Hace unos días, el Congreso aprobó la nueva ley de Bienestar Animal 2023 impulsada por el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 de Ione Belarra, tras meses de debate, con 174 votos a favor y 172 en contra.
La nueva ley contempla también el sacrificio cero de las mascotas y sólo se podrá practicar la eutanasia en condiciones muy concretas, lo que para el Consejo General de Colegios Veterinarios de España no deja de tener graves consecuencias para muchos animales:
“La imposibilidad de decidir, por parte del propietario o del profesional veterinario, la aplicación de una muerte digna para nuestros compañeros animales en los casos en los que existe tratamiento de sus patologías o medidas paliativas pero no se puede acceder a ellas por motivos económicos, nos deja con las manos atadas para la aplicación del criterio del profesional veterinario. Estas situaciones nos pueden abocar a la supervivencia de los animales en situaciones cercanas al maltrato”.
Una ley polémica en sí misma, y por muchos motivos, que para los animalistas extremos, pseudoecologistas de salón y, en general, izquierda radical, ha salido adelante gracias a maniobras electorales del PSOE, al que acusan de haber logrado descafeinarla con, según ellos, toda la izquierda en contra, apuntando que el presidente del Gobierno “mantiene secuestrado a su partido” y le hace creer que con esta medida tiene la garantía electoral de los votantes de su palo. Toda la izquierda que ellos, naturalmente, consideran como tal, excluyendo a quienes no son de su cuerda o, haciendo una demostración extraordinaria de democracia, no piensan como ellos. Pero su principal motivo de queja y amargura es que se haya dejado fuera de esta nueva normativa a los toros y a los festejos taurinos, algo que consideran una salvajada y que no ha sido tenida en cuenta, afortunadamente.
Un muy significado medio de comunicación autodenominado “progresista” se pregunta:
“¿Cuando se acabará con esta practica tan aberrante de hacer sufrir y sacrificar a estos pobres animales. Si actualmente (y va en disminución) los retrógrados y reaccionarios aficionados, a las “fiestas” taurinas no llegan al 18% de la población, significa que la gran mayoría estamos en contra y podría tenerse en consideración esta circunstancias y unidas a tantas otras, para condicionar el voto a las fuerzas políticas que componen el actual gobierno, responsables de que de una dichosa vez se prohiba el mal trato animal”.
Desde luego, su obsesión por el espectáculo taurino es tan marcada como su afán manipulador y de confundir y adoctrinar a sus lectores, omitiendo que las corridas de toros son el segundo espectáculo de masas en España, sólo por detrás del fútbol, y sin que se tenga para nada en cuenta la diferencia de trato, en todos los aspectos, abrumador a favor del fútbol y de limosna en lo que los toros se refiere. Por no hablar de que con su pretendida defensa del toro lo que efectivamente se consigue es su extinción y la de su hábitat, un ecosistema único en el que viven otras miles de especies que también verían comprometida su viabilidad.
Y no faltan quienes echan en falta alguno de los puntos que aparecían en el anteproyecto de esta Ley y que sí afectaba claramente al espectáculo taurino, por cuanto ponía en jaque al tercio de varas, ya que se apuntaba la prohibición del “uso de los animales en espectáculos o actividades que puedan ocasionarles sufrimiento”.
Una cosa parece clara, lo que se quiere, aunque ahora haya quedado bastante difuminado, es poner en cuestión no solamente la tauromaquia, sino la relación del hombre con los animales, a los que pretenden equiparar a los humanos, en lo que Francis Wolff consideraba “un disparate ético”. O que se tienen a sí mismos como animales. Y por ahí, mira, no van tan desencaminados
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