Los alardes de dominio y monta de la francesa estimulan al joven maestro de Estella.
Los dos provocan clamores. Corrida de Bohórquez propicia y de muy buena nota.
Guillermo Hermoso y Lea Vicens, rivales
Ignacio Vara 'Barquerito'
COLPISA. Bilbao, 20 Agosto, 2023.- 1ª de las Corridas Generales. Estival. 4.000 almas. Dos horas y veinticinco minutos de función.
Seis toros despuntados para rejones de Fermín Bohórquez. Pablo Hermoso de Mendoza, ovación y una oreja. Lea Vicens, una oreja y oreja con dos vueltas al ruedo. Guillermo Hermoso de Mendoza, ovación y dos orejas, a hombros.
EL PISO DE PLAZA parecía una alfombra. Lo estuvo rastrillando hasta poco antes de empezar la función un operario especialista. El rastrillo, enfundado, peinó en impecables círculos concéntricos la arena nueva de Vista Alegre, que es más clara que antes. La negativa del alcalde de Bilbao a ceder el servicio de la banda municipal, tenida por un agravio de acento antitaurino, propició el estreno de una orquesta Molto Vivace que entró en acción a las seis menos veinte y ya no paró. Afinada, ajustada al repertorio clásico de pasodobles muy reconocibles, interpretó en los intervalos popurrís de aires populares del país. Cumplió brillantemente el papel coprotagonista debido en las corridas de rejones. En ellas la música solo se esconde en el tercio de castigo y en la última parte del de muerte.
La banda municipal de Bilbao es mucha banda como para no echarla de menos, pero la usencia quedó de sobra paliada. Solo que el danzón de las seis menos diez, marca del inolvidable maestro Urbano Ruiz Laorden, seña particular de la música en los toros de Bilbao, habrá pasado probablemente a la historia. Sí sonó en el paseo el Club Cocherito, pasodoble de obligado cumplimiento. Rito inexcusable.
La gente estaba como suele en estas ocasiones, muy de buenas. El mismo cartel del año pasado. Los dos Hermoso de Mendoza y Lea Vicens. Y toros de la misma ganadería de entonces, Fermín Bohórquez. Buena fue la de entonces, y muy parecida y hasta mejor esta otra. Fue corrida de parejas hechuras. Más toro que lo demás, un hondo sexto de espléndido cuajo, gacho, abierto de cuerna. Se soltaron con divisa los tres primeros, y el primero de esos tres, demasiado castigado, se aplomó a última hora. Cuarto y quinto asomaron sin divisa, pero también el quinto acusó el exceso de hierro y terminó rendido. Con el sexto se volvió a la divisa como solución preventiva o paliativa.
Todos galoparon de salida, salvo el segundo, extraordinariamente abanto de partida, engañoso trote cochinero, un arreón inesperado al ser herido por primera vez, rompió en banderillas con soberbio estilo, con el tranco acompasado distintivo del encaste Murube-Urquijo. Toro con temple. Las embestidas templadas y prontas fueron el carácter común de una corrida de tan buena nota.
Por todo lo cual, los toros fueron protagonistas silenciosos, no invisibles, de una fiesta que tuvo como casi todas dos partes bastante distintas. Mucho mejor la segunda que la primera. La faena de Guillermo Hermoso al sexto todo fue la más precisa, redonda y completa. Sin más alardes que el de un par a dos manos con el toro ya cerrado antes de la igualada, sobria pero brillante, planteada con ataques de largo para reunir en la cara y clavar a estribo y arriba, y regalar a todos con dos reuniones a pitón contrario, que fueron la joya de la corrida aunque la segunda farpa quedara caída. La manera de descolgarse al clavar dos rosas prendió en la gente. La continuidad sin pausas fue la clave secreta de la faena. Y un rejón de muerte sin puntilla.
Para entonces, y por sorpresa, el papel de la corrida llevaba el nombre de Lea Vicens.
De su espectacular dominio de los galopes de costado con el segundo toro cosido al caballo, de sus alardes en los pasos atrás y de sus llegadas de frente aunque al clavar no fuera siempre certera. Y, sobre todo, de su genio para reunirse en los medios con el noble quinto y volver a repetir con todavía más ajuste que antes sus elásticos galopes de costado.
Pablo Hermoso, solo discreto en los dos tercios de castigo, pechó suficiente con el toro primero, el que se aplomó, y supo entenderse con el cuarto, encelarlo con auténtica maestría, explayarse en cortas muestras de aire de doma y, en fin, recurrir a las piruetas para encender a la gente, algo fría con él. La muerte lenta del tercero, aculado en tablas, dejó sin reconocimiento el trabajo sencillo de Guillermo Hermoso con el tercero de la partida.
En el programa de mano -el Festejo de hoy, obrita maestra en su género- estaban anunciados veintiséis caballos. No todos trabajaron esta vez. Berlín, Aladín, Ecuador, Diluvio, Regaliz y una valiente Cleopatra se hicieron admirar. Sus nombres, en el marcador electrónico.
Fotografía: Andrew Moore
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