"...Sabrán las divinidades por qué malas artes, de un tiempo para acá, el aspecto ganadero en las corridas de toros en la Plaza México, ya de por sí de capa caída desde hace mucho tiempo, se ha depauperado. Si bien la presentación de las corridas se mantiene en una línea francamente mezquina, el juego de cada uno de los encierros que habían venido hasta ahora había sido ruinoso. Rancho Seco logró romper esta monotonía, este trenecito de zumbarse lo mismo cada festejo..."
Extra, extra: ¡Ahora sí hubo toros en La México!
México, 14 Febrero 2022
Los toros de Rancho Seco marcaron la jornada taurina con su bravura y su calidad. Entretanto, Xajay, en su avatar Villar del Águila se resarció de su fracaso reciente con la buena novillada del domingo.
Sabrán las divinidades por qué malas artes, de un tiempo para acá, el aspecto ganadero en las corridas de toros en la Plaza México, ya de por sí de capa caída desde hace mucho tiempo, se ha depauperado. Si bien la presentación de las corridas se mantiene en una línea francamente mezquina, el juego de cada uno de los encierros que habían venido hasta ahora había sido ruinoso. Rancho Seco logró romper esta monotonía, este trenecito de zumbarse lo mismo cada festejo.
El patriarca Sergio Hernández González, su hijo Sergio Hernández Weber y el resto de la familia reverdecieron sus laureles ganaderos, como aconteciera en aquella última corrida de la temporada 2011-2012, en que los toros del hierro de Cuatro Caminos, que manejaba Sergio Weber, propiciaron un sonado triunfo de Fabián Barba. A pesar de los tumbos de la temporada y de los acostumbrados caprichos del empresario tapando toreros, el contexto no revestía la misma presión que el actual.
En esta ocasión funcionaron cuatro de seis de la divisa caña y rojo, un auténtico récord en la historia reciente de la Monumental de México, apenas comparable quizás con la última corrida de Barralva lidiada en este coso. ¿Responderá la ganadería queretana el próximo domingo? De los ranchosecos, primero bis, tercero, cuarto y quinto fueron de alta nota. El sexto presentó más inconvenientes, aunque en el mismo tono emocionante, mientras que el segundo fue un manso aquerenciado.
Si un toro merece los honores de ser el mejor de la temporada, fue sin duda el primero bis. El más bravo, el más encastado, el más fiero y codicioso de los referidos, a pesar de su discreta presentación en la plaza. No obstante estas temidas cualidades, su nobleza fue tal, que Juan Fernando pudo estar ahí largo rato, tratando de acomodarse sin mucho éxito. Mala suerte tuvo Aniversario en el sorteo, que además, en su condición de abreplaza, le pasó de noche a Enrique Braun, juez de plaza que tiende a conceder más arrastres lentos conforme avanza la corrida, algunos penosos.
El tercero de la tarde fue un toro con menos nervio, de una embestida más pastueña pero igual con casta. En esa situación fue que Gerardo Adame se trenzó en dilatada faena de derechazos desajustados, que hacia el final de la faena eran de plano aprovechar el viaje con la pierna de la salida muy retrasada. Se perdió el hidrocálido del manantial del magnífico lado izquierdo del toro, al que había que aguantarle y poderle. Como el poco público asistente era carnavalezco, poco se le apretó salvo algunos gritos. Mató de un estupendo volapié y tocó pelo. Este toro se llamó Nenito.
El cuarto de la función tuvo la virtud de repetir con franqueza, sobre todo por el lado derecho. Diego Sánchez lo aprovechó en una faena con estructura, pero con una serie de aspectos censurables, como la prudente distancia a la que torea y la similitud de sus formas con las del Juli, diestro que ya tiene una troupe de imitadores del montón. Si a eso añadimos los detalles hacia la galería como agarrarse de los cuartos traseros y hasta las no muy originales poncinas, resulta un triunfo aparatoso pero no muy sólido. Media estocada eficaz le valió dos orejas. Cacho se llamó el toro tlaxcalteca.
