Fijémonos como ha cambiado el toreo, su estructura en cuando al sistema establecido se refiere que, el que suscribe ha conocido la época en la que, un diestro sin nombre cortaba una oreja en Madrid y le daba dos vueltas a España, cosa que era la más lógica, justa y cabal del mundo. Luego, claro, tras ese periplo de actuaciones todo dependía del diestro que, en algunos casos resultó casualidad lo del triunfo madrileño puesto que, llegada la hora de la verdad no supieron dar la talla. Pero el premio ya te lo habían concedido y, algunos, los más avispados, en dos temporadas de esplendor hasta organizaban su vida. Otros, por el contrario, se convertirían en auténticas figuras del toreo que, en realidad es lo que aspiran todos los toreros, cosa muy noble y lícita.
Lo realmente cierto es que, para los triunfadores sin nombre se torna un auténtico calvario haber conseguido el éxito. He hablado, ante todo, del citado David Galván pero, como el diestro de San Fernando los tenemos por doquier que, dicho sea de paso, ya veremos cómo puede rentabilizar esa oreja cortada en Madrid y, al paso su ratificación en lo que supuso su segunda actuación en Las Ventas. Quiera Dios que me equivoque, pero, de momento, Galván, no está anunciado en ninguna feria de renombre; toreará, como el año pasado, sus festejos en aquellos pueblos que ya triunfara en el pasado ciclo taurino, pero, muy poco más. Por la razón expuesta, siempre dije que, conforme está el toreo, nadie sabe lo que es mejor, un triunfo o un fracaso.
En los últimos años hemos visto cortar una oreja a varios diestros; oreja de ley por las condiciones del toro que tenía enfrente el diestro y, ¿qué pasó? La pregunta es inevitable. Pasó que, a lo sumo, como premio mayor, te han repetido, algo que hubiera querido, entre otros, Adrián de Torres que el pasado año se jugó la vida en Madrid, cortó una oreja y en esta ocasión, como premio, no le han dado ni la oportunidad de volver a reivindicarse en la plaza donde consiguió el triunfo.
Ayer, sin ir más lejos, Isaac Fonseca cortó una oreja de un nivel importantísimo tras una emocionante faena para, más tarde, en su segundo enemigo resultar cogido de forma dramática. De una u otra manera, o quizás de las dos, ¿no son atributos suficientes para que el mexicano toreara treinta corridas de toros sin el menor regateo empresarial? Lo son, y tanto como lo son, pero, estemos atentos hasta el final de temporada porque, con todas las ferias hechas, se nos antoja que en el único cartel que le hemos visto anunciado ha sido en Pamplona. ¿Cabe horror más grande?
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