Salió de comisaría con la mirada clavada en el suelo para no pisar más rabos. Le sonó el móvil. Una voz cordialmente imperativa le urgía a que acudiese a la clínica San Hermafrodito de Chueca para recoger a su hijo, que había decidido mutilarse y hormonarse para ejercer y encarnar su derecho a ser mujer. Cayó en la cuenta de que hacía más de una semana que no veía al chaval. No le dio importancia porque creyó que estaría, como de costumbre, empalmado macrobotellones con sus íntimos amigos de las Redes Sociales, a los que ella no conoce pero seguro que son muy majos todos. No en vano son la generación mejor preparada de toda la Historia de España.
Fue a recogerlo, claro. Hasta la última vomitona de la penúltima borrachera el niño no sabía que quería ser de mayor, pero ahora sí sabe que quiere ser una mujer. Hasta hace poco, muy poco, apenas nueve velas en la tarta de cumpleaños, quería ser bombero por la mañana, cocinero vasco al mediodía, futbolista por la tarde y concursante de Gran Hermano por la noche. En fin, un galimatías de vocaciones tempranas. Con cuatro velas más en la tarta de cumpleaños quiere ser La Veneno. Dicho y hecho. Sin permiso de mamá y sin la autorización de papá que, por cierto, como es un macho heteropatriarcal que se niega a deconstruir su carpetovetónica masculinidad, se va a poner hecho una furia cuando se entere de que su hijo lleva bragas, tutú y ligueros como Pedrojota Ramírez, de que ya no quiere ser bombero ni jugar al fútbol y de que ya no se llama Pelayo, sino Lili Marleen.
¡Madre mía, como se va a poner la mala bestia ibérica de tu padre! en cuanto se entere de que yo acabo de abortar a la niña que él quería llamar Covadonga (que hasta para eso es un carca bunkeriano: a ti Pelayo y a ella Covadonga) y de que tú ya no eres su machote de trece años, sino una monada de transexual. ¡Qué animal! Pero tú no te preocupes, hija mía, que esto lo arregla mamá metiéndole a papá una denuncia por malos tratos que, aunque sea falsa, lleva adosada una paguita que nos va a venir de perlas para financiar el tratamiento hormonal para que te salgan tetas y no te brote la barba; que con tetas y con barba ya no trabajas ni en el circo. En los circos con carpa, claro, porque en los de los platós de televisión te vas a forrar, hija mía. Ahora mismo llamo a Eduardo Casanova para que me dé el teléfono de la modista que le hizo el traje de Zarina de Chueca con el que fue al akelarre de titiriteros de los Goya, para que debutemos las dos en el programa ese de “rojos y de maricones” de Jorge Javier Vázquez para contarle a España entera que somos las víctimas de un maltratador fascista, heterosexual, machista, heteropatriarcal, misógino, homófobo, españolista, católico y del Real Madrid…¡Ah! y racista, claro.
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