Y él, sereno a todo momento. Si acaso un esbozo de sonrisa en el apogeo del triunfo. No necesitó su capote ni sus ya célebres quites para formar el escándalo que formó. Tampoco dejó picar los toros. Los quiso íntegros para su muleta y su espada. El solo brindis del tercero al público levantó ya una ovación tremenda, y luego se hincó de rodillas para de largo pasarse el galope de “Fargonillo” en redondo por la derecha, una vez por la espalda y otras dos de costado, de pie sin interrupción, tres más. Y la faena se fue torrencial, en medio de la batahola, templada, ligada y febril por la derecha y luego por el otro lado. Hasta el quinto natural cuando la colada casi hace carne.
Como todo el encierro la embestida perdió ímpetu y prontitud al final. Entonces, el, cuerpo entre los pitones y trapo halando pallá y pacá sin ceder centímetro. Dominio total. El clarín avisó que ya era hora de igualar. Nadie se había dado cuenta. El volapié frontal, el estoque arriba, hasta los gavilanes y el cuvillo patas arriba como fulminado por un rayo. Los dos pañuelos de una, sacó su señoría doña Clara García Valiño Abós, sin siquiera mirar a su asesor. Y cómo estaba la plaza
El colorado sexto, “Pesadillo”, no fue mejor ni peor, pero si más chico, 515 kilos, aunque astifino mucho. Y como su hermano pasó por los dos primeros tercios sin romperlos ni mancharlos. La muleta se hizo cargo con la complicidad irrestricta y ensordecedora de sol. El triunfo ya asegurado no refrenó la ambición ni la entrega. Faena completa ambidiestra, en jurisdicción, con planta y convicción. Y otra vez un epílogo al revés con el hombre embistiendo al toro en su terreno, bidireccionalmente, con circulares invertidos y derechos, hasta otra estocada cimera sin puntilla. Y el manicomio, y el coro, y la petición de la segunda oreja denegada, y los maleteros en un espectáculo vergonzoso invadiendo el ruedo para pelearse el cuerpo del torero, y al fin la procesión en loor de multitudes.
Qué gusto siempre ver a Morante en la plaza, con su figura regordía, sus patillas a lo Cayetano Sanz y sus recamados antañones. Como trayendo evocaciones de toda la historia del toreo consigo. No solo de “Gallito” como les ha dado en repetir a toda hora. Correctísimo con su primero, el único cinqueño, que se moría de soso. Pero el maestro alumbró su brega con imágenes aisladas que dejaban las otras todas a la sombra. Puso media espada caída que bastó y saludó una ovación venerable. Al cuarto, el de la merienda, lo tramitó en silencio, pintando por ahí un pase de pecho de rodillas y algún natural artísticos, y luego, cuarteando descaradamente, a lo Curro, le pinchó tres veces y oyó un aviso.
Talavante, decoroso toda la tarde por encima de su lote con los engaños. Mató de pinchazo, estocada ineficaz y descabello al primero, saliendo a saludar y al quinto tras una faena porfiada pero inconexa le mató de fierrazo desprendido sin puntilla. Le negaron la oreja, se disgustó, hizo gestos ingratos a la señora presidenta, y se despachó después un alegato televisivo en protesta por su no premiación. Vamos figura, un poco más de señorío.
FICHA DEL FESTEJO
Pamplona. Martes 11 de julio de 2023. 7ª de San Fermín. Sol. Lleno total. Seis toros de Núñez del Cuvillo, disparmente presentados y amenos todos.
Morante de la Puebla, saludo y palmas.
Alejandro Talavante, saludo y vuelta tras petición.
Andrés Roca Rey, dos orejas tras aviso y oreja tras petición de otra.
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