Santander. Ginés Marín por la Puerta grande. Fotograma OneToro
Ginés Marín desoreja el tercero y sale a hombros. Emilio de Justo doblemente ovacionado y Castella silenciado. Encierro desigual y manso…
Una séptima parte
Jorge Arturo Díaz Reyes
CronicaTroro/Cali, VII 22 2024
Una corrida, tremendamente desigual, 186 kilos entre extremos. Mansa, blanda, desmañada, inexpresiva y desgraciada; el sexto cayó agonizante patas arriba al pasar frente al primer burladero, para ser apuntillado en el suelo y dar paso al primer sobrero. En resumen, siete toros descastados de Antonio Bañuelos con 529 kilos promedio, que, para peor, gustaron mucho al ganadero, “por su presentación y nobleza excepcionales”, como declaró al final.
Solo podemos, con esfuerzo, concederle una séptima parte de razón. Con el franciscanamente dócil, tercero, que también demostró un resignado fondo, y que terminó desorejado por Ginés Marín y ovacionado en el arrastre. Fue la única excepción.
“Satélite”, se llamaba. Número 76, castaño, marcó 506 kilos en la báscula. No es que impresionaran su trapío, su volumen ni su romana, casi 150 kilos menos que la del segundo. Pero, en fin, para plaza de segunda pasó con creces, tomando en cuenta otros del encierro.
Las seis verónicas, media y larga que acompasaron gustosamente su llegada fueron lo más granado de capa en la tarde. Se salió de la vara de Nacho Rodríguez para obedecer tres chicuelinas, una cordobina y media de un quite simulado. Se dejó parear con lujo por Antonio Chacón que saludó y no desafinó el amable desarrollo de los dos primeros tercios. Entonces, Ginés descubrió a Morante sentado en una fila alta de sombra. Tomó los trastos y seguido por el micrófono de OneToro se dirigió a él diciéndole “Qué alegría verle de nuevo en la plaza” y le tiró la montera. Ahí fue cuando la cosa tomo vuelo.
Porque diez derechazos redondos, limpios, encadenados en dos tandas con sus respectivos broches, dieron fe de que la condición del toro y el temple del jerezano eran el uno para el otro. La banda y el público, que a más de tres cuartos cubría el cemento, entraron duro en materia, y todo fue un recreo que partió en dos mitades aburridas la soleada tarde.
Por naturales hubiese podido bajar la intensidad, como generalmente ocurre, (cosas del pitón izquierdo dicen), pero no. Los pitones también por allí viajaron leales tras la panza de la planchada muleta en series hasta de a ocho. La cosa iba en serio; trazo firme, secuencia armónica, tranco vivaz y entusiasmo arriba. Encima, de que la concurrencia estaba dispuesta a todo con el torero. Por aquello que llaman tener cartel en una plaza. Y Marín había salido ya seis veces a hombros de esta. La cosa se fue de tiro largo, como es de uso por la causa poncista. Primera fuente de inspiración para la generación de recambio. Sin embargo, harto nos han aclarado que ahora la musa de este es caminista. Y eso sí son palabras mayores, mayúsculas, esdrújulas...
Así que cuando el tiempo apremiaba, la música se repetía y la clientela enronquecía, el sobrio epilogo evocó por fin al camero sabio, pero más lo hizo la estocada en la cruz. Oficiada al reverendo volapié, toreada y de fulminante acción, que rodó sin puntilla al buen Bañuelos. El único bueno como el pan, de los siete. Con perdón de don Antonio. Y claro, su señoría Juan Bautista Calahorra saco un pañuelo tras otro y todos felices. El sexto bis, fue un marmolillo al que ni el funerario y largo arrimón pudo despertar.
Sebastián Castella, dio con dos mansos desalmados a los cuales, pese a sus honrados y secos esfuerzos no pudo arrancarles ni un pedacito de felicidad. Como para peras en el olmo, se alargó hasta los avisos, uno en el primero y dos en el cuarto. Su espada no ayudó. Al uno le pinchó y lo estoqueó descentrado. Al otro, le puso la espada tendida trasera y le pegó dos crucetazos con doble de clarín.
Emilio de Justo, trató la aspereza descastada de su lote, con un par de toreras bregas. Pero eso de poderle a toros que “no se dejan” es cosa del pasado, cuando por ahí se levantaban leyendas. Ahora no vale, aburre. Lo de moda es el “Jogo bonito”, aunque no se gane, como dice “la torcida” futbolística brasilera. De tal manera que la oreja del impotable segundo, al que mató además de soberano estoconazo contrario, pedida por la minoría entendida fue negada de plano por el palco. Con el ultra soso quinto, la misma historia, toreo de riesgo y dominio, pero aquí pinchó antes del estoconazo fulminante. Lo dicho “jogo bonito” o nada de pelo.
FICHA DEL FESTEJO
Santander 22 de julio 2024. 3ª de Santiago. Plaza de Cuatro Caminos Sol. Lleno total. Siete toros de Antonio Bañuelos; 6º Bis. Cuatreños, desiguales de romana 186 kilos entre extremos y 530 kilos promedio.
Sebastián Castella, silencio tras aviso y silencio tras dos avisos
Emilio de Justo, saludo y saludo
Ginés Marín, dos orejas y silencio
Incidencias: Saludaron: José Chacón tras parear el 1º y Antonio Chacón al 3º.Al final de la corrida Ginés Marín salió a hombros.
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