que suplía con coraje y afán de torear. Un hilo de sangre, rayando fuertemente de rojo la media rosa, nos descubrió que estaba herido y nos explicó el por qué de aquel empeño cerrado, cada más cerrado, del torero con el toro. No solo toreaba, quería terminar la faena y matar al toro antes de que la pérdida de sangre le inutilizase la pierna. El gesto era magnífico; solo en medio del ruedo con el toro, sin dejar que nadie se le acercara en su auxilio. Y la zapatilla negra estaba teñida de sangre cuajada cuando igualó al toro, y sabiendo que no podía hacer el esfuerzo de matar, nada más que una vez, pues se le iban las fuerzas, entró a matar, con el ansia que entrara “Frascuelo” después de la cogida del “Gran Pensamiento” y echó a rodar al toro de la estocada. Casi rodaron a un tiempo toro y torero, porque este cayó en los brazos de los que por fin lograron llevárselo a la enfermería. Entonces nos dimos cuenta de lo que es una corrida de Beneficencia: amar al prójimo “más” que a ti mismo.
Después, termina pidiendo la Cruz de Beneficencia para Manolete por lo realizado en el ruedo. Lo que sí podemos decir es que, pese a esta petición, -él era antimanoletista-, cuando se la impusieron al féretro del torero muerto, no estuvo allí.
Una voz, una cornada..., y de los dicho no hay nada.
Por ser vos quien sois.
Ya vino Manolete a Madrid, cuando le pedían sus
impugnadores. Y vino a torear gratis a beneficio del Hospital Provincial. En
los corrales había seis toros andaluces con lámina y trapío.
No tuvo suerte en el reparto. El segundo toro
embestía con mal estilo; tan malo, que el “respetable” lo protestó ¡por cojo! Y
al corral volvió. El sustituto, de don Vicente Charro, tampoco acusó ni bravura
ni nobleza. Pero Manolete estaba allí. Su secreto es que no da a cada toro la
lidia que el toro pide, sino la que él quiere, la suya, que es la que el
público le exige. Por algo es el rey.
No pudo pararse al torear de capa porque no era
franca la acometida del burel. Y se paró con la muleta. Como si de un noble
astado se tratase, lo tomó con sus estatuarios; cambióse luego la flámula a la
zurda, y hubo unos naturales tirando del toro con ese juego maravilloso de
muñeca. Un portento. Cada pase, un clamor de entusiasmo. Nueva serie y nuevas
ovaciones. Tres veces tuvo que pinchar, por quedarse el toro, que estaba hecho
un marmolillo. Las tres por derecho. Y, al fin, haciéndolo todo el espada,
clavó una estocada corta en lo alto (Ovación y vuelta.)
Mal toro el quinto. Ya pudo apreciarse en los
primeros capotazos su incertidumbre. Tampoco Manolete halló ocasión de
emocionar con la capa. De nuevo habría que jugarse el tipo en el último tercio.
Y Manolete, que esta allí...
Unos pases, por bajo y enseguida, dos series de
naturales, llegando hasta la misma cara, corriendo la mano, baja, y erguido el
torero, tieso, hierático...
No era bastante, por lo visto. Y hubo un grito
molesto. Manolete, en la misma cabeza del morlaco, levantó la vista, ofendido.
¡Gritarle a él, que se estaba jugando su vida y sus millones allí, toreando
gratis una corrida benéfica! Toda la plaza reaccionó contra el impertinente.
Siguió toreando el Monstruo más cerca aún, más, más... El toro lo prendió
fácilmente por la pierna izquierda y se vio al torero desasirse con un gesto de
dolor. De dolor moral y de dolor material. Pero continuó la faena. Vióse cómo
la sangre corría por la media rosada. Con esa sangre y con esos sudores amasan
los toreros sus capitales. ¡Bien ganados están!
No se había mirado la herida Manolete. ¡Qué
importaba un desgarro más! Recto entró a matar, y en las agujas clavó toda la
espada. Aún esperó a que rodase el toro. Fue entonces, y solo entonces, cuando
se dejó atar un pañuelo sobre la herida y conducir a la enfermería. Una oreja,
Otra. Las dos. El desagravio. La protesta airada.
Perderá varias corridas. Una actuación gratuita le
supondrá perjuicios considerables. No todos los van a lamentar.
Sé que a ti, Manolete. Te basta con saber que has
hecho un bien a los desvalidos, a los que en el Hospital Provincial esperan la
cura de sus dolencias en los blancos lechos. En otro estas tú, herido el cuerpo
y con el alma sana. Por ser vos quien sois.
K-Hito.
Manolete
una vez operado, es trasladado al Sanatorio de La Milagrosa de Madrid, en la
calle Modesto Lafuente número 14 e ingresado en la habitación número 5 del
mismo.
Hemos
hablado con la hermana Carmen, de avanzada edad, del citado Sanatorio y
recuerda cosas y anécdotas de cuanto el diestro de Córdoba estuvo ingresado
allí. La habitación ya no existe porque era la quinta de la planta baja y con
las reformas realizadas en el citado Sanatorio, hoy es parte del bar.
Convaleciente, el cordobés, concede al Caballero Audaz una entrevista de la que podemos leer, resumidas, algunas de las preguntas y respuestas de Manolete:
¿Don Luís, podré torear las corridas de Valencia?
–inquirió con ansiedad el torero-.
¿Cuándo son las corridas de Valencia? –preguntó el
doctor Jiménez Guinea -.
- Dentro de cinco días.
-
No señor; ni pensarlo. La
herida no está completamente cicatrizada; en el momento que pusiera usted el
pié en el suelo e hiciera esfuerzos con ese músculo, se abriría, y todas
nuestras precauciones y cuidados habrían resultado inútiles. Desde luego no
piense usted en torear hasta primeros de agosto.
-
-¡Verdaderamente que fue
una corrida de mala pata! –exclamó el periodista -. ¿Verdad paisano?
-
-¡ No lo creas!... Yo la
consideré una corrida de suerte.!
-
¿A pesar de la cogida?
-
A pesar de la cogida que
me tiene aquí, fastidiado en la cama desde hace quince días. Se trataba de una
corrida de Beneficencia, en la cual yo no cobraba nada. En estas obras
benéficas el millonario, con sacar la cartera y dar un cheque de cien mil
pesetas, ya está listo; pero yo he tenido la satisfacción de haber colaborado
en una importante obra de caridad con dinero, con mi arte y, porque Dios lo ha
querido, con mi sangre; esto es un lujo que no se lo puede permitir todo el
mundo. Además, tuve la suerte de torear a gusto y bien.
-
Yo creo que la culpa de tu
cogida la tuvo aquel espectador que te dijo no sé qué, cuando estabas encelado
con el toro.
-
¡No, hombre, no! Aquel
“desgrasiao” no tuvo la culpa de “na”, ni cambió la trayectoria de lo que yo
tenía pensado hacer e hice.
-
¿Pero que cosa
desagradable te dijo que yo no pude oírla?
-
En realidad me dijo tantas
que no puedo determinar ninguna. Aquel hombre pertenece a esa clase de gentes
que sienten un gran placer en mortificar a uno, cuando no se puede responder al
agravio y a la violencia con la violencia. Desde que salí al ruedo y dejé el
capote de paseo, empezó a meterse sistemáticamente conmigo, y como lo hizo a
destiempo y con injusticia, a mí me producía algo de amargura, porque en esa
corrida puse toda mi alma. ¡Si lo sabré yo! Y además, salieron las cosas bien
porque Dios quiso.
-
Pero hubo un momento
–insisto yo para profundizar en la psicología de este gran torero frío y
misterioso – en que tu te volviste a él y le dijiste algo después de la primera
serie de pases naturales.
-
¡Hombre, por Dios! ¡Si me
tenía si me tenía ya frito! Que si “ya era hora de que vinieras a Madrid”,
“¡Aquí queremos cogerte!” “Aquí estarás mal y en Valencia peor”; y después que
yo ya creía haber hecho una faena de pases naturales muy ceñida y muy de
verdad, salta el tío y me grita: “¡Lo de siempre, Manolete”; “¡Menos cuento,
menos cuento!”; “Acércate más y menos cuento”; entonces fue cuando yo no pude
más y me dirigí a él.
-
¿Y que le dijiste?
-
Hombre, no sé... ¡Una
barbaridad! ¿Qué le va a decir uno en estos momentos a una persona que procede
con tanta injusticia, y cuando uno se está jugando la vida con tanta ilusión le
apostrofa tan cobardemente?
-
Reímos todos los que
estábamos en la alcoba este gracioso exabrupto Creo que le dije: “¡Baje usté
aquí, so venao, que le voy a dar los veinte naturales que necesita!”, expresado
en un andaluz pastoso y lento de cordobés gracioso e inteligente...
-
Se habla mucho de que
piensas retirarte, Manolo. ¿Es cierto?
-
Me retiro profesionalmente
al final de esta temporada. ¡No hay más remedio!
-
Pero hombre, ¡tan joven!
¿Qué es lo que influye en esa decisión tuya?
-
En realidad, tal vez
únicamente, ¡el hambre que tengo ya de vivir la vida y no continuar siendo un
muñeco y un esclavo de ella! La existencia que llevamos los toreros es muy
triste, aunque el público crea lo contrario. La vida que hacemos es peor que la
de los anacoretas; no sacamos de ella ningún jugo; de un lado para otro, sin
descansar en ninguna parte, cargados de angustia, llevando a cuestas la
vergüenza de las tardes malas, cuando el público se convierte en una fiera
ululante de terrible crueldad, que no quiere ver las razones que hemos tenido
para hacer faenas brillantes a un toro que está huido, que no embiste, que da
cornás a diestro y siniestro, que está quedao o que, muchas veces, está toreao
antes de llegar a la plaza. El público no quiere saber de razones. Ha ido a
divertirse, para eso a pagado caro, y no tolera la menor vacilación ante el toro,
como si la vida nuestra no valiese na. Es muy dura, ¡muy dura!, esta profesión,
porque no hay que olvidar la rabia de nosotros, los artistas cuando nos vemos
insultados por una muchedumbre de cobardes, que no tienen respeto para el
hombre que se está jugando la vida. Nuestras horas de la temporada son una
permanente tortura, siempre con una interrogación en el cerebro: “¡Dios mío!”
“¿Cómo quedaré en esta corrida?”; “¿Me matará un toro esta tarde?”; “¿No
volveré a ver más a mi madre?.” Y sin poder disfrutar de nada, porque todo nos
está prohibido. Yo he cumplido hoy precisamente treinta años, y puede decirse
que de la vida no conozco nada; ¡pero lo que se dice nada! Cuando me retire
empezaré a saborearla sin estas malas preocupaciones que le crea a uno el oficio
“¡Manolo no bebas!.”.. “¡Manolo, no trasnoches!.”.. “¡Manolo, no fumes
demasiado!.”.. “¡No comas, que tienes que torear!.”..”¡No hables tanto con esa
mujer, porque te hace daño y te cambia las ideas de tu profesión!.”.. “Esa
gachí te trae mala pata!.”.. ¡En fin, un suplicio!
-
Dime, ¿cuál es el instante
para ti de más emoción en la corrida?
-
Para mí y para todos, creo
que es el momento en que sale el toro que tenemos que lidiar; y que puede ser
nuestro asesino. Entonces hay algo en nuestras entrañas que nos grita: “¡Ya
está ahí!.” Y ese “ya está ahí!” es mi momento más emocionante.
-
A pesar de la frialdad y
de tu serenidad, ¿llevas miedo por dentro cuando te vas hacia el toro que has
de lidiar?
-
¡Horroroso! ¡A montones!..
Si no se llevara no sería un mortal, ni tendría instinto de conservación...
Para dominarlo es para lo que se necesita echar mano de la voluntad, y el toro
es menos peligroso mientras más tranquilo se está delante de él.
-
Tú sabes que se comenta
mucho tu seriedad en la plaza, - y le agregué, en broma- tienes majestad de
jalifa y desprecios de sultán.
-
Hombre, yo creo que en la
plaza soy como hay que ser; sobre todo como yo lo siento – iba poco a poco
poniéndose serio – El toreo no es una cosa de risa: es un deporte trágico, y, a
mi modesta manera de ver, hay que darle la dignidad y el respeto que merece; no
buscar los aplausos repartiendo sonrisas a un lado y a otro como si fuera uno
una cupletista... Uno puede estar en la plaza a la seis de la tarde, y a la
seis y un minuto en la presencia de Dios. No creo que la cosa sea para tomarla
a risa.
-
A pesar de lo que se
habla, yo te he visto muchas veces lidiar toros grandes, toros de Pablo Romero
y de Miura.
-
¡Como que he toreado más
corridas de Pablo Romero que Joselito y Belmonte juntos, y de Miura todas las
que me han echao!
-
¿Entonces porqué está tan
cundida entre tus enemigos la especie de que prefieres los toros pequeños y
facilones?
-
¡Hombre, esos son cuentos
para los ignorantes A nosotros – y ahora hablo en plural- nos da lo mismo que
el toro pese veinte arrobas o que pese treinta; lo importante y lo que cuidamos
más es la calidad, la constitución del toro; porque el que pese más o menos no
lo hace temible: lo penoso son esos toros, grandes o pequeños, que no tienen
casta y que no hay forma de entrarles por ninguna parte. Lo lógico y natural
sería que el torero escogiera su toro, porque con él tiene que lucirse y
adaptarlo a sus condiciones. A mí, por malicia del público, me ha echado
sesenta sobreros, y cuando ha dado la casualidad de que uno era bueno, mejor
dicho que era toro y no buey, lo he despachado muy a gusto y me han
proporcionado una buena tarde, como me ocurrió en Madrid hace un año en una
corrida benéfica.
-
Y dime Manuel, ¿te
inquieta mucho la muerte?
- Hombre... ¡pues sí!, y pienso lo menos posible en ella. ¿para qué morir, todavía, cuando uno apenas se ha asomado a la vida y se está congelado en los quince años? Que la muerte venga a su hora, ¡bien está!; pero que nos quite de la vida, nos rompa las ilusiones que tenemos para el porvenir, es una pena, y lo que nos inquieta seguramente a todos los que peleamos con los toros...”.
La
entrevista, ya lo dice Manolete, se celebró el día de su cumpleaños, el 4 de
julio de 1947, le quedaban 58 días de vida.
Por
el percance de Madrid, Manolete pierde las corridas de El Puerto de Santa
María, Valencia, Tudela, Barcelona, las de los días 28 y 29 en Valencia, la de
la Coruña y, por último, la de San Sebastián.
Restablecido de la herida, reaparece el lunes 4 de agosto en Vitoria. Los toros son de Bohórquez. Alternan con él Gitanillo de Triana y Parrita. El diestro de Córdoba vistió, el traje rosa pálido que llevaría en Linares por última vez. Cortó una oreja. La expectación era enorme como podemos apreciar en la prensa de la capital vitoriana:
Reaparición
de Manolete en nuestra plaza:
Ya ha desparecido toda duda: el próximo lunes precisamente en la plaza vitoriana Manolete, después de la cogida sufrida en la plaza madrileña. Otra vez más el diestro cordobés ha manifestado su especial atención con Vitoria y, como hace dos años, elige nuestra plaza para su reaparición. Con ello ha ganado Manolete la primera ovación, estruendosa que el público vitoriano le ha de tributar; porque en justicia y en prueba de gratitud se lo merece, dados esos motivos y el interés por Vitoria, con la de su primera muestra ya la dio al comprometerse para dos corridas, cuando otras plazas próximas ni siquiera han conseguido llevarle a ellas una sola tarde. Nos anticipamos, pues, a anotar en la revista de la primera corrida, la ovación grandiosa que el público vitoriano agradecido, le va a tributar a Manolete el lunes.
Gregorio Altube escribió de este acontecimiento:
En su segundo toro, el quinto de la corrida, estuvo desafortunado. Cuando salió el sexto toro Manolete padecía ese tifón de la bronca que quiere alejar al diestro. El público se franquea a veces y en aquella ocasión voceaba, claramente, que prefería no verle torear; sin embargo, entonces, cuando nadie iba a agradecérselo, cuando su intento incidía de nuevo la ciega indignación, Manolete se lanzó a un quite brutal. Fueron dos lances y una media verónica, tan ceñida, que abortó en recorte. El toro, en el viaje, llevaba la cabeza alta , el cuerno izquierdo iba derecho al corazón; Manolete aguantó impávido, suicida, y entonces le vimos morir; estuvo muerto, y si no se ha sabido es porque el toro, ladeando la cabeza, evitó que lo difundieran los periódicos...
Pueblo publicaba de esta corrida:
Lo
real es que Manolete tiene en todas sus actuaciones que convencer y vencer.
Transformar en palma el grito exigente ante el enemigo que no sabe de famas.
Esa fue su lucha de ayer, esa es la que le espera, y no creo que ello le
asuste. Con genio, como digo, quedaba su primer enemigo. En dos lances y medio
torerisimos le aclamaron. Hasta los decididos a enfadarse siempre, y la faena
de muleta de naturales a ceñidas manoletinas, finalizada con estocada corta
certera, tuvo coro de muchas ovaciones y minoría de protestas, culminadas estas
en el quinto de la tarde, un burel distraído que hacía hilo con todos tardía y
cobardemente, rebrincando y coceante en el primer puyazo de Atienza II, al que
hasta dedicaron palmas. Llevado el toro a otro tercio, codicioso el animal en
su desigual pelea, quedaba dormido bajo el colchón, y lo que iba normal se
desató en un intenso granizar de almohadillas rápida retirada del varilarguero
y trabajo de los rehileteros entre un mosaico prieto de cojines. Buen ambiente
para torear un torero que a diario y a rotundo triunfo tiene que mantener su
fama en la taquilla y en tendidos y tertulias, ¿no? Y el cordobés, flemático
por fuera, y con esa clarividencia de vencedor a cuenta de la pelleja por
dentro, ímpetu de toreros de historia, en unos palmos de terreno, festoneados
de cubre asientos, al toro tardo, frentón, de grandes astas, lo encela, lo
templa al natural, y el arco iris del triunfo gotea sobre la arena sombreros,
lanzados quizá por la misma mano que la otra clase de proyectiles. La faena, la
gran faena, culmina con cuatro naturales y el de pecho para el aficionado y en
unos redondos con la vista en los graderíos, para el espectador. Hay un momento
de unánime clamor hasta dejar el de Córdoba el alfanje casi entero arriba. De
dos golpes descabella, y esto aguijonea el mal humor de unos pocos, que le regatean
la oreja concedida, depositada por Manuel Rodríguez con mucho mimo sobre la
arena que limpiaban las asistencias de obstáculos.
Las
ovaciones de los más le hicieron salir del callejón y recoger prendas –de
zapatos a ramos de flores- y ovaciones a la redonda.
Para Manolete han terminado los tiempos idílicos.
Al día siguiente, 5 de agosto, repite con toros de Sánchez Cobaleda al lado de Juan Belmonte y Luís Miguel Dominguín. Corta un trofeo. Don Antonio Bellón, periodista del diario “Pueblo” anotó en su cuaderno de notas que siempre llevaba:
Llenazo.
Sol y tarde fresca. Himno Nacional, Doña Carmen Franco aparece en el palco...
Ovaciones
y gritos en el paseíllo a Manolete. Pasodoble Manolete. Manolete, corean.
Saluda a Dominguín. Galopan los alguacilillos.
Juanito,
de perla y oro. Manolete, de blanco y oro y Luís Miguel de celeste claro y oro.
2º
Manolete brinda a Doña Carmen...
Ovación
y pitos. Sonríe Manolete, Palmas al torete. (Pasodoble Manolete)
5º Pega Atienza II y se sale con el toro para afuera. Se hinchan de tirar almohadillas, y el ruedo queda inundado de ellas. Gran faena. Estocada entera, descabello. Oreja y ovación. Tira la oreja, que recoge un mono. Ovación y vuelta al fin. Prendas de vestir, botas y ovación. Ramos de claveles ante él. No chillan.
Se publicaron otras crónicas, respecto de la reaparición del cordobés en Vitoria:
¡Ya
hemos visto a Manolete!
Esto pertenece también a lo venturoso. Hemos visto a Manolete; aunque muchos escépticos se hayan sorprendido de ello. Y le hemos visto, salvo alguna pasajera ocultación, tal cual es, ¿Monstruo? Es posible. Por lo menos diremos que pese a los derrotismos, Manolete es algo excepcional, de una clase especial, con ese “quid” del que otros toreros carecen. Porque en una suerte que lleva el mismo nombre en él o en otro torero, al realizarla el cordobés se advierte una irradiación externa que fluye de una aptitud interior que es como el genio o el numen que inspira y da movimiento a las acciones. Arte y valor, que, sin arrimarse al toro, no se hubiera manchado Manolete la chaquetilla de sangre el primer día, ni ayer la taleguilla. Que él sabe lo que hace más que cualquiera que ve el toro con prismáticos lo demostró en aquel mismo segundo toro del lunes; y aquí fue precisamente en sus malamente repetidos pinchazos certeros y dirigidos sin error,; pero sin efecto por la adversidad de tropezar con el trozo de puya incrustado en el toro. Y lo demostró también ayer cuando de un bicho que el público creía entender deshecho, hizo la admirable faena en la que borda los primores áureos de su arte de filigrana.
Manolete
lidió los toros “Bondadoso”, número 53 y Granicero, número 15.
Terminada
la feria de Vitoria, para Manolete su última feria, siguen sus actuaciones.
Es
ahora en Santander donde el 6 de agosto, estoquea toros de don Ignacio Sánchez
Sepúlveda al lado de Gitanillo de Triana y Pepín Martín Vázquez.
Tarde
de éxito del diestro cordobés. Destacó su faena la quinto de la tarde con
estatuarios y naturales en un palmo de terreno. Gran estocada. Se le conceden
las dos orejas y el rabo.
Queda
para el recuerdo de quienes le vieron esa tarde, una media verónica a pies
juntos, con las manos bajas, rematándola una cuarta por debajo de la cadera.
Volverá a esta plaza el día 26 de agosto.
Valdepeñas, 8 de agosto, toros de Concha y Sierra para Curro Caro, Manolete y Pepín Martín Vázquez. En la reseña publicada en la prensa podía leerse:
Manolete cortó las dos orejas y el rabo del segundo y oyó palmas y pitos en su segundo.
Pepín
Martín Vázquez al iniciar el segundo natural fue empitonado grave y operado en
la misma enfermería de la plaza por el doctor Izarra quien extendió el
siguiente parte facultativo:
Durante la lidia del sexto toro ingresó en la enfermería de la plaza el matador de toros Pepín Martín Vázquez, que padece herida producida por asta de toro en el tercio medio del muslo izquierdo, cara anteroizquierda, con gran dislaceración muscular, contusión intensa del paquete vascular nervioso, en un trayecto de diez centímetros, y fuerte hemorragia. Pronostico muy grave. Firmado: Doctor Izarra.
Después
de la operación y, en el coche de Manolete, Pepín Martín, fue trasladado a
Madrid conducido por el diestro cordobés. En el sanatorio de Toreros fue
nuevamente intervenido por el Doctor Jiménez Guinea.
Esta
cornada sería definitiva en la trayectoria de Martín Vázquez y supondría
un declive poco a poco del torero, pues toreó 30 corridas en 1948; 23 en 1949;
9 en 1950 y 12 en 1952. En 1951 no toreó.
San
Sebastián 10 de agosto. Toros de don Alipio Pérez Tabernero, para Gitanillo de
Triana, Manolete y Manolo Navarro.
En
el patio de cuadrillas Carlos Arruza saluda a Manolete y se hacen la que sería
la última foto juntos. Manolete al lado de Carlos sonríe y parece desafiante al
destino. No hay corte de trofeos aunque torea bien a toros de trapío.
Destacaron sus clásicas manoletinas y una tanda de derechazos rozando el toro
la taleguilla.
Día
11 en Huesca, toros de Domecq para Juan Belmonte, Manolete y Paco Muñoz.
Manolete corta una oreja.
Gijón,
15 de agosto, lidia Manolete toros de Urquijo al lado de Juan Belmonte y Paco
Muñoz, el mismo cartel de Huesca. Triunfo del cordobés: dos orejas.
El
día 16 es en San Sebastián donde mata toros de Villamarta teniendo de
compañeros a Juanito Belmonte y Luís Miguel Dominguín.
Manolete y Luís Miguel se saludan en el patio de cuadrillas. En la foto que inmortaliza el momento, el Monstruo, mira para un lado, Luís Miguel para otro. Cada uno a lo suyo. Hubo triunfo y cortó dos orejas el torero cordobés.
Don Sincero, escribió:
Para el 16 estaban anunciados toros de Arturo
Sánchez Cobaleda, un lote muy bonito, bien criado, de peso reglamentario pero
de armazón poco aparatosa. Con estos bichos, el diestro temió nuevas protestas
de... sus “amigos” y rehusó torear los Cobaledas enseguida de terminarse la
corrida del día 10. Entonces la empresa, a petición del diestro, hizo una
selección en varias corridas de Villamarta que, para las distintas plazas que
regenta, había comprado y el 16 presentó un lote magnífico, el lote de seis
toros de más peso lidiado en toda la temporada, todos pasaron de 320 kilos en
canal y rebasó las 27 arrobas de promedio, pasando de las 30 dos de los bichos,
(1º de Manolo y 2ª de Luís Miguel).
Por fin para la corrida extraordinaria que la
empresa, segura del lleno a reventar cada vez que torea el de Córdoba, quiere
organizar sobre la “marcha”, el diestro ha puesto como condición única que los
toros rebasen las 25 arrobas.
Los Villamarta del 16 constituyeron un lote de lo
más “serio” con el cual se afirmó, esplendorosa, la asombrosa y magistral clase
del cordobés pero también, a la par; la inaudita antipatiquísima y ridícula
mentalidad de algunos elementos de la masa cuyo gusto por todo lo mediocre se
muestra en constante rebeldía en contra de los que supera su limitada
comprensión de talento, sea cual fuere este, y mucho más limitada aún del GENIO
Manolete, de celeste y oro con el segundo Villamarta (de más de 30 arrobas)
había estado milagroso en una faenaza de muleta del más prodigioso estilo con
espléndidas series de estatuarios, de derechazos, de naturales zurdos dignos de
ser archivados, con perfecta inmovilidad, sin par, y majestuosa en rítmia, un
verdadero curso de “toreo ideal”, “soñado”, desarrollado como ante un espejo,
“de salón”, y rubricado por una grandiosa estocada, casi hasta el puño,
recetada con decisión y la máxima honradez...
La presidencia había otorgado los máximos trofeos (pidióse insistentemente la PATA que no se cortó) con acompañamiento de enormes vítores, vueltas al ruedo apoteósicas y varias salidas.
Don Antonio Bellón, que acompañó, en muchas ocasiones, a Manolete, años más tarde, en 1967, un 22 de agosto, respondió en una entrevista para El Ruedo:
La última corrida que le vi fue en San Sebastián, en la Semana Grande, dentro ya del aura fatal de Linares. Pocas veces he visto un público tan envenenado, tan maligno, tan perverso; fue una tarde de esas en que se acaba un gran torero.
Federico Alcázar en el diario “Madrid” escribió de esta corrida:
El arte asciende siempre hacia una cima ideal que no lograron situar los geógrafos. Hacia esa cima se remontó esta tarde el arte de Manolete en el segundo toro. Había toreado bien, parado y ceñido, en los lances de salida; pero donde culminó fue en el quite. Adelantó los brazos, embarco al toro y lo llevó de un lado a otro con una pausa, con una cadencia, un ritmo y una templanza de maravilla. Y al rematar, todo el vuelo amarillo y grana del capote plegado sobre la cintura, y el toro babeando la seda del calzón. Y la plaza salta en un clamor, que se prolonga hasta que el torero con las dos orejas y un clavel, recorre triunfalmente el ruedo, seguido de un cortejo de ovaciones. La faena tiene u prologo por alto espléndido. Tres ayudados de majestuosa planta y valerosa cercanía. Y, al rematar, la muleta sobre la derecha, se adelanta suavemente para enganchar al toro y ligar cuatro pases prodigiosos. Quietud en la figura. Pausa en los brazos. Y la muleta que anda despaciosa y lenta, baja y templada, mientras la cintura se quiebra suavemente y los pies giran pausados y lentos, acompasando la suerte en toda su larga y honda trayectoria. Magnífica y sobria elegancia. Prodigio de temple. Maravilla de mando. Majestuosa planta torera. Porque no es el pase ni los pases. No es un problema de cantidad, sino del estilo que sella su toreo. Una aclamación los sigue. Y entre los clamores se escuchan los compases de la música que acompañan la faena. Ahora desafía con la izquierda. No se acopla, no se centra bien en los dos primeros pases; pero en los tres últimos la muleta ciñe y templa la suerte con recreo y suavidad en la andadura y en el giro. Y en el remate tantea el pase de pecho, se adelanta la pierna y se echa el toro por delante gallardamente. Y después, las manoletinas, de lento, pasado y ceñido giro sobre los talones, al filo de las astas, donde engendra y desarrolla la suerte. La plaza aclama enardecida, y, luego de un molinete y de abanicar al toro, arranca derecho a matar con soberano estilo de matador y coloca una soberbia estocada, de la que dobla el toro. Le dan las dos orejas, recorre el ruedo en triunfo, y todavía tiene que salir a los medios, empujado por los aplausos. Y en este toro acaba el entusiasmo, porque en el quinto, que es un manso que sale venciéndose del derecho, y que está a punto de llevarse a Manolete por delante, no hace nada, y el público se divide. Le pone la muleta en los hocicos, espera a que el toro meta la cabeza, a un palmo de las astas, pero el manso se limita a oler la tela y a no tomarla. Convencido de que nada se puede hacer, monta la espada y coloca una gran estocada, que mata. Y surgen las protestas y los aplausos, que se prolongan hasta la salida del último toro. Todavía, en un quite magnífico, se funden protestas y aplausos en un clamor; pero continúan los gritos de los más exaltados. Contrastes y pasiones de la fiesta, que le dan vida y alma.
En
un descanso de esta corrida se produce la famosa y corta entrevista, para la
radio, inmortalizada en una foto por Cano, que el periodista Matías Prats le
hace, ante los micrófonos de Radio Nacional,
al Monstruo quien después de la entrevista, “off de record”, le
confiesa: “ Me piden más de lo que puedo dar... Matías, que lejos veo
octubre.” ; absoluta premonición. No llegaría. La muerte le esperaba en
agosto y en Linares.
En la noche del 16 de agosto, después de la corrida, Manolete va a ver a su madre que veraneaba en San Sebastián. Son los últimos momentos que pasará con ella. Doña Angustias le dice que pasa muy poco tiempo con la familia y él le contesta que tiene muchos compromisos y que no tiene tiempo para nada. Se despide de su madre, porque al día siguiente torea en Toledo.
-
Un beso, madre.
- Te veo muy desmejorado,
Manolo... ¡Cuídate, hijo!
- Lo haré. Adiós.
Ya
no la verá más.
Toledo,
17 de agosto. Toros de Escudero Calvo para Gitanillo de Triana, Manolete y Paco
Muñoz.
Alfredo Marquerie escribió en El Ruedo:
Estuvimos en el apartado, y en el sorteo, y después de presenciar ambos con el ritual de costumbre, sombreros sin forro, papeles de fumar escritos a lápiz, caras serias de los apoderados y lecturas de espaldas gradual y morosa, como se ven las esquinas de los naipes en el póker; comprobamos que Camará cambia el lote pequeño por el grande. Cuando preguntamos el por qué, se nos responde: “Sabe que a Manolete le exigen y da...
A
propósito del sorteo de esta corrida, casi como en todas, estaba el periodista
de “Pueblo”, don Antonio Bellón, con su famoso sombrero blanco dentro del cual
se metían los papelillos para el sorteo. Este sombrero figura en el museo
particular de Paco Laguna en Villa del Río, entre otros recuerdos manoletistas.
El
subalterno Boni fue el encargado de sacar las papeletas de los sombreros – el
de don Antonio y tapándolo el del mayoral- que portaba Pascual Montero.
En
el patio de cuadrillas y fotografiados por Cano pueden verse, vistos desde la
Presidencia, a la izquierda Manolete, serio, concentrado; a la derecha
Gitanillo de Triana, sonriente y en el centro a Paco Muñoz.
Manolete vestía de lila y oro; Gitanillo de verde y oro y Paco Muñoz de también de lila y oro. Del reportaje gráfico se deduce que los toros no estaban sobrados de peso, pero sí lucían una cornamenta astifina y algunos eran engatillados de pitones.
Antes de salir para esta ciudad, Manolete hizo unas declaraciones al periodista Juan Ferragut –publicadas en el semanario Fotos- que luego reprodujo en su libro Vida, triunfo y muerte de Manolete de la que entresacamos lo siguiente:
Yo no conocía
personalmente a Manolete. Pero cuando en la corrida de la Beneficencia de
Madrid resultó herido, fui a visitarlo al Sanatorio de la Milagrosa.
Y Manolete me dio la sensación – contra lo que la
leyenda cundía- de un hombre franco, cordial, simpático. Ni sequedad esquiva ni
cautela recelosa. Gravedad viril, seriedad sencilla, sin afectación ni
soberbia. Expresión serena de un carácter acendrado. Y en sus ojos, de párpados
anchos, una mirada grave, honda, observadora, matizada de melancolía...
No pude localizarlo sino cuando apenas faltaban unos
minutos para que Manolete emprendiera viaje a Gijón donde había de torear por
penúltima vez. Y acuciado por el tiempo nuestro dialogo fue breve.
-¿Qué quiere decir que la corrida de la Prensa acaso
sea la última que toree en Madrid? ¿Se va usted a retirar de los toros esta
temporada?
Por
lo menos el año que viene, y no sé si acaso durante un par de ellos más, no
pienso volver a vestirme de luces en España, como no sea para alguna corrida
benéfica. Esta es una decisión firme...
-
Lo dice usted con
tristeza, como si estuviera amargado.
-
Es verdad. Estoy
disgustado... El público es cada vez más exigente conmigo. Yo hago todo lo que
puedo por estar bien, pero para mí no se tienen en cuenta las condiciones de
los toros...
Quieren
que a todos les haga una gran faena, y eso no es humanamente posible... Y no me
toleran ni disculpan nada. ¡Que más quisiera uno que hacer siempre faenas
magníficas! Ahora, en las corridas del norte, he podido apreciar bien esa
hostilidad que creo injusta... Si a otros compañeros les ha salido un toro
manso, la gente le ha aconsejado: “Mátalo”, aunque sea de cualquier manera,
porque apreciaban que el toro no se prestaba al lucimiento. Pero cuando a mí me
ha salido un toro igual –me he tropezado con alguno francamente ilidiable-
aunque me he arrimado y he hecho todo lo posible para que todos vieran que el
toro no tenía faena, y lo he matado muy decorosamente, me han regateado los
aplausos y hasta me han silbado...
- ¿Y a que atribuye usted esa actitud del público?
Manolete sonríe levemente, con una sonrisa impregnada de irónica tristeza.
- ¿A
que va a ser? A lo que la gente sabe o calcula del dinero que gano. ¡Como si el
ir a verme torear no fuera para todos un acto voluntario y se hubiera publicado
una ley obligando a todo el que tenga trescientas pesetas a gastárselas en una
barrera cuando torea Manolete.
Medita
un momento el torero, y con un acento hondo, sincero, en el que palpita la
amargura, me dice:
- Créame
usted que si no fuera porque ya están firmados los contratos de las corridas, o
apalabradas, que es igual, y el no cumplirlos sería una deslealtad o una
cobardía, desde ahora mismo no me volvía a poner el vestido de torero en
España.
- Pero
según he oído –le interrumpo-, a América si va a ir usted a torear...
- Efectivamente.
- ¿Es que allí –insinúo- será para usted más fácil o más cómodo torear?
Vacila un instante Manolete. Y tras pensarlo responde:
-
Es... otra cosa. En
América el público me ha exigido siempre tanto o más que aquí. Pero allí no he
notado, como aquí, que el público esté pendiente más de lo que gano que de lo
que hago. Es otro ambiente aquél... No sé si es porque están más acostumbrados
o le dan menos importancia al dinero... En América saben que Joe Louis, el
campeón mundial de boxeo, cobra trescientos y cuatrocientos mil dólares por un
combate, y que “Cantinflas” gana unos millones de pesos todos los años, y eso
no les asombra... Lo único que exigen es que Joe Louis de buenos puñetazos y
“Cantinflas” les haga reír... Y si hacen eso, ya no les importa el dinero que
ganan...
- Tiene usted razón Manolete. Pero tenga usted en cuenta que España durante siglos ha estado dándole tantas cosas grandes al mundo, que no nos quedó tiempo para ahorrar dinero. Y si ahora le damos tanta importancia al dinero es porque vemos que sólo por la fuerza de ese dinero que nosotros desdeñamos hay quienes anda por ahí dándose demasiada importancia.
Esta
fue mi conversación con Manolete.
La
corrida de Gijón le da la razón a lo ya expresado por Manolete, porque los
toros de don Luís Ramos fueron mansos y difíciles. El público se mostró hostil
y protestaron lo realizado por Manuel Rodríguez.
Marcha
a Santander y es huésped de los Marqueses de Argüelles en su casa de
Ribadesella y de allí sale para torear en la capital el día 26.
Los
toros son de Rogelio Miguel Del Corral –que resultaron desiguales y mansos- los
estoquea al lado de Juan Belmonte y Rovira. El cordobés no corta trofeos. Da la
vuelta al ruedo en su primero. En el quinto –un toro manso- faena de riesgo
para estocada y descabello. El público le reconoció su labor.
Una
vez finalizada la corrida sale Manolete y su cuadrilla para Linares donde torea
el día 28. La muerte ya le ha designado fecha y hora.
Antes
de emprender el viaje el representante
de Manolete en Madrid, Sr. Bermúdez, se ocupa de los detalles de una corrida
que el diestro de Córdoba toreará, en septiembre, para la construcción de casas
baratas, que el obispo de Córdoba, Fray Albino tiene en proyecto. Esta corrida
no se celebraría nunca.
También
fija las condiciones de su actuación en la corrida de la Prensa que se
celebrará en Las Ventas en septiembre. Los toros serán de Rincón. No los ha
elegido él ni los compañeros que irían en la terna. Hubo comentarios al respecto
de los malintencionados. Camará, su apoderado, declaró:
- La Asociación de la Prensa merece demasiados respetos para andarle con imposiciones. Aparte de que no los tenemos con nadie. Manolo toreará a gusto con cualquier compañero.
El
miércoles 27 de agosto de 1947, en las primeras horas de la noche viaja
Manolete a Linares.
Va
en su coche, el Buick azul matrícula M-75.545, acompañándole su apoderado, don
José Flores, don Antonio Bellón, amigo del Monstruo, y su mozo de
espadas Guillermo. Sabemos de primera mano cómo se realizó el viaje gracias a
la pluma de don Antonio que escribió:
...El viaje hacia su muerte gloriosa lo hizo
Manolete desde Madrid, pálido, preocupado, con su fiel mozo de espadas
Guillermo –el visitante diario a su tumba- al volante, y en el asiento de atrás
Camará preocupado, y yo cronista taurino de “Pueblo”, que procuré distraer con
mi charla a los viajeros. Cenamos en Manzanares. Durante la comida planteé el
siempre eterno tema de la rivalidad entre Joselito y Belmonte. Camará, entusiasta
de su padrino de alternativa, Joselito “El Gallo”, replicaba a mi belmontismo.
