"..La corrida ha sido dura sin contemplaciones. Una prueba de fuego para esos tres toreros que se han anunciado con ella, que sólo por eso se ganan el respeto tanto de los aficionados como de los chinos. Todos los toros han sido aplaudidos de salida, salvo el segundo por su aspecto más aniñado, por su esmerada presencia y su trapío, cada ganadería el suyo propio.."
Decía el otro día el crítico taurino de la edición digital del diario El País (La Bola o Lo País también vale) en un comentario bastante poco afortunado a propósito de las Corridas Generales de Bilbao que él había contemplado por la TV, que en la corrida de Dolores Aguirre se concentraron los amigos de la ganadera. Hoy en Madrid, por lo visto, se volvieron a juntar los 7.238 amigos de la señora Lipperheide para no estropear el pasodoble del crítico digital, llamando poderosamente la atención que entre dichos amigos había tres autocares de chinos que llenaron el tendido alto del 10 y una numerosa colonia internacional que nos llevó a recordar la famosa escena protagonizada por Tony Leblanc en el filme Los Tramposos (Pedro Lazaga, 1959) cuando él y sus socios conducen a un pelotón de turistas a un entierro, como parte de su recorrido turístico por Madrid, lo que hace proclamar a uno de los dolientes que el finado “conocía a gente de todo el mundo”. Pues bien: ahí estaban hoy en Las Ventas dándose la mano los indios de Madrás, los chinos de Sechuán o los yemenís de la Arabia Feliz junto a un joven de Alcorcón u otro de Portugalete, todos ellos unidos por la amistad a la ganadera, en cuya casa se deben recibir por Navidad presentes y felicitaciones de todo el Orbe.
Y eso que sólo eran tres toros los anunciados de la ganadería de Dolores Aguirre, porque en este segundo “Desafío Ganadero” del septiembre venteño la segunda parte del festejo correspondió a los pupilos de la ganadería portuguesa de Sobral, que al ser ganadería sin antigüedad en la Corte concita la presencia de muchísimos menos amigos que la otra. Si la corrida se etiqueta como “Desafío Ganadero” lo suyo sería que en ella se diese la relevancia que se merece el tercio de varas, pero ese pequeño escollo se salva pintando en la arena unas rayitas de cal, como quien dice unas virgulillas, que no cumplen función alguna, pero que ahí están como signo de buena voluntad por parte de la Empresa, porque lo que se dice el tercio de varas bien ejecutado brilla por su ausencia. Sería difícil dar el premio hoy al peor picador de los seis que han actuado, aunque creo que nadie discutirá que se le otorgue ex-aequo a los dos équites que venían acompañando a Pepe Moral: Juan Antonio Carbonell y Francisco Romero, por el conjunto de sus deplorables actuaciones, su pésima monta, su falta de deseo en provocar la embestida de sus toros, la manera pescadora de agarrar la vara o la perforación miserable de las espaldas de los astados les hacen acreedores al premio ¡qué malo eres!, sin menoscabo de los méritos adquiridos por sus otros cuatro compañeros en el desempeño equino.
Para dar fin del desafiante encierro se trajeron a Pepe Moral, siete corridas el año pasado, a Miguel de Pablo, tres corridas el año pasado, y a Luis Gerpe, ocho festejos en 2023.
La corrida ha sido dura sin contemplaciones. Una prueba de fuego para esos tres toreros que se han anunciado con ella, que sólo por eso se ganan el respeto tanto de los aficionados como de los chinos. Todos los toros han sido aplaudidos de salida, salvo el segundo por su aspecto más aniñado, por su esmerada presencia y su trapío, cada ganadería el suyo propio. De los tres doloresaguirre, el segundo y el tercero muy exigentes, listos y enterándose de todo. El primero, Argelón, número 11, el único de todo el encierro que remató en tablas, fue el toro más “claro” de la corrida, recibiendo seis o siete verónicas y una media de Pepe Moral que, a la postre, sería lo más señalado de su actuación. No llegó a vencer Moral su desconfianza hacia el toro por más que el animal le regalase algunas embestidas por el derecho que a algunos les hicieron concebir la esperanza de que el veterano torero de Los Palacios llevase su trasteo a buen puerto, cosa que finalmente no ocurrió, alargando en demasía su labor y favoreciendo el que el toro decidiese abandonar la lucha. Estocada.
El primer Sobral, Trasmara, número 33, era otro cantar. Pepe Moral hizo la bobada esa de la porta gayola y luego ya, de manera más seria citó al toro en la distancia, sin que la intensidad de ese trasteo llegase al tendido, luego acortó distancias y ahí el Sobral se defendió a cabezazos y, una vez aprendido el truco de que por allí había un tío, dio varios avisos en forma de colada que llevaron al matador a tomar la espada para dejar una estocada baja.
No gustó de salida Burgalés, número 14, y hubo algunos amigos de la ganadera que silbaron su presencia, pero en seguida el animal se hizo respetar por su seriedad y las protestas quedaron silenciadas. Costó una barbaridad ponerle al caballo, del cual huyó al sentir la primera vara. En la segunda se arrancó con fuerza metiendo la cabeza bajo el peto y empujando a base de riñones hasta que decidió salirse suelto. Miguel de Pablo elige el terreno donde quiere lidiar a Burgalés, en el tercio a contraquerencia, haciéndose con él a base de mando y sometimiento y consiguiendo los mejores momentos de la tarde en un emocionante trasteo con la derecha, haciendo que el toro responda a sus cites a base de verdad y de buena colocación. Por el pitón izquierdo de Burgalés dice que nones y, tras probarle, vuelve el de Colmenar a la derecha para rematar su obra en un tono óptimo y dejar una eficaz estocada arriba que tumba al toro sin puntilla y le granjea una aplaudida vuelta al ruedo. Su segundo, Encorvado, número 30 de Sobral, de pavorosa arboladura y de intenciones de lo más aviesas, en seguida comienza a revolverse, buscando, hasta que al fin prende al torero y lo echa al suelo con bastante riesgo. Pasado el susto vuelve el torero, lleno de raza, a la cara del animal a recibir otro nuevo recado de muy mala pinta y, pese a todo, él insiste en no huir de la pelea a la busca de tratar de robar al toro dos muletazos ligados, cosa que no ocurre. Otra estocada muy efectiva, algo caída, remata esta estupenda tarde de Miguel de Pablo que merece volver a Las Ventas cuanto antes.
El primero de Luis Gerpe era Pitillito, número 18, otro galán de Dolores Aguirre, con el que Mehdi Savalli se luce en un segundo par de mucha exposición. Tras la firmeza de Miguel de Pablo en el toro anterior, da la impresión de que Luis Gerpe anda con menos claridad de ideas. Bien es verdad que el toro, violento y ofensivo, no regalaba nada y más bien se dedicaba a buscar quien manejaba la tela para burlarle, sin llegar a pasar. Pinchazo y media estocada.
Su segundo era una pintura de Sobral, un precioso sardo que atendía por Nocheblanca, número 69, con el que se lució Juan Pedro Asoreño en banderillas y que se complicó en el último tercio, lanzando cornadas al viento ante el que Gerpe de nuevo mandó al tendido la imagen de su poco mando, de la ausencia de poder en su muleta. Resolvió la ecuación a base de cercanías y valor y cuando echó abajo al sardo con una buena estocada, las gentes le pidieron la vuelta al ruedo.
ANDREW MOORE
FIN
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