Otra vez Gerardo Rivera tuvo un billete de lotería premiado en sus manos con el quinto de la tarde, Centenario. Otra vez el tlaxcalteca estuvo revolucionado, toreando a mil por hora y mucho muy sobre pies, torciendo su cuerpo en ángulos vertiginosos y echando mano de multitud de desplantes. Se tiró a matar prácticamente a toro parado y cayó una peluda en su espuerta.
José María Hermosillo se mostró en otro concepto, aguantando mucho y en un sitio completamente distinto al de sus alternantes con un cierraplaza muy descompuesto y probón. Consiguió naturales de sobresaliente factura. La actuación de Juan Luis Silis se ha censurado injustamente, pues con su oficio logró hacerse de la embestida de un manso que siempre buscó las afueras y terminó muy parado. Ya metido en tablas le costó mucho hacerse de alguna posibilidad, y erró con los aceros.
Al día siguiente, novillos de Villar del Águila, vacada hermana de la de Xajay, que tan mal sabor de boca dejó en la primera de la Feria del Aniversario. En esta vuelta al albero de Insurgentes los novillos de Javier Sordo tuvieron nervio y pedían una muleta bien firme que les pudiera hacer las cosas. Si bien no tenían la misma bravura que los ranchosecos, y algunos terminaron su lidia saliendo sueltos, sí que brindaban emoción y posibilidades para los nóveles espadas.
Eduardo Neyra pasó inédito, quizás hasta superado por la situación. Jousef, el yucateco, hace este toreo de remembranza de suertes antiguas con la inconsciencia acostumbrada de quienes han cultivado ese estilo. Hizo la suerte de don Tancredo, con bastante éxito, luego el salto de garrocha, y se tiró a matar de modo muy sui géneris con el segundo de la tarde. No le pegó dos muletazos ligados pero sí que estuvo a merced del burel. Con el quinto su actuación fue más bien fría.
José Alberto Ortega fue una grata sorpresa después de la mala impresión que nos dejó en su anterior comparecencia. Si bien sigue sin arrimarse mucho, sí que le vimos más asentado en esta segunda ocasión, ya sin el desorden ni los desplantes de la última vez. Con seriedad se hizo de ambos astados de su lote, con esa entrega sin aspavientos que se agradece, y cuando se acomodó corrió la mano sabroso. Aunque le tocó el lote más franco y noble, no le ayudó que ambas embestidas fueran un tanto deslucidas, y que mientras el tercero se rajó, el sexto acabó en tablas. En este festejo reapareció como juez de plaza el matador de toros Gilberto Ruíz Torres.
Triunfal resultó la celebración de los cien años de Rancho Seco, hierro tlaxcalteca de la familia de Piedras Negras y su prosapia. A lo largo de una dilatada historia, los Hernández González han construido un legado propio en el que han confluido un montón de elementos trascendentes, como el encaste Murube tan distintivo de esta casa, pero sobre todo de su otra hermana Zacatepec, la importación del encaste Santa Coloma, y hasta la ofrenda de una vida de la familia en el ruedo de la plaza “El Toreo” de Cuatro Caminos, la de Francisco “Pavón” en 1959. Celebramos que el homenaje a esta historia resultara en un rotundo triunfo.
No pasamos por alto que una nueva generación, que abandera Sergio Hernández Cosío, encargado del hierro Santo Toribio, está en el horizonte para continuar con la ganadería. Hacia el futuro pinta además una importante participación de esta familia en el devenir de la fiesta de toros en México, en virtud de que están emparentados con los propietarios de la Plaza México, y además son dueños desde hace algún tiempo de La Florecita. Les rogamos encarecidamente que tomen partido por el espectáculo que presentaron el sábado, y no por otros esperpentos que sufrimos constantemente.
Y la cantaleta de siempre, les rogamos también que velen por el mantenimiento de la plaza. Los tendidos se están desmoronando, la iluminación no sirve ni al 75% de su capacidad. En fin, fiel reflejo de la tauromaquia en México, ni más ni menos.
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