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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 1 de noviembre de 2022

El toro, eje central / por Pla Ventura


Del modo que actuamos jamás arreglaremos los problemas de la fiesta porque si decimos defender al toro y no lo hacemos, o somos muy cobardes o muy comprados. Algo huele a podrido en el toreo cuando, por ejemplo Juan Pedro Domecq sigue vendiendo sus burros a granel y, lo que es peor, se los compran.

El toro, eje central
Pla Ventura
Toros de Lidia/31 octubre, 2022
En ocasiones, -yo diría que siempre-, me entra rubor cuando escucho en las retrasmisiones televisivas a sus comentaristas que se les llena la boca diciendo que el toro es el eje central de la fiesta y, les asiste toda la razón, no dirán nunca una verdad tan grande como la citada pero, aquí viene el quid de la cuestión; todo el mundo aboga por el toro pero nadie lo defiende. Lo explico. Todos sabemos, hasta los que viven del taurinismo, que el toro es fundamental para el desarrollo de la fiesta, para su devenir cotidiano pero, apenas nadie lo pondera en su auténtica pureza.

Digamos que, para los “allegados” al toreo, comentaristas, periodistas de medio pelo y todas las gentes adyacentes al toreo, para ellos les importa un rábano lo del toro; defienden genéricamente al bovino pero jamás explican cómo debe ser el toro de lidia puesto que le dan la misma importancia a un toro auténtico, como a los que lidió Morante el pasado sábado en Ubrique. Por cierto, como dijimos, una broma de corrida en la que Pablo Aguado, por sus expresiones, daba la impresión de que estaba frente a una de Pablo Romero, por citar una ganadería que fue grande en su momento cuando, en realidad, estaba engañando a los aficionados puesto que, si aquello eran toros que baje Dios y lo certifique.

Del modo que actuamos jamás arreglaremos los problemas de la fiesta porque si decimos defender al toro y no lo hacemos, o somos muy cobardes o muy comprados. Algo huele a podrido en el toreo cuando, por ejemplo Juan Pedro Domecq sigue vendiendo sus burros a granel y, lo que es peor, se los compran. Es lamentable que, de cara al gentío, tenga más renombre Juan Pedro Domecq que Victorino Martín, eso es un desacato en toda regla, un despropósito inenarrable. ¿Qué tiene en común las citadas ganaderías? Que todos los toros tienen cuernos pero, poco más. Sería como mezclar churras con merinas, ¿verdad? Y he dicho Victorino por no nombrar otras ganaderías de semejante estirpe que, con la lidia de sus toros engrandecen la fiesta más española que existe. Pero eso hay que contarlo a los cuatro vientos; no podemos quedarnos en lo que otrora era una ganadería brava –Juan Pedro- y ahora es una parodia de sí misma, por dicha razón tenemos que seguir enfatizando en la defensa del toro en su maravillosa dimensión de raza, casta y bravura.

Claro que, para desdicha de los aficionados, priva ante todo el animalito santificado antes que un auténtico toro de lidia. Y esa es la tragedia que nos asola por completo. Están destruyendo la fiesta los taurinos y sus adláteres y nadie rompe una lanza por la dignidad del espectáculo. Como dije, gracias a esa adulteración de la camada brava es por ello por lo que, Morante, como el mundo sabe, ha toreado cien corridas de toros sin sufrir el menor rasguño; que se dice pronto, doscientos toros saliendo ileso todas las tardes.

No sé si me explico. Yo no quiero que el toro hiera a nadie, nada más lejos de mi ser y de mi pensamiento pero, como aficionado abogo por que el bicorne tenga el peligro correspondiente para que, desde los tendidos nos emocionemos los aficionados. Para torear de salón ya lo hacen los diestros en sus entrenamientos; mientras que un torero no exponga su vida y el aficionado así lo perciba, eso de que el toro es el eje de la fiesta es puro camelo.

El toro, como es natural y lógico, como animal es imprevisible en su comportamiento, algo que sabemos todos y aceptamos con resignación puesto que, todos quisiéramos que el animal saliera siempre bravo para que el diestro pudiera hacer la faena soñada pero, al margen de ello, lo que si debemos de exigir es un mínimo de dignidad del animal si de casta y fiereza hablamos. Lo que es indignante es lo que lidió Pablo Aguado en Ubrique puesto que, como antes dije, tanto él como Morante se burlaron de las buenas gentes que acudieron a dicha plaza para despedir la gran temporada de Morante. Y, lo más grave de la cuestión es que, tardes como la citada, a lo largo de la temporada se han repetido por cientos.

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