"A los seis meses, Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret, pueblo de Galilea, a visitar a una joven virgen comprometida para casarse con un hombre que se llamaba José, descendiente de David. La virgen se llamaba María. "
Después del anuncio
José además era un hombre bueno. Tanto, que a pesar de no entender cómo María había podido quedarse embarazada, decidió no denunciarla y salvarla de una muerte segura (Mateo 1:18-24)
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
"María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos , resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto."
Pero la historia no termina aquí:
Una noche, José en mitad de un sueño, recibe la visita de un ángel que le anima, no sólo a no repudiarla, sino a contribuir a realizar lo que Dios pedía a esa futura familia (Mateo 1:18-24):
"Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor, que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo."
Después de esto José toma las riendas, acepta a María, confía y será el padre que Dios necesitaba para su hijo. Un padre bueno, que no quiso nunca un mal a María y que, después, acepta su responsabilidad heroicamente. Primero llevando a María embarazada a Belén, buscando un lugar para que pudiera nacer Jesús, y después llevando a su familia a Egipto huyendo del rey Herodes.
La última vez que San José aparece en el Evangelio es cuando el niño Jesús, ya con unos años, se escapa al templo y sus padres tienen que volver a buscarle al cabo de tres días. Nunca dijo una palabra que apareciera en la Biblia. Pero no hizo falta. Ni una sola, para que su entrega valiente y confiada, permitiera que Jesús -Dios hecho hombre- pudiera venir al mundo a salvarnos. A salvarte.
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