Carlos Bueno
Avance Taurino / 19.XII.2021
Royuela documenta que “ni el desinterés significa rechazo, ni el apego es sinónimo de asistencia”, y evidencia que el toreo va desapareciendo de los hábitos sociales de forma paulatina; quizá tan lenta que los profesionales no son conscientes de que deben ponerse a trabajar de inmediato en busca de soluciones. Más allá del manifiesto desapego de la gran masa, resulta preocupante que a las plazas acuda menos de la mitad del seis por ciento de habitantes que dicen ser muy aficionados.
Entre las razones destaca la económica. La irrupción de la crisis provocó la falta de ayudas municipales para la organización de actividades de ocio, tanto las directas al sector taurino como a otras funciones que favorecían un ambiente festivo y, por tanto, el acercamiento a los cosos. En general, el poder adquisitivo de la gente ha menguado, y encima el precio de las entradas se ha incrementado de forma notoria convirtiéndose en un elemento disuasorio; una “tormenta perfecta” sobre la tauromaquia. “Cuando no hay dinero, no se celebran festejos, el público deja de ir a los toros y se acrecienta el desinterés”, explica Royuela.
La discriminación sufrida en la televisión estatal, el progresivo desarraigo del toreo en ciertos territorios y el auge de la corriente prohibicionista secundada por nuestros gobernantes se suman a los argumentos que certifican la galopante indiferencia por el mundo taurino. El catedrático asegura que la mayoría de personas sigue pensando que los toros están desterrados de Cataluña, y recuerda que el Congreso de los Diputados aprueba leyes animalistas que forman parte de una corriente global muy difícil de combatir. Sin duda falta trabajar en cuestiones identitarias y culturales, mostrar la tauromaquia como algo más cercano y artístico, y que se conozcan sus beneficios medioambientales y económicos y así conseguir que no se mire mal a los aficionados y que éstos se sientan bien como tales.
Entretanto, las ofensivas abolicionistas continúan por todo el orbe taurino. La Comisión de Bienestar Animal del Congreso local de la Ciudad de México aprobó hace unos días una iniciativa que contemplaba multas de hasta 230.000 dólares a quienes organizaran funciones taurinas. Por fortuna el dictamen no acabó pasando a la mesa directiva para su aprobación en el pleno de la Asamblea Legislativa, pero se acordó que, a partir de febrero de 2022, se volverá a tratar el tema.
En España, Portugal, Francia, Colombia, Perú, Ecuador, Venezuela y Méjico todavía hay toros… todavía. En todos estos países crecen los problemas para su celebración ante la pasividad generalizada de un sector profesional que, con la pervivencia del toreo en la cuerda floja, sigue sin darse cuenta de que debe abrirse, cambiar los discursos, trabajar, reunirse, luchar y divulgar la tauromaquia, un tema del que todos opinan pero pocos conocen.
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