El partido era grande, de la enjundia y magnitud suficiente para honrar al Diego. Real Madrid e Inter se la jugaban en la recta final del denominado grupo de la muerte de esta Champions, condenados ambos por un irresponsable arranque en la competición.
Inter de Milán, 0 - Real Madrid, 2: Baile por Diego
Andrés Torres
La Galerna - 25 noviembre, 2020
El silencio se ha apoderado del balompié mundial en la era del coronavirus. Sin embargo, nunca tanto como esta noche escuchamos un silencio más atronador. Estruendoso respeto a Diego. El Diego. El verdadero 10 de la Albiceleste. El cebollita.
El silencio dio paso a los tan acompasados como precisos pases de un Real Madrid de retales, y sin embargo imperial, ante un Inter de Milán en su inexpugnable feudo de San Siro, donde jamás el 13 Campeón de Europa pudo había ganado antes en partido oficial. Once derrotas y tres empates en 14 partidos.
Hasta hoy, el día que murió el insustituible barrilete cósmico.
El partido era grande, de la enjundia y magnitud suficiente para honrar al Diego. Real Madrid e Inter se la jugaban en la recta final del denominado grupo de la muerte de esta Champions, condenados ambos por un irresponsable arranque en la competición. Si cabe, aún más la escuadra de Conte, hundida en el pozo de la clasificación.
Así las cosas, fiel al estilo de su técnico, otrora capitán juventino, un Inter presionante buscó al Real Madrid en su terreno, táctica que, por momentos, le proporcionó buenos réditos en el Di Stéfano. Cuán grande fue su sorpresa ante el ballet de movilidad futbolística y calculada precisión con el esférico con la que nos deleitaron los nuestros, en los que fueron, sin duda alguna, los mejores minutos blancos de la temporada.
Con Kroos incrustado entre los centrales, facilitando la salida del balón, el Madrid no sólo se deshizo cómodamente de la presión interista, sino que desesperó a su rival con posesiones superiores que llegaron a rebasar ampliamente los dos minutos.
A los siete minutos, y liberado por Toni en el eje de la defensa, Nacho se lanzó a la aventura cual Káiser de Valdebebas. Odegaard, agresivo y clarividente, filtró un pase interior dentro del área para alguien con el que nadie contaba: el propio Nacho.
No hizo falta siquiera acudir al VAR para confirmar el claro penalti cometido por Barella, que convirtió Hazard con solvencia.
El Inter, cual boxeador sonado, deambulaba grogui tras el balón. Lucas estrelló un balón en el palo y Mendy, con todo a su favor, pero descarrilado por su propia potencia, falló a la hora de abrir brecha en el marcador.
A duras penas y apretando los dientes, el Inter mejoró su rendimiento. Arturo Vidal, sin embargo y poco después, fulminó cualquier atisbo de reanimación neroazzurra. El chileno se tiró en el área en un limpio forcejeo con Modric y Varane y protestó con su tradicional ímpetu a un palmo del rostro del árbitro inglés, Tony Taylor. Amarilla. ¿Por qué no me sacas la roja? Le pareció leer a este cronista en los labios de Vidal tras recibir la primera amonestación.
El trencilla, pareció no sólo entender lo mismo, sino que presto atendió a sus deseos.
Y es que, querido Arturito, esto no es el F. C. Barcelona.
El Inter reaccionó al infortunio con un espasmo de violencia, pisotón de Hakimi sobre Nacho incluido, pero quedó en nada. El Madrid mandaba con autoridad al término del primer periodo.
Fotografías Getty Images.
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