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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 19 de julio de 2024

Plaza de Pamplona: circo o verbena / por Ricardo Díaz-Manresa


En los sanfermines 2024 hemos visto a la plaza de Pamplona como siempre. Circense y verbenera. Muchas veces no parece una plaza de toros, sino algo diferente y distante, peculiar, aunque salgan toros al ruedo y haya hombres vestidos de toreros. Diferente y única y por tanto inclasificable. Los llenazos lo tapan todo. Pues no...

Plaza de Pamplona: circo o verbena

Ricardo Díaz-Manresa
Escribo por tercera vez que, a diferencia del resto de todas las ferias, en Pamplona la gente no va a los toros, ni a los toreros, sino a la plaza y la abarrota todos los días incluídos los carteles con pelé y melé. Las combinaciones de San Fermín suelen ser flojitas en conjunto. Este año sólo 3 de las 9 tardes tuvieron categoría de plaza de primera y de gran feria.

El público acepta lo que le den. No exige nada. Les da igual ver toros mastodónticos que con gran trapío o menos. No protestan nada. O ¿han visto alguna vez rechazar un toro por flojo como ha habido varios en la última edición?

Se tapa todo con el nombre de Feria del Toro, que tampoco la exigió nadie. Fue una invención de Miguel “el Potra”. Un año las figuras, en los tiempos que había, decidieron no ir a Pamplona, se le vino el mundo encima a la empresa y el popular y famoso “Potra” facilitó la idea para evitar el desastre de traer los toros más grandes que había y bautizarlo todo como la Feria del Toro. Los de dentro y los de fuera tragaron y aceptaron bien el cambio. Y hasta hoy.

El público de Pamplona, ya navarro-vasco, aficionado al circo, a la verbena, a la música, al baile y a la merienda, premia alguna veces con justicia pero regala orejas a mansalva, especialmente si el toro muere rápidamente caiga la espada donde caiga, no si hace guardia, por lo que parece una plaza de pueblo de las más pueblerinas. Quieren ver caer los toros lo más pronto posible y les ponen de los nervios espadazos y descabellos repetidos.

Por esto, los toros de Pamplona, deberían tener tres orejas. Dos para premiar la faena y la tercera para la estocada. Seguramente en ninguna otra plaza de España se dan tantas orejas por estocadas rápidas.

Es fundamental para cortar orejas empezar las faenas de rodillas y terminarlas también genuflexas. Y, en medio, mucho tremendismo. Fue rarísimo, pero rarísimo, que este año valoraran la de Pablo Aguado, clásica, templada, torera, artística, bonita, suave. Una buena faena lejos totalmente de actos de valor externo y charanga. Lo de las orejas ha sido muchas tardes de vergüenza.

Tenemos, además, de un público entregado, apenas entendido, dándole a la bebida y a la comida, una presidencia que no tiene ni idea y que atiende todas las peticiones de pañuelos rojos y almohadillas.

Un detalle: las últimas que presidieron las mujeres estaban tan agobiadas y nerviosas que saludaban a los del ruedo poniéndose firmes, nunca con la mano. Ridículo descriptible.

Pero así llevan años y así seguirán. Aceptado y bautizado, incluso se elogia. Y tampoco parece que los políticos de la ultraizquierda proetarra puedan prohibir ni cambiar nada.

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