El aficionado entendido valora cómo la inteligencia del diestro logra imponerse a las dificultades de la res. Es lo propio del torero largo, dominador, del que puede con todos los toros: Joselito es el arquetipo permanente.
Hay dos conceptos opuestos del arte del toreo: que el diestro se adapte a las condiciones del toro o que mantenga siempre su estilo, sea como sea el animal. Las dos cosas son difíciles, tienen mérito; por las dos vías se triunfa pero suponen dos caminos contrarios. Elegir uno u otro no es algo teórico: tiene consecuencias prácticas muy concretas.
Dar a cada toro el tratamiento que requiere es lo propio de la lidia clásica. Permite que el diestro luzca su arte con todo tipo de toros. Gregorio Corrochano es el gran defensor de esta lidia: «Todo toro, grande o chico, bueno o malo, bravo o manso, debe lidiarse, necesita lidiarse, necesita su lidia, tiene su lidia, la suya y no otra, pero la tiene, y debe dársela. Y eso es tauromaquia pura, y eso es, en consecuencia, el toreo». El aficionado entendido valora cómo la inteligencia del diestro logra imponerse a las dificultades de la res. Es lo propio del torero largo, dominador, del que puede con todos los toros: Joselito es el arquetipo permanente.
Otro tipo de diestros son los que quieren imponer su estilo, sea como sea el toro. Es tarea difícil, requiere mucho aguante. Por eso, llega tanto al gran público. Suele ir unido al toreo vertical, estático, dejando pasar al toro: es el estilo amanoletado, que han practicado últimamente José Tomás y sus imitadores.
Otra variante de eso es el toreo estético, que busca ante todo la belleza, como el de Curro Romero. Cuando lo logra, con un toro que lo permita, lleva al público al éxtasis. Si la faena no cuaja, se justifica diciendo que el toro «no sirvió, no colaboró». .Y a esperar al p.0róximo…
Llegan algunos a identificar esto con la pure0za. Se lo ha dicho Juan Ortega a Rosario Pérez, en ABC: «Tener que adaptar mi toreo a las circunstancias es algo horrible. Que el público o el animal condicionen tu expresión es negarse a sí mismo». Por eso reconoce: «Lo que (me) falta es más regularidad».
Morante iba por este camino pero, siguiendo a Gallito, ha evolucionado hacia lo clásico: además de artista, ahora es un diestro más completo. Por eso, la pasada temporada ha podido superar las cien corridas. Un Shakespeare taurino definiría: «Lidiar o no lidiar, esa es la cuestión».
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