Para empezar, ha habido poco público, siendo tres tardes, de once, las únicas en las que se ha visto más concurrida la plaza. Las tardes de Roca Rey y la de Morante, Juli y Ortega del último sábado. Poco ha interesado la feria a la afición y al público de Madrid. No parece Vistalegre una plaza que interese mucho.
Pero lo sucedido en la feria no ha pasado desapercibido ni podemos decir que haya carecido de interés. La presentación del ganado ha superado las expectativas de una plaza de segunda, si bien la corrida de Garcigrande llamó la atención al ser terciadita y muy lejos de la presentación general exhibida por el resto de las ganaderías. Cinqueños prácticamente todos los toros, quizá sea ello lo que ha supuesto el que los astados hayan presentado mayores dificultades en sus lidias.
Fuertes percances se han dado, siendo algunos de extremada gravedad, trasladándose en la plaza las peores sensaciones. Con el novillero Manuel Perera y el banderillero Juan José Domínguez se vivieron momentos dramáticos. Fea también la cornada recibida por el matador Pablo Aguado. Por suerte, el equipo médico era de plaza de primera.
Por supuesto, también hemos presenciado el corte de orejas, de una en una o de dos en dos. Triunfadores, por el doble corte en un toro, se puede citar a El Juli, Daniel Luque y Roca Rey. Un trofeo se llevaron otros, como Álvaro Lorenzo, Ginés Marín, Morante, Perera y Ureña.
Pero, por encima de todo, lo mejor ha sido el que hemos podido ver torear con mayúsculas. Fue con Diego Urdiales y Juan Ortega cuando pudimos apreciar la maravillosa diferencia que existe entre torear de verdad y dar pases para lograr calentar los tendidos. Diferencia mayúscula la vivida con Urdiales y Ortega, quienes desgranaron, hasta dejar en la retina de todos los asistentes y televidentes, la sensación de que existe el torear y otra cosa distinta o algo así.
Aportar verdad, torería, armonía, naturalidad, elegancia, despaciosidad, en suma, autenticidad. Está claro, todo eso no está en los quehaceres de otros compañeros de escalafón.
Cierto será que pueden triunfar, pero inundar los corazones de miles de espectadores con sensaciones que te llevan a mantener una memoria fotográfica de lo que te han hecho vivir, eso está en manos de muy pocos.
La suerte es que existen esos toreros y, lo que es mejor, que son capaces de ponerlo en práctica cada vez que actúan. Llegue el triunfo o no, el disfrute de verlos torear ya no te lo quita nadie. Las orejas no necesitan pagarte la entrada, queda pagada en cuanto se abren de capa.
Y es que existen dos maneras de expresarse los toreros: Torear o algo así… dos maneras de llenar el alma del aficionado. O bien con autenticidad o algo así como si fuera un oficio.
Por si fuera poco, también ellos dos pasearon una oreja... quede nota para los que necesitan trofeos para sentirse pagados.
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