Insisto, me recreo en las palabras de este singular diestro y se me parte el corazón. Son muchas sus fundadas ilusiones porque, en honor a la verdad, su toreo así lo demanda pero, tras trece años de alternativa apenas ha tenido eco su labor y, lo que es peor, recompensa. ¿Está equivocado el torero al pedir lo que no debe? Para nada; es más, le asiste toda la razón del mundo porque además de los aficionados, toreros que le han visto actuar, bien sea en tentaderos o que han sido sus compañeros en los festejos en que ha actuado, todos coinciden en la grandeza de su arte. Digamos que, por méritos propios, Rubén Sanz debería tener el respaldo de muchos empresarios porque, como antes dije, a nadie defraudaría.
Rubén Sanz, para su desdicha, es uno más de la larga lista que forman los más de cien matadores de toros que esperan su oportunidad, es cierto que algunos son unos chalados que pretenden lo que no deben pero, no es el caso del diestro soriano que, con un arte relevante dice en cada tarde más que muchos en cincuenta actuaciones. Rubén quiere, aunque no lo confiese abiertamente, ser el segundo matador de toros de Soria en darle categoría a su ciudad en calidad de artista de la torería. El primero, como sabemos, fue José Luís Palomar y, hasta la fecha ningún otro soriano le ha dado por la loca aventura de la torería. Rubén Sanz es un loco muy cuerdo, un hombre que sabe de sus posibilidades y, entre otras ilusiones quiere confirmar su alternativa en Madrid puesto que, tantos años después de doctorarse, por raciocinio, por regla natural debería de haber un puesto para que este hombre se reivindicara en su profesión.
Por lógica, debería de tener al apoyo de su plaza, Soria, puesto que en su feria siempre triunfó y, cada año, en su ciclo ferial, junto a dos figuras del toreo debería de trenzar paseíllo en su plaza que, desde la misma podría catapultarle a otros pueblos de la provincia y, si cabe, mucho más allá. Para un torero siempre debería de haber una primera vez, en este caso en la feria soriana para que Rubén Sanz se sintiera motivado, sencillamente para seguir entrenando a la espera de un mañana mejor.
Qué triste para un torero aquello de ser yunque durante tantos años, una circunstancia que le quitaría el humor a cualquiera, sí; menos a Rubén Sanz que, ilusionado sigue entrenando todos los días a la espera de que llegue esa gran oportunidad que pueda catapultarle al estrellato. Madrid, como él ha confesado debería ser el punto de referencia, una plaza que de haber éxito podría ponerle en rodaje, no para sumar cincuenta corridas de toros, pero sí para que su nombre empezara a sonar en calidad de lo que es, un artista en el mundo de la torería. Luego, lógicamente, de él dependería todo porque en el toreo no es que no regalen nada –a los desdichados, a los que ellos quieren les regalan hasta el maldito intercambio de cromos para que, mediocres como Luque toreen todos los días- si pueden te quitan que es lo más grave. En esa tesitura se mueve nuestro hombre al que le deseamos la mejor de las suertes porque lo que se dice calidad y arte, de eso se encargará él. Que tengas fortuna, torero; fortuna artística me refiero que, la otra llegará cuando deba.
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