Lamentablemente, en los toros se hace muy difícil. A pesar de que desde su nacimiento Opinionytoros abanderaba aquello de ‘Toro íntegro y Toreo auténtico’, precisamente para hacer de la verdad bandera, poquísimas veces se ha visualizado con clara y rotunda nitidez.
Ayer, desde un pueblo de Jaén y por televisión, sí pudimos apreciar las diferencias entre lo que es verdad en el toreo y lo que solo es sucedáneo para alimentar a desinformados o cursis. El toreo de verdad estuvo presente en la tarde de Villanueva del Arzobispo.
Y es que la terna anunciada ya tenía la entidad y el crédito suficiente como para saber que poquitas trampas iban a hacer sus protagonistas, si es que se iban a permitir alguna.
De ese modo, fuimos percibiendo lecciones de verdad de forma continuada. Posiblemente, son de los pocos toreros a los que podamos acreditar, precisamente, que sus formas toreras están ligadas a la verdad. No fallaron.
Diego Urdiales, el más veterano, lo tiene acreditado desde hace muchos años, desde siempre diría yo. Otro cantar es ese del reconocimiento de los taurinos, quienes suelen hacer causa casi siempre con los mentirosillos, ya que esos, dicen, llevan más público a las plazas.
Ahora, con las limitaciones de asistencia impuestas, esa defensa de llevar más público, generalmente indocto, no se hace necesario y, por ello, podemos ver carteles de tres toreros de verdad. Si me apuran, se puede decir ‘lo nunca visto’.
Sí señor. Y fue el riojano, con su faena al cuarto de la tarde, el que mostró, si cabe, más verdad que nunca para dimensionar lo que es el toreo, sin trampas sí, pero también pleno de compromiso para con el toreo de verdad, el auténtico, lejos de cualquier licencia para administrar cualesquiera trallazos, a base de mover los pies.
Asentados siempre, como las columnas que sustentan el toreo, con el valor necesario para hacer frente a un toro brusco y complicado, fue extrayendo, con máxima pulcritud y naturalidad, momentos de inmensa autenticidad y torería, esa que representa el conjunto de valores de un torero frente a una fiera, lejos, muy lejos, de aquella torería barata, tocada de cursilería, de quien se pavonea delante de una borrega. Para mi lo más auténtico y de más mérito de la tarde.
Pero allí no estaba solo Urdiales. En el ruedo estaba Emilio de Justo, el más aventajado de los toreros recuperados, quien no para de beber en las fuentes de los toreros auténticos. Con la hierba en la boca, no para de abrirse camino a base de querer hacer todo y de todo por la vía de la verdad. Por eso es importante con quienes se hace el paseíllo, los espejos en los que debe continuar mirándose el extremeño.
Junto a ellos, apareció la dulzura del juego de las telas por parte de Juan Ortega. Basado también en la verdad y en la naturalidad, el sevillano goza del plus que aporta el pellizco. Y Juan juega con la ventaja de hacer saltar la chispa sin dejar de torear desde la verdad. Y su juego de muñecas hace el resto. Una bocanada de aire fresco tener la oportunidad de saborear su toreo, su forma de interpretarlo.
Añadamos que los toros de Santiago Domecq se prestaron... para la verdad no siendo fáciles ni bobalicones. Una terna para ver, para esperar. Todo cuanto ofrecen se realiza desde la autenticidad y así es más fácil que nos llegue al paladar. Lecciones de verdad, desde la madurez, compromiso y poso de Urdiales, las ganas de triunfar y apostar de De Justo por la vía del toreo auténtico, hasta la clamorosa sinfonía sevillana de Ortega. Da igual cuál esté en el ruedo, con ellos tienes garantizadas lecciones de verdad.
En esas lecciones de verdad, no quiero olvidarme de Alberto García, la cabeza visible de la empresa Tauroemoción, quien está siendo el empresario más decidido a dar toros, sí, pero también carteles incluyendo a quienes mejor interpretan el arte de torear. A eso se le puede llamar también lecciones de verdad.
Fotos: Tauroemoción
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