Se lidiaron ejemplares de Alcurrucén de diverso juego y, si se me apura, el peor lote le correspondió a Morante. Pero el de la Puebla está en estado de gracia y, en su primero, un toro fiero que vendía caras sus embestidas, Morante estuvo inspiradísimo con el capote, digamos que una de sus tardes más afortunadas con la tela grande y, este año ha tenido muchas. Todo el repertorio capotero salió de sus manos y sentidos para que vibrara Madrid. Me fascinó el diestro porque a los toreros hay que medirlos siempre en función del toro que tienen enfrente y, este primero de Morante no era una pera en dulce, todo lo contrario. Él los ha matado muy dulces pero, este animal quiso ponerle a prueba y, como se demostró, el que mandaba en la plaza era él. Con la muleta tuvo momentos de una inspiración enorme pero, con el agravante de que el toro pedía mucho mando y mejor disposición, lo que Morante llevó a cabo con una perfección inusitada. La faena tuvo altibajos por las embestidas inciertas del animal pero, repito, allí estaba Morante para certificar los motivos por los cuales demostró ser el número uno. Y lo digo yo que me he pasado la temporada poniéndole pegas al diestro en función de los toritos amaestrados que ha lidiado. La pureza y el embrujo se dieron cita en Madrid para que Morante se consagrara en una faena llena de matices, rotunda de torería y, tras una estocada le dieron una oreja con un peso enorme. En su segundo, el toro infumable de la corrida lo mató y no pasó nada. Tras tres años de ausencia de Morante en Madrid, ha vuelto a la capital del reino por todo lo alto.
López Simón pechó con un lote más o menos manejable; no eran bombones pero, tenía su lidia y, sin duda alguna, mucho más de lo que el diestro de Barajas les extrajo. Sufrió una cogida tremenda, espeluznante, todo ello en su primer enemigo en el primer pase por alto de la faena. El mérito, digamos que su gran triunfo no fue otro que salir ileso de aquel trance que, por momentos temíamos lo peor. Se recompuso el diestro que, de forma deslavazada y sin alma acabó con su enemigo. Bastante hizo con tener ánimos para volver al toro. En su segundo, más de lo mismo, muchos pases sin relumbrón alguno en una faena despegada y carente de toda emoción. Quedó claro porque las cinco puertas grandes que ha logrado en Madrid no le han servido para nada.
Ginés Marín se dejó ir un toro de escándalo que era su primero; un animal santificado con las fuerzas justas en la que, Marín tenía que haber explotado para siempre pero, pases y más pases sin la más mínima emoción. Mató de forma rotunda y le ovacionaron. En su segundo, el toro de la tarde y si se me apura el de toda la feria, Ginés compuso una faena muy limpia y muy torera en la que, especialmente por naturales estuvo cumbre. El toro demandaba eso, que se le toreara como lo hizo Marín que, tras una estocada fantástica cortó dos orejas. Al final, con las orejas en la mano Marín fue capaz de sonreír, algo que nos alegró muchísimo porque con esa cara de “detenido” que luce siempre en los ruedos, conectar con los tendidos suele ser muy complicado. Se trataba de la segunda puerta grande del diestro en Madrid que, confiemos le sirva un poco más que la primera.
Alguien dijo que era un cartel muy extraño y, lo explico. Era un cartel atípico porque a Morante había que pagarle un dineral por torear en Madrid y, la cosa no estaba para echar cohetes. Se contrató a dos jornaleros del toro, López Simón y Marín y de tal forma se dio la corrida. Morante se consagró y, como antes dije, tuvo más mérito que Marín en función de los toros que ambos lidiaron. López Simón se ha quedado estancado donde se hallaba y Marín si es capaz de repetir la hazaña debe de tener mejor refrendo empresarial.
--Por gentileza de Cultoro vemos a Ginés Marín izado en hombros para salir de tal forma por la puerta grande de Madrid.
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