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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 20 de abril de 2025

Los mil cortes / por Paco Delgado


'..los antitaurinos demuestran una ferocidad y tenacidad que ojalá aplicasen y dedicasen a causas justas y, día a día, paso a paso, van logrando avances que hacen temer, muy seriamente, por el futuro de la tauromaquia..'

Los mil cortes

Paco Delgado
Ya se sabe que la vida es una lucha continua y cada día hay que enfrentarse a nuevos retos y dificultades. Obstáculos que entorpecen y molestan. Pero el ser humano, a lo largo de su, pese a todo, corta historia, se empeña en agrandar estas trabas y, cuando no las hay, inventar nuevas, a ser posible, más grandes.

El hacer daño al prójimo es algo tan viejo como Caín y Abel, incluso, si nos ponemos catastrofistas y heréticos, el mismo Dios fue inclemente cuando pilló en falta a Adán y Eva y los echó del paraíso, condenándonos, de paso, a ganarnos el pan con el sudor de nuestras cada vez más despejadas frentes.

Pero, además, el hombre siempre ha sentido un gusto especial por fastidiar a los demás, y cuanto más, mejor. Y ejemplos los hay a millones a lo largo de la historia y en cualquier parte del planeta.

Nunca acaba uno de sorprenderse de la capacidad de hacer sufrir al prójimo que demostramos los humanos. Julio Cortázar, en su mítica e inclasificable Rayuela, cuenta que los chinos usaban un método de ejecución especialmente cruel y refinado, los mil cortes: se ataba al condenado, desnudo, a un poste y, poco a poco, con la paciencia típica que se les atribuye a estos orientales, le iban haciendo cortes por todo el cuerpo, dolorosos pero no mortales de inmediato, dejando que la tortura se alargase durante muchos días. Pero, por si no fuera bastante, a cada tanto cortaban al desgraciado una oreja; al poco, un par de dedos de la mano; luego algunos de un pie; unos días después, la nariz; más tarde un antebrazo, otro día le arrancaban la lengua, un ojo... despojos que iban depositando a la vista del reo, al que dejaban morir desesperado y muy, muy lentamente.

También los antitaurinos demuestran una ferocidad y tenacidad que ojalá aplicasen y dedicasen a causas justas y, día a día, paso a paso, van logrando avances que hacen temer, muy seriamente, por el futuro de la tauromaquia.

En Méjico han conseguido que en su capital sólo pueda haber festejos sin sangre, algo que ya sucede en Portugal y en Ecuador. En Michoacán, tres cuartos de lo mismo. Los gobiernos de Baja California y Guanajuato han presentado iniciativas ante sus respectivos congresos, con las cuales se pretende supuestamente proteger a los animales, en tanto que de forma real y práctica, se trata de continuar con la serie de prohibiciones que afectan de manera directa a la fiesta. Tijuana lleva tiempo sin toros. Y en Colombia corre la cuenta atrás para su prohibición real y efectiva.

También en España van haciendo cortecitos que acabarán con la muerte de una tradición milenaria y grandiosa. Hace ya tiempo que se consiguió que Cataluña se quedase sin toros. Tampoco la televisión nacional pública puede televisar espectáculos taurinos. Hay una batalla constante por evitar que la gente joven pueda saber de qué va la cosa taurina y, hace unos días, la Mesa del Congreso admitió la ILP contra la tauromaquia, promovida por la plataforma “No es mi cultura” que ha recogido más de 700.000 firmas -aunque sólo le fueron validadas 664.777, que no es tampoco cualquier cosa- y pretende que la tauromaquia deje de ser patrimonio cultural. Un paso importante y que no parece que sea tenido en cuenta por quien tendría que neutralizarlo.

Cuando no exista esa coraza, que desaparecerá, antes o después, el campo estará libre para que se ataque a fondo la supresión de los toros. 

Mientras la corrupción gubernativa y estatal se dispara, sin que ya importe que se sepa que se pagan con pasta de todos las putas del ministro, los chanchullos de la presidenta, los excesos de los ERE, la amnistía de un golpista, fiscales a sueldo y montones de otras gracias que, como los cortecitos que los chinos hacían a los desgraciados que caían en sus manitas de Fu Manchú, van haciendo que este país se vaya al garete. Eso sí, sin corridas de toros, que son el germen de todo mal, pasado, presente o futuro.

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