¿Saben una cosa? Lo peor de la cuestión es que esto no tiene arreglo. Las figuras siguen apostando por el medio toro, muerto de salida, sin alma, sin fuerzas ni el menor atisbo para embestir y, tras la debacle, poniendo cara de circunstancias, los toreros lo arreglan todo. La cara de Morante era un poema. ¡Pobrecito de mi vida, no le sirvieron los toros! Claro que, en Sevilla no sirven para echarles broncas a los toreros porque aquello era de bronca al más alto nivel; vamos que, en otros tiempos podían haber quemado la plaza pero, todo ha cambiado para que la fiesta siga hundida en el fango de sus miserias, las que ellos provocan.
Los “cuvillitos” se las trajeron como diría el otro. Menuda porquería de animalitos que, por no tener, no tenían ni presencia de toros pero, en Sevilla vale todo, allí con tener el clavel en la solapa les basta y les sobra para ser felices. Esos toros aludidos no hubieran pasado por novillos en Madrid. Como siempre dije, en la capital hispalense, el toro les trae sin cuidado, lo esencial es acudir a la fiesta como una representación social en la que unos y otros se dan abrazos. Imaginemos como sería la cosa que, Roca Rey, que es capaz de cortarle las orejas a una farola, pasó totalmente en blanco, con eso está dicho todo.
Vergüenza debería darle a El Juli haber paseado aquellas dos orejas de su segundo enemigo, un animal al que como todo la corrida, ni siquiera picaron. Lo que no entiendo es cómo pagan un sueldo a los picadores si no trabajan. Es todo una parodia, una burla, un engaño. Domingo Delgado de la Cámara se atrevió y dijo que, en Sevilla aplauden que no se pique el toro. La frase lo dice todo y, lo más triste es que es cierto. En La Maestranza, los picadores son unos vulgares asesinos que quieren acabar con la vida del toro y, en su ignorancia, no saben que los toros ya salen muertos de toriles; no es culpa de los picadores todo lo que ocurre, los culpables son sus amos que saben lo que han comprado para lidiar.
¡Dos orejas en Sevilla para El Juli! Allí serán muy tontos o benévolos, que cada cual los juzgue como quiera pero, triunfos como el de El Juli no sirven para nada. Claro que, al diestro le trae sin cuidado. Sabedor de la clase de público que allí se congrega cualquier cosa pasa por buena, caso del quinto toro de la tarde que, sin casta, sin fuerzas, sin alma y con solo su vulgar repetición, tras la estocada del diestro, lo dicho, dos orejas verbeneras que, El Juli, si fuera un señor, una la hubiera tirado por dignidad pero no, el hombre estaba feliz y contento en la vuelta al ruedo.
Y lo más sangrante de la cuestión es que esto no ha hecho nada más que empezar. Nos queda toda la feria por delante y, sabedores de que será muy raro que aparezca el toro, ¿quién es el valiente que le pone ilusión y ganas a todo lo que se nos avecina? Se contentarán con muy poco, ayer lo demostraron. Si salen tres toritos como el de El Juli, con eso se sentirán los más dichosos del mundo. Y con semejante panorama queremos que resucite la fiesta. No hay resurrección, pero sí mucho calvario el que se nos avecina.
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