Manolete ironizaba. Terminó la cena, satírico Camará y diplomático el cronista.
Manolete se puso al volante; atrás, pronto se durmieron Camará y Guillermo.
En aquél último viaje, Manolete, -Manzanares en el
kilómetro 173, Linares a más de 300- me habló de sus amarguras y contrariadas
ilusiones. Su plan era terminar la temporada y, pese a todo, casarse.
Terminar como torero, dándolo todo, solo o en
conveniente competencia y buscar su íntima felicidad que oscura, y tormentosa
se le ofrecía.
Llegamos a Linares. Al pasar junto al hospital donde
moriría, en la noche del siguiente día, recordó que anterior feria, su coche
atropelló a una chiquilla a la que llevó, abrazada a él a que la curasen sus
lesiones dolorosas en el hospital. No se olvidó de aquél cariñoso ir abrazado a
la muchachilla, Manolete, el soñador de paternidades tranquilas.
El hotel Cervantes. Saludos, abrazos. El cariño
diplomático, del clan de amigos de Luís Miguel. Manolete con sueño, demacrado,
molesto de prisas intestinales. Al fin el silencio y Manolete en su último
sueño. Apartado mañanero de la miurada, que estuvo destinada, y perfilada para
Murcia. Dominguín padre, sapiente, hábil, cordial con Camará. “Gracias Pepe por
estar Miguel en esta corrida”. “Va a estar en más Domingo”. Y los dos hombres
fuertes y duros del toreo miran y remiran a “Islero” y sus hermanos, Camará
habla, indica, sugiere en el apartado. Dominguín calla y otorga. Dos sabios
poderosos de los intereses difíciles por dentro del toreo y taurinismo. Ya
estaba hecho el sorteo. “Islero” - ¡ay, dicen que no hay quinto malo-¡ saldrá
el penúltimo.
Manolete, aliviado de sus retortijones, recibe entusiastas visitas. Los de Dominguín le desean suerte. Los fieles Chimo y Guillermo, le visten de rosa y oro. El firme pulso de Manolete enciende la mariposa, que parpadea ante las protectoras; reza fervoroso, y ordena de vuelta a lo mundano, que al volver de la corrida se le tenga preparada una conferencia con un balneario granadino donde está la que, en días, será su esposa. Y... ¡a la plaza!
El crítico Bellón se refiere al sorteo. Por medio de unas declaraciones hechas por don José Flores, Camará, al periodista Tico Medina en el programa de TVE, Así fue, emitido en 1973, vamos a aclarar los enigmas y equivocaciones que para muchos aficionados todavía subsisten en cuanto al cambio de toros y otras.
-
Don José Flores, Camará,
como apoderado de Manolete entonces, me quiere usted decir que prometió no
volver a Linares desde el día en que murió Manolete.
-
Prometerlo no lo prometí.
Lo que he hecho es no ir.
-
Usted estaba en el cuarto
aquél día en se vistió Manolete ¿no es cierto?
-
Si, señor.
-
Aproximadamente, que usted
recuerde, ¿cuantas personas había en la habitación?
-
Pues que yo recuerde
estaba su cuñado Rafael Torres, estaba Álvaro Domecq, estaba Manuel Sánchez
Dalp, estaba Jerónimo García, estaba Antonio Ortiz, un muchacho amigo suyo de
Córdoba y varios más.
-
Don José, ¿notó usted algo
raro a la hora de vestirse el torero?
-
No, nada.
-
¿No había ningún
presentimiento?
-
No, que yo notara nada.
Estaba tan tranquilo como siempre.
-
Usted volvió y habló con
Manolete y le contó que había estado en el sorteo ¿no es así?
-
Si,
si, si.
-
¿Qué pasó el sorteo ?
-
Pues verás, Tico, en el
sorteo pasó lo siguiente: la corrida de toros era una de las llamadas terciadas
y a él le tocó un toro chico y un toro mayor, que fue el mayor de la corrida
que fue “Islero” y entonces yo cambié el toro chico se lo cambié a Gitanillo
por uno mayor que fue el primero que mató.
-
O sea que no fue en ningún
caso el toro “Islero” el que usted cambió.
-
No, no, de ninguna manera,
ese le tocó a él en su primera hora y lo mató.
-
Don José, dígame una cosa
que yo quiero saber, ¿el toro estaba afeitado?
-
Afeitado no estaba el
toro, te lo puedo pero jurar, que no estaba el toro afeitado. Manolete ha sido
de los toreros que, desde su época para acá, ha sido el que menos toros
afeitados a toreado, porque tenía la manía de que los toros afeitados le
punteaban la muleta.
-
¿Cuánto cobró Manolete
aquella tarde?
-
Doscientas mil pesetas.
-
¿Era mucho o era poco?
- Hombre, para aquella época era mucho.
Don
José Flores, relata los hechos tal como sucedieron y queda claro que el toro Islero
ni estaba afeitado ni fue cambiado. Le tocó en suerte.
Otros de los testigos de aquella corrida fue Luís Miguel Dominguín. El diestro declaró a Tico Medina en relación con el ambiente previo de este corrida:
-
Luis
Miguel, ¿notaste algo especial en Manolete aquella tarde?
-
Yo
al cabo del tiempo lo que creo es que, si me lo preguntan antes hubiera dicho
que no, pero después de la cornada pienso que este hombre quería morirse. Fue
muy extraño. Estábamos en un pequeño hotel, muy pequeñito. No me acuerdo como
se llamaba, creo que el hotel Cervantes o algo así ¿no?
Yo estaba en una habitación cerca del único baño que había en nuestro piso y él tenía que pasar por la habitación para ir al baño. Pasó, normalmente, como cualquiera puede pasar en estos momentos y entonces, al volver, entró en la habitación donde estaban una buena cantidad de sus “titulares partidarios”. Me pareció, después; después, te digo, no antes, que había notado un rictus de amargura, de desesperación, no sé, en fin, muy lógico dentro del tipo de vida que nosotros tenemos. Que se siente uno un poco molesto cuando una serie de seguidores de hace mucho tiempo y de pronto te sientes un poco como traicionado, como si dijéramos, engañado porque estén tus partidarios con otro. No quiero decir con esto nada, en fin, no quiero decir con esto nada para molestarlos a ellos, que ellos saben muy bien quienes eran. Lo que si quiero decir es que este hombre estaba un poquito desesperado. Estaba un poco fuera de ambiente y dijo: “que ganas tengo de terminar, que ganas tengo de que acabe la temporada”. Dijo algo más que me hacía hasta gracia y se lo dije: “Pero, Manolo, pero por Dios, si la temporada está muy cerca” con esa ingenuidad propia de la juventud. Me dijo: “Ya llegarás a notarlo”. Yo creía que aquello no podía llegar. Y la verdad, es que también ha llegado para mí.”
Ese era el aire que se respiraba y que testigos de
la tragedia captaron ese día antes de la celebración de la corrida.
Manolete, vestido de rosa palo y oro, está a las
17,25 horas del día 28 de agosto de 1947, en la puerta de cuadrillas para hacer
su último paseíllo.
Antes de salir, se hace una foto con el cabo de la
entonces Policía Armada, Juan Sánchez Calle, amigo suyo, y que luego tendría un
protagonismo importante a la hora de las transfusiones de sangre después de la
cogida.
El periodista Tico Medina le preguntó al cabo:
-
Dígame usted una cosa, Sr.
Sánchez, ¿Cómo le encontró aquél día?
-
Perfectamente y hasta
optimista.
-
¿Incluso sonreía?
- Si señor.
A las 17,30 en punto hace sale al ruedo Manolete y
hace el paseíllo en el lado izquierdo, visto desde la Presidencia, en el centro
Luís Miguel Dominguín y en el lado derecho, Gitanillo de Triana.
La prensa de Cádiz en la , “Hoja del lunes”, de fecha 29 de agosto de 1947, informaba de la corrida:
Manolete
ha sufrido una gravísima cogida en Linares. Fue empitonado por su segundo toro
al que mató de manera soberbia. Durante la noche se le aplicaron tres
transfusiones de sangre.
LINARES,
28.- Primera de feria. Gran expectación por la presentación de Manolete y Luis
Miguel Dominguín. En los tendidos se encuentran aficionados de toda España.
Lleno imponente. Se lidian seis toros de don Eduardo Miura para Gitanillo de
Triana, Manolete y Luís Miguel Dominguín.
Primero.- Tres verónicas
superiores de Gitanillo de Triana (Palmas). Quite superior de Gitanillo
terminando con media verónica muy ceñida. (Ovación). Manolete y Luís Miguel
quitan superiormente. (Ovación). Gitanillo de Triana brinda al público y
empieza con tres pases por alto, dos por bajo, tres naturales y el de pecho.
Sigue valiente y da un molinete bueno, más pases para una gran estocada.
(Ovación y petición de oreja).
Segundo.- Cuatro verónicas
imponentes de Manolete. (Gran ovación). Brinda al público y da tres pases
colosales por bajo. Tres naturales en la misma cabeza del toro. Sigue
temerario. Da un pinchazo bueno y estocada. (Ovación, petición de oreja y
salida).
Tercero.- Cuatro verónicas
y media buenas de Luís Miguel. Quite precioso del mismo y termina con una
revolera (Ovación). Brinda al público y da tres estatuarios colosales, cuatro
naturales inmensos, otros seis ligados con el de pecho muy ceñido. (Música y el
delirio). Más naturales que entusiasman. Pases de rodilla. Dos pinchazos y
descabello. (Gran ovación, oreja, vuelta y salida).
Cuarto.- Gitanillo lo
recibe con cuatro verónicas. Empieza con tres pases de tanteo por bajo, dos
derechazos, un natural, tres pases más por bajo y sufre un desarme. Estocada.
(Palmas).
Quinto.- Manolete lo
recibe con tres verónicas superiores. Da cinco naturales imponentes y desafía
al bicho en los mismos pitones. Otra serie de naturales inmensos, molinetes y
de rodilla. El delirio. Caen prendas de vestir. Cuatro manoletinas inmensas,
pases por alto colosales y sigue con otros diversos para una estocada inmensa
en la que sale prendido y derribado. En brazos de las asistencias es trasladado
rápidamente a la enfermería, al parecer, con una cornada pues lleva la ingle
llena de sangre. A la enfermería le llevan las dos orejas y el rabo que le han
sido concedidos.
Sexto.- Luís Miguel
empieza con tres pases por bajo y sigue con tres naturales superiores, otros
seis naturales y el de pecho. Media estocada superior y descabello. (Ovación y
petición de oreja).CIFRA.
MADRID 28.- A las diez
menos cuarto de la noche salió con dirección a Linares, en automóvil, el Dr.
Jiménez Guinea, llamado desde allí para que asista a Manolete. Va acompañado de
su practicante. Inmediatamente de recibir la noticia el Dr. Jiménez Guinea
dispuso que le fuera preparado un millón de unidades de penicilina y suero. Al
conocer el parte facultativo dado por el Dr. Garrido, el doctor Jiménez Guinea
manifestó que la cogida era de iguales características que la que sufrió Pepín
Martín Vázquez recientemente en Valdepeñas; y que lo que le preocupaba más era
el shock traumático.
Añadió el Dr. Jiménez
Guinea que una vez reconocido el diestro se podrá decidir si ha de ser
trasladado con urgencia a Madrid o seguir hospitalizado en Linares. CIFRA.
DOS NUEVAS TRANSFUSIONES.-
PARECE ACENTUARSE LA GRAVEDAD DEL DIESTRO.
JAÉN 28.- En el coche de Manolete
ha llegado a esta capital el doctor Salas quien ha recogido equipos de
transfusión sanguínea que han sido llevados urgentemente a Linares. Las últimas
noticias recibidas dan cuenta de que ha procedido a una nueva operación
complementaria por haberse abierto algunos vasos, operación que se realiza
sobre las once y media de la noche para cerrar dichos vasos por completo.
Ante la pérdida de sangre que ha tenido el diestro, se han hecho dos nuevas transfusiones. La donación de la sangre la ha hecho el novillero Pablo González “Parrao”. En la nueva operación han intervenido los doctores de Linares, Garrido, Lara y Garzón. La impresión dominante es que la gravedad de Manolete se acentúa, debido a la gran pérdida de sangre que ha sufrido en la plaza.
MANOLETE CONFIESA CON EL
CAPELLÁN DEL HOSPITAL.
LINARES 28.- (Última
hora).- Manolete después de ser trasladado al hospital ha recibido tres nuevas
transfusiones de sangre, con las mismas parece que ha reaccionado al extremo de
que ha confesado con el Capellán del Hospital.
Se han recibido noticias
de que han salido de San Sebastián en el coche del Conde de Villa Padierna la
madre del diestro cordobés y el empresario señor Chopera.
Ha llegado el equipo de
transfusión del doctor Maza, servido por el doctor García Treviño para poner a
Manolete la transfusión continua de sangre preparada más la del plasma a fin de
sostener la reacción que ha tenido hasta que llegue el doctor Jiménez
Guinea.-CIFRA.
INFORMES DE ÚLTIMA HORA.-
EL DIESTRO CONTINUA GRAVÍSIMO.-
Poco después de las tres
de la madrugada preguntamos al Hospital Municipal de Linares acerca del estado
del diestro cordobés.
Nos manifestaron que
persistía la suma gravedad del herido confirmándonos las anteriores noticias
trasmitidas desde Madrid, de que después de la última transfusión de sangre
había experimentado ligera reacción.
A esa hora el número de
pulsaciones era de 120 y la temperatura 36,8.
Por el Hospital habían
desfilado numerosísimas personas para conocer el estado del herido siendo
continuas las llamadas telefónicas que se reciben en el Hospital.
De la cabeza del herido no
se separan su apoderado, el exdiestro Camará, y el rejoneador Álvaro Domecq.
A las cuatro de la madrugada eran esperados la madre del torero y el doctor Jiménez Guinea.”
Hasta aquí las primeras noticias de la cogida del
diestro de Córdoba en Linares facilitadas por la Agencia CIFRA.
En 1973, Tico Media, entrevista a la madre de Manolete en su chalet de la Avenida de Cervantes en Córdoba.
Hablamos
con doña Angustias, la madre de Manolete, a sus 92 años para 93 en el salón de
su hermosa casa que hace aproximadamente 30 años le regalara su hijo.
-
¿Cuándo se enteró de la cornada de su hijo en Linares? ¿Dónde estaba usted?
-
Iba a cenar y entonces sonó el teléfono.
-
Pero usted estaba en San Sebastián.
-
En San Sebastián y como yo esperaba noticias de la corrida, pues, entonces
dijeron que estaba un poco herido pero que, en fin, que me darían más noticias.
Pero yo no esperé y me fui en seguida a la salita de estar y digo: yo voy a oír
la radio porque tiene que dar la corrida y cuando oí aquello empecé a pegar
gritos ¡Ay, niña que la cogida de tito Manolo es muy mala! ¡Ay, que está muy
grave!
Y
luego me trajeron para aquí, para Córdoba. Cuando yo llegué ya estaba él de
cuerpo presente. Estaba metido en la caja en esta misma habitación.
-
Desde entonces hasta ahora, ¿ha llorado usted mucho?
- ¡Ay, si señor, yo a mi hijo lo quería muchísimo. Él no se iba nunca sin entrar en la cocina y decirme: “Adiós, madre”. Con que ganas me decía ¡adiós madre!
Don Antonio Bellón Uriarte, crítico taurino del
diario “Pueblo” nos recuerda que pasó aquella tarde entrevistado, en 1973, por
Tico Medina, en el burladero de la plaza de toros de Linares donde vio la
corrida:
Me
llamo Antonio Bellón y soy redactor y crítico taurino, ahora en este mismo
sitio donde vi la corrida puedo recordar algunos detalles de ella.
La
corrida era de Miura y no salió lo que llaman los toreros agradable.
Gitanillo
de Triana, en el primer toro, estuvo bien, pero sin pena ni gloria.
Manolete,
al que al salir le habían chillado bastante porque no había toreado en Córdoba
principalmente y luego después le hicieron saludar desde aquí, desde el tercio.
Manolete en el primero pues, lo que llaman también técnicamente mató al toro.
Luís
Miguel Dominguín, con el público a favor, además que estuvo bien, cortó una
oreja.
En
el cuarto toro volvió Gitanillo de Triana volvió a estar, lo que se llama bien,
sin ninguna cosa destacada.
Y ya salió “Islero” y Manolete salió desde su burladero y salió con verdaderas ganas y toreó de capa muy bien y el público empezó a entregársele. Y después a la hora de la faena de muleta toreó hacía la puerta de cuadrillas que era donde había el núcleo que más le chillaba; dio unos naturales como daba a todos los toros, dio sus redondos y ya cuando la faena estaba para terminarse y el público cesaba de pitar, quiso adornarse por los toriles tocando el pitón al toro, lo que no hacía frecuentemente porque no era lo suyo y ya para terminar la faena se fue a la puerta de cuadrillas y dio las clásicas manoletinas suyas con el pecho dándoselo a los pitones, un adorno pero un pase en el caso de Manolete. Y después salió un poquito hacia fuera y ya entró a matar y fue cuando el momento de la tremenda desgracia que nos privó de aquél gran torero.
Tico Medina preguntó a Camará lo siguiente:
-
Dicen
que Manolete se acercó a usted a decirle algo, a preguntarle algo sobre el toro
Islero que no le gustaba, ¿es cierto?
- Yo, en aquel momento, pues le dije: Mira, échale; empieza echándole la muleta abajo; que era la contraseña que yo tenía cuando no me gustaban los toros.
Un vendedor de gaseosas, que estaba en el callejón,
también refirió:
Cuando tocó el clarín para que saliera el primer toro de Gitanillo de Triana, me cogió dentro del callejón. Como durante la lidia no se puede vender, fui a caer a los pies del señor Camará apoderado de Manolete. Yo vi a Manolete que estaba muy blanco, muy blanco, arrimado a la pared. Entonces el señor Camará me dijo: ”Chaval, dame una gaseosa” y le di una gaseosa. Se enjuagó Manuel la boca, no se la bebió, nada más que un trago, bebiéndome yo lo que quedó.
Ese mismo año de 1947 la plaza estrenaba
propietario, don Enrique Izquierdo, que en esta entrevista dijo:
Aquél
año –habla en 1973- fue cuando adquirimos la plaza. La plaza estaba totalmente
llena. En los pasillos solo se oían voces de “siéntense”, “siéntense”.
Se hizo un taquillaje de unas 700 u 800 mil pesetas. La entrada más barata 35 pesetas, sol general, y 95 general de sombra.
La plaza de Linares fue edificada en el último tercio del siglo XIX. Es de piedra, ladrillo, hierro y madera. Consta de tres pisos: tendido, grada y galería, a los que conducen cuatro escaleras. Tiene caballerizas, corrales, diez chiqueros, conserjería con vivienda, administración, sala de toreros, enfermería, carnicería y algunas otras dependencias. Esta era la plaza tal como estaba en 1947. El empresario era don Pedro Balañá.
Ricardo García, K-Hito, en su libro “Manolete ya se ha muerto”, nos relata la “corrida trágica”:
El
pañuelo presidencial está ya al viento sobre la colgadura de terciopelo
granate.
Mientras
despeja el ruedo un caballista ataviado a la andaluza, las cuadrillas avanzan
un paso para que sitúen los espadas en la misma puerta. Desde mi localidad veo
solo a Manolete. En espera de la llegada del jinete, que intenta en el ruedo
unas filigranas, el Monstruo oye los primeros aplausos de la tarde. Destellos
de sol despiden los bordados de su traje, rosa pálido y oro, muy pálido
también. Salen los toreros. A la derecha del Presidente, Gitanillo de Triana,
de carmesí y oro; en el centro Luís Miguel, de verde y oro; a la izquierda,
Manolete.
