Está claro que, con “cuatro perras gordas” Ramón Valencia ha quedado como un señor, nadie le podrá recriminar nada y todo quedará como siempre, en el esbozo de un sueño que nunca se hará realidad. Lo justo hubiera sido poner a estos chicos en festejos ordinarios y junto a las figuras como se ha hecho con Alfonso Cadaval que, siendo el torero de menores posibilidades de todos los sevillanos, no es que vaya en un terceto con figuras, pero sí tiene la posibilidad de matar dos toros en un cartel más o menos aparente.
Lo dicho hubiera sido lo justo y, hasta cabe la posibilidad de que Ramón Valencia no le hubiera importado pero, amigo, aquí viene el quid de la cuestión y es que, en Sevilla, como en cualquier feria, las figuras tienen que arroparse entre sí porque, sentar a un pobre “en la mesa de su festín particular” suena como a despropósito. Digamos que, no se atreven por varias razones, primera porque saben que pueden restarle público, cosa que dudo mucho porque en Sevilla sus “aficionados” lo único que les preocupa es lucir palmito y no pondrán reparo alguno si Morante tuviera como compañero a Ángel Jiménez, por citar a uno de los mentados de la corrida de los seis toros. Y en segundo lugar porque les jodería mucho que un desconocido pueda triunfar y dejarles en ridículo.
Ahí están los carteles en los que no han dejado cabo suelto por si acaso. Hasta El Cid, el pobre, la empresa –que nunca debería de haber reaparecido- le ha ofrecido los toros de Victorino Martín, con Manolo Escribano y Emilio de Justo que, como se sabe, el gran tirón son los toreros mentados, nunca El Cid. Por cierto, si El Cid no triunfa en dicho día ya puede colgar de nuevo el traje de luces que no le llamarán ni en Zalamea La Real
Al respecto de la corrida de los seis “aspirantes” me viene ahora a la mente cuando Manolo Chopera le dio la oportunidad a Pepe Ibáñez, aquel torero de los años setenta que luego fue banderillero con las figuras, llegando más tarde, a ser un hombre de negocios entre México y España, razón por la cual conoció a Rodolfo Rodríguez El Pana y le apoderó durante varios años hasta su muerte. Pepe Ibáñez hizo una huelga de hambre a las puertas de Las Ventas y dormía en un Seat-850 que imagino que sería de él. Llevaba bastantes días en huelga de hambre y, el pobre en aquel instante tenía menos fuerza que un canario. Chopera pasó por allí porque, claro, era sabedor de la “hazaña” que Ibáñez estaba protagonizando y había que atenderle. Aquello era un día lunes y se le acercó Chopera a Ibáñez y le dijo:
“Pepe, toreas el domingo, tengo enchiquerada una corrida de Palha que te vendrá como anillo al dedo. Un hombre como tú que ha tenido la gallardía de hacer una huelga de hambre merece el mejor de los premios”
En aquel momento Pepe Ibáñez sintió que se la habían abierto las puertas del cielo pero, tres segundos después, cuando se dio cuenta de cómo estaba su cuerpo tras la huelga de hambre se quiso morir. ¿Cómo afrontaré semejante compromiso sin tener fuerzas? El resultado ya lo puede imaginar cualquiera porque, Chopera con aquel acto “solidario” hacia Pepe Ibáñez, en una sola tarde se lo quitó de encima para siempre, a la vez que le anulaba como torero. Más o menos, sin el dramatismo de lo contado, es lo que hará Ramón Valencia con los seis chicos anunciados para el domingo próximo en Sevilla. Eso se llama justicia, ¡sí señor!
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