La lesión le viene deportivamente muy mal al Real Madrid, que pierde al menos hasta abril a su jugador franquicia, pero aún le viene peor al propio Ramos, que, como contó Josep Pedrerol en El Chiringuito, advirtió a Florentino Pérez de que iba a escuchar ofertas. Yo creo que ningún club del mundo iba a pagarle a un futbolista de 35 años más de los 12 ó 13 millones de euros netos que le ofrece a Sergio el Madrid, ninguno. Fue un farol del capitán que aceptó el presidente. Pero es que ahora, y de haber una mínima posibilidad de que Sergio recibiera alguna oferta, la situación para él ha cambiado radicalmente puesto que ningún club se le va a jugar por un futbolista que es un profesional ejemplar, sí, pero veterano, y que acaba de pasar además por una operación de menisco. Dicen que es una operación fácil pero hay que esperar y, desde el punto de vista del jugador, lo que no hay es tiempo.
La oferta que va a seguir teniendo Ramos encima de la mesa, independientemente de cómo salga la operación o quede la rodilla, es la del Real Madrid, que siempre ha sido un club ejemplar en ese sentido. Tampoco es razonable hacer lo que, insisto que desde el enfado monumental que tienen algunos madridistas, reclaman algunos aficionados, que es rebajarle la ficha aprovechando este percance. La posición del Real Madrid ha sido siempre la dominante a lo largo de esta negociación, siempre, por la sencilla razón de que todo el club es más fuerte que un solo jugador. Y ese mantra, lanzado al aire por influencia probablemente del propio René Ramos, de que el Madrid maltrata a sus estrellas va a verse muy pronto desmentido con los hechos: si quiere seguir, Ramos seguirá; lo hará físicamente en condiciones pero si, Dios no lo quiera, surgiera algún problema, el club lo asumiría como propio y no dejaría tirado al futbolista.
Todo le ha salido mal a Sergio, todo. Sí porque si antes podría haber algún aficionado del Real Madrid que creyera que si se quedaba era porque no había recibido ninguna oferta económica superior a la madridista, ahora podría haber alguno que pensara que si se queda es porque no ha tenido más remedio ante la desconfianza de otros clubes a propósito del estado de su rodilla. De modo que si Sergio Ramos fuera listo esperaría un mes y, ya con la rodilla al cincuenta por ciento, colgaría en Instagram un par de fotitos entrenando duro, un primer plano de la rodilla más madridista del mundo, dos o tres "¡Hala Madrid!", algún que otro "Deseando volver", un "¡Equipo!", así, entre exclamaciones, en Twitter, que siempre queda chulo, otra foto besando el escudo y, luego, llamaría a Florentino sin alzar demasiado la voz y aceptaría lo que me ofreció hace siete meses. Y si quiere que todo salga bien, y conociendo un poco el percal, yo no dejaría que René metiera baza porque hasta esto, que está hecho, podría llegar a estropear. Y pelillos a la mar, a otra cosa mariposa. En este trayecto repleto de socavones sólo, y lo digo por supuesto entre muchas comillas, se ha devaluado la imagen del propio futbolista, que quería más dinero. Como en la parábola del hijo pródigo, Ramos estaba perdido y ojalá que haya sido hallado. Eso sí, Sergio: si Biden hubiera tenido unos abogados defensores como los tuyos, Trump aún seguiría siendo el presidente de los Estados Unidos. Cámbialos o, si no puedes, apártalos para que no ensucien más la imagen del mejor club deportivo de la historia, que se portará contigo, por cierto, como un club señor.
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