Sin duda están ahí todos los términos más grandiosos y exactos del toreo en si.
La estampa corresponde a la corrida que tuvo lugar el día 19 del pasado mayo en la plaza francesa de Vic-Fezensac; y, con permiso del fotógrafo que tan oportunamente la captó, lleva la firma de un modesto hombre de plata, no obstante, esta vez banderillero "de oro". Es francés y se llama Mathieu Guillon, apodado "Monteño".
Mathieu cerró de este manera tan espléndida el tercio de banderillas al cuarto toro de la tarde, segundo del lote de Alberto Lamelas.
No haría falta detallar que se trataba de una corrida de toreros todavía modestos (Damián Castaño y Luis Gerpe completaban la terna), anunciados con una encastada y dura corrida de Dolores Aguirre, ganadería de las que "el sistema", entiéndase, el oligopolio empresarial, les ofrece a modo de lentejas.
Pan duro para matadores y sus cuadrillas. Corridas llamadas también "del barro", por tantas dificultades como presentan. Aunque de vez en cuando surge en ellas alguna ocasión de lucimiento y triunfo. No fue el caso esa tarde, aunque me cuenta un bilbainísimo y excelente aficionado presente allí que Gerpe se llevó una oreja "por atributos" y la efectividad de una buena estocada. Y que las cuadrillas, picadores y banderilleros, en general cumplieron destacadas y muy emocionantes actuaciones.
Esta es la razón por la que vengo a reflejar con los correspondientes y muy merecidos elogios ese momento tan destacado que muchas veces pasa inadvertido para el gran público, y del que tampoco se ocupan los medios de prensa.
El nombre de Mathieu Guillon "Monteño" no figuraba ese día en el cartel, ni siquiera en letras pequeñas como antaño se hacía, como si ahora no tuviera ninguna transcendencia la participación del peonaje en el espectáculo. Se perdió hace treinta o cuarenta años la costumbre de citar las cuadrillas de cada matador. Y empiezan a ser historia injustamente olvidada los Almensilla, Michelín, Tito de San Bernardo, Finito de Triana, Bojilla, Luis González, El Vito, Jerezano, Fauró, Montoliú, Alfonso Ordóñez Corbelle, Martín Recio..., una larguísima y muy importante lista de toreros -porque toreros son, y de muy alta consideración- estos protagonistas "tapados" pese a la eficacia de su cometido frente al toro.
El episodio de Mathieu Guillon en Vic-Fezensac nos recuerda y pone en valor la excepcional participación de estos hombres en el espectáculo, al que prestan tanta eficacia lidiadora y categoría artística.
Ojalá esta sobrecogedora y palpitante escena sirva para concienciar a las empresas de que también hay que "vender", anunciándoles convenientemente, el arte, la destreza y el valor de los hombres de plata, que como he apuntado más arriba, en casos excepcionales, son de verdadero oro.
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