Hijo de un modesto novillero que se ganaba la vida trabajando en el campo, tras aquella actuación en una desencajonada en la feria de julio, El Soro puso de acuerdo a todo el mundo y cada actuación suya era un auténtico acontecimiento. Como lo fue, unos años mas tarde, su alternativa, momento a partir del cual se hizo fijo e indispensable en todas las ferias y en todas las plazas del mundo, ya fuese por sí mismo o formando parte de aquel cartel de toreros banderilleros que tanto juego, y jugo, dio.
Pero no todo fue un camino de rosas, ni mucho menos. Hubo muchas espinas y cornadas, dentro y fuera del ruedo, lesiones y desengaños. Una lesión en La Maestranza mermó parte de sus facultades físicas, base principal de su repertorio, y otra en la rodilla izquierda, cuando había depurado su técnica y reposado sus maneras, le acabó apartando definitivamente del toreo, iniciando un rosario de operaciones que, 20 años más tarde, no parece haber llegado a su fin y le tiene postrado en una silla de ruedas.
Al margen de sus problemas físicos, su vida enfiló un calvario que en lo personal tuvo muchas y graves consecuencias, tanto económicas como familiares. Muchos dudaron de que pudiese salir de aquel agujero en el que se había metido pero su fuerza de voluntad y el apoyo de quien terminaría siendo su segunda mujer, le permitieron emerger y salvarse.
Pero nunca dejó de tener el cariño y la simpatía de la gente, de su gente, que, como ocurre con Curro Romero en Sevilla, hizo de su aprecio religión.
Su carisma le ayudó a cumplir y superar otro reto. Se empeñó en volver a torear de nuevo, vestido de luces y en público, y, 20 años después de haberlo hecho por última vez, en 2014, en Játiva, hizo realidad su sueño, rizando el rizo al anunciarse, hasta dos años seguidos, en la feria de fallas. Y siempre llevó detrás a sus incondicionales. Que son legión.
A su definitiva retirada -no hubo manera de recomponer aquella rodilla que se rompió tanto tiempo atrás- enfiló una nueva aventura en el campo de la comunicación. Y su tirón sigue siendo evidente. Tanto como su poder de convocatoria. Parece mentira pero a su llamada acuden personalidades como Vargas Llosa, Julio Iglesias, Raphael, José Mercé, la Infanta Elena de Borbón o un presidente de Colombia. Y, por supuesto, no hay torero, en activo o retirado, que le diga que no.
Se volvió a demostrar en la última edición de la gala que organiza para entregar los premios que concede a los triunfadores de las principales ferias de la Comunidad Valenciana. El teatro Olympia abarrotado. No cabía un alfiler y se quedó gente en la calle porque era materialmente imposible que pudiese entrar una persona más.
Como invitados Carlos Herrera, que se vino a Valencia cuando al día siguiente tenía, a las 6 de la madrugada, un programa de radio en directo, Los del Río, que además actuaron para la concurrencia, al igual que Sara Soto y Noelia Zanón, Vicente Boluda, José Antonio Camacho y las autoridades valencianas. Como premiados Manzanares, Talavante, Cayetano, Rafaelillo, Paco Ramos, Román, Andy Cartagena, Nek Romero, Kevin, Fernando Sánchez, Álvaro Oliver, Raúl Blázquez, Victorino, Juan Pedro Domecq y un larguísimo etcétera de toreros, empresarios, periodistas y amigos. Casi 5 horas de función. Y un lunes de finales de octubre por la tarde...
Como si de una estrella del show bussines se tratase, arrastra a las masas y encandila al público. El Soro, que en su día fue la alegría de la huerta, sigue siendo un fenómeno.
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