En ese próximo año, 2021, depositamos todas nuestras esperanzas para recuperar nuestra vida normal, que es aquella a la que nos habíamos acostumbrado en los años precedentes a este más que antipático 2020.
Antes, cuando llegue el 23 de diciembre, y comprobemos nuestros números de la lotería de Navidad, proclamaremos, con más entusiasmo que nunca, que lo importante es la salud. Ahí vamos a estar de acuerdo todos, incluidos los agraciados con el premio gordo.
Y para cuando den las clásicas campanadas, todos al unísono pediremos que el año nuevo nos devuelva el tiempo y las formas perdidas. Alejados del bullicio y del ruido, en una noche diferente, recogidos, o encogidos más bien, todas nuestras miradas estarán puestas en recuperar todo aquello que en el camino de este maldito año hemos perdido.
La vacuna en el horizonte, tal y como nos anuncian por doquier en estos días, con tanto entusiasmo, gobierno y farmacéuticas, que resultan sospechosos, serán la solución a todas nuestras limitaciones. Al menos así lo piensan muchos y seguramente debemos de pensarlo todos. No hay ninguna otra solución que nos aporte mayor viabilidad.
Ojalá sea esa la solución a tantos males y restricciones que padecemos. Nada nos gustaría más.
Pero… además de ciudadanos normales somos aficionados a los toros y ahí, mucho nos tememos, la vacuna no va a resultar tan eficaz, ya que debería de ser, además, milagrosa. Nuestra afición no tiene vacuna que la proteja. Por no tener no tiene ni gobierno que anuncie su compra masiva. Los millones de españoles, y de otros países que tenemos esa afición, nos topamos con que ningún laboratorio o gobierno esté dispuesto a que recuperemos nuestra deseada normalidad.
Muy al contrario, cada día buscan con más ahínco antídotos contra esa cultura tan nuestra, tan dados como son solamente a otro tipo de cultura, la suya. He dicho antídotos por decirlo más fino, ya que lo que buscan con saña son artimañas para acabar con ella.
Esa vacuna que necesitamos para proteger algo tan querido, pasaría por ser una vacuna que cambiara las mentes de quienes nos gobiernan. Sus prioridades, sus intereses, están en otras cosas que afectan solamente a una parte de sus seguidores. Los aficionados a los toros no somos precisamente ciudadanos de primera para estos dirigentes que nos toca padecer.
Así que cuando vayan sonando las campanadas que nos cambien el año, pidamos que ya que ellos no cambiarán de opinión nos llegue una vacuna para poder cambiarles a ellos. Bastaría un empujón para quitar tantos adláteres nocivos, ya que el socialismo, despojado de toda esa tropa, sería propicio para ser vacunado en la reconversión, pues solo les basta con quien necesiten que les apoye. Tantos árboles de tan malas raíces les impide ver el bosque, la dehesa donde se cría el toro bravo.
Ese ha de ser el objetivo, de lo contrario, con la 'pandemia' que padecemos, para los toros no habrá ninguna solución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario