“Guitarra” salió abanto, como todos, cuatro verónicas y media de la firma le pararon, y con delantales fue puesto en suerte. Otras tres de quite y para ser llevado de nuevo, cuatro cacerinas (manes de Pepe Cáceres, era la de la hispanidad y por ahí también estaba la bandera colombiana). Ovación. De una vez trapo en la izquierda, dos ayudados por alto, natural, ayudado y natural de prestancia, plantearon las condiciones del contrato. A suerte cargada, plantada y en jurisdicción de cacho, cuatro por el otro pitón y de nuevo siete por la de cobrar y el forzado. Transmisión fuerte al graderío. Apretaba el toro y aguantaba el hombre. Cruce y otra vez. Desdenes, cambios de mano, trincheras y tras los emotivos seis últimos de zurda, una estocada completa, solo a tres centímetros del epicentro, un certero descabello y una vuelta de órdago, pelo en mano. El cuarto fue un mulo incierto, distraído, manso, huido, que no pasaba. Breve lidia de castigo, espada caída y todos callados.
Cuando, noche ya, salió el sexto a negarse y a esperar los banderilleros, que regaron palos por todo el toro, pensábamos retrospectivamente que quizá la corrida hubiese podido acabar tras la primera lidia y nadie, gracias a Morante, hubiese dado la tarde por perdida.
Pero Ginés Marín, que no había encontrado en la invalidez del tercero ninguna oportunidad de lucir, no pensó lo mismo. Cogió la muleta y con fe de carbonero se le fue a la cara, se paró donde era y comenzó ha tirar de las tardas y blandas embestidas. Una y otra vez, hasta que “Secretario”, número 76, de 560 kilos, el más pesado, aprendió que ese era el camino, y fue humillando, y volviendo y yendo, más allá y hasta haciendo el avión, y todo fue a más y el extremeño solazado desmayó la figura, abundó en la suerte reina, de tres cuartos, de perfil, de frente, a compás abierto y a pie junto.
Más de veinte naturales, algunos espléndidos, lentos, más que hacia dentro en redondo, por bajo. La muchachada que era mayoría rugía por uno de los suyos, y cuando tras el sincero volapié la estocada desprendida, bastante más que la de Morante, rodó el toro, don Rafael Ruiz de Medina Quevedo, ya no se hizo de rogar, dio presto las dos orejas, y comenzó la vuelta triunfal. Se lo echaron a hombros y lo pasearon felices hasta la calle Alcalá. Dizque la nueva generación no siente el toreo, dicen muchos analistas. Había que verlos.
López Simón, quitó sin mucha fortuna el primer toro. Competir de capa con Morante es cosa de locos. En el suyo, el segundo, largó velamen en los lances iniciales y tras el aclamado quite de Marín brindó al público, se colocó en la boca de riego, espero el galope desde las tablas y el toro le cogió a todo tren. Lejos de las ayudas en el amplió ruedo los cuernos le vapulearon a discreción, impunemente, mientras los peones corrían hacia él. Nadie sabe cómo, sin sangrar se repuso y se puso de nuevo, pero la incertidumbre de los viajes, los amagues y desistimientos quitaron brillo a la valiente ofrenda. Un estocadón sin puntilla refrendó que si no hubo triunfo no fue por él. Al quinto, soso y flojo hasta la invalidez, le recetó otro igual, qué bien, qué bien.
Así, en fiesta, cerraron Las Ventas el año 2021.
FICHA DEL FESTEJO
Madrid. Plaza de Las Ventas. Martes 12 de octubre 2021. 9ª de otoño. Cartel de “No hay billetes”. Seis toros, de Alcurrucén, moderados de romana, cinqueños menos el 2º, astifinos, de juego diverso, inválidos 3º y 5º.
Morante de la Puebla, oreja y silencio.
López Simón, saludo y silencio.
Ginés Marín, silencio y dos orejas.
Incidencias: Saludaron: José Chacón y Jesús Arruga tras parear al 5º. Al terminar la corrida Ginés Marín salió por la Puerta Grande.
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