Hay descuidos graciosos y sin importancia y hay otros que no lo son y que denotan una relajación y un adormilamiento que no casan bien con el cargo de primer ministro británico o, y ya que estamos, con el de futbolista del club deportivo más importante de la historia. Cuando uno es Rey lo es las veinticuatro horas del día y cuando uno es jugador del Real Madrid lo es las veinticinco. La señora Blair salió una vez en pijama a la puerta de Downing Street. En el mismo instante de ser cegada en pleno día por los flashes de las cámaras que la apuntaban directamente a los ojos se dio cuenta de que, al menos durante un tiempo (bastante tiempo), su vida no sería normal. Cherie aprendió una lección simpática y sin importancia pero Eden Hazard parece no querer aprender. Imagino que, del mismo modo que hay españoles a los que no les importa que insulten a Felipe VI o piten el himno nacional, habrá también madridistas que le resten importancia a la risotada protagonizada ayer por el centrocampista belga a la conclusión del partido de semifinales de Champions contra el Chelsea. Repito que habrá madridistas que pasen por alto el gesto de Hazard pero yo no he sido capaz de encontrarlos. El partido no era uno cualquiera, no, sino uno de Champions, la competición fetiche del Real Madrid; y el resultado tampoco era precisamente uno satisfactorio para los intereses merengues sino que apeaba al club de la gran final, esa que, por cierto, aún no ha jugado jamás Hazard. Así que la risa de este chaval denota ingnorancia, inconsciencia o directamente tontez, que son tres características que no ayudan precisamente a triunfar en el Madrid. Ignorante, inconsciente o simplemente bobo, si Hazard tuviera a alguien a su alrededor mínimamente responsable, si a Hazard le quisiera bien alguien del club, ya habría salido a pedir perdón a estas horas. Como no lo ha hecho, asumo que lo que anunció ayer Josep Pedrerol en El Chiringuito es cierto y el Real Madrid pondrá este verano en el mercado a este fiasco gordo.
Aunque por otros motivos distintos, la risa de Hazard me recordó a los instantes inmediatamente posteriores a que el Real Madrid conquistara La Decimotercera. Justo a renglón seguido, Cristiano le echó sal al café madridista dando a entender que se iba y, después, Bale cogió el relevo para sugerir que si no le daban más protagonismo él también cogería las maletas. Aquel día la felicidad no fue completa por el profundo egoísmo de dos futbolistas que no supieron o no quisieron esperar para hacer las cosas bien. Ayer no fue precisamente un día festivo para el madridismo pero, en líneas generales, el seguidor del Real aceptó de buen grado la superioridad del Chelsea y que el equipo londinense merecía jugar la gran final. Por no saber o no querer esperar a llegar al túnel de vestuarios para reír a mandíbula batiente, por ignorancia, inconsciencia o tontez o por las tres a la vez, Hazard hurgó en la herida y el madridista volvió a sentirse traicionado por uno de los suyos.
Yo creo que si Eden Hazard llegara algún día a ser primer ministro británico saldría en pijama a diario a recoger lo que fuera a las puertas de Downing Street, por ejemplo un par o tres de whoppers Old style Mustard Onion con mostaza, ketchup, cebola tipo poché, carne angus al punto y bien de patatas. Quiero decir que Hazard no es ese tipo de deportista que aprende. Al Madrid llegó con un evidente sobrepeso después de pagarle al Chelsea más de 100 millones y, dos años después, su participación no sólo no fue decisiva sino que ha sido motivo de chanza. Por si fuera poco, Hazard lleva a la espalda el 7 de Amancio, el 7 de Butragueño, el 7 de Kopa, el 7 de Raúl, el 7 de Cristiano... Hazard lleva a la espalda el mismo 7 que llevó Juan Gómez Juanito. ¿Qué le diría Juanito a Hazard si viviera? ¿Qué no le diría? Probablemente le diría que se quitara la camiseta y que descosiera el 7. A Hazard, y eso es público y notorio, le importa un bledo el Real Madrid. Y si en el Real Madrid andan listos, que eso también quiero verlo yo, deberá importarles un comino este jugador. Por ese club han pasado miles de jugadores, la mayoría buenísimos, algunos menos talentosos y, por qué no decirlo, también algún paquete.
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