'..quienes mandan en Europa refutan la mentira sobre la que construyen el espantajo del enemigo externo agazapado en estepas lejanas. El poder reconoce por la vía de los hechos que el enemigo está en casa y no come jamón..'
Solsticio invernal europeo
Javier Torres
A falta de que el eje franco-alemán monte barricadas en nuestras calles para lanzarnos contra los molinos rusos, el Gobierno germano levanta barreras en los mercados navideños. Incluso cobra entrada para sufragar el elevado gasto en seguridad que supone tal vigilancia y, sin querer, nos recuerda que nada es gratis salvo la gracia de Dios. Con ese gesto quienes mandan en Europa refutan la mentira sobre la que construyen el espantajo del enemigo externo agazapado en estepas lejanas. El poder reconoce por la vía de los hechos que el enemigo está en casa y no come jamón.
Hace años que las principales calles peatonalizadas de las grandes ciudades europeas están plagadas de bolardos, pero no nos cuentan cuál es el peligro. De quiénes nos protegen. Si uno atiende al discurso oficial, diríase que lo hacen de los jóvenes autóctonos que no paran de radicalizarse. Los fachavales. Es a lo que ha venido el presidente de Alemania a España: a alertarnos de los extremos y los populismos la semana en que un exministro de su partido homólogo entra en prisión.
Steinmeier habla del auge del autoritarismo en los jóvenes y deja caer, como si nada, la Segunda Guerra Mundial, el trauma de su generación que dentro de poco también será un mito derribado. Pasan los años y las élites no renuncian al chantaje de siempre para eliminar cualquier disidencia evocando en el subconsciente a Hitler y los campos de concentración. Recetas años cuarenta para problemas 2025, que no hay mejor retrato para esta generación de políticos que siempre presumió de traernos la paz y ahora apenas disimula sus ansias de meternos en otra operación Barbarroja.
Este discurso es un caramelo para Sánchez, al que sólo le queda la baza internacional como a los comunistas la guerra europea cuando quisieron empalmarla con la Guerra Civil. Por eso convierte España en el conejillo de indias del globalismo con la aspiración de aferrarse al poder. Nada mejor que una guerra, otra gran crisis. Él habla de una coalición de voluntarios, que nos suena a División Azul y después a carcajada porque no imaginamos a Cintora, Ruiz e Inchaurrondo alistándose para ir a orillas del Vóljov. Será verdad que la historia se repite en última instancia como farsa.
El caso es que el jefe del Estado del país que reinstaura el Muro no dedica ni una palabra al terrorismo islamista. Y eso que un informe de los servicios de inteligencia del amigo Macron advierte de que el yihadismo prepara una ofensiva contra los cristianos en Europa. Será la segunda, la primera es la que vemos a diario contra la cruz desde parlamentos nacionales y el politburó ecosostenible de Bruselas. El laicismo nacido de las revoluciones pasadas por la guillotina que pregona espacios vacíos para derribar cruces ha acabado imponiendo el menú halal en las escuelas, lo cual debería darnos una pista de quién ha sido siempre el enemigo.
Cualquiera esperaría que algo así moviese a escándalo en sociedades cuyas élites llevan medio siglo predicando la irreligión. Nada de eso ha ocurrido. La tolerancia orientada al infinito conduce al relativismo y éste a despojar la verdad del espacio público. Asistimos a una confusión generalizada que el poder utiliza para jugar al despiste. A principios de año nos vendieron el kit de supervivencia y toda la mercancía averiada que había dentro del petate preparado por esos intelectuales petrificados en 1989, como si la historia no se actualizara cada minuto, con esa mala costumbre de no avisar de los grandes cambios.
El suicidio colectivo también avanza adecuadamente en otros lugares. La policía británica detiene a agricultores en la plaza Trafalgar de Londres como si fueran terroristas. En Milán cientos de musulmanes subidos a la estatua de Víctor Manuel II despliegan banderas palestinas y ponen música altísima para reventar el mercado navideño frente al Duomo.
En apenas unas semanas el viejo continente se acerca al solsticio de invierno, metáfora perfecta de una civilización que pregona la sustitución poblacional sin tapujos ni lugar a conspiraciones. Mientras el poder acelera regularizaciones masivas para adulterar el censo electoral, sus mariachis con micrófono celebran unos premios en los que aspiran a que los galardonados del futuro se llamen Ousman, Salma o Mohamed. Europa es un zombi camino del barranco.

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