Después
del paseo las palmas se convierten en ovación para el Monstruo que tiene que
llegar hasta los medios montera en mano. Manolete vuelve a las tablas e invita
a Dominguín y al gitano a compartir con él los aplausos.
Lleno
total.
Rompe
plaza un miura de buena presencia, al que Gitanillo toma de capa superiormente.
En el primer quite Rafael para y se estira. Manolete en su turno borda unas
verónicas formidables, lentas rítmicas, majestuosas. Al dar un capotazo el
miureño derriba al Boni, que viste un traje azul y negro, y en el suelo lo
busca reiteradamente. Se llevan al burel los capotes, y el Boni se levanta
ileso, con sangre del toro en la cara y cuello.
Gitanillo
se encuentra con toro de Miura que embiste a las mil maravillas y que, por
añadidura, carece de fuerza.
La
faena del gitano es muy apañada. Comienza por ayudados y, sobre la zurda, torea
al natural. En uno de los muletazos resbala y cae ante los hocicos del astado.
¿qué tendrá el piso de la plaza de toros de Linares? Continúa Rafael valiente y
torero. Monta la espada, y allá que se va con una estoca corta en lo alto.
Gitanillo oye muchas y muy merecidas palmas.
Sale
el segundo morlaco. Lo pica el Pimpi. El presidente cambia la suerte pronto.
Manolete mira con cierta sorpresa al palco presidencial. Tampoco este toro
tiene demasiada fuerza en los remos. Y reservón se muestra.
El
maestro lo pasa por bajo. Vienen enseguida unos derechazos superiorísimos,
enormemente apretados. Como el bicho se aploma cada vez más. Manolo recurre a
unos adornos, nueva modalidad suya en estas últimas corridas. Toca el pitón,
acaricia el testuz y tapa así la media arrancada del toro. Un pinchazo muy
bueno y una estocada corta. (Ovación y saludos.)
Al
tercer miura lo recoge Luís Miguel con unos lances muy quietos y templados. El
toro pelea superiormente, con nobleza y bravura.
Luís
Miguel pide los palos. El primer par queda en lo alto ; el segundo, de finísima
ejecución, en lo alto también, y al quiebro, al hilo de las tablas, prende otro
magnífico.
Comienza
Dominguín su labor muleteril con tres estatuarios de excelente calidad,
seguidos de unos derechazos superiores.
El
toro toma muy bien la muleta, y Luís Miguel está muy torero y muy decidido. En
dos series borda dos naturales formidables, suavísimos y largos. Los de pecho
con que remata la serie tiene también usía. En el ínterin se adorna
artísticamente. Tres veces pincha y dos intenta el descabello. El presidente le
otorga la oreja de su enemigo. Pero los banderilleros de Luís Miguel le llevan
las dos y el rabo. Dominguín saluda con todo eso en la mano. “¿El rabo?”,
pregunta. El público le dice que no, y Luís Miguel lo tira. “¿Esta oreja?” “
Que no, que no.” Y el torero renuncia a ella. “¿Y esta otra?” “Sí, sí” Hace una
inclinación el diestro de sometimiento a la voluntad popular, y con el pabellón
auricular del astado pasea por la periferia.
El cuarto pelea
medianamente.
El
cuarto pelea medianamente. Trascurre el tercio de quites sin nada que subrayar.
Gitanillo trastea al bicho sin perderle la cara, ciertamente, pero sin grandes
apreturas. Clava media espada caída, que produce vómito. Ni palmas ni pitos.
En
la arena el quinto miura. Se llama “Islero” y es negro, entrepelao, con bragas.
Buen trapío. Los capotes los toma con desgana y frena algo. Lo pica Ramón
Atienza, y en una de las varas introduce mucho palo.
Islero
a banderillas llega descompuesto. Corta y achucha. Empero, Manolete a muchos
toros más peligrosos que éste les ha impuesto su faena. ¡Mal lote el de Manolo
esta tarde! Cantimplas y Gabriel González clavan los palos. Del trance sale
Gabriel apurado.
Manolete
extiende la flámula. Unos pases de tanteo, y en seguida unos derechazos imponentes,
que nadie esperaba. Precisamente el toro empujaba por el lado derecho. Está en
pie el público aclamando al torero. ¡El mejor! ¡El mejor! ¡El único! ¡Monstruo!
¡Monstruo! A los derechazos siguen cuatro manoletinas espeluznantes. Es este al
adjetivo que figura en mi “block”. Es indescriptible el entusiasmo de las
gentes.
-Conde
– le digo a Colombí-, me parece que no vamos a Almería.
En
una arrancada violenta –esto se me pasó consignarlo en el periódico-, Manolete
intentó un molinete de rodillas, sin llegar a hincarlas en tierra. Tiene
interés porque este lance no formaba parte de su repertorio. Como tampoco los
adornos acariciando el pitón, que usó últimamente en Toledo y en Linares.
Ya
tenía todo ganado Manolete. Con una estocada hábil, entrando de prisa, hubiera
podido acabar. Ya tenía en las manos las orejas de la res. Pero entonces vino
lo sorprendente. Manolo se perfiló a poca distancia del miura. Lió la muleta,
arrastró el pié izquierdo, y centímetro por centímetro fue clavando el acero en
el morrillo del toro. Duró aquello demasiado. Se le vieron marcar todos los
tiempos de la suerte suprema. Ni entró a matar con el morlaco pegado a toriles,
ni la res se le vino encima de modo que él no pudiera evitarlo. Nada de eso. El
toro tuvo tiempo de prenderlo por el muslo derecho. Lo elevó un palmo del
suelo, y Manolete, girando sobre el pitón cayó de cabeza. Cogida sin aparato.
Quedó el espada entre las patas delanteras del miura, que optó por seguir a un
capote. Manolete aún en el suelo, se llevó la mano a la herida. Toreros y
asistencias acudieron con toda rapidez y lo tomaron en brazos. Equivocaron el
camino de la enfermería y tuvieron que rectificar. Manolete iba pálido,
intensamente pálido. En la arena había quedado dos regueros de sangre.
Todo
el público se dio perfecta cuenta de que Manolete estaba gravemente herido.
“Islero” se dirigió a las tablas y allí dobló. Las dos orejas y el rabo llevó
un peón a la enfermería, justa ofrenda del presidente al extraordinario torero.
-Hemos
visto la última corrida de Manolete- le dije a Colombí. Y lo dije no creyendo
que la herida fuese mortal, ni siquiera muy grave, sino persuadido de que no
volvería a torear. De convencerlo nos encargaríamos todos sus amigos.
Siguió
la corrida sin que ya nadie prestara atención. Al sexto toro, Luis Miguel lo
lanceó bien y le hizo una faena suave y torera. Acabó con él de dos pinchazos y
un descabello. Oyó palmas.
Entretanto llegaban noticias de la enfermería. Primero, que si una cornada grande en el vientre. Luego, que si un cornadón en un muslo.”
Ya está Manolete en la enfermería, K-Hito nos relata esos momentos.
La
enfermería de la plaza de toros de Linares es un amplio departamento, dividido
en dos piezas. A través de las rejas de unas ventanas que dan a la calle fisgonean
las gentes. Manolete, a poco de llegar a la enfermería, sufrió un intenso
“schock”. El “schock” –ausencia del ser- es un estado psíquico causado por un
trauma. Fue asistido el diestro por el doctor Garrido Arboledas, ayudado por
los doctores Garzón y Carbonell. Cuando Manolete se hubo recuperado, el doctor
Garrido procedió a operar, previa anestesia con éter.
La
enfermería estaba llena de curiosos. Una atmósfera densa abrumaba. Fumaban
algunos imprudentemente.
Camará
desgarró la taleguilla del torero hasta la rodilla, todo el muslo, hasta más
arriba de la ingle, estaba ensangrentado.
El
doctor Garrido, que no reservó desde el primer momento su impresión pesimista,
dispuso una transfusión de sangre para compensar en lo posible la pérdida. A
dar la suya se prestó el cabo de la Policía Armada Juan Sánchez Calle, antiguo
amigo de Manolete, a quien fueron inyectados trescientos gramos.
El periodista Tico Medina pregunta, al cabo Juan Sánchez de la Policía Armada, primera persona que donó su sangre a Manolete:
-¿Cómo fue que usted se
ofreció a dar su sangre?
-Mire usted, yo estaba de servicio en la plaza en el callejón en un burladero, frente adonde tuvo la cogida y al cogerlo, pues, los de la cuadrilla, los banderilleros y eso pues tomaron en dirección casi buscando la puerta de caballos, dirección contraria. Y entonces yo les indiqué que por ahí no, por aquí, y fui apartando delante de ellos al grupo de gente que siempre se aglomera en estos casos. Y llegamos a la enfermería y entonces don Fernando Garrido, el doctor Medinilla, ¡sangre, sangre! Y entonces dije: yo tengo sangre universal. Me quité la guerrera y le hicimos una transfusión brazo a brazo. Y entonces le pregunta él a Pepe Camará que también estaba allí: “Pepe, ¿qué me han dao?, dice: “Pues te han dado las dos orejas y el rabo” y entonces me apretó las manos y me dijo: “Paisano, ¿quién me iba a decir que tu me ibas a dar tu sangre.”
Las orejas y el rabo del toro Islero fueron cortadas por Carnicerito de Málaga que fue quien se las llevó a la enfermería.
Ahora seguimos a K-Hito:
El
doctor Garrido invirtió en operar a Manolete cuarenta minutos. Y poco después
redactó el parte facultativo:
Durante la lidia del quinto toro ha ingresado en la enfermería el diestro Manuel Rodríguez (Manolete), con una herida por asta de toro situada en el ángulo inferior del triángulo de Scarpa, con un trayecto de veinte centímetros de longitud de abajo arriba y de dentro a afuera y ligeramente de delante atrás, con destrozos de fibras musculares del sartorio facia cribiforme, recto externo, con rotura de la vena safena y contorneando el paquete vascular nervioso y la arteria femoral en una extensión de cinco centímetros, y otro trayecto hacia abajo y hacia fuera de unos 15 centímetros de longitud, con extensa hemorragia y fuerte “shock” traumático. Pronostico muy grave.- Doctor Garrido.
Nótese que en el parte que transcribe K-Hito, no se
dice en que muslo se produce la cornada.
En el parte original, hay una llamada que dice: (1) “del muslo derecho.”
(N.A.)
Después de operado se
instaló a Manolete en una cama de la habitación contigua al quirófano. A falta
de mantas, y mientras se enviaba por ellas al hotel, el herido fue cubierto con
un capote de torear.
A
las ocho de la noche cesaron los efectos de la anestesia. Manolete,
dirigiéndose a su primo, el banderillero Cantimplas, le dijo:
-Pelu,
¡cómo me duele la ingle!
Tenía
sed el herido. “¡Agua! ¡A ver un vaso de agua limpio”- gritó alguien, saliendo
de la enfermería-. Consigno estas deficiencias con ánimo de que se corrijan y
sin deseos de molestar a nadie. Verdad es que a los diez segundos tenía
Manolete su vaso de agua.
Salimos
también Colombí y yo, no sin antes advertir a Camará que allí, en la puerta,
quedábamos dispuestos a ser útiles en lo que pudiéramos.
Don
Antonio Cañero se lamentaba de aquella aglomeración de gente en la enfermería.
Fuerzas de la Policía Armada impedían la entrada de más curiosos y trataban de
desalojar el recinto. Pero cuantas personas estaban dentro aseguraban que eran
médicos o practicantes.
La
enfermería de la plaza de toros de Linares es amplia y luminosa. Otra verdad.
A
ella acudieron también los toreros que habían actuado con Manolete
Noche
ya. Pasamos al redondel, donde se preparaba para más tarde una función de
cinematógrafo. Los empleados entraban sillas. En muchas de ellas, sentados,
esperaban noticias muchos o todos los toreros que actuaron aquella tarde.
En
el centro del ruedo el imponente coche azul de Manolete aguardaba. Parecía un
acorazado encallado en un banco de arena.
-
A
Córdoba. Lo vamos a llevar a Córdoba. Ya se ha avisado a un médico allí para
que nos encuentre a mitad de camino.
Una mujer que sale de la
enfermería pasa por delante de nosotros con un revoltijo de sábanas impregnadas
de sangre. Me llevo las manos a la cabeza.
-
Que
no va a Córdoba, sino a Madrid. Se ha dado aviso al doctor Jiménez Guinea, que
está en el Escorial.
-
Ya
no va a Madrid –nos dice Chimo, el mozo de espadas-. Se avisará al padre de
Manolo Navarro, que tiene un Hispano, para que traiga al doctor Jiménez Guinea
sin pérdida de tiempo.
Colombí y yo vamos al
hotel Cervantes para recoger nuestros equipajes y trasladarlos al Málaga.
Chimo ha llamado a San
Sebastián
-Encarnita,
Encarnita...(Habla con la sobrina de Manolete.) Mira, Manolo tiene un puntazo
hondo; más bien una cornada, pero sin interesar nada importante. Ni la femoral
ni todo eso. Hazme caso a mi y no os fiéis de lo que digan los periodistas, ya
sabes lo que son... (Chimo me mira y sonríe) Le han dado las dos orejas y el
rabo. Oye Encarnita..., Encarnita... A ver como se lo decís a la abuela. Que no
se alarme, que no es cosa de importancia. Cree lo que yo te digo. Buenos,
adiós, adiós.
Todavía nadie cree en la
suma gravedad.
-
¿Y
la ropa? ¿Dónde está la ropa? Pregunta Chimo.
Y entra uno con la
taleguilla rosa y oro llena de sangre.
Una sirvienta pide unas
mantas...
Al salir de la puerta del
hotel encontramos de nuevo a Chimo:
-
Manolete
está mal, bastante mal. Lo vamos a llevar al sanatorio del doctor Medinilla.
-
-No,
no- replica alguien-. Va al hospital.
-
Sí.
Tenga usted presente que el hospital de Linares es magnífico.
-
Es
donde estará mejor- añade un linarense.
Volvemos a la enfermería.
En la puerta espera un coche-ambulancia de la Cruz Roja. Pero han decidido
conducir a Manolete en camilla.
El trayecto es larguísimo.
Manolete alguna vez, levanta el toldillo con la mano para ver el exterior.
-
Despacio,
despacio- dice a los camilleros.
Junto a la camilla van
Rafaelito Lagartijo, Bellón, el pariente de Manolete Rafael Díaz y el
banderillero Sevillano.
En la antesala del
hospital, una mesa y una silla. Balañá nos informa. Uno de los médicos está muy
pesimista. Otro, menos. “Yo también confío”, dice el conocido empresario.
Se le ha hecho a Manolete
una nueva transfusión de sangre. Parrao dio la suya...
Tomo asiento en aquella
silla junto a la mesa pegada a la pared. Estoy frente a Manolete. Su rostro
emerge en el mar de sábanas. Alguna vez mueve las manos para levantar el
embozo. Y suda. Camará, a su derecha, y dos hermanitas de San Vicente de Paúl,
a su izquierda, le enjuagan el sudor con sus pañuelos.
De nuevo van a extraer
sangre a Parrao. Pero yo no puedo creer que a Manolete lo mate un toro. Y no
sé, no sé. Llegan unos y salen otros. Todos cuchichean. Nadie turba el penoso
silencio Los perfiles borrosos no permiten conocer a las gentes sin acercarse
mucho a ellas...
Bajo al jardín.
-Rafael- le digo a
Gitanillo de Triana-, ¿por qué no coges tú el coche de Manolo y sales al
encuentro de Jiménez Guinea?
-
A
eso voy, don Ricardo. Ya lo había pensado. No será correr, será volar...
Manolete se daba perfecta
cuenta de La gravedad de su estado.
- Don Luís ¿no me mete
usted mano?- le dijo al doctor Jiménez Guinea al ver que destapó la herida y la
volvió a tapar, dedicando todos sus cuidados a que Manolete se recuperase.
-
Luego,
Manolo; luego- le contestó el doctor-. Todo está bien.
Y cerró los ojos el herido
resignadamente.
Sabía que su fin estaba
próximo, y sus labios balbucearon una oración...
Manuel Rodríguez, tras
breve y serena agonía, inclinó la cabeza a la derecha y expiró. Camará le cerró
los ojos. Eran las cinco horas y siete minutos del 29 de agosto de 1947.
Manolete había perdonado a su deudores para que Dios le perdonase a él.
Álvaro Domecq envolvió el
cuerpo del torero en blanco sudario, se le ató un pañuelo para sujetarle la
barbilla, y en las manos, enlazadas sobre su pecho, se le puso un crucifijo.
Su semblante, levemente pálido, acusaba placidez en su sueño eterno.
Importante es en este momento conocer la opinión del doctor Jiménez Guinea, que viajó junto con K-Hito de regreso a Madrid. Así nos lo cuenta el periodista:
El
doctor Jiménez Guinea no se explicaba tampoco cómo a Manolete lo había podido
matar un toro.
-
No
lo creo aún- repetía -. ¡Si es imposible!
-
Doctor
habla usted con el amigo y no con le periodista. ¿Cree usted que Manolete pudo
salvarse? ¿Era mortal la herida? ¿Estuvo bien asistido?
-
Lo
estuvo. Nada la faltó. Ha quedado allí sangre de sobra para transfusiones. En
Madrid leí el parte facultativo y de Madrid salí con esperanzas. Esta es la
verdad. Cuando en Valdepeñas encontré a Gitanillo, que venía a mi encuentro;
cuando me dio detalles del proceso, deduje que la gravedad del herido era
extrema. Llegué a las cuatro y cuarto. Manolete se moría. Me limité a descubrir
la herida, y vi que no sangraba. Y tapé. Fallaba el corazón, y a que el herido
se rehiciese, se recuperase, dedicamos mis compañeros y yo nuestros esfuerzos.
Todo fue inútil. Son casos estos en que a los médicos no nos queda otra cosa
que reconocer nuestra impotencia.
-
Se
ha hecho todo lo humanamente posible para salvar a Manolete.
-
De
ocurrir la cogida en la plaza de Madrid, ¿se hubiera salvado el torero?
- Según la cantidad de sangre que hubiera perdido antes de ingresar en la enfermería. Crea usted que lo de atar el muslo y apretar y taponar, hecho con la mejor buena fe por personas profanas, produce a veces efectos contrarios al buen deseo.
Juan Ferragut, en su libro “Vida, triunfo y muerte de Manolete”, nos refiere otra entrevista con el doctor Jiménez Guinea:
Viene
de Linares. Allí se queda exangüe, inerte para siempre, el cuerpo de Manolete.
Su alma se fue a las cinco y cinco minutos de la madrugada, al Cielo de los
hombres valientes y buenos.
El
doctor baja por un momento de su coche. Está pálido de insomnio y de cansancio.
-
Cuando
yo llegué al Hospital Municipal de Linares –nos dice- me di cuenta enseguida de
que ya no había nada que hacer. Y también de que se había hecho todo cuanto
humanamente y científicamente era posible para salvar la vida del pobre Manolo.
La cornada era mortal de necesidad desde los primeros instantes. Cuando
Manolete llegó a la enfermería iba teóricamente muerto. Las horas que aún
alentó no fueron sino de trágica agonía... Estaba herido de muerte. La rotura
de la vena safena le hizo llegar ya irremediablemente exangüe a la enfermería.
-
Después
del shock traumático, los colapsos se sucedían, a pesar de las cuatro
transfusiones de sangre que se le habían hecho.
-
¿Llegó
usted a tiempo de prestarle algún auxilio?
-
Le
estábamos haciendo la quinta transfusión de sangre cuando sobrevino el colapso
mortal.
-
¿Conservaba
Manolete el conocimiento?
-
Totalmente,
hasta ocho minutos antes de morir. Cuando yo llegué me dirigió una mirada
larga, intensa de un impresionante patetismo... Cerró el puño derecho,
llevándoselo al pecho, e hizo un ademán que era como de una tácita y
desesperada protesta... parecía interrogarme, como advertido de una intuición
dolorosa: “Ya es tarde, ¿verdad?” Cuando empezamos a hacerle la transfusión
exclamó, con la voz ya cortada por los estertores de la agonía: “¡Don Luís, no
veo, no veo!”
-
¿Se
daba cuenta Manolete del trance mortal en que se hallaba?
-
Completamente.
Yo no estuve a su lado sino de poco más de media hora. En esos instantes
últimos, Manolo mostró una admirable entereza. Sabía que se moría.
- Había ya confesado y supo morir con una serenidad estoica. ¡Era todo un hombre el pobre Manolo!
A este respecto, la muerte ejemplar, el capellán del Hospital de Linares manifestó:
En la calle me enteré de la noticia de la cogida. Poco después recibí un aviso del hospital para que regresara. Había estado allí don Álvaro Domecq para ordenar los preparativos convenientes en previsión de que hubiera que traer al herido. Ya en el hospital, don Álvaro envió su coche a recogerme para que me trasladara ala enfermería de la plaza y confesar allí a Manolete. Cuando llegué, acababa de decidirse su traslado al hospital. Cuando Manolete acababa de quedar depositado sobre la mesa de operaciones fui requerido por don Álvaro Domecq para reconfortar al herido. Al verme Manolete me preguntó: “Padre, ¿dónde están mis medallas?”. “Aquí, pendiente del cuello, hijo mío, tienes una.” Seguidamente le exhorté pidiéndolo que tuviera mucha confianza en Dios, en San Rafael, en la virgen de los Dolores, de la que él era devoto. A continuación, le dije:” ¿Quieres que recemos el Señor mío Jesucristo?” “Si, padre”, me respondió” Con gran fervor fue musitando la súplicas de la oración. Cuando terminó, le pregunté: “¿Quieres confesar” “sí”, me contestó. Y escuché su última confesión. Luego entraron los doctores, que procedieron a hacerle la segunda intervención sin anestesia. Durante ella permanecí junto al diestro, exhortándole al arrepentimiento y penitencia. A las dos me retiré a mis habitaciones donde permanecí hasta la llegada de los doctores Tamames y Jiménez Guinea. Entonces fui requerido de nuevo para que administrara al torero la Extremaunción. Al entrar en la habitación, oí estas palabras: “¡Don Luís, no veo!” Don Álvaro Domecq me dio un crucifijo suyo que yo puse sobre los labios de Manolete. Lo besó fervorosamente. Le di la Extremaunción y minutos después agonizaba Manuel Rodríguez. Como hombre no podía reprimir el llanto que me embargaba; como sacerdote, estaba satisfecho y emocionado por la entereza, la religiosidad, el fervor, la piedad, la gran confianza en Dios de este hombre extraordinario, al que la Divina Providencia ha querido que este humilde sacerdote le diera el consuelo de una buena muerte.
Es interesante conocer la opinión del Doctor Don Fernando Garrido Arboledas, médico jefe de la enfermería de la plaza de toros de Linares desde 1942. Tico Medina le entrevistó – en 1973- para el programa de Televisión Española Así fue:
Vi que la cornada era, yo
la consideré mortal, porque al caer tuvo la contracción muscular propia del que
tiene una herida gravísima y muere a consecuencia del traumatismo tan intenso.
No pudo levantar la cabeza. Lo cogieron, ya me di cuenta e inmediatamente me
trasladé a la enfermería. Yo llegué antes que el torero.
-
¿Cuál
era la importancia de la herida?
-
Primero,
la hemorragia tan intensísima que tuvo.
-
¿Perdió
mucha sangre?
-
Perdió
muchísima. Tenga en cuenta que le partió la safena en el mismo ángulo, de
manera que tiraba sangre por la desembocadura en la vena y por la rama
ascendente. Además, le partió los vasos pudendos, que son dos vasos muy
grandes, le contusionó el paquete vásculo nervioso en 10 cms. donde no
circulaba sangre y el destrozo tan horroroso que le hizo en toda la masa
muscular.
-
Doctor:
llega Manolete al Hospital de Linares, ¿cómo viene?
-
Manolete
vino relativamente bien. No había empeorado en su estado general y entonces
ordené, por si hubiera habido alguna agresión, hacerle una revisión.
-
Doctor,
cuando usted vio a Manolete, creo, dijo alguna cosa que para nosotros es
importante.
-
Manolete
no quiere morirse y parece que quiere salvarse.
- Y usted ordenó hacer una transfusión de sangre.
Pregunta, el periodista, a la facultativa que hizo la transfusión de sangre:
-
Señorita
María Luisa López, usted hace la transfusión de sangre. ¿Qué tipo de sangre
tenía Manolete?
-
Universal.
Vimos varios donantes que se prestaron, pero la de Parrao era una sangre muy
buena y, además, él tenía mucho interés en dar la sangre por Manolete, el
matador de toros Parrao que dio esa noche tres veces sangre.
-
En
ningún momento de esas tres veces hubo rechazo ¿no es así?
- Nada. Por eso nosotros lo aceptábamos aunque ya nos parecía excesivo, pero como no le producía ninguna reacción ni escalofríos, ni nada, pues dijimos vamos a seguir con esta que le va bien.
Continúa el Doctor Garrido:
-
De
todas maneras doctor, creo que hay un cuarto intento de transfusión ¿no es así?
-
Efectivamente,
para continuar la mejoría que se había iniciado, intentamos hacerle una cuarta
que la hizo el doctor Maza, del laboratorio Jaén de un banco de sangre. Sangre
que él trajo. Pero ya hubo ahí un intento de rechazo y entonces ya se
suspendieron todas las transfusiones.
-
Ya
tenemos aquí al doctor Jiménez Guinea. Hubo consulta de médicos en el pasillo,
¿no es así?
-
Efectivamente,
primero oímos la opinión del doctor Jiménez Guinea que había levantado la cura
y dijo yo aquí quirúrgicamente no tengo que hacer nada. Está bien tratado, de
modo que lo que hay que hacer es ponerle
este enfermo masa, porque está muy débil, hay que ponerle masa.
-
¿Qué
es la masa?
-
El
plasma sanguíneo. Entonces ya le contamos que había tenido un pequeño rechazo
en la última transfusión de sangre y creo que deberíamos esperar para ver si
continuaba la mejoría.
-
Y,
no obstante, se le puso el plasma sanguíneo, la masa.
- Aunque nosotros dijimos que era contraproducente se le puso.
Ahora, el periodista pregunta a otro de los doctores que intervinieron a Manolete:
-
Doctor,
¿de que cree usted que murió Manolete?
- Pues de una intolerancia a un plasma que le inyectó.
Las manifestaciones anteriores, hechas a un medio
televisivo, no tenían carácter científico aunque sí histórico aclaratorio de
cómo sucedieron los hechos.
El carácter científico de lo sucedido en la muerte
de Manolete lo escribe el Doctor Garrido en 1977.
La verdadera historia de
la muerte de Manolete. Publicada
en Cirugía
taurina, revista médica
especializada en cirugía y editada en México en 1977:
He sido solicitado
numerosas veces para entrevistas y cambio de impresión sobre las circunstancias
que rodearon mi intervención como Médico Jefe del Equipo Quirúrgico en la
Enfermería de la plaza de toros de Linares, cosa a la que siempre no he
accedido, hasta el pasado año de 1973, en que a requerimiento de Televisión
Española no pude excusarme, haciendo unas declaraciones que no tenían carácter
científico, éste solo reservado para algunos profesionales.
Este
momento ha llegado, ya que a la familia médica de Cirugía Taurina, no puedo
negarme, al mismo tiempo que constituye para mí poder contar a tan ilustres
compañeros al proceso seguido y tratamiento, en la mortal cogida del matador de
toros Manolete.
La cornada que sufrió
Manolete es como vulgarmente se dice de “caballo” por los grandes destrozos
sufridos, ya que el toro se la produjo a placer, puesto que el diestro entró a
matar con los terrenos cambiados, en los terrenos de chiqueros y el toro
humillado. Como lo hizo sin aliviarse y con mucha lentitud, el toro no tuvo más
que levantar la cabeza y ensartarlo, penetrando el cuerno dentro del muslo unos
25 o 30 cms. Y girando el cuerpo sobre el pitón hundido con un ángulo de 180º.
La cornada como es sabido,
estaba a nivel del triángulo de Scarpa, con un orificio de entrada de unos 8
cms. Sin desgarro en piel; pero una vez explorado, aprecié una trayectoria
hacía afuera y arriba que llegaba hasta el trocánter mayor y otra hacía abajo y
fuera hasta la cara externa del muslo terminado unos cuatro centímetros por
encima de la rodilla. Como el cuerpo había girado sobre el pitón, los músculos
Sartorio, Recto anterior, porción externa del Tríceps y demás músculos de la
cara antero-externa del muslo, estaban destrozados, rotura de los múltiples
vasos vasculares, en fin, daba el aspecto de las lesiones sufridas por
explosión, dados los grandes destrozos que presentaba; la cornada a nivel de su
entrada, había destrozado la Safena las venas y arterias femorales y vasos
pudendos y como consecuencia lógica los síntomas de anemia aguda y shock eran
muy intensos.
En estas condiciones
ingresó en la enfermería con estas palabras: “¿Qué me pasa que no veo?”
Me revestí de tranquilidad
y pude rápidamente ligar en masa el paquete vásculo nervioso, safena y demás
vasos.
El año de 1947 no era
obligatorio tener equipo de sangre, pero para mi equipo tenía un aparato Cardí,
con el que la señorita María Luisa López le hizo la primera transfusión directa
con sangre donada por un cabo de la Policía Armada, no sé exactamente la
cantidad, pero que sería de unos 300 centímetros cúbicos. y también un
compañero de éste se prestó voluntario que solo pudo poner unos 150 centímetros
cúbicos, se consiguió que se reanimara un poco y entonces como es natural,
desbridé ambos trayectos, encontrando los destrozos musculares mencionados,
hice una toilet de la región y colocando los desagües necesarios . Se le puso
una nueva transfusión de sangre de 500 centímetros cúbicos. Esta donada por el
matador de toros Parrao, ya retirado.
La tensión arterial
solamente era de 7 y fue tratado convenientemente con tónicos cardíacos
hipotensores de modo intenso, ya que siempre Manolete era un hipotensivo.
La intervención quirúrgica
la realicé con los compañeros de mi equipo doctores, César Lara y Luís Garzón y
ayudante Técnico Sanitario José María de los Herreros. Anestesia general con
aparato de Abremdam, ya que en esa época no teníamos la anestesia controlada;
la intervención fue presenciada por el doctor Izarra, cirujano de la plaza de
toros de Valdepeñas y amigo de Manolete; durante la intervención se le
administraron los Sacramentos de Extremaunción por el capellán de la plaza don
Antonio de la Torre, el que más tarde lo confesó en el hospital clínica de los
Excmos. Sres. Marqueses de Linares, cuando se recuperó en parte del fuerte
shock que sufría.
Terminada
la operación, se le trasladó como es natural a una de las camas de la
enfermería, se le puso una nueva transfusión donada puso una nueva transfusión
donada por el cabo de la policía ya mencionado, esta de 500 centímetros cúbicos
y efectuada por los equipos del doctor Maza de Jaén y el local de la señorita
María Luisa López.
Se acordó el traslado al
mencionado hospital y dada la suma gravedad del diestro, éste se efectuó en
camilla, pero a mano, dado que los movimientos bruscos de la ambulancia, no tan
perfeccionados como los actuales y la pavimentación deficiente podía agravar su
situación crítica.
Una vez en el hospital y
de acuerdo con el doctor Corzo, amigo y gran cirujano de la ciudad de Úbeda.
Levantamos el apósito por si sangraba algún vaso muscular y comprobada no
existía anomalía, se pasó a la habitación número 18 de la clínica para continuar
su tratamiento. En esto se le puso una transfusión de 500 centímetro cúbicos,
pero al notar síntomas de rechazo se suspendió a los 400 centímetros cúbicos.
De común acuerdo con los
señores Álvaro Domecq y don José Flores “Camará” como amigo y apoderado de
Manolete y dada la suma gravedad del diestro se acordó avisar al Dr. Jiménez
Guinea, médico Jefe de la plaza de toros de Madrid con objeto de mantener una
interconsulta con el mismo y tratamiento a seguir. El doctor don Wenceslao
Martínez de esta localidad se encontraba como médico de guardia y atendió
permanentemente al herido y según me comunicó y yo comprobé personalmente,
dentro de su extrema gravedad había reaccionado algo de su intenso schock
encontrándose despejado, orinó normalmente e incluso pidiendo un cigarrillo,
por decir se encontraba mejor.
El médico consultor
llegaría aproximadamente de tres a tres y media de la madrugada celebrándose a
continuación la consulta y cambio de impresiones, asistiendo a la misma los
doctores Isarre, Corzo, Lara, Jiménez Guinea y el que suscribe.
Todos conformes con la
suma gravedad de Manolete y que en caso de recuperación del mismo lo más
probable sería la amputación del miembro abdominal por el tercio superior y
manifestando el doctor Jiménez Guinea que de momento no había que tocar las
heridas por no haber sintomatología que lo aconsejara, ahora bien, que dado el
estado de suma gravedad convendría hacerle un tratamiento a base de plasma, en
lo que no hubo conformidad ya que indicamos los síntomas de rechace que había
tenido en la última transfusión.
Por desgracia, a las cinco
y diez de la madrugada falleció Manuel Rodríguez Manolete por bloqueo renal y
schock consiguiente por intolerancia al plasma que se le aplicó.
Linares
29 de septiembre de 1977.
Dr. Fernando Garrido Arboledas.”
El apoderado de Manolete don José Flores, Camará, fue un testigo muy importante de cómo se desarrollaron los hechos en la madrugada del 29 de agosto de 1947. En declaraciones a Tico Medina, se expresaba así:
Pues yo recuerdo, Tico, una
cosa que no se me puede olvidar que fue la serenidad con que estaba aquél
hombre y la tranquilidad que tenía. Él conversaba con nosotros. Cuando le
preguntaban que cómo estaba, nos respondía que estaba mejor, que se sentía
mejor, tanto que pidió agua. Le dio Bernardo Muñoz, Carnicerito, de un botijo
que había allí, un poco de agua en un vaso y le dijo: “Bernardo, por Dios,
donde me has dao este agua que me vas a envenenar”. Porque el botijo era nuevo
y tenía el sabor el agua de barro.
Cuando llegó don Luís
Jiménez Guinea le dijo: “Don Luís, ¿porque ha tardado usted tanto? Y luego
cuando lo reconoció don Luís, se salió y consultó con los médicos y acordaron
ponerle plasma y en el momento de ponerle el plasma dijo: “Don Luís que no
veo”, fueron las últimas palabras que
habló.
A nosotros lo que nos extrañó muchísimo es que un torero con una herida de muslo muriera tan pronto.
Don Álvaro Domecq, íntimo amigo de Manolete, cuenta:
No pensaba en la muerte
nunca. Pensaba, sí, en su madre. Me acuerdo que decía: “¡Qué disgusto le voy a
dar a mi madre!
Y pensaba, sobre todo, si el público estaba contento con él.
España entera despierta el 29 de agosto de 1947 con
la noticia de la muerte de Manolete por un toro de Miura. Varios periódicos
retrasaron la salida de sus ediciones para dar las últimas noticias de la
cogida de Manolete.
El periódico YA titula: Manolete,
muerto por un toro en la plaza de Linares. Los demás rotativos informan de la tragedia y
hasta el último pueblo de España conoce la noticia.
El duelo se extiende por todo el país. No existe
otro tema de conversación en las tertulias y corrillos que la muerte del torero
cordobés.
Pasadas varias horas llegan al público noticias de la cogida y muerte de Manuel Rodríguez. Por la tarde, en la prensa, ya se informaba con más detalle de la cogida. En Informaciones, “Clarito” escribía:
Otra vez, con espantosa semejanza, el rayo de la tragedia de las fiestas de toros –escondido detrás de nuestras discusiones bizantinas y siempre al acecho-, descarga, como hace poco más de un cuarto de siglo, en una plaza humilde, en un rincón oscuro, y abate la figura más alta y luminosa de este tiempo. Desde luego, una de las más grandes de la historia del toreo. Y en cuanto a la extensión de su fama, en su “aura popular”, la más grande, hasta haber universalizado su nombre.
Se publica la noticia de la concesión, al malogrado
diestro, de la Cruz de Beneficencia de primera clase. Se reconocen así sus
méritos como hombre de bien y gran figura del toreo que no regateaba esfuerzos
para dar su arte en beneficio de los pobres.
La historia de esta Cruz de Beneficencia tiene como
origen la epidemia de cólera que tuvo lugar en España en 1854. Fue creada por
don Patricio de la Escosura para premiar a las personas y entidades de
cualquier credo o ideología que se distinguieran por su caridad, abnegación o
valor, en cualquier situación difícil por la que pudiera pasar el ser humano.
Puede ser de Primera o de Segunda clase.
El 30 de diciembre de 1857 se publicó su
Reglamento.
Los toreros han estado dispuestos, en todo momento,
a colaborar para paliar las desgracias ajenas.
Por eso el mundo de los toros tiene varios de sus
miembros premiados con la referida Cruz de Beneficencia.
El primer matador que obtuvo la condecoración fue
Antonio Luque Carmona, El
Gordito (1838-1920). Se
le concedió por haber evitado que el toro Vinatero de don Esteban Hernández, al escaparse de los
cajones donde lo transportaban, produjera una catástrofe entre la
población.
Fueron condecorados, entre otros, Machaquito, Bombita,
Fortuna, Marcial Lalanda, Álvaro Domecq y Díez, Antonio Bienvenida, Carlos
Arruza, Domingo Ortega, Julio Aparicio Martínez, Miguel Báez Espuny...
El último matador que ha obtenido la Cruz ha sido
el diestro sevillano Manolo Vázquez.
Pasado el mediodía llega a Córdoba la ambulancia
que traslada los restos de Manolete. Los cordobeses y todo el mundo se echan a
la calle para recibir los restos mortales del diestro.
Todos quieren entrar en la casa del torero, en la
calle de Cervantes, para rezar en la capilla ardiente instalada en el salón
central de su casa. El torero muerto está envuelto en un blanco sudario, su
rostro expresa serenidad, parece como dormido, entre sus manos tiene un pequeño
crucifijo.
El salón está completamente lleno de flores y coronas.
Poco más de media tarde había llegado la madre del torero –que venía de San
Sebastián – su dolor se fue vertiendo por los caminos de España mientras
llegaba a Córdoba donde ya le esperaba el cadáver de su hijo.
Las escenas de dolor fueron desgarradoras. La
pérdida de Manolete ha sido trágica para todos, pero ningún dolor puede
compararse al de su madre doña Angustias – nombre premonitorio- por el inmenso
vacío que dejaba en su vida la muerte de su hijo.
Los compañeros, miembros de su cuadrilla, periodistas,
amigos, apoderado, mozos de estoques y otros velaban el cadáver de Manolete y
rezaban por su alma.
Allí estaban, entre otros, Camará, Cantimplas, Pinturas, Gabriel González, Chimo, Guillermo, Antonio Bienvenida, Gitanillo de Triana, El
Pipo, Álvaro Domecq, El Pimpi, Antonio Bellón, José Luis de Córdoba etc. etc.
El duelo se extiende por toda España. Córdoba entra
en la noche, en la que se reza por Manolete.
El más grandioso drama del toreo.
Tarde trágica la del 28 de Agosto de 1947. Con las
primeras sombras de la noche invade a España la noticia, el rumor increíble,
que avanza como una ola negra arrolladora: Manolete ha sido empitonado en
Linares por un toro de Miura y ha muerto. ¡Manolete, muerto por un toro!
No, no. No es posible. Instintiva resistencia, al
terror de la trágica verdad. Y, sin embargo, vamos asimilando la atroz
realidad.
¡Manolete, muerto por un toro de Miura!
Es cierto. Sucedió en un pueblo, hace solo unas
horas. España entera conoce ya la noticia.
¡Manolete, muerto por un toro de Miura!
Cómo la razón pugna sin dejarse convencer. ¡Si no
es posible! Pero la realidad de los hechos va filtrándose en todos los
aficionados de manera rotunda.
Ciudad por ciudad, pueblo por pueblo, calle por
calle, transmiten la lúgubre noticia: ¡Manolete, ha muerto!
Manolete muerto por un toro. Él, triunfador en
tantas tardes sobre el enemigo. Él enfrentado a corridas duras, dominador de
todos los toros, con triunfos espectaculares en las plazas de categoría, y en
los pueblos y en...
¡Manolete muerto por un toro de Miura!
Tal vez repitiendo esta frase se crea que no es
verdad. Pero, hay que despertar de este mal sueño. Manolete se acabó. Se hundió
en el ayer sin mañana.
¡Manolete muerto por un toro de Miura!
Amanece el día 30 de agosto, que para sumarse al duelo es un día nublado. La prensa sevillana publicó lo siguiente:
Córdoba todavía no quiere creer y se esconde a sí misma, con un juego amargo de tristes razones, la pura y trágica realidad. Manolete ha muerto. Pero el dolor de Córdoba, que apenas ha digerido toda la verdad, apenas si ha pasado todavía del nudo en la garganta que preludia el llanto. Y no todo es dolor en aquella multitud expectante, que abraza la casa y clava los ojos por entre los huecos de la verja para ver a su héroe, para comprobar con los propios ojos su tragedia, casi sin prisa por entrar, como tentando la esperanza de verlo salir, triunfal y airoso, una vez más.
Llegan autoridades, representaciones, más amigos.
Telegramas de toda España dando el pésame y también
de América. En estos telegramas hay remitentes de todas condiciones sociales,
periodistas, ganaderos, empresarios, toreros, obreros, profesionales etc. etc.
Este año de 1947 tuvo lugar en Cádiz, en el barrio de San Severiano, la explosión de un polvorín de la Armada con un gran número de heridos y muertos. El periodista Juan Aparicio decía.
Ha sacudido a los españoles más sentimentalmente la onda emotiva de la cogida y muerte de Manuel Rodríguez que la onda expansiva y catastrófica de Cádiz.
Toda la prensa nacional y americana informa del
suceso y se registran artículos elogiosos al diestro muerto.
El periódico Ya publicó, firmado por García Rojo, lo siguiente:
Ha muerto Manolete. Muere con él algo más que un torero: muere un concepto especial del arte de torear; la posibilidad de una evolución o revolución de este arte en un sentido que Manolete había iniciado y que encarnaba personalmente en oposición a moldes y escuelas de otros tiempos. La explicación de los triunfos del llorado diestro cordobés, acaso la determine el valor estético de su toreo, base de su estilo. La estética del famoso torero se metía corrida tras corrida por los ojos de las multitudes. En la personalidad de sus posiciones radico siempre el secreto de su prestigio. Con Manolete se fue orientando el toreo hacia una evolución que es de temer interrumpa su muerte.
La consternación en América por la muerte de
Manolete es enorme. Los grandes periódicos publican la noticia entre
comentarios y escritos elogiosos a la figura del torero desparecido.
En México, donde a Manolete le se consideraba figura indiscutible e irrepetible del toreo, los periódicos detallan el suceso:
El
arte taurino alcanzó con Manolete una de sus brillantes épocas, y tuvo en
Manuel Rodríguez un intérprete magnífico por su calidad, por su clasicismo y
por su valor. Solo ejecutaba el toreo verdadero, el toreo clásico y puro.
(Raúl Demugaburi en La Nación.)
Manolete
fue un señor en la calle y el ruedo.
Crepones
fúnebres, listones de luto, cubren la pandereta multicolor de la fiesta brava.
En la plaza de Linares, desconchada y triste, un marrajo de Miura, probón y de
sentido, cortó la vida de Manuel Rodríguez (Manolete), el torero más grande y
pundonoroso de la época, el diestro senequista de rostro impasible y valor
estoico...
“Era
un señor en la calle y en el ruedo. Reposado, sencillo, cortés, discretísimo,
tocaba todos los temas con las más viva inteligencia. Gustaba de los buenos
libros, se enorgullecía de su trato con poetas y pintores. Sin vanidad ni
envidia, elogiaba a sus compañeros de profesión.
(Excelsior, Manuel Horta.)
En el Comercio de Lima pudo leerse:
El recuerdo del gran lidiador caído en Linares se agiganta ya para colocarse junto a Pepe-Hillo, El Espartero y Joselito que también ofrendaron sus vidas a la trágica e incomparable fiesta.
En Portugal también es muy sentida la muerte de
Manolete. Tenía muchos amigos allí. Al volver de América, el diestro de Córdoba
pasó por Lisboa y se recuerda la cantidad de aficionados que fueron a
recibirle.
La prensa inglesa – Daily Herald - no adicta a las corridas de toros publicó:
La mayoría de nosotros consideramos las corridas de toros como un recuerdo cruel de los tiempos medievales, pero pocas personas negarían el valor de Manolete, el más grande torero de todos los tiempos, que ha muerto de una cornada en la plaza de toros de Linares. Multimillonario a los treinta años, Manuel Rodríguez se iba a retirar en el plazo de un año. Frágil y estirado, tenía, sin embargo, gran fuerza en las muñecas y desafiaba fantásticos peligros. Sin ir más lejos, hace unas semanas un colega le vio matar un toro con una perfección indolora para el toro, a pesar de la dolorosa cornada que había recibido en su pantorrilla el torero.
Por su parte el Daily Mail, decía:
Dos orejas y un rabo le fueron llevados a Manolete antes de morir, al Hospital de Linares, donde se hallaba el diestro, rodeado de sus afligidos admiradores. Durante su trabajo, Manolete ganaba 100 libras esterlinas por minuto. La gente lanzaba sombreros, bastones, flores, prendas de vestir al ruedo cuando toreaba, y aparecían numeroso pañuelos agitados por la muchedumbre que asistía a las corridas, que se asemejaban a mariposas en vuelo. Veinte mil personas han desfilado por el hospital llevando coronas de flores. Durante la corrida celebrada en Linares dio muerte a un Miura, considerado como uno de los toros de la casta más peligrosa del mundo. Lo mató de una sola estocada, pero en ese mismo momento el toro le dio la cornada mortal.
El cronista inglés no se enteró muy bien de los
hechos, pues, las orejas y el rabo, le fueron llevadas a la enfermería de la
plaza.
También la emisora inglesa BBC radió crónicas
elogiosas al diestro muerto.
A la hora del entierro –las cinco de la tarde-,
Córdoba entera, está en la calle de luto por su ídolo. Cerraron el comercio y
las industrias y un silencio respetuoso se extendía por todas las calles.
¡Manolete, muerto por un toro! ¡Es imposible! Si ayer triunfó en...
La iglesia que recibiría los restos mortales de
Manolete era la de San Nicolás que se hallaba abarrotada de fieles.
El momento desgarrador y de mayor emoción se
produjo cuando el féretro con los restos del torero caído, se disponían a salir
de la que fue su casa. Doña Angustias, su madre, se derrumba de dolor en aquél
instante penoso. La madre del torero, con los ojos cegados por la lágrimas, ve
salir, para siempre, a su hijo. España entera le acompaña en ese trance.
Bajan el féretro –de caoba con apliques de plata-
sus amigos y miembros de su cuadrilla, Cantimplas, Camará, Guillermo, Chimo, Antonio Bienvenida, Juan Mari Pérez Tabernero, Gitanillo de Triana,
Pinturas...
A la salida del féretro el Marqués de la Valdavia
le impone la Cruz de Beneficencia, otorgada por el Gobierno dadas las muestras
de solidaridad con los pobres y necesitados que dio Manolete al torear, gratis,
muchas corridas de Beneficencia.
Luego, la comitiva parte hacia el cementerio de la
Salud. Estaba formada por el clero; después, el féretro llevado a hombros de
sus fieles amigos; seguidamente las coronas; por último la presidencia y la
muchedumbre que acompaña –como en las tardes de triunfo – a Manolete por última
vez.
Desde la torre de la Malmuerta, mujeres enlutadas
echan flores al paso del ataúd. En la plaza de La Lagunilla, donde vivió sus
principios el torero, se reza un responso. El cortejo sigue camino del
cementerio atravesando calles pequeñas y estrechas que dan más intimidad al
acto.
Sobre las nueve de la noche, el ataúd es depositado
en el cementerio de Nuestra Señora de la Salud.
Era noche de luna llena –quizá no quiso perderse el
acontecimiento-. Se reza un último responso y el féretro es colocado en el
panteón de la familia – íntimos de Manolete- Sánchez de Puerta. Esta morada no
sería la definitiva, ya que el 15 de octubre de 1951 y en presencia de un
limitado número de admiradores y familiares, los restos del torero fueron
trasladados al mausoleo donde hoy descansa junto con su madre.
El mausoleo se construyó en terrenos cedidos por el
Ayuntamiento de Córdoba en el cementerio de la Salud. Es un verdadero monumento
funerario que hizo el escultor Amadeo Ruiz Olmos.
Figura una estatua yacente del infortunado diestro
y relieves en bronce de unas mujeres, con velos de luto, que representan a la
Córdoba vieja que ofrenda flores al diestro caído y a la Córdoba joven que sostiene
en sus manos el laurel último.
El pueblo regresó en silencio del cementerio. Sobre
Córdoba y su río – escribió Francisco Narbona- el río más torero de España,
flotará durante mucho tiempo la presencia eterna del héroe muerto. De Manolete,
el más grande torero que ha tenido España.
Córdoba –escribió Joaquín Romero- es una ciudad muerta en filosófica serenidad.
MANOLETE COMO PERSONA Y COMO TORERO.
Como ser humano era excepcional. Cuantos le
trataron comentan que en Manolete su condición de hombre de bien, sencillo,
sobrepasaba a sus méritos artísticos.
El maestro del periodismo don Rafael Campos de España escribió a petición del autor lo que sigue:
Manolete
fue un genio y atribuyéndome poderes que no tengo, un santo. Su vida dentro y fuera
de los ruedos fue ejemplar siempre y su relación amorosa con Lupe Sino, aunque
pueda parecer lo contrario, limpia y no le dio tiempo a legalizarla con el
matrimonio porque habida cuenta su fervoroso cariño hacia su madre doña
Angustias, no quería que ella se disgustara por un matrimonio que no hubiera
entendido. Esto lo rubrican muchas cosas, entre ellas un famoso telegrama que
publicó Dígame, y que no es muy conocido, se lo puso Manuel en el primer viaje
que realizó con Lupe a América y decía así: “Madre te juro por ti que no me he
casado”. Creo que la expresión es rotunda y avala cuanto venimos diciendo sobre
el tema de sus relaciones amorosas.
Como
torero revolucionó la Fiesta y apoyándose en el belmontismo lo fundió con la
inspiración que tenía del arte de Lagartijo, el Grande, de quien se dijo que
solo verle hacer el paseo valía el dinero de la entrada. De Manolete se puede
escribir y hablar sin fin, pero socráticamente, no pendencieramente.
Puedes
estar seguro de que fue un torero inmenso y un cabal hombre en todos los
aspectos de su vida.
Esperando
haya servido tu deseo con estas líneas, que no están escritas con el ordenador
si no con el corazón.
Un
fuerte abrazo.
Rafael Campos de España.
El maestro Campos de España fue amigo de Manolete,
lo vio en numerosas tardes triunfar, conocía perfectamente el toreo del
Monstruo es, pues su opinión, de la máxima autoridad para entender como era
Manolete como persona y como torero.
Manolete siempre hizo gala de su calidad de
cordobés.
Con motivo de la muerte del ídolo, un cronista catalán escribió:
Córdoba ha enseñado al toreo un gesto elegante de contención ante el miedo de la muerte. Así, a través de cinco generaciones de toreros, Manolete pudo adquirir el dominio más puro y a la vez más natural de su gesto. Sólo en alguna ocasión, en el curso de una faena sosegada, se le veía mover la punta del pié derecho, como palpando la arena, y ello daba una recóndita y pequeña pincelada de emoción a la serenidad de su toreo. Esta necesidad, esta aparente facilidad, engañó a algunos públicos de los que llevan mucha sangre en la cabeza. Porque son los públicos los que quieren ver el sudor del esfuerzo en la frente del torero. Pero al fin, se impuso siempre, aunque a costa de una tremenda tensión personal, logrando crear una atmósfera suya que parecía dejar en el ámbito de la plaza casi un vacío absoluto, una angustia contenida. Y entonces su toreo adquiría un relieve de emoción incontenible, porque ni el aire lo empañaba. El espectador y el toreo de Manolete estaban cara a cara, aislados, lejos de todo lo demás. Y Manolete se permitía entonces el lujo de torear como si toreara para él solo, encerrado en su diamantina perfección plástica.
Alfonso Cruz Conde, amigo de Manolete dejó escrito:
Manolete –que acaso sería triste porque adivinaba la infecundidad de su sacrificio- no desertó jamás del deber. Manolete cumplía sus contratos, pese a que sintiera en cuerpo y alma un cansancio infinito. En cierta ocasión, el azar nos reunió en la villa ubérrima de Jerez. Él venía del campo, de la dehesa espléndida de Jandilla, la misma tarde en que terminados mis quehaceres, proyectaba yo volver a Córdoba. Acomodado en su automóvil, con Guillermo al volante, regresábamos a nuestra ciudad. Durante el viaje, en una conversación que hoy tiene el valor de lo anecdótico, el torero cordobés me hablaba del cansancio abrumador de los viajes, pese a la comodidad de los actuales medios (1947) y comentaba irónicamente: “Si pudiera decir: todo eso que yo gano y una cantidad doble se la doy a usted, amigo empresario, por la sola condición de poder dormir toda esta tarde...
Su íntimo amigo, Domingo Roca nos dice:
Mucho
se ha hablado de la seriedad de Manolete. La inmensa mayoría de las personas
que solamente le conocieron en la plazas de toros, no tienen más remedio que
contar con este concepto del hombre. Los tuvimos la dicha de convivir con él,
pudimos, en cambio, apreciar que aquél muchacho era un ser como otro
cualquiera, alegre en sus momentos y serio cuando tenía que afrontar alguna responsabilidad.
En
cierta ocasión, dando un paseo por una de nuestras calles cordobesas, ocurrió
un caso de cierta gracia, en la cual se refleja el carácter de Manuel
Rodríguez. Una señora le fue presentada, y durante el diálogo, le dijo, más o
menos: “Manolo, ¿porqué estas tan serio en la plaza cuando toreas? “.
Señora
–contestó el torero- es que en esos momentos no estoy en un bautizo...
Refleja
el hecho el modo de ser de un hombre que sabía estar en su sitio. Y creo que el
motivo de ser así era debido al concepto que tenía Manolete de la
responsabilidad. Sentía verdadero pánico al ridículo.
En su profesión siempre lo daba todo. Decía que lo mismo en una plaza de primera categoría como en el pueblo más modesto, había que justificarse, pues tanto el público de un sitio como de otro había pagado la entrada para verle torear.
Rafael Soria Molina, sobrino de Manolete cuenta sus recuerdos del torero a Francisco Solano Márquez:
El
primer recuerdo que tengo fue cuando
vino de torear un festival en Cabra, en 1937. Había brindado el novillo a un
señor y le había dado veinte duros, y con ese dinero me compró un triciclo.
Cuando volvió, me despertó a las doce de
la noche para que subiera en él. Aquél regalo me hizo una ilusión grandísima.
-
¿Qué
personas frecuentaban la casa de Manolete en La Lagunilla?
-
Sus
amigos. Domingo Roca amigo inseparable porque también quería ser torero; sus
primos Rafael Saco “Cantimplas” y Palitos, El Niño Díos, Rafael Luque,
Baldomero y Manolo Sánchez de Puerta, José Moreno Salinas, Enrique León, Miguel
Garrido, Juan Carretero, el periodista José Luís de Córdoba...
-
Venían
también Rafaelito Adame, Guillermo que fue su mozo de espadas...
-
¿De
que se hablaba en aquella casa?
-
Siempre
de toros. Recuerdo que él, desde pequeño subía a mi casa, se sentaba con mi
padre y hasta que se iba, estaba hablando de toros. El no vivía más que para el
toro...
-
Aparte
de la afición por torear, le gustaba pintar.
-
Sí,
dibujaba muy bien, especialmente las cabezas de toros y de caballos.
-
También
le gustaba leer.
- Sobre todo la Historia de España y los tebeos. Los tebeos de Rin-tín-tín le encantaban.
Las tardes que toreaba en su tierra Manolete salía vestido de luces de su casa de La Lagunilla. Por la mañana, llegaban sus amigos. Luego, sobre la una, llegaba Camará para explicarle las características de los toros que le habían tocado. Y, por fin, el momento de vestirse.
-
Cuando
se iba a vestir de torero
iban
todos fuera. Quedaba nada más que el mozo de espadas y él. A mí también me
dejaba.
-
Por
algo era el sobrino predilecto.
-
Estaba
loco perdido conmigo. Empezaba a vestirse dos o tres horas antes, con la ayuda
de Guillermo, pero Camará siempre le ataba los machos; eso fue una tradición.
-
Y
llegaba la hora de partir para la plaza.
-
Antes
de salir se despedía de la familia y le daba un beso a todos; a mi madre, a sus
hermanas y a la abuela. Y la abuela le decía: “Niño, que no te la gane nadie.
Que tengas mucha suerte pero que no te la gane nadie”. “Madre, tú descuida –
respondía él- que a mi no la gana nadie.”
-
¿Se
le escapaba alguna lagrima a la madre en esas despedidas?
- No, no, le daba ánimos, como digo; que no se la ganara nadie. Luego se ponía a rezar...”
En 1943 Manolete compró el chalet de la Avenida de Cervantes.
- Madre, ya tienes una casa como yo quería, le dijo a doña Angustias.
Rafael Soria Molina, convivió tanto y tan cerca con Manolete, que está en condiciones de trazar su retrato humano, que complemente el perfil, más conocido, de gran torero. Por ejemplo, desmiente que en el trato personal fuese tan serio y tan triste como se le percibía toreando.
– En la realidad no era triste; era un hombre muy jovial, y le gustaban las bromas.”
El aspecto que muestra de él las fotos irradia humanidad.
-
Sí, era un hombre muy humano. Humano y caritativo. Le gustaba hacer obras de
caridad sin que se enterase nadie...
-
¿Era
Manolete muy religioso?
- Muy cristiano.
Cuando Camará hablaba de negocios con los empresarios, a Manolete no le gustaba estar presente. Le confesó un día a su sobrino en la finca salmantina de Atanasio Fernández, a la que se habían desplazado unos concejales de Segovia para contratarle.
- ¿Tú
sabes porque me voy? Porque me da vergüenza del dinero que le va a pedir Pepe a
éstos, y no quiero estar delante.
-
¿Por la vida sentimental de
Manolete es mejor correr un velo?
- Sí, sí, porque eso fue... Los únicos amores que tuvo de verdad de verdad fueron su madre y los toros, y su familia.
Opinión importante también es la de un amigo y alternante con Manolete muchas veces. Es la de Juan Mari Pérez Tabernero, quien nos dice, entrevistado por Filiberto Mira en su libro Manolete, vida y tragedia, publicado en 1984 por la editorial Aplausos:
Manolete fue el torero con
más personalidad que yo he conocido. Era algo más que un genio. Increíble cómo
era capaz de sacarle pases a toros que otros ni siquiera éramos capaces de
pensar que se los pudiéramos sacar.
Recuerdo que una tarde
toreábamos Juanito Belmonte, él y yo. Le tocó a Manolo un toro dificilísimo. Al
cuarto pase me apretó Juanito el brazo muy emocionado y me dijo: “Solo Manolete
le saca pases a ese toro Juan Mari.
Todo lo que pueda decir yo
sobre Manolete será siempre poco. Era un ser irrepetible y, por tanto, un
torero imposible de definir. Todo en él era diferente. Tenía sencillez y
naturalidad de niño, y era al mismo tiempo muy hombre. Su valor distinto. Su
arte el más solemne. Su estilo incopiable. Su hombría insuperable. En lo suyo
–en el torear como yo a nadie he visto torear- tenía una personalidad que
asombraba a los toros y a sus compañeros.
A casi todos los toros los toreaba muy bien con el capote, y prácticamente a todos les pudo y les toreó admirablemente con la muleta. Con la espada poseía una perfección absoluta.
Comenta Juan Mari, más adelante, lo que ocurrió la tarde de su alternativa en la que alternaban, Marcial Lalanda, Manolete, Pepe Luís Vázquez y él.
Yo tomé la alternativa
aquí en Salamanca. Era la corrida de ocho toros de casa, el padrino era
Marcial. Eran testigos Manolete y Pepe Luís. Estos el día antes habían toreado
en Albacete y se les estropearon a los dos sus coches, que entonces funcionaban
con gasógeno. Se retrasó la hora de la
corrida y no llegaban.
La plaza estaba llena, y
cuando se dijo que Marcial y yo mataríamos cuatro toros cada uno se armó una
bronca fenomenal.
Hicimos los dos solos el
paseíllo, y Marcial, en broma, me dijo: ”Si no llegan, nos repartimos el
dinero. Para ti el de Pepe Luís y para mí el de Manolete”.
Llegaron los dos cuando yo
estaba toreando el toro de la alternativa. Manolete, que aunque era muy serio
tenía buenas ocurrencias, se pasó toda la tarde diciéndome: “¿No hay por aquí
bicarbonato?”. La frase me la repetía una y otra vez. Hasta que le pregunté:
¿Qué te pasa Manolo, con el bicarbonato?
“No, nada es que el coche
se me estropeó en Ávila y me dijeron que tardarían mucho en arreglarlo. Tenía
mucha hambre y me he “jartao” de judias y cochinillo, creyendo que no era
posible llegar a tiempo de torear. Estoy con una ardentía horrorosa. Se me ha
“levantao la barriga”, pues yo nunca he “toreao” con el estómago lleno. Por eso
busco bicarbonato, pero no lo tienen en la enfermería. Dime donde hay una
botica y mando a Guillermo o al ayuda que me lo traigan.”
Con ardentía y sin bicarbonato esa tarde también Manolete cortó las orejas.”
Manuel Álvarez Pruano, Andaluz, también alternó en numerosas ocasiones con el diestro de Córdoba; la opinión que de él tenía quedaron impresas en una entrevista que Filiberto Mira sostuvo con él en 1983. He aquí, en síntesis, su palabras:
Manolete tenía una faceta
de torero frío, con dominio sobrenatural por la forma de pararle al toro. Su
majestuosidad y su quietud era lo que le impresionaba al público y lo que más
le admirábamos sus compañeros.
Creó una escuela para él. Transmitía una emoción especial.
Pepe Luís Vázquez Garcés, figura del toreo,
admiraba a Manolete, Le preguntó Filiberto Mira si Manolete tenía estilo
propio.
A lo que respondió.
Hombre, ya lo creo que sí.
Le costó mucho trabajo encontrar recursos para evitar que lo cogieran los toros
en el sitio que él se ponía. Era en el que “sentía el toreo” que él hacía.
Se colocaba cerquísima del
toro, y por eso consiguió sacarle partido a tantos. Los aguantaba a distancia
inverosímil. Descubrió una fórmula validísima para hacer el toreo puro. Al
acortar tanto las distancias, recortó los pases, pero extendió el toreo.
Con el capote y con la
muleta daba los lances y pases fundamentales de una forma muy perfecta y yo
creo que en su verdadera autenticidad, muy difíciles, - por no decir imposibles
– de mejorar y superar.
Con toda verdad y justicia,
diré que como hombre tenía tanta altura que como torero. Fue tan entrañable
amigo que cualquier opinión mía podría ser apasionada.
Esta anécdota que referiré demuestra el gran compañero que era. Me tocó un toro saltillo y burriciego que matar aquél toro fue una “agonía” para mí. Había sonado ya el primer aviso. Estaba a punto de sonar el segundo. Yo y mi cuadrilla estábamos agotados por el esfuerzo. Sentí junto a mí la voz de Manolete. Había cogido un capote y se puso a mi vera, como si fuera mi peón de confianza. Intentaba que aquel toro humillara para que yo pudiera descabellar...
El matador Paco Casado, aclara a Filiberto Mira, que Manolete toreaba toros grandes y chicos, los toros que salían después de una guerra civil en la que desaparecieron muchas ganaderías:
Yo hasta de novillero
toreé con él corridas muy grandes.
La novillada del Conde de
la Corte en el Puerto – por ejemplo- fue una tía. Lo que pasó es que en su
época – por motivos de la guerra – todos tuvimos que torear algunas corridas
chicas.
La mayoría de las corridas que yo toreé con él fueron muy serias. Con las grandes y con las chicas solía estar Manolete casi siempre inmenso. A él le daba igual, porque podía generalmente con todas.
Miguel Atienza Caro, empezó a picar toros en la cuadrilla
de Manolete en la feria de Sevilla de 1941.
Su opinión, respecto del maestro, es importante.
Yo vi torear a Manolete
por primera vez el día que confirmó la alternativa en Madrid. Le tocó ese día
un toro muy bueno de don Antonio Pérez y lo cuajó, como solo a él se le ha
visto torear. Yo, que he visto de cerca de tantos toreros buenos, tengo
autoridad para decir a mi edad, que Manolete era un fuera de serie que no se
puede definir.
Recordándolo, tengo también que decir –porque es verdad y yo no sé mentir- que Manolete, como persona, era buenísimo. Muy serio, pero simpático. Con la cuadrilla y en familia se reía mucho, pero en la plaza era incapaz de sonreír aunque le hicieran cosquillas. Le dio al toreo toda la seriedad que éste debe tener.
Ahora nos habla del tipo de toro que toreaba Manolete.
El toro de la época de Manolete era de más casta que el de ahora, aunque algunas corridas fueran más chicas. Manolete mató y toreó muchos toros grandes y muy serios. Unos toros que en su mayoría necesitaban los tres puyazos y llegaban con fuerza a la muleta.
Del afeitado dice:
No es verdad que se afeitaran los toros en los tiempos de Manolete, en la cantidad que se ha dicho. Lo del afeitado se puso de moda después de la tragedia de Linares.
Define a Manolete asÍ:
Manolete fue un colosal torero y un inmenso amigo mío. Es difícil que pueda volver a nacer otro como él. El mundo avanza en todo, y en el toreo podrá haber otro –cosa que dudo- que lo supere. Eso sólo Dios lo sabe; yo lo que sí sé es que no he conocido ningún torero superior a Manolete.
Agustín Parra Parrita, matador de toros, a quien Manolete dio la alternativa en Valencia en 1945, cuenta a Filiberto Mira:
Mi primera impresión de
Manolete la tuve cuando le vi confirmar la alternativa aquí en Madrid. Recuerdo
un quite que hizo por gaoneras que fueron naturales dados con el capote. Ese
día me impresionó también mucho como rejoneó don Juan Belmonte.
Aquél quite de Manolo –a
quien yo no conocía- se me quedó grabado para toda mi vida...
A Manolete me lo presentó mi tío Ángel y lo primero que dijo fue: “Ya me ha dicho tu tío que quieres ser torero. Lo serás si eres capaz de quedarte quieto.
De la personalidad de Manolete comenta:
Le encantaba leer libros de historia. Era un hombre muy sobrio. No creo que en la intimidad conociera más que cinco o seis mujeres en toda su vida. Le fascinó la simpatía de Lupe Sino. Como mujer, Antoñita, era muy simpática, y tuvo la desgracia de no darse cuenta que Manolo se enamoró de ella. No creo que hubiera sido feliz con ella...
De los amigos de Manolete destaca a Arruza:
Manolo era muy amigo de Arruza al que amistosamente llamaba el indio.
Del día de su alternativa Parrita dice:
Manolo empezaba a vestirse
muy pronto de torero.
Hacía esa ceremonia – si
vestirse de luces es un rito- con mucha parsimonia.
Cuando él empezó a
vestirse ese día de mi alternativa, yo estaba con él en el cuarto y me dijo:
“Venga Agustín, vete ya a vestirte, que hoy has de acabar con “el indio”.
Ya en la plaza Arruza hizo
un quite fenomenal, y al ir yo a hacer el mío, me dijo Manolo: “ Tienes que
terminar con él”. Aquello me dio a mí una fuerza especial, y me arrimé como
pocas veces. La verdad es que salieron bien las gaoneras y al rematarlas me
dijo: “Nene, has acabado con él.
Las palabras que le dijo Manolete a Parrita en la
alternativa fueron:
- Chaval, te doy la alternativa porque sé que eres un gran Manoletista.
Del toreo de Manolete dice:
Técnicamente de 100 toros, toreaba a más de 90. Los toreaba a su forma. Era una forma especial que llenaba las plazas de emoción. Entiendo que el arte del toreo es el arte de emocionar, por eso admiré tanto a mi maestro.
Ángel Luís Bienvenida, tomó la alternativa el jueves 11 de mayo de 1944
teniendo como padrino a su hermano Pepe y de testigo a su otro hermano Antonio.
Le cedió el toro “Rosquillero”, número 46, negro bragao de Arturo Sánchez
Cobaleda, según datos que figuran en el programa oficial de mano de la corrida
y firmado por el maestro al autor.
Alternó con Manolete en varias tardes y relata a Filiberto Mira:
Yo fui con mi padre a
una novillada de Miura –fue en 1939- que torearon Manolete, Pepe Luís Vázquez y
Paquito Casado en Algeciras. Por cierto, que a Pepe Luís le tocó un “miura” con
demasiada “guasa”.
Debió ser la primera vez
que vi a Manolete y estuvo inmenso. Fuimos al hotel después de la novillada y
mi padre le dijo a Camará: “Pepe, este muchacho (refiriéndose a Manolete) está
hecho un matador de toros; debes darle ya la alternativa.”
Camará le respondió que
algunos pasos había dado ya de cara a la alternativa, y que iba a poner en
práctica el consejo de mi padre inmediatamente.
Bajó Manolete de su
habitación y se sentó en la mesa. Le dijo Camará que mi padre lo veía puesto
para la alternativa y que aconsejaba que la tomase.
Recuerdo que Manolete
dijo: “Pues si don Manuel –con lo que sabe- piensa eso, es cuando yo me creo
que estoy para tomarla.”
Unos quince o veinte días después de aquella conversación, la tomó en Sevilla.
Cuenta la siguiente anécdota:
Para que te hagas una idea
de la admiración que le tenían el Papa Negro y Pepote a Manolete, te contaré
que Pepe –en 1940- toreó una corrida con Manolo en Alicante. Al regresar le
habló a mi padre de cómo había estado en ella Manolete, y le dijo: “Tienes toda
la razón; con Manolete no hay quien pueda.”
Recuerdo, perfectamente, lo impresionado que llegó Pepote con el valor de Manolete. Aquella corrida fue del Conde de la Corte, y lo seis toros en los quites voltearon a Manolo, y uno de los suyos hasta por dos veces.
En una entrevista, año 2004, el maestro Ángel Luís, aclara a Manolo Molés, que le preguntó para el programa de Digital Plus, Figuras y Maestros, quien había toreado antes mirando al tendido él o Manolete, dice:
Fue en Barcelona. Me tocó
un novillo de Muriel muy bueno y entonces yo lo toreé muy a gusto. Le había
toreado con el capote muy bien y había dado muchas largas. Había hecho unos
quites muy variados. Y el novillo por la derecha iba muy bien y yo para
demostrar al público de que lo tenía tan metido y pulseado bien para llevarlo
en la muleta. Entonces le metí la muleta en la cara. Se arrancó. Me volví para
el tendido y entonces le di el pase. Se formó un revuelo tremendo. Y así le
pegué cuatro o cinco pases. Eso fue un jueves. Le corté el rabo. Al domingo
siguiente toreaba Manolete y llegaron a él con la foto diciéndole: “Mira lo que
ha hecho Ángel Luís el jueves pasado aquí en Barcelona y que no lo ha hecho
nadie en el toreo.” Y Manolete se puso a hacerlo y fíjate. La gente se ha
olvidado de que fui yo el primero, por eso era Manolete.”
Yo le admiré mucho más
como persona. Lo traté poco, pero lo que lo traté fue una persona entrañable.
Fíjate que yo en una
corrida que él toreaba aquí en Madrid me fui a verlo al hotel Palace, a la hora
del sorteo, para que no hubiera nadie y estar solos. Estaba solo con el mozo de
espadas entonces entré: “Siéntate Ángel Luís, cuéntame, ¿como llevas la
temporada, cómo van las cosas? Y tal.
Y a esto llegó una
señorita periodista que quería hacerle una entrevista. ¡Vaya por Dios, hombre,
ahora una entrevista, será posible esto! Digo, sí hombre, yo me voy y dice:
“Hombre, no, espérate ahí que la voy a despachar enseguida.”
Total, que empezó a
hacerle preguntas, ¿cómo se le ocurrió eso de torear mirando al tendido? Y
entonces dijo Manolete: “Eso no se me ocurrió a mí, eso se le ocurrió a ese que
está ahí.”
La otra no tenía ni idea de quien era yo.
En otro apartado de la referida entrevista, Molés le pregunta:
¿Porqué tu hermano Antonio
decía que Ortega era mejor? ¿Era mejor Ortega que Manolete, según tu hermano?
Porque Antonio tenía el
concepto del temple. De poderle al toro. Que al toro había que poderle siempre
y había que dominarlo, por encima de todo, había que dominar al toro...
Yo le explicaba que
Manolete mandaba. Decía que era un truco lo de Manolete. ¿Somos tan listos,
sabemos tanto, tenemos tanto valor? Porque no hacemos lo de Manolete y ganamos
el mismo dinero que él.
Porque eso sí, es que
viene el toro arrancado de ahí y estas con la muleta por detrás de tu cuerpo y
citas y le llevas allí. Ese señor que hace eso le saca partido al 90% de los
toros. Y nosotros le sacábamos un 8 o un 10%.
Si somos tan listos y
sabemos tanto, vamos a hacerlo. No.
Manolete era una persona con una dignidad, con un pundonor, con valor seco violento. Porque era un tío que no se aferraba a nada de decir, voy a tener un recurso para poder escabullirme un poquito. No, porque llegaba a un pueblo y le daba lo mismo que torear en Madrid que torear en Alcorcón. Para él era todo igual. Eso tiene un valor para mí, como torero, increíble. Que los otros no lo tenían, porque Domingo Ortega le andaba a los toros, de aquí para allá, muy bonito, pero esa entrega de Manolete decir aquí a morir, no.
Las palabras del maestro Ángel Luís Bienvenida nos
revelan quién era Manolete, cómo era su toreo y entrega todas las tardes. Pudo
aliviarse en Linares, pero no lo hizo, mató en corto, por derecho y marcando
los tiempos lentamente, tan lentamente que Islero no tuvo más que girar la cabeza y empitonarle
hasta causarle la cogida mortal.
José Antonio Medrano, en su libro “Toreros 1726-1965” de editorial Carrascal, editado en 1965, expresa
su opinión sobre Manuel Rodríguez de manera esclarecedora. Sigámosle:
Es
muy posible que la personalidad, humana y torera de Manolete, se imponga tan
sobre los defectos que pudo tener su toreo, que ciegue – que nos ciegue- a
muchos a la hora de juzgarle. De Manolete se ha dicho todo, en pro y en contra.
Y lo malo, o bueno, según
se mire, es que su grandeza no admite términos medios. “Llegará un día en que un
hombre sea capaz de hacer pasar a todos los toros” –dicen que dijo un día Juan
Belmonte-; pues bien, para la gran mayoría ese hombre es Manuel Rodríguez,
Manolete, y, en consecuencia, el torero más grande de todos los tiempos. Pero
sus detractores, no pocos y muy conspicuos, sacan, enseguida, a relucir la
cortedad de sus recursos y la monotonía de sus faenas, e incluso, no faltan
quienes le achacan –y eso raya en lo inadmisible- una nefasta influencia en la
trastienda del toreo.
Decir esto de quien se entregaba
todas las tardes, con un pundonor ejemplar, allá en los ruedos, frente al toro,
con el que no caben recomendaciones ni cuenta la propaganda, y que fue a morir
víctima de uno de ellos, movería a risa, si antes no causara indignación.
Discutirle, cabe; ofenderle, no.
¿Corto
y monótono? No, Manolete, no fue ni corto ni monótono. ¡Sus imitadores, si que
lo fueron! Pero él, repetimos, no, y no porque, cuando se impone una misma
faena a todos los toros –grandes y chicos, bravos y mansos-, y esa faena es la
faena soñada, ideal, a base de pases fundamentales, si más escape a lo
superfluo que unos adornos, que en él tenían verdadera calidad, no se es corto.
Y, ¿monótono?: ¿desde cuando aquello que nos emociona, que nos conmueve, que
nos hace vibrar, día a día, sí, pero siempre con el sabor y la intensidad de
los nuevo, y nos hace buscarlo y desearlo, puede ser monótono? ¿Desde cuando
una verdad, por repetida que sea, es monótona? Y, para final de este párrafo,
¿acaso es monótono en el toreo matar a todos los toros, bien, honradamente
bien, continuadamente bien, excepcionalmente bien? Porque, nadie dudará de que
Manolete, fue estoqueador admirable. ¿Monótono, pues...?
Ahora
bien, si caemos en la tentación de las comparaciones, naturalmente que Manolete
no fue un “Joselito”, ni un Belmonte, ni un Ortega... pero tampoco éstos fueron
un Manolete, porque tenían distintas concepciones del toreo, dentro, siempre,
de una máxima jerarquía y responsabilidad... Cada uno por su camino, todos
llegaron a la cumbre, a esa cumbre que, a los sumo, acoge a una docena de
toreros.
...Manolete, que revolucionó el toreo, hasta dividir su historia en “antes y después de él”, y cuya personalidad, en todo y por todo, fue sencillamente única, mereció a título póstumo, la Cruz de Beneficencia, por sus muchas actuaciones altruistas y sus muchas obras de caridad, realizadas éstas en silencio, reservadamente, como lo hace los hombres de bien.
La opinión sobre el Monstruo de Córdoba de José Antonio Medrano muestra a las claras quien
era Manolete, cual era su toreo y que importancia tuvo en la Historia de la
Tauromaquia.
Una persona que convivió con Manolete al cien por
cien, amigo, que aguantó las tardes en las que el triunfo no sonreía –pocas
hubo-, en las que disfrutó esos mismos triunfos, quien en la tarde de Linares
tomó a su maestro de la arena para, entre otros, llevarlo a la enfermería, es
su mozo de espadas, Guillermo González Luque, simplemente Guillermo.
Nos enseñará quien era en la intimidad del cuarto
del hotel, entrebarreras y en sus relaciones directas el Monstruo de Córdoba.
La fidelidad y cariño que sentía por Manolete era
tal que, después de la tragedia, no pisó ninguna plaza de toros ni vio corrida
alguna ni por televisión. La muerte de su maestro cerró para siempre, su afición
a los toros.
Todos los días, mientras vivió fue al cementerio a
rezar ante el mausoleo de Manolete. Nunca le faltó una flor ni una oración.
Estas opiniones las realizó a Filiberto Mira, para
su libro Manolete,
vida y tragedia, de editorial
Aplausos.
Hablaba así:
Lo difícil era ver a
Manolete estar mal en un toro. Estaría mas o menos “acertao”, pero lo que es
estar con miedo, yo no lo vi con ninguno.
Era un torero, le hablo
como aficionado, al que jamás le faltó el valor. Por eso fue tan enorme torero.
Su valentía era tan grande
como su bondad, porque como persona era lo que dice “un santo”. Mire usted para
mí el mejor torero es el más valiente, pero con valor “asentao”. Para mí el día
que más “asentao” vi torear a Manolo quizás fuera una tarde en Pamplona y me
parece que los toros eran de Murube.
Como era un “pedazo de
pan”, era un gran compañero. Una tarde “toreábamos” con Arruza, recién llegado
de México, en el pueblo de don Ricardo, en el de K-Hito, o sea, en Villanueva
del Arzobispo.
Yo le comenté: “Este de
México no vale un duro”. Él me contestó: “Eres muy bruto Guillermo, y ese
torero es muy bueno, ya verás cuanto me va a
hacer sudar las taleguillas.”
Efectivamente, a los pocos
días, volvimos a torear con él en Logroño y formó el mejicano “un taco gordo”.
Estando toreando Arruza se
me acercó Manolo y me dijo: “¿Lo estas viendo? Este tío se arrima una “jartá” y
es muy buen torero. Perdóname que el otro día te llamara bruto en el pueblo de
don Ricardo, pero mientras seas mi mozo de espadas hazme el favor de no volver
a decir -ni a mí ni a nadie- que ningún compañero mío es un mal torero”.
Yo creo que Manolo al
torero que más admiraba era a Pepe Luís Vázquez. Era íntimo amigo suyo y de
Carlos Arruza. Doy mi palabra de honor que jamás habló mal de ningún compañero
ni quitó a ninguno de ningún cartel. Los carteles de las corridas que toreaba
Manolo eran cosa de Pepe Camará.
Manolo atendía con
educación a todo el mundo, pero no se confiaba más que a los que veía buenos
amigos.
Le gustaban las ganaderías
que daban mejores toros, pero el tamaño y procedencia de estos no le asustaban.
Manolo no toreó nunca en
la plaza de Talavera de la Reina, porque fue en la que un toro mató a Gallito.
Se hacía mucha ropa de
torear. Estrenaba más de una docena de vestidos cada temporada. Siempre que
“toreábamos” en Sevilla se ponía uno nuevo. Jamás se vistió de grana y oro.
Prefería los tonos claros a los oscuros. Solo tuvo dos sastres, que fueron,
Manfredi, el de Sevilla, y Juanito “El torta” –marido de la Maestra-, en Madrid.
Coches: tuvo un Mercedes,
un Buick y un Cadillac; y para la cuadrilla compró un Hispano a Antonio
Márquez. El último viaje lo hicimos en otro Buick que compró y que era azul y
descapotable.
Habrán ustedes observado
–tercia la señora de Guillermo en la charla- que mi marido habla de Manolo como
si siguiera viviendo. Muchos días al despertarse me dice: “Esta noche he estado
hablando con Manolo”. O me cuenta que le ha “parecío” cierto, que ha ido con él
a cualquier parte.
Sepan ustedes que la noche
de la “desgracia” le entró a Guillermo en el cuerpo una cosa mala; tuvieron que
darle calmantes y meterlo en una cama, al lado de la habitación en la que
Manolo murió.
Desde esa día y mientras Guillermo y yo vivamos no faltará nunca una flor en la tumba de Manolete.
Cerraremos estas opiniones con quien mejor le conoció, su apoderado don José Flores, Camará quien manifestó a José Luís de Córdoba:
Manolete ha conseguido perfeccionar el toreo de tal forma, que yo no digo que toree mejor o peor que nadie; lo si te afirmo es que como torea Manolo no se ha toreado nunca, ni creo que se pueda mejorar.
EL TORO EN LA ÉPOCA DE MANOLETE
Las novilladas y corridas de toros en las que
intervinieron los novilleros y matadores de toros, incluido Manolete y otros diestros, se regían por El Reglamento para la celebración de espectáculos taurinos de 12 de Julio de 1930. Las plazas se clasificaban
en tres categorías y se fijaban los pesos mínimos en 460, 435 y 410 kilos,
según fuera la plaza de primera, segunda o tercera categoría. Dichos pesos se
comprobaban después del arrastre.
La edad se fijó en un mínimo de cuatro años y un
máximo de siete. En las novilladas con picadores los novillos tendrían tres
años cumplidos. En las no picadas menos de tres.
Este Reglamento estuvo vigente hasta la publicación
del que publicó en el año 1962.
Como la guerra civil diezmó muchas ganaderías, en
corridas de toros – no en todas- salió el toro chico, falto de peso y hasta de
edad. Se infringía, pues, el Reglamento.
Para subsanar esto se publicó la Orden de 28 de abril de 1943, que fijaba los pesos mínimos en 423, 401 y 370 kilos según la categoría de la plaza. Los pesos anteriores se computarían por sus equivalentes de 253, 240 y 226 kilos en canal, respectivamente.
Si en la zona nacional no se hubiera respetado la ganadería brava, probablemente la fiesta de los toros habría desparecido en los años cuarenta.
Afirmación debida a Demetrio Gutiérrez Alarcón en
su libro Los
toros de la guerra y el franquismo, de editorial Caralt.
Está debidamente fundamentada y tiene una lógica
aplastante: el hambre. Había escasa comida y tuvieron que sacrificarse animales
vacunos, tanto bravos como mansos, para mitigar el hambre que la guerra había
traído.
Se llegó a permitir, en ciertas zonas de guerra, en
el centro de la península con más frecuencia, la caza del toro bravo. Se incautaron ganaderías, se asesinó a ganaderos
privando así a la fiesta de especialistas en la cría del toro bravo.
Gutiérrez Alarcón dice en su libro:
En Albacete el ganado del
hierro de Samuel Hermanos era traslado a la plaza de toros desde los pastizales
de “El Palomar”, Alcaraz. No se respetaba la edad, ni se tenía en cuenta las
hembras; desde añojos a cuatreños, pasando por erales y utreros, tenían una
meta segura: el matadero. Incluso desde esta provincia se enviaban partidas a
las limítrofes; Valencia concretamente, fue una de las más favorecidas para el
abastecimiento de la intendencia militar. Las ganaderías del Frente Popular
surtieron a algunos espectáculos, en los primeros meses, y luego
indiscriminadamente, se sacrificaron para alimentar a la población civil y a la
tropa.”
“...En 1937 La Unión de
Criadores de Toros de Lidia había confeccionado el siguiente censo, por
ganaderías, de la llamada Zona Centro:
Viuda de J. Bueno: 408;
Encinas Hernández, 305; Escudero 343; Aleas, 275; Viuda de Gómez, 378; María
Hernández Arribas: 370; Vicente Martínez: 420; Argimiro Pérez Perogordo, 320;
Puente, 241 y Sanz, 130.
El total de reses
herradas, previa selección en tientas, de ganaderías con historial de
prestigio, era de 5083.
Unas semanas después solo habían sobrevivido 8 toros y 166 vacas, más 22 añojos y 127 crías. La eliminación no fue total –al fin parece que, de alguna manera, se hizo caso al consejo de la Dirección General de Ganadería-; pero la liquidación fue masiva.
La ganadería que poseía Domingo Ortega, que pastaba
en la finca Navalcaide, sita entre Collado Villalba y Cerceda, encaste
Parladé-Gamero Cívico fue totalmente aniquilada.
En la llamada zona nacional también se sacrificaron animales bravos, pero casi
todos desecho de tienta.
Gutiérrez Alarcón, relaciona las ganaderías que sufrieron más las consecuencias de la guerra, escribe:
La de Augusto Perogordo,
de El Escorial, procedente de Castrojanillos, por línea del Duque de Tovar, con
cruces de Vistahermosa, Parladé y Argimiro Pérez Tabernero. La destrucción de
la ganadería fue casi total, pues sólo quedaron ocho vacas y un semental.
Con los mismo orígenes,
vía Argimiro Pérez Tabernero, la de Emilio Bueno Bueno, de Villanueva del
Arzobispo (Jaén), que la aumentó con vacas de Santa Coloma y Aleas. La vacada
resultó deteriorada, aunque no de manera importante.
Procedente de la más
famosa divisa de todos los tiempos, por su trágico historial, la de Miura, fue
la ganadería toledana de doña Emilia Mejías García, esposa de Marcial Lalanda,
el célebre lidiador y ganadero. Quedó extinguida como resultas de la guerra.
“...En el campo de Andujar
(Jaén) la ganadería de los herederos de Flores Albarrán gozaba de merecido
nombre, por su origen de raza jijona cruzada con productos de Gil Flores, y
partir de 1932 con vacas procedentes de Albaserrada y un semental de Vicente
Martínez. Recuperada la dehesa, durante algunos años no pudo lidiarse ningún
toro de este hierro, pues todos habían sido sacrificados. Continuaría más
adelante, al desarrollarse los añojos salvados con algunas madres y unos
sementales.
También fue destruida
parcialmente la de la viuda de Félix Gómez, de Colmenar Viejo, procedente de
los Jijón, cruzada con Parladé. Sólo fueron encontrados y semental y cincuenta
y cuatro vacas.
En el término de
Aldeaquemada (Jaén) pastaban los toros de Pacomio Marín Ginés. Fundada en 1910
por Luís Baeza con sementales de raza jijona, Pacomio Marín experimentó cruces
con vacas de Veragua y un extraordinario semental de Julián Hernández, puro
Vicente Martínez...
La vacada sufrió un grave
quebranto, pero se pudo rescatar una parte y ser continuada por su viuda y por
su hijo Eugenio.
“...Enrazados con
Vistahermosa y Murube, por las líneas de Varea y Barbero de Utrera, eran los
toros que Manuel Blanco vendió a Domingo López Ortega –el famoso matador
Domingo Ortega-, un año antes de que diera comienzo la guerra civil. Como en el
caso de Marcial Lalanda, la mala suerte impidió que en sus inicios como criador
de reses bravas pudiera ver compensado su esfuerzo. Del torero y ganadero de
Borox sólo se salvaron treinta vacas que tenía en pastos del campo salmantino.”
La ganadería madrileña de
Celso Pellón Villavicencio, fue casi aniquilada.
En Caldalso de los Vidrios
pastaba la ganadería de Román Abad Moreno, origen Vicente Martínez, pudo
rehacerse, después de la guerra, con grandes dificultades.
La ganadería del Conde de
Casal, que pastaba en el término municipal de Madrid, fue aniquilada.
Patricio Sanz, de San
Agustín (Madrid) ganadería creada en 1895, desapareció totalmente.
La ganadería de los herederos del Duque de Tovar, que pastaba en el término municipal de Madrid, origen Santa Coloma-Albaserrada fue parcialmente destruida.
El autor de Los toros de la guerra y del franquismo hace este resumen de los efectos de la guerra civil en la ganadería brava:
Sólo en la región o Zona
Centro se calcula que fueron sacrificados unos 12.000 toros bravos, que en la
actualidad podrían valorarse en más de 1200 millones de pesetas. La
depredación, incluyendo parte de Andalucía, alcanzó a treinta y dos de las
mejores ganaderías. Ocho desaparecieron por completo, sin posibilidad de
recuperación; de ellas, tres correspondían a castas oriundas de casta Jijona;
dos de Vista Hermosa, una de Espinosa y otras dos no identificadas.
Veintitrés conservaron
algunas reses, aunque su conjunto no pudiera calificarse de ganadería, pues se
trataba de ejemplares sueltos que, en algunos casos, murieron poco después.”
De la situación en que había quedado la ganadería brava partieron consecuencias importantísimas para el desenvolvimiento de la fiesta durante los primeros años del franquismo, arraigando situaciones que perduraron hasta los años sesenta, en que inicia una recuperación del toro como elemento básico del espectáculo nacional.
Consecuencia de esta exposición final, Gutiérrez
Alarcón saca la lógica conclusión y es la que nos hará ver que en las corridas
de Manolete, Ortega, los Bienvenida, Arruza, Pepe Luís Vázquez, Ortega, Dominguín
y otros, salía el toro que había disponible en ese momento, chico o grande
-¿con la edad adecuada?- cuando la existencia de ganado lo permitía.
Cumpliéndose, no siempre, el Reglamento que admitía la lidia de animales que
hubieran pesado en canal 253, 240 o 226 kilos, según la categoría de la plaza
en que se hubieren lidiado.
Años más tarde, para evitar el fraude en la edad
del toro que debería salir con cuatro años a las plazas españolas; en 1969 se
herraron los primeros becerros a fuego colocándoles en la paletilla el guarismo
9 – indicativo del año 1969- además del hierro y el distintivo de la asociación
ganadera a la que su dueño perteneciera.
Así en el año 1973 salieron al ruedo los primeros
toros con cuatro años sin ningún género de dudas.
En cuanto al toro chico o grande vamos a citar al revolucionario del toreo El Terremoto, Juan Belmonte, cuando le dice a Chaves Nogales, en su libro Juan Belmonte Matador de Toros, de Alianza Editorial:
La bestia está dominada y
vencida. Y, naturalmente, el toro está en franca decadencia. Se ha logrado todo
lo que se podía lograr. El toro no tiene hoy ningún interés. Es una pobre
bestia vencida. No se trata, claro es, de apoderarse del toro para comérselo,
sino de apoderar se de él para jugar graciosamente con sus ciegos instintos, produciendo un
espectáculo de emoción y belleza. Pero hasta esto se ha conseguido ya de manera
perfecta, que las corridas interesan cada vez menos. A este dominio se ha ido llegando por
sucesivas etapas. Yo fui, acaso, una de ellas. Después de mi ha habido otras.
Cada vez, el pobre toro está más absolutamente dominado. En la actualidad el
torero hace lo que le da la gana con el toro. Cada día se ha avanzado un paso.
Si un torero, después de unos lances agarra el toro por el pitón, otro torero
viene tras él y lo agarra sin haberlo toreado, cuando el animal al salir del
chiquero, tiene todo su brío. Más tarde viene otro y y coge al toro por una
oreja, y, finalmente, aparece uno que lo sujeta por el morrillo. Ya no falta
más que emprenderla a mordiscos con la pobre bestia y comérsela viva. Por este
camino la lidia se convertirá fatalmente en un espectáculo de circo al estilo
moderno, es decir, desustanciado. Subsiste la belleza de la fiesta; pero el
elemento dramático, la angustia sublime de la lucha salvaje se ha perdido. Y la
fiesta está en decadencia.
La técnica del toreo es
cada vez más perfecta. Se torea cada día mejor, más cerca, más artísticamente.
Como no se ha toreado nunca. Hay en la actualidad muchos toreros de un mérito insuperable.
Con cualesquiera de los toreros de hoy se podría formar una pareja de “ases”
como aquellos famosos que hace treinta o cuarenta años entusiasmaban a las
multitudes. Y, sin embargo, los toros tiene cada día menos interés. A medida
que el arte de torear ha ido evolucionando y perfeccionándose en un sentido de
dar mayor belleza a la fiesta, el toro, que primitivamente era una bestia
ilidiable y que carecía de las condiciones indispensables para que el torero
ejerza su arte tal como hoy lo entendemos, ha ido también evolucionando,
aprendiendo a ser toreado, pudiéramos decir.
El toro es hoy un ser cultivado, tan culto en la especialidad a que le
consagra el Destino, como un profesor de Filosofía en la suya, y se diferencia
tanto de la originaria bestia de las marismas del Guadalquivir o de la
desaparecida Atlántida con el torero se diferencia del hombre que salía desnudo
e inerme a cazar a la fiera para comérsela.
Esta es la verdad. Los
toros de lidia son hoy un producto de la civilización, una elaboración
industrial estandarizada, como los perfumes Coty o los automóviles Ford. Se
fabrica el toro tal y como los públicos lo quieren. Creo que en la fabricación
del toro se ha llegado ya al “stradivarius”. No quiere esto decir que los toros
que se lidian actualmente sean inferiores en riesgo, poder y bravura a los que
lidiaban antes. Afirmar que los toros de hoy son inofensivos es una solemne
paparrucha... El toro no ha perdido poder. Tiene hoy tanto empuje como tenía
hace medio siglo... El toro sigue siendo la misma fiera potente y bien armada
que era antes. Lo único que se ha hecho ha sido cultivarla, para que la lidia
resulte más bella. No es verdad que se le haya quitado bravura. El toro actual
acomete muchas más veces que el antiguo, aunque es verdad, tira menos
cornadas...
Lo que se ha hecho es ir elaborando por selección el toro más apto para que las corridas sean más brillantes, pero no menos peligrosas. Con la edad de los toros ocurre algo semejante. El toro de tres años es tan peligroso como el cinco; pero, eso sí, más susceptible de ser lidiado con brillantez. El público no quiere toros ilidiables. Yo he visto al público de una plaza levantarse en masa, llamándome suicida, porque me obstinaba en torear un animal que, a juicio de la multitud, no reunía condiciones de lidia... ¿No es bastante significativo el hecho de que la ganadería de Santa Coloma haya sido vendida para carne? ¿Qué les ha ocurrido a los Parladé, Saltillo y tantas otras?... El toro viejo y experto no sirve para la lidia que el gusto del público impone...”
Juan Belmonte en sus manifestaciones – año 1935- no se refiere para nada al peso de los toros, cuestión hoy primordial en las plazas españolas por los que ignoran lo que es un toro con trapío y en su peso. Habla de la edad, de la sapiencia del toro, de cómo embiste. He aquí su versión, obtenida del mismo libro:
El público quiere un toro fácilmente toreable. Por eso se prefiere el toro de tres años. La razón de esta preferencia es obvia. Se presta más a la lidia, sencillamente porque embiste por derecho. Al toro, hasta que no va siendo viejo, no se le abre del todo la cornamenta, ni sabe tirar derrotes. El novillo tiene las puntas de los pitones hacia delante, y por eso está acostumbrado a herir embistiendo recto. Más tarde, cuando ya el toro ha vivido largamente en la dehesa, y en sus luchas con los demás toros ha aprendido a pelear y sabe que tirando derrotes a diestro y siniestro se defiende mejor que dejándose llevar de su noble instinto, es cuando el toro, ya con la cuerna abierta, cornea de otra forma. Pero el toro viejo y experto no sirve para la lidia que el gusto del público impone.
El insigne critico y periodista Gregorio Corrochano
en su libro Teoría
de las corridas de toros,
publicado en 1962 por Editorial Revista
de Occidente, Madrid, escribe:
No me conformo con el toro tenga peso, si no tiene edad. Digo más: el toro que tiene más peso que el que le corresponde a su edad, no es apto para la lidia, precisamente por exceso de peso. Edad y peso deben guardar una relación de equilibrio, que evite un rápido agotamiento.
Gregorio Corrochano nos ha dado la receta: edad
reglamentaria y peso según su encaste dentro de lo exigido por el reglamento
según las plazas en los que ha de lidiarse. Después que demuestre lo que lleve
dentro es otro cantar.
Hemos visto que hasta 1969 no se implanta el año de nacimiento, a fuego, en los becerros, por lo que la determinación de la edad reglamentaria exacta era muy problemática. No así el peso, fácilmente comprobable post mortem.
Enhorabuena sr. Sánchez Martínez-Rivero, otra vez extraordinario su ensayo. Magnífico con aportaciones que no conocía. Gracias, gracias.
ResponderEliminarJosep de la Motta y Rojas, aficionado antiguo.
Gran reconocimiento, mi más sincera admiración, a José María Sánchez Martinez- Rivero, por transmitirnos tan inédita y sorprendente vida, trayectoria y final del maestro Manolete, todo un símbolo del arte del toreo. Impresionante e incluso después de inventar el toreo moderno. Muchisimas gracias José María Sánchez Martinez Rivero, mi humilde enhorabuena. Muchas gracias por compartir con todos los aficionados, tan majestuosa historia inédita.
ResponderEliminarLuis Miguel Casanova