Ahora, en fin, sabemos que, tras la cortina, en los días aciagos en que el indigno presidente planeaba subyugar la voluntad democrática de la nación tan solo para subirse al Falcon, lo que se pactaba es el compromiso de un trato de favor a los asesinos etarras, granjeándose así el favor de Bildu y del PNV, a quienes a estas horas no les caben las nueces en el zulo
Detrás de la cortina de Sánchez estaba ETA
Itxu Díaz
La Gaceta / 10 febrero 2022
Todo lo importante que ha logrado en la vida ha sido gracias a su hábil manejo de la táctica de la cortina. Su tesis doctoral es la madre de todas las cortinas, que tras ella no había un par de negros, sino una legión de fotocopiadoras. Empleó una cortina para tapar las urnas e intentar un pucherazo en su propio partido en 2016. La cortina ondeó de nuevo frente al prestidigitador socialista al dejar su acta de diputado, fingiendo abandonar la vida política. E hizo prosperar una ilegítima moción de censura contra el legítimo Gobierno de España, de nuevo, con la estratagema de la cortina: delante de ella, con la palabrería confusa de la corrupción, y agitando la vieja sátira de Juvenal, mucho pan y mucho circo. Pero siempre nos había quedado la duda de qué había realmente detrás de aquel oscuro dosel, que es donde se cocinaron las traiciones y apoyos que le hicieron presidente sin pasar por las urnas. Ahora ya lo sabemos. Detrás estaba la banda terrorista ETA y la humillación a la sangre de todas sus víctimas. Un precio demasiado alto para cualquiera que tenga corazón, que no es el caso de Pedro Sánchez.
Durante mucho tiempo corrió la especie de que el PNV se había vendido en 2018 a cambio de confusas promesas de financiación, que es como siempre han ido quebrándose las credenciales políticas del partido más traidor e indigno de España. Tu entras en el Parlamento, echas a rodar un euro y se matan dos del PNV del cabezazo. Y, sin embargo, en cierto modo eso también fue pan y circo, una mera distracción convenientemente filtrada a la prensa. Financiación vasca sí o no, da lo mismo, la llave maestra la tenían los asesinos de Miguel Ángel Blanco, los secuestradores de Ortega Lara.
Desde 2018, Pedro Sánchez debe pagar cada día el impuesto revolucionario si quiere seguir en La Moncloa
Ahora, en fin, sabemos que, tras la cortina, en los días aciagos en que el indigno presidente planeaba subyugar la voluntad democrática de la nación tan solo para subirse al Falcon, lo que se pactaba es el compromiso de un trato de favor a los asesinos etarras, granjeándose así el favor de Bildu y del PNV, a quienes a estas horas no les caben las nueces en el zulo; que poco se habla del músculo que está sacando el decepcionante Marlaska agitando el árbol.
Con todo, aquel no fue un acuerdo para una votación aislada, sino que fue una larga hipoteca, España al albur de los deseos de ETA. Desde 2018, Pedro Sánchez debe pagar cada día el impuesto revolucionario si quiere seguir en La Moncloa, tal y como admitió el propio Otegui, y también los nacionalistas vascos. Algo que en realidad sospechamos desde el verano de 2018, cuando en menos de tres meses el PNV votó en solitario a favor del techo de gasto del Gobierno, y evitó que Sánchez tuviera que comparecer para dar explicaciones por su fraude en la tesis doctoral; esto último se produjo tan solo un día después de que se produjeran los dos primeros acercamientos de etarras, de Castellón a Logroño y de Almería a Zuera. Esto sí es memoria democrática.
Tras continuar con esta política de votos por presos en cada una de las contiendas parlamentarias importantes del Gobierno, el propio PNV se quitó definitivamente el pasamontañas en pleno Parlamento, cuando Egibar desveló estar pactando con Sánchez “el acercamiento sí o sí”. Y fue sí, claro. Sí a la ETA y no a las víctimas. Sí a los del tiro en la nuca y no a los familiares desconsolados, a los huérfanos y a las viudas. Sí a los secuestradores, a los de las bombas en Hipercor, a los valientes que se meaban por encima cuando les daba el alto una patrulla de la Guardia Civil, a los del cóctel molotov contra la tienda de la familia de Santiago Abascal y tantas otras familias vascas de bien, y no a los de las manos blancas, los de la paz, los de la libertad, los de la sangre derramada, los vascos de verdad.
Alguien debería explicar a Pedro Sánchez que no es el presidente de Pedro Sánchez, sino del Gobierno de España. Que lo que está hipotecando no es su palabra, ni siquiera su inexistente conciencia, sino a la nación española, a cada uno de los españoles. A fin de cuentas, lo desvelado hoy en diferentes medios confirma un hecho alarmante y doloroso. Que no nos gobierna el Pedro Sánchez, ya de por sí una pésima noticia, sino los pistoleros de la banda terrorista ETA